Índice de Determinismo y voluntarismo de Benjamín Cano Ruíz y José PeiratsCapítulo anteriorCapítulo siguienteBiblioteca Virtual Antorcha

Tercera intervención

Benjamín Cano Ruiz

Fuera de la ciencia, ¿cuál verdad ha comprobado el hombre?

Einstein (en su célebre controversia con M. Plank).

Aunque el meollo de nuestra discusión no estriba en el detalle que quiero señalar, me parece oportuno decir que tu respuesta a mi primera pregunta no se ajusta a la realidad histórica. Dices tú que toda noción de justicia o de moral, clásica o no, considera al individuo como posesor de una voluntad. No creo que sea así. Los modernos conceptos de la justicia difieren mucho de esa opinión tuya tajante y categórica. Incluso, en la aplicación actual de la justicia hay influencia de esos otros conceptos que consideran al individuo como un producto del medio en que se mueve en combinación con su ser fisiológico. En uno de los números de CNT, en ese enjundioso trabajo de Gastón Leval sobre la ética de Bakunín, Leval cita un párrafo de Bakunín que viene a decir más o menos esto: En la conducta del individuo influencian tanto el medio, con su complejidad de factores, y la realidad física del mismo que la voluntad casi ni cuenta. Este pensamiento de Bakunín, que tanto se ajusta a ese critério mío que tanto te espanta, es permanente en él. Pedro Gori dice aún más en La justicia ante los tribunales. M. Guyau dice otro tanto en Esbozo de una moral sin sanción ni obligación. Y, por otra parte, fuera incluso de nuestra literatura, los modernos criminalistas propugnan por las prácticas del psicoanálisis y el estudio concienzudo de los antecedentes, para conocer las causas que determinaron el acto que se enjuicia y establecer el grado de responsabilidad del individuo. Toda esta corriente se aparta del concepto de libérrima voluntad de la justicia clásica, puesto que admite las influencias ajenas y superiores a la voluntad misma que contribuyeron a la realización del acto. Podía, creémelo, aportar muchos datos para demostrarte que no toda noción de justicia y de moral se basamentan en la admisión de la libérrima voluntad del individuo, pero el buen orden de esta charla reclama mi atención sobre otros puntos en los que emplear mi turno.

A mi segunda pregunta contestas que a la genética, como a toda ciencia que se precie de serIo, le está vedado sacar ciertas deducciones de tipo filosófico.

Con esa contestación queda incontestada mi pregunta sobre si la genética niega o no la existencia de esa voluntad, lo que, en definitiva, es el eje de nuestra plática. Al preguntar yo si la genética niega o afirma la existencia de una voluntad libérrima en el individuo, no quería involucrar la ciencia con la filosofía, sino que seguía el camino que hemos seguido siempre para sacar nuestras deducciones. Trataba de apoyarlas en realidades científicas, realidades que llevan implícitas siempre unas deducciones. Cuando la ciencia afirma que la Tierra da vueltas alrededor del Sol, esta simple afirmación ya lleva implícita una negación de la suposición religiosa de que el Sol da vueltas alrededor de la Tierra. Al comprobar ese hecho, aunque la ciencia no haga filosofía, modifica los conceptos filosóficos que se oponen a esa verdad científica. En ese mismo sentido digo yo que la moderna genética niega la existencia de esa voluntad libérrima al comprobar con hechos que todas las manifestaciones de la vida humana pueden modificarse por medios físicos y que esas mismas manifestaciones están siempre determinadas por esos medios, que forman un complejo abigarrado de factores.

Mi tercera pregunta y tu respuesta no son fundamentales en los problemas base que estamos discutiendo. Por ello, permíteme que la pase por alto.

Mi cuarta pregunta, junto con la siguiente, forma el verdadero eje del problema sobre el cual charlamos. Dices que confiesas tu incapacidad para explicar científicamente el voluntarismo, y es natural que así sea, porque el voluntarismo no tiene ninguna explicación cientifica. No ha habido nadie que haya podido explicarlo científicamente. Es porque sus raíces son eminentemente religiosas y no resisten confrontación alguna con las verdades que la ciencia descubre. Y aunque tú te muestres bastante escéptico hacia esas verdades, las hay de ellas que no pueden negarse. En este plano me causan horror tus argumentos sobre los límites de la verdad cíentífíca. No creo que tú afirmes otras verdades que las científicas. Las verdades metafísícas no creo que sean las tuyas, y fuera de la metafísica sólo hay la ciencia (si entendemos por ciencia el descubrimiento y la comprobación de las leyes por las que se rigen todas las manifestaciones de la vida).

Siendo simplemente lógicos hemos de llegar a la negación de esa voluntad. Si primero hacemos una definición de lo que entendemos por voluntad, veremos que no podemoS salirnos de ésta: la facultad que se atribuye al ser humano de orientar sus actos independientemente de cualquier otro factor. Fuera de esa facultad libérrima no se concibe la voluntad. Si la voluntad está sujeta en algún momento a cualquier influencia ajena a ella misma, la esencia misma de la voluntad se derrumba, puesto que ya fue determinada. No hay compatibilidad alguna entre el concepto de voluntad y el de causa y efecto. El concepto de voluntad lleva inherente la idea de que puede haber algo que, sin ninguna causa que lo haya motivado, se produce. Lo contrario, si el producto de la voluntad, la voluntad misma, tiene una causa anterior, la voluntad, desaparece. Voluntad y libre albedrío vienen a ser una misma cosa, y el libre albedrío, según todas las definiciones que conozco, es la facultad que el ser humano tiene de sustraerse a cualquier influencia ajena a este mismo libre albedrío para la realización de sus actos, o, cuando menos, para la realización de algunos de sus actos.

Admitida esa definición de la voluntad -y no creo que esencialmente puede concebirse de otro modo- no tenemos más remedio que admitir que en el ser humano hay algo que escapa a sus funciones fisiológicas. La voluntad, para ser tal, no puede ser influida por la corriente sanguínea, ni por las sacudidas nerviosas, ni por el metabolismo general de la vida física, ni siquiera por las sutiles manifestaciones de nuestra electricidad o nuestro magnetismo; como consecuencia, no puede ser el producto de ninguna manifestación de nuestro ser físico -pues es una ley que todo producto está determinado por sus componentes, incluso tiempo y espacio-. Y si la voluntad no es el producto de nuestro ser físico -así lo dices tú en la contestación a mi quinta pregunta- ¿de qué es el producto? La simple admisión de que hay algo en nosotros que no es nuestro ser físito ni depende de él, lleva implícita la admisión de la existencia en nosotros de algo que es metafísico. Esa es la esencia misma de la idea del alma o el espíritu, idea sobre la cual se basan todas las religiones, porque es idea religiosa cien por cien. No creo que tú afirmes la existencia de ese dualismo en el ser humano, admitiendo la existencia del alma metafísica y el ctterpo físico. Si tú admitieras eso, dejarías de ser ateo; y van tan unidos ateísmo y anarquismo, que no dejarías de ser lo uno sin dejar de ser lo otro. Y tu anarquismo es bien sólido.

Yo afirmo que alma, espíritu -en su verdadera acepción religiosa, pues no hay acepción para esos vocablos, analizados en su verdadera esencia, fuera de la acepción religiosa- van indisolublemente ligados a la voluntad, y no puede haber voluntad fuera del alma o del espíritu. Por otra parte, yo digo que la ciencia, al comprobar, catalogar, clasificar y deducir la verdadera naturaleza de algunos hechos, niega la existencia de esa alma o espíritu, que ha sido base de todas las religiones. Y al negar esa idea, niega, como consecuencia, la existencia de esa voluntad de que charlamos. No creo que sea necesario que yo te argumente sobre la negación del espíritu o el alma. Eso equivaldría a razonar mi ateísmo, y eso, entre nosotros, no es necesario. Pero sí quiero razonar un poco, para argumentar lógicamente en pro del determinismo, para tratar de demostrarte que si tú confiesas tu incapacidad para explicar científicamente el voluntarismo, yo, un poco más atrevido que tú, sí me creo capaz de explicar algunas razones científicas que apoyan el determinismo. (Esto se refiere a tu contestación a mi cuarta pregunta.).

Lo que yo considero como determinismo es la tesis que se basa en la idea de que no hay efecto que no tenga una causa. El determinismo señala el hecho de que todo lo que se conoce en la naturaleza, es producto de algo y que, siempre, ese algo responde al conjunto de factores que lo produjeron. Creo que esta es la idea-base del determinismo. Y que esta idea-base responde a la realidad de la vida que el hombre conoce, lo demuestra toda la vida del hombre mismo. Esa idea es la base de todo el conocimiento que el hombre posee. La química se basa en el conocimiento de que los mismos ingredientes, en las mismas circunstancias, producen el mismo producto. (Es el determinismo.) La física se basa en que circunstancias análogas, con factores iguales, producen hechos idénticos. (Es el determinismo.) La biología ha descubierto que el milagro de ese laberinto de matices que son las manifestaciones de la vida toda, se debe a que idénticas circunstancias vitales producen idénticos resultados vitales también. Ahí está para demostrarlo la determinación que en las manifestaciones vitales tienen los factores clima, condiciones químicas y situación geográfica, incluso en las manifestaciones más sutiles de la vida. Si no fuese por ese descubrimiento determinista que el hombre hizo de que no hay efecto que no tenga una causa y que las mismas causas producen los mismos efectos (determinismo), el hombre no tendría ninguna ciencia ni ninguna técnica. El determinismo, pues, para ser breve, en el campo científico y de hechos reales, tangibles, palpables, no puede negarse. Ahora, donde más difícil es admitírlo es en el orden psicológico, como apuntas tú mismo en la contestación a mi pregunta quinta. Por eso precisamente escribí ese esbozo sobre las realidades científicas que amplían el campo del determinismo hasta las esferas de eso que llamamos psicología. Y hoy, aunque tú quieras ponerle límites a la verdad científica, los hechos, los experimentos, las comprobaciones -que son los únicos trozos de verdad que el hombre puede aceptar- están demostrando que eso tan sutil que tú llamas el mundo psicológico y que, según tú, está separado por un abismo insondable del mundo anatomo-fisiológico, no es otra cosa que el producto íntegro de nuestra anatomo-fisiología. Eso está demostrado ya, aunque esa demostración te cause pavor a tí y al ilustre biólogo J. Rostand. No podemos entrar ahora en el detalle de la infinidad de comprobaciones científicas que corroboran esta afirmación mía. Ya se me termina el espacio, y en esta charla nuestra, para no ser pesados, creo que debemos ser prudentes en el espacio que ocupemos. Por ello, situada ya la discusión en su verdadero punto, me parece que debiéramos limitarnos por ahora a poner en claro la existencia o no de esa voluntad en el hombre. Sobre las consecuencias que de una u otra conclusión hayan de sacarse ya hablaremos a su debido tíempo.

Sobre toda la serie de conceptos que llenan la sexta, última y más larga exposición de tus pensamientos, creo que no es tiempo aún de entrar de lleno, si queremos llevar un cierto método en esta plática. Me parece que para nosotros mismos y para los pocos lectores que podamos tener, es conveniente que terminemos un punto antes de enfrascarnos con el otro. Con arreglo a eso, en este trabajo, yo siento dos hipótesis:

Primera: La admisión de la idea de voluntad lleva implícita la admisión de la idea de alma-espíritu, de esencia eminentemente religiosa.

Segunda: La ley de que no hay efecto sin causa (determinismo) es universal y rige todas las manifestaciones de la vida, incluida la conducta humana.

Creo que nuestra plática debiera orientarse, por ahora, sobre la demostración del aserto o error en estas afirmaciones. Demostrada una u otra cosa llegaremos lógicamente a las consecuencias. Si somos incapaces de analizar debidamente estos principios difícilmente podemos analizar o enjuiciar sus consecuencias. Y no creas que tengo temor alguno en hablar de lo que lógicamente se deduce de esta tesis que yo sustento (tesis que ya han sido sustentadas por muchas otras gentes con una brillantez en la que yo ni puedo soñar), sino que prefiero llegar a cada lugar a su debido tiempo. Y te prometo intentar demostrar que fuera de las consecuencias lógicas que se derivan del determinismo no hay anarquismo posible y que el voluntarismo es esencialmente antianárquico. A lo que habremos de llegar de deducción en deducción.


Índice de Determinismo y voluntarismo de Benjamín Cano Ruíz y José PeiratsCapítulo anteriorCapítulo siguienteBiblioteca Virtual Antorcha