Índice de Manifiesto abierto a la estupidez humana de Ezio Flavio BazzoCapítulo IIICapítulo VBiblioteca Virtual Antorcha

Capítulo IV

El pensamiento de esta lucha universal provoca tristes reflexiones, pero podemos consolarnos con la certeza de que la guerra no es incesante en la Naturaleza, que el miedo es desconocido en ella, que la muerte es generalmente rápida y que se multiplican sólo los vigorosos, los sanos y los felices

(Charles Darwin)

Mira cara a cara tus temores y concientÍzate de que estás muy lejos de la naturaleza misma, y que por más que reclames, jamás podrás regresar a ella por el camino que buscas. Ella (la Naturaleza), sólo te permitirá regresar a su vientre, después de haberte castigado un poco. ¡Te lo mereces!

¡Ah, Populacho! Ha llegado el momento de abandonar tu carácter colectivista y de regresar al carácter individualista. Todo lo que es colectivo, es represión, sumisión de tu Yo, desvalorización de tus fortalezas personales. Mientras que en el individualismo puedes ir al fondo de ti mismo y estar libre de la presencia de seres despreciables. La humanidad sólo podrá emanciparse a través de la revolución personal, pues las revoluciones colectivas son siempre manifestaciones del deseo de poder, jamás una real destrucción de todas las máquinas generadoras de la miseria humana. Antes de aniquilar a los verdugos exteriores, (que son demasiados), necesitamos aniquilar los verdugos que habitan nuestras profundidades, para, a través de esta experiencia personal, poder comprender qué es la servidumbre humana, dónde es generada y cuáles son sus alimentos predilectos. Sólo así es posible lograr un cambio radical que hasta ahora, no ha sido posible.

Pero no pienso que eso sea posible, pues tú (que eres la mayoría) votas siempre a favor de la educación colectiva, siempre a favor de mentirosos, siempre a favor de una cultura general, de la destrucción de los primitivos, de la creación de sectas y de fanatismos cada vez más peligrosos y que borran de la tierra el universo personal de los seres.

¡Ah, Populacho! ¡Desenvuélvete a ti mismo! Sé tu mismo (*), vuela en las alas de tus propias vivencias y no destruyas tu propia forma, mezclándote con la masa amorfa de las calles. La alegría y el gozo de vivir tan sólo los podrás encontrar en el desarrollo de tus conocimientos y sentimientos personales. Cree en esto que te digo: A través de ejercicios corporales compulsivos, puedes conseguir cuerpos fortachones y atléticos, pero sólo a través de ejercicios de movimientos libres y placenteros de los miembros, accederás a la belleza. Y tu eres hermoso en tu interior. Sin la belleza nadie puede vivir, sin la belleza tu odias, agredes, haces la guerra y la muerte planeada. Lo bello es también saludable y sólo donde la belleza habita, duerme silenciosamente la comprensión dialéctica del proceso vital. La estética es la parte dinámica de tu mente, por lo tanto, explota la belleza que en ti duerme. Que tu imagen sea siempre el metal más caro. Perfúmate con la alegría de la aurora, con el silencio de un primitivo y con la sencillez de una orquídea que vive en una horquilla de la mata. Que tu presencia sea un útero para los corazones ajenos y que todos quieran acercarse a ti, y que te ames profundamente, muchedumbre.

Nunca se te ocurrió preguntar como Schiller: ¿Cuál es la razón para que seamos aun tan bárbaros? Bárbaros que despiertan con el temor del sueño, cabizbajos y con pasos de prisioneros. Miedo, desprecio por ti mismo y vanidad. Estos son los gigantes que atacan tu alma ¡y tu defecas en los pantalones cuando estás delante de ellos!

Un día, acampé cerca de ti, en una floresta encantadora, y tu me mirabas con odio porque deseabas tener todo el río, todos los árboles y toda la naturaleza para ti, aunque ellos no pertenecen a nadie. Personas como tu, siempre terminan convirtiéndose en grandes asesinos o en fanáticos religiosos. En la noche, cuando la luna iba de prisa sobre las cataratas del Itiquira, tu voz se te escapaba en la confusión de la sonrisa de tu mujer y de tu borrachera que olía a alcohol y a carne podrida. Necesitabas decir, en tus gestos y en tus palabras, que eras poseedor de la sexualidad de un Casanova, pero yo te conozco muy bien y se lo que hacías para disimular y olvidarte que nunca tuviste afecto materno, que tienes miedo de ser percibido como impotente u homosexual y para esconder que eres un ignorante y clase media despreciable. Vienes a hablarme después con tu mirada perdida, y me hablas de cosas que sólo interesan a débiles mentales como tu, como tu familia y como tu partido de futbol. Yo te escucho, entiéndote, y percibo el niño oprimido que fuiste y que eres, el niño que desea hacer del mundo (Externo) un palco de risa, para ocultar la tragedia amarga que heredaste.

Ha llegado la hora de ser un hombre o un ciudadano; pues no se puede ser los dos al mismo tiempo (Rosseau). Tu, no eres ninguno de ellos, eres una nada, un falso, un payaso público. Me alejo de ti mientras tú continúas mintiendo y pavoneándote de cosas que jamás hiciste, mientras tu mujer está triste y pensativa sobre una piedra y sólo te soporta porque la alimentas y porque la convenciste de que todos los hombres machos son como tú. Tu fuiste quien hizo que las mujeres se tornasen psíquicamente prostitutas y sólo es necesario un momento de libertad, para que ellas asuman la prostitución en la práctica (**). La mujer con quien vivo, la mujer con quien tu vives, la de tus amigos, tios y abuelos, todas son víctimas de una prostitución milenaria. A los judíos, el mundo sólo les permitió el comercio, y ellos esclavizaron el mundo a través del comercio. A las mujeres, el mundo sólo les permitió la vagina, y ellas esclavizaron el mundo a través de la vagina. A mi me gustan todas las manifestaciones que preparan el caos contra ti, ¡Populacho idiota! Quiero que los gusanos se levanten de la tierra para impedir que tu tengas el derecho de dormir, para que con eso percibas las dimensiones de tus crímenes. Las mujeres que llevas para la alcoba a cambio de unas monedas, de un plato de comida o de un cigarrillo, son mujeres esclavizadas, necesitadas, mujeres que poseen en el hondo del corazón, mucho valor más que tu. Son mujeres que se acuestan contigo, abren las piernas para tu miembro sifilítico, apenas por necesidad de sobrevivir, pero alimentan dentro de sí mismas un deseo inconfundible de matarte. Un día, lo creo, podrán hacerlo (¡Tu lo mereces!) Tu, y todos los de tu clase, saltan de alegría después de haber copulado con la mujer de un amigo, de un hermano, de un siervo o con la propia mendiga que bate a tu puerta ... pero cuando descubres que tus (conquistas) no fueron conquistas, sino que fuiste objeto de una (copulada), tu máscara te tapa totalmente la cara y tienes deseos de introyectarte una bala en la cabeza (pienso que debes hacerlo pronto). Yo pienso que debes hacerlo, pues el suicidio es el único acto de heroísmo que puedes llegar a practicar.

¡Pobre muchedumbre!

Siéntome al lado de este río, de este río que tu maculas con latas vacías, con tus vómitos de tequila y con tu presencia y te observo que miras impaciente para todos los lados en busca de personas como tu, que hablen sin parar, que disimulen toda realidad y que también piensen lo mismo que tu, con respecto a la vida. Te acercaste varias veces a mí y yo no te dirigí la palabra. Entonces, permaneciste distante y me mirabas con desconfianza. El día que descubrieres realmente mi individualidad, has de perseguirme y aprisionarme en el fondo de una cárcel, como ya hiciste otras veces. Pero eso poco me importa, pues existen vidas que se hacen deshaciéndose y hay gritos que son creados en el silencio de lo absoluto. Un sólo día de existencia íntegra, vale mucho más que una larga caminata de desgracias, cobardías y vanidades pervertidas.

Yo no me olvido de todo lo que eres capaz de hacer, y por eso quiero darte mi Manifiesto, quiero decir lo que pienso de ti, lo que eres y cuánto cuestas al mundo y a los pueblos. Quiero ver tus llagas desde todos los ángulos, configurarla de todas las formas, ampliar tu sonrisa, tu llanto y tu máscara de animal bárbaro. Quiero espiarte en todos los ambientes donde rastreas; en todos los templos, cabarets, prisiones, parlamentos, haciendas, callejones y palacios. Quiero oír a tu hija (otra vez), a tu esposa, a tu sirvienta, y a tu pobre alma de Populacho. Quiero hacer de tu vida y de tu historia una escena abierta, donde los pocos que no son como tu, podrán mirarte de cuerpo y mente pasmada.

No, no soy un soñador para querer cambiarte. Ni quiero que un nuevo Hitler te extermine ... apenas quiero salvarme a mi mismo de tu estúpida compañía.

¡Ah, Populacho! Naciste, creciste y vegetaste y te entregarás con fatiga en el mismo lugar. Nunca levantaste anclas, nunca buceaste por las carreteras del mundo ni te interesan las tierras que están al otro lado, donde habitan las antipodas.

Te veo todas las mañanas y todas las noches en los mismos bares, bebiendo la misma tequila, fumando el mismo cigarrillo y diciendo las mismas cosas. Después, te vas tambaleando para tu casa y regalas a tu mujer tu sonrisa de borracho, le pegas a tu hijo adolescente, tragas tu comida como un perro y el sueño te aparta de la vida y del mundo. ¿Por qué eres así? Si supieras del sol marroquino ... ¡ah, que sol aquél sobre el Sahara! ¡Que mundo nuevo! ¡Que seres inéditos! Viejos centenarios con sus ropas rotas, con barbas árabes y con sus bastones heredados. Un hotel miserable donde el hachis quemado perfumaba las noches más inciertas. Mujeres inglesas, españolas ... mujeres con la boca cubierta y con el cuerpo loco por una caricia que no fuera de manos mahometanas. Laberintos donde todo es posible. Un crimern abyecto, un coche de la policía, árboles milenarios en el centro de Marrakesh, un vendedor de agua, muchas y muchas moscas navegando en el aire ... ¡Ah, Marruecos! eres una escuela completa. Hambres, monedas, mariguana, encantadores de serpientes, contadores de tragedias, libros, flautistas, comidas exóticas y un cuarto sin puerta, donde la muerte siempre es posible. ¿No te interesas por nada de eso? ¿No tienes ganas de ir al Senegal, a la Polinesia, o de observar los gatos negros de Ibiza? No piensas vivir en Formentera, en Mikonos o en Calcuta, con una delicada española que hace viajes con LSD? ¡Ah, Populacho! ¡Entonces ya estás muerto, hace mucho! ¿No te alucina ver un negro que ejecuta un jazz en una noche de verano en una calle peligrosa del Harlen? ¿Nunca soñaste con los Andes, con los indígenas del Alto Xingú, ni con los misterios de un Dalai-Lama enjaulado en el Tibet? ¿Nunca caminaste por las calles del Phanteon, ni por la selva amazónica, ni conoces la geneología de la Moral? Ora ... Ora ... Entonces, ¿para qué vale la vida? Un día te arrepentirás de todo eso ... pero resulta que tu vida es un eterno arrepentirse.

En cada mañana sales corriendo de tu casa, lleno de esperanzas económicas y sociales, pero en cada tarde, te encuentras definido y apto a poner fin a la vida. Buscas tu esencia en los escombros de la sociedad, mientras ella duerme en tu inconciencia de narcoléptico. Tu ignorancia y tu deseo de agradar al mundo exterior no permiten que ella se manifieste. Y asi tu mueres todos los días frente al mundo y frente a ti mismo, buscando compensar tus debilidades en el Oro, en la Fama, en la Elocuencia y en la nobleza más ridícula: la nobleza del Populacho. Nada es más insoportable que personas como tú, que ayer no tenías lo necesario para comer y que hoy estas cercado de siervos. Ni el dinero te salva, sino por lo contrario, te hace más incoherente y más despreciable. En tu casa de nuevo-rico, veo cerámicas y mármoles, Rembrandt y Beethoven, cortinas hechas en Bombay, flores venidas del Himalaya y hasta ... un perfil de Goethe. Veo tu diploma ampliado y colgado en la pared, muchos libros, cristales y plantas y, en medio de todo eso, tú, con una coreografía de payaso y de piernas cerradas para tapar los genitales y el culo. Obligas que tu hija ejecute un clásico en el piano y en los gestos de ella, ya se puede ver a una mujer reprimida y neurasténica. Técnica, técnica, Técnica. La Técnica es todo para ti. Los símbolos son siempre para ti más interesantes que aquello a lo que simbolizan.

Repito: Yo conocí profundamente tu vida, conviviendo con tus hijos y con tus hijas, por todos los ángulos y rincones del mundo, durmiendo con tus esposas en hoteles de lujo y también en pensiones de criminales. Viviendo en el mismo cuarto que tu y asistiendo tu sueño poblado de deseos insatisfechos. Te estudié por mucho tiempo, no en consultorios privados, (donde sólo es posible percibir la enfermedad, y yo pienso que la enfermedad no existe aislada de la salud), sino en la propia vida que llevas, en las 24 horas diarias de tus tormentos. Estuve contigo en todos los momentos y en todas las gestalts de los años. Fui a buscar tus partes perdidas en la historia y sentí tu llaga incurable de envidioso. Nunca me importaron mucho tus palabras, pues siempre quise ver tus gestos, tu malicia, tu mirada que tiembla, tu definición del orgasmo y tu forma de presentarte delante de los ingenuos, aunque la forma no me interesa tanto, pues el contenido es el que importa.

Cuando juras ser monista, es el momento cuando te percibo como un dualista fanático, y mientra luchas por captar la esencia del Ying- Yang, me muestras la incapacidad que tienes de armonizarlos en ti. La Astrología te fascina, sólo que los astros que rigen tu vida no te quisieron más que Populacho. Tu astro, debe ser una calabaza y tu ascendiente un pepino alongado. Quieres hacerte pasar por mago o hechicero y tienes un dios para cada estación, un maestro para cada momento y una mentira para cada ves que me encuentras. Tu, que no te suicidas, fuiste la causa del suicidio de hombres como José Ingenieros, Lucrecio, Cesare Pavese, Stefan Zweig, Raul Pompeia y muchos otros. Tu, tienes una magulladura crónica, un resentimiento peligroso contra los hombres valerosos, y por infelicidad de tu anonimato, tienes el poder de forzarlos al abandono de la vida.

¡Pobre hermano de Raza!

En una calle de San Salvador de Jujui, tu me aprisionaste, me separaste de mi compañera peruana y de mis amigos brasileños; me interrogaste con tu voz reprimida de policía y con tu falsa seguridad fundamentada en ametralladoras negras. Querías saber el origen de mi nombre, el origen de mi bagaje, el motivo de mi barba, cuál era mi religión y mi destino. Eres tan imbécil, tan ignorante, que me interrogaste a respecto de todo, menos de mí mismo.

Me conduciste después a tu sala de torturas; me fotografiaste desde todos los angulos, archivaste mis impresiones digitales y, todo eso, de una forma baja, burocratizada y de cerdos. Y yo, no te debía nada, ni a ti ni al mundo. Estaba llegando de Bolivia, oyendo la voz suave de Elena, observando los indígenas que llenaban los trenes bolivianos, comiendo pan negro y bebiendo tu vino. Nunca me interesé específicamente por tus crímenes, porque conozco el origen de ellos y, si alguna vez yo pensé en apuntarte con una pistola o en hacerte estallar con una granada, no fui yo, sino el criminal que en mi habita. ¡Pienso que tu lo mereces! De tanto que he vivido en tu mundo, has acabado por poseerme, y ahora solo tengo por ti un vago un interés científico, nada más. En otra ocasión, porque yo viajaba con un negro, tu cerrabas las puertas de tus hoteles y mentías con esa cara de cerdo chouvinista, diciendo que no había más camas. No sabes como te odiamos y cuanta piedad tuvimos de ti, pobre blanco, pobre bastardo, pobre hijo de puta, pobre y enfermo burgués. En el aeropuerto de Londres, aprehendiste a una negra y a mi, apenas porque eres un racista despreciable, pero, para esconderte delante del mundo, tuviste que acusarla de tráfico y porte de drogas, para después repatriarnos otra vez. Droga es todo lo que tu cargas en esa mente idiota, en esos ojos de conejo, droga es todo aquello que tu exportas para el mundo subdesarrollado, sumiso y ciego que te aplaude. Droga es tu sociedad de desgraciados, de familias paranóicas, de ex-verdugos de los indianos, de los chinos y de los negros. Pobre Reino Unido. Shakespeare ya escribió sobre ti en Timón de Atenas. Tu estás representado en el personaje de Ventídio: siempre hipócrita y fingido, amigo en la apariencia, pero falso y traicionero. Repito a ti las palabras de Timón, dirigidas a las dos amantes de Alcebiades, para que veas como son profundas las raíces de tu remordimiento:

Sembrad la consumación en los huesos agujereados de los hombres; herid las delgadas tibias y destruíd toda su energía. Eliminad la voz del abogado para que él no pueda hacer la defensa de títulos falsos. Roída sea la naríz del hombre, para que no pueda volver a oler la necesidad propia a los costos del trabajo público. Llevad el veneno a todos, y que de vuestra actividad, la prostitución, resulte el aniquilamiento y la muerte del origen de la erección. Exterminad a todos, y que eso, las lleve también al exterminio. Que sean fosas vuestras sepulturas.

También quiero repetirte las palbras de Timón para Apemanto:

Eres un esclavo que la fortuna nunca apretó en sus brazos, ya naciste como los perros. Si por el nacimiento no fueres el último de los hombres, serías un bribón y un adulalador.


Notas

(*) No sea otro, quien puede ser sí mismo. Paracelso.

(**) Ustedes mujeres, por infelicidad y por desgracia del mundo, son casi todas unas débiles mentales, unas pobres estúpidas, unas hembras muertas por dentro y unas prostitutas que tienen la libertad de destruir a los niños que de vuestras propias entrañas salieron.

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