Índice de Discurso sobre el espíritu positivo de Auguste ComteTercera parte - Capítulo IIConclusiónBiblioteca Virtual Antorcha

TERCERA PARTE

CAPÍTULO III

Orden necesario de los estudios positivos

68. Hemos explicado bastante, en todos los aspectos, la capital importancia que tiene hoy la universal propagación de los estudios positivos, sobre todo entre los proletarios, para establecer en lo sucesivo un indispensable punto de apoyo, a la vez mental y social, de la elaboración filosófica que debe determinar gradualmente la reorganización espiritual de las sociedades modernas. Pero tal explicación sería todavía incompleta, e incluso insuficiente, si el final de este Discurso no estuviera directamente consagrado a establecer el orden fundamental que conviene a esta serie de estudios, para fijar la verdadera posición que debe ocupar, en su conjunto, el que luego será objeto exclusivo de este Tratado. Lejos de que este orden didáctico sea casi indiferente, como lo hace suponer demasiado a menudo nuestro vicioso régimen científico, se puede asegurar, por el contrario, que es sobre todo de ese orden de lo que depende la principal eficacia, intelectual o social, de esta gran preparación. Por otra parte, existe una íntima solidaridad entre la concepción enciclopédica de donde aquél resulta y la ley fundamental de evolución que sirve de base a la nueva filosofía general.

1° LEY DE CLASIFICACION

69. Ese orden debe, por su naturaleza, cumplir dos condiciones esenciales, una dogmática, otra histórica, cuya convergencia necesaria hay que comenzar por reconocer: la primera consiste en ordenar las ciencias según su dependencia sucesiva, de suerte que cada una se apoye en la precedente y prepare la siguiente; la segunda prescribe disponerlas según la marcha de su formación efectiva, yendo siempre de las más antiguas a las más recientes. Ahora bien, la equivalencia espontánea de estas dos vías enciclopédicas se debe, en general, a la fundamental identidad que existe inevitablemente entre la evolución individual y la evolución colectiva, las cuales, teniendo un mismo origen, un destino análogo y un mismo agente, deben siempre presentar fases correspondientes, salvo las únicas variaciones de duración, intensidad y velocidad, inherentes a la desigualdad de los dos organismos. Este concurso npcesario permite, pues, concebir ambos modos como dos aspectos correlativos de un único principio enciclopédico, pudiendo emplear de modo habitual el que en cada caso manifieste mejor las relaciones consideradas, y con la preciosa facultad de poder averiguar constantemente por el uno lo que resultará del otro.

70. La ley fundamental de este orden común, de dependencia dogmática y de sucesión histórica, ha quedado completamente establecida en la gran obra antes indicada y cuyo plan general determina. Consiste en clasificar las diferentes ciencias, fundándose en la naturaleza de los fenómenos estudiados, según su generalidad y su independencia decrecientes o su compilación creciente, de donde resultan especulaciones cada vez menos abstractas y cada vez más difíciles, pero también cada vez inás eminentes y completas, en virtud de su relación más íntima con el hombre, o más bien con la Humanidad, objeto final de todo sistema teórico. Esta clasificación tiene su principal valor filosófico, sea científico, sea lógico, en la identidad constante y necesaria que existe entre todos esos diversos modos de comparación especulativa de los fenómenos naturales, y de donde resultan otros tantos teoremas enciclopédicos, cuya explicación y cuyo uso corresponden a la obra citada, que, además, en el aspecto activo, añade la importante relación general de que los fenómenos resultan así cada vez más modificables, ofreCiendo un dominio cada vez más vasto a la intervención humana. Basta aquí indicar de modo sumario la aplicación de ese gran principio a la determinación racional de la verdadera jerarquía de los estudios fundamentales, directamente concebidos en lo sucesivo como los diferentes elementos esenciales de una ciencia única, la de la Humanidad.

2° LEY ENCICLOPEDICA O JERARQUIA DE LAS CIENCIAS

71. Este objeto final de todas nuestras especulaciones reales, exige, evidentemente, por su naturaleza a la vez científica y lógica, un doble preámbulo indispensable, relativo por una parte al hombre propiamente dicho, por otra parte al mundo exterior. En efecto, no se podría estudiar racionalmente los fenómenos, estáticos o dinámicos, de la sociabilidad, si antes no se conociera de modo suficiente el agente especial que los produce y el medio general en que se producen. De aquí resulta, pues, la división necesaria de la filosofía natural, destinada a preparar la filosofía social, en dos grandes ramas; una orgánica, inorgánica otra. En cuanto a la disposición relativa de estos dos estudios igualmente fundamentales, todos los motivos esenciales, ya científicos, ya lógicos, coinciden en prescribir que, entre la educación individual y la evolución colectiva, se empiece por la segunda, cuyos fenómenos, más simples y más independientes, por su superior generalidad, implican ya una apreciación verdaderamente positiva, a la vez que sus leyes, directamente relativas a la existencia universal, ejercen luego una influencia necesaria sobre la existencia especial de los cuerpos vivientes. La astronomía constituye, en todos los aspectos, el elemento más decisivo de esta teoría previa del mundo exterior, bien como más susceptible de una plena positividad, bien por ser el medio general de todos nuestros fenómenos, cualesquiera que sean, manifestando además, sin ninguna otra complicación, la simple existencia matemática, es decir, geométrica o mecánica, común a todos los seres reales. Pero, ni aun condensando lo más posible las verdaderas concepciones enciclopédicas, no es posible reducir la filosofía inorgánica a este elemento principal, porque entonces quedaría completamente aislada de la filosofía orgánica. Su vínculo fundamental, científico y lógico, consiste sobre todo en la rama más compleja de la primera, el estudio de los fenómenos de composición y de descomposición los más eminentes de los que componen la existencia universal y los que más se acercan al modo vital propiamente dicho. De esta manera, la filosofía natural, considerada como el preámbulo necesario de la filosofía social, descomponiéndose primero en dos estudios extremos y en un estudio intermedio, comprende sucesivamente esas tres grandes ciencias: la astronomía, la química y la biología, la primera de las cuales se refiere directamente al origen espontáneo del verdadero espíritu científico, y la última a su destino esencial. Su iniciación respectiva corresponde, históricamente, a la antigüedad griega, a la Edad Media y a la época moderna.

72. Tal apreciación enciclopédica no llenaría aún suficientemente las condiciones indispensables de continuidad y de espontaneidad propias de tal materia: por una parte, deja una laguna capital entre la astronomía y la química, cuya relación no puede ser directa; por otra parte, no indica bastante la verdadera fuente de este sistema especulativo como una simple prolongación abstracta de la razón común, cuyo punto de partida científico no podía ser directamente astronómico. Pero, para completar la fórmula fundamental, basta en primer lugar, insertar en ella, entre la astronomía y la química, la física propiamente dicha, que, en realidad, hasta Galileo no tomó una existencia distinta; en segundo lugar poner al principio de este vasto conjunto la ciencia matemática, único origen necesario de la positividad racional, tanto en cuanto al individuo como en cuanto a la especie. Si, mediante una aplicación más especial de nuestro principio enciclopédico, se descompone a su vez esta ciencia inicial en sus tres grandes ramas, el cálculo, la geometría y la mecánica, se determina por último, con la mayor precisión filosófica, el verdadero origen de todo el sistema científico, nacido, en efecto, de las especulaciones puramente numéricas, que, siendo las más generales, las más simples, las más abstractas y las más independientes, se confunden casi con la actividad espontánea del espíritu positivo en las más vulgares inteligencias, como lo confirma todavía, ante nuestros ojos, la observación diaria del impulso individual.

73. Así se llega gradualmente a descubrir la invariable jerarquía, histórica y dogmática a la vez, científica y lógica al mismo tiempo, de las seis ciencias fundamentales: la matemática, la astronomía, la física, la química, la biología y la sociología, la primera de las cuales constituye necesariamente el punto de partida exclusivo, y la última el único fin esencial de toda la filosofía positiva, considerada en lo sucesivo, por su naturaleza, como un sistema verdaderamente indivisible en el que toda descomposición es radicalmente artificial, sin que por otra parte tenga nada de arbitrario pues todo en esta filosofía se refiere finalmente a la Humanidad, único concepto plenamente universal. El conjunto de esta fórmula enciclopédica, en todo conforme a las verdaderas afinidades de los estudios correspondientes, y que por otra parte comprende, como es evidente, todos los elementos de nuestras especulaciones reales, permite al fin a cada inteligencia renovar a su gusto la historia general del espíritu positivo pasando, de una manera casi insensible, de las menores ideas matemáticas a los más altos pensamientos sociales. Está claro, en efecto, que cada una de las cuatro ciencias intermedias se confunde, por decirlo así, con la precedente en cuanto a sus fenómenos más simples, y con la siguiente en cuanto a los más eminentes. Esta perfecta continuidad espontánea resultará sobre todo irrecusable para todos los que reconozcan, en la obra antes citada, que el mismo principio enciclopédico ofrece también la clasificación racional de las diferentes partes constitutivas de cada estudio fundamental, de suerte que los grados dogmáticos y las fases históricas pueden coincidir hasta donde lo exige la precisión de las comparaciones o la facilidad de las transiciones.

74. En el estado presente de las inteligencias, la aplicación lógica de esta gran fórmula es aún más importante que su uso científico puesto que, en nuestros días, el método es más esencial que la doctrina misma, y por otra parte, lo único inmediatamente susceptible de una completa regeneración. Su principal utilidad consiste pues, hoy, en determinar rigurosamente la marcha invariable de toda educación verdaderamente positiva, en medio de los prejuicios irracionales y de los viciosos hábitos propios de los primeros pasos del sistema científico, gradualmente formado de teorías parciales e incoherentes cuyas relaciones mutuas tenían que pasar inadvertidas para sus fundadores sucesivos. Todas las clases actuales de sabios violan ahora, con igual gravedad aunque a diversos títulos, esta obligación fundamental. Limitándonos aquí a señalar los dos casos extremos, los geómetras, justamente orgullosos de estar situados en la verdadera fuente de la positividad racional, se obstinan de manera ciega en mantener el espíritu humano en ese grado puramente inicial de la verdadera actividad especulativa, sin considerar nunca su única finalidad necesaria; en cambio los biólogos, preconizando con razón la dignidad superior del objeto de sus estudios, muy próximo a ese gran destino, persisten en mantenerlos en un irracional aislamiento, eximiéndose arbitrariamente de la difícil preparación que exige su naturaleza. Estas disposiciones opuestas, pero igualmente empíricas, conducen hoy con demasiada frecuencia, en los unos, a un vano desperdicio de esfuerzos intelectuales, que, en su mayor parte, se van consumiendo en investigaciones cada vez más pueriles; en los otros, a una inestabilidad continua de las diversas nociones esenciales, por falta de una marcha verdaderamente positiva. En este último aspecto, sobre todo, se debe observar en efecto que los estudios sociales no son los únicos en la actualidad que todavía permanecen fuera del sistema plenamente positivo, bajo el estéril dominio del espíritu teológicometafísico; en el fondo los mismos estudios biológicos, especialmente dinámicos, aunque estén académicamente constituidos, no han llegado tampoco a una verdadera positividad, puesto que en ellos no se encuentra hoy suficientemente indicada ninguna doctrina capital, de suerte que ofrecen campo indefinido para las ilusiones y los malabarismos. Ahora bien: la deplorable prolongación de este estado de cosas se debe en esencia, en uno y otro caso, al insuficiente cumplimiento de las grandes condiciones lógicas determinadas por nuestra ley enciclopédica; pues ya nadie discute, desde hace mucho tiempo, la necesidad de una marcha positiva, pero todos desconocen la naturaleza y las obligaciones de la misma, que sólo la verdadera jerarquía científica puede caracterizar. ¿Qué se puede, en efecto, esperar, sea con respecto a los fenómenos sociales, sea incluso al estudio, más sencillo, de la vida individual, de una cultura que aborda directamente especulaciones tan complejas sin haberse preparado de manera digna para ello mediante un sano examen de los métodos y de las doctrinas relativos a los diversos fenómenos menos complicados y más generales, de tal modo que no puede conocer lo bastante ni la lógica inductiva, principalmente caracterizada, en el estado rudimentario, por la química, la física y en primer lugar la astronomía, ni siquiera la pura lógica deductiva, o el arte elemental del razonamiento decisivo, que sólo la iniciación matemática puede desarrollar convenientemente?

75. Para facilitar el uso habitual de nuestra fórmula jerárquica, conviene mucho, cuando no se necesita una gran precisión enciclopédica, agrupar los términos de dos en dos, reduciéndolos a tres parejas: una inicial, matemáticoastronómica; otra final, biológicosociológica, separadas y unidas por la pareja intermedia, físicoquímica. Esta satisfactoria condensación resulta de un irrecusable examen, puesto que existe en efecto mayor afinidad natural, sea científica o lógica, entre los dos elementos de cada pareja que entre las mismas parejas consecutivas, como suele confirmarlo la dificultad que se encuentra en separar claramente la matemática de la astronomía, y la física de la química, por causa de los hábitos vagos que todavía dominan en cuanto a todas las ideas de conjunto; especialmente la biología y la sociología continúan confundiéndose casi en la mayor parte de los pensadores actuales. Sin llegar nunca a esas viciosas confusiones, que alterarían de raíz las transiciones enciclopédicas, con frecuencia será útil reducir así la jerarquía elemental de las especulaciones reales a tres parejas básicas, cada una de las cuales podrá por otra parte ser brevemente designada por su elemento más especial, que es siempre en realidad el más característico y el más propio para definir las grandes fases de la evolución positiva, individual o colectiva.

3° IMPORTANCIA DE LA LEY ENCICLOPEDICA

76. Este sumario examen basta aquí para indicar el destino y señalar la importancia de tal ley enciclopédica, en la que reside, por último, una de las dos ideas madres cuya íntima combinación espontánea constituye necesariamente la base sistemática de la nueva filosofía general. El final de este largo Discurso, en el que ha quedado definido en todos sus aspectos esenciales el verdadero espíritu positivo, se acerca así a su comienzo, puesto que esta teoría de clasificación debe ser considerada en último término como naturalmente inseparable de la teoría de evolución expuesta al principio; de suerte que el Discurso actual constituye en sí mismo un verdadero conjunto, imagen fiel, aunque muy condensada, de un vasto sistema. Fácil es, en efecto, comprender que la consideración habitual de tal jerarquía debe resultar indispensable, bien para aplicar convenientemente nuestra ley inicial de los tres estados, bien para disipar por completo las únicas objeciones serias que pueden oponérsele; pues la frecuente simultaneidad histórica de las tres grandes fases mentales con respecto a especulaciones diferentes constituiría, de cualquier otro modo, una inexplicable anomalía, que en cambio, queda espontáneamente resuelta por nuestra ley jerárquica, igualmente relativa a la sucesión que a la dependencia de los diversos estudios positivos. Se concibe paralelamente, en sentido inverso, que la regla de la clasificación supone la de la evolución, puesto que todos los motivos esenciales del orden así establecido provienen, en el fondo, de la desigual rapidez de tal desarrollo en las diferentes ciencias fundamentales.

77. La combinación racional de estas dos ideas madres, al constituir la unidad necesaria del sistema científico, cuyas partes todas concurren cada vez más a un mismo fin, asegura también, por otra parte, la justa independencia de los diversos elementos principales, demasiado alterada todavía por viciosas interdependencias. Como espíritu positivo, en su manifestación preliminar, única hasta ahora, ha tenido que ir gradualmente de los estudios inferiores a los superiores, éstos han estado expuestos de manera inevitable a la opresiva invasión de los primeros, contra cuyo ascendiente la indispensable originalidad de los segundos no encontraba al principio garantía más que en una prolongación exagerada de la tutela teológicometafísica. Esta deplorable fluctuación, muy sensible todavía en la ciencia de los cuerpos vivientes, caracteriza hoy lo que contienen de real, en el fondo, las largas controversias, por otra parte tan vanas en todo otro aspecto, entre el materialismo y el espiritualismo, representando de una manera provisional, bajo formas igualmente viciosas, las necesidades, igualmente graves, aunque desgraciadamente opuestas, hasta ahora, de la realidad y de la dignidad de nuestras especulaciones, cualesquiera que sean. El espíritu positivo, llegado ya a su madurez sistemática, elimina a la vez ambas aberraciones terminando esos estériles conflictos mediante la satisfacción simultánea de esas dos condiciones viciosamente contrarias, como lo indica en seguida nuestra jerarquía científica combinada con nuestra ley de evolución. puesto que cada ciencia sólo puede llegar a una verdadera positividad cuando está plenamente considerada la originalidad de su carácter propio.

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