Índice del Los héroes de Thomas CarlyleAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

TERCERA CONFERENCIA

El héroe como poeta.
Dante.
Shakespeare.

Primera parte

(Martes, 12 de mayo de 1840)

El Héroe-Divinidad, el Héroe-Profeta, fueron producto de remotas épocas; no repetibles en las nuevas. Presuponen cierta rudeza de concepción, que el adelanto del mero conocimiento científico acaba por disipar. Sólo un mundo casi huérfano de ciencia permitiría a la admiración del hombre la suposición de que su semejante es un dios o un ser cuya voz es divina inspiración. La Divinidad y Profecía pasaron para siempre, teniendo que considerar al Héroe con el carácter menos ambicioso y menos discutible del poeta, carácter que no perece. El poeta es figura heroica propia de todas las épocas, que todas poseen, que pueden producir, ayer como hoy, que surgirá cuando plazca a la Naturaleza. Si la Naturaleza produce un Alma Heroica siempre podrá revestir la forma de Poeta.

Los Grandes Hombres reciben los nombres de Héroe, Profeta, Poeta, según la época y lugar, de conformidad con las variedades observadas en ellos, de acuerdo con la esfera en que se manifestaren. Según este principio pudiéramos darles muchos más nombres. Indiquemos un hecho importante: que la diferente esfera constituye el origen de tal distinción; que el Héroe puede ser Poeta, Profeta, Rey, Sacerdote, lo que queráis, según el ambiente en que nazca. Declaro no tener noción de hombre verdaderamente grande que no pueda ser todo lo que puede ser un hombre. El Poeta capaz sólo de tomar la pluma y componer versos, nunca ejecutará un verso que valga mucho. No puede cantar al Heroico guerrero si él no es también un guerrero heroico. Imagino que en él está el Político, el Pensador, el Legislador, el Filósofo, que pudo ser todo eso, que lo es en su fondo. Por eso creo también que Mirabeau pudo haber escrito versos, tragedias, poemas, conmover los ánimos con su inflamado corazón, el fervor que en él había, las ardientes lágrimas que encerraba, si su vida y educación hubieren tendido a ello. El carácter del Grande Hombre es el fundamental; que sea grande. Napoleón tiene palabras que igualan la batalla de Austerlitz. Los Mariscales de Luis XIV son hombres de genio poético; los dichos de Turena son sagaces y geniales, como los de Samuel Johnson. En eso reside la grandeza de corazón, la vista perspicaz, sin que haya hombre que pueda prosperar sin ella en nada. Petrarca y Boccaccio pudieron ser excelentes diplomáticos, sin duda, puesto que efectuaron cosas mucho más difíCiles. Burns, excelso poeta lírico, pudo ser un Mirabeau perfeccionado. Ignoramos en qué no hubiera sobresalido Shakespeare y en sumo grado.

Es verdad que hay aptitudes naturales también. La Naturaleza no fundió a todos los grandes hombres en un mismo molde, y tampoco a los otros. Hay variedades de aptitud; las de circunstancia la superan en número y estas últimas son las que más atraen la atención. Ocurre lo mismo cuando el hombre vulgar aprende un oficio: si tomamos uno con vaga capacidad, que podría sobresalir en cualquiera de ellos, convirtiéndolo en herrero, carpintero, albañil, eso será de allí en adelante y nada más. Si, como afirma Addison, vemos un trajinero que vacila bajo su carga y cerca de él un sastre de hercúleo aspecto que cose un trozo de paño con minúscula aguja, saltará a la vista que no se tuvo en ambos casos en cuenta la aptitud natural solamente. Eso ocurre con el Gran Hombre, ¿a qué debe dedicarse? Surge el Héroe: ¿será Conquistador, Rey, Filósofo, Poeta? La controversia en cuanto a la apreciación entre el mundo y el Héroe es inexplicablemente compleja. Leerá el mundo y sus leyes; con sus leyes estará ahí para los que lo lean. Lo que el mundo le permita y ordene, es el hecho más importante para el mundo.

Poeta y Profeta difieren bastante en las negligentes lenguas modernas. En algunas lenguas antiguas ambos titulos son sinónimos, Vates significa ambas cosas; bien entendido, en todas las epocas, Profeta y Poeta tienen significado muy parecido. Son fundamentalmente idénticos, especialmente en este importantísimo aspecto: que los dos penetraron el sagrado misterio del Universo, lo que llama Goethe secreto evidente. ¿Cudl es el gran secreto?, pregunta uno. El secreto evidente, a la vista de todos, visto por casi nadie. Ese divino misterio que reside en todas partes, en todos los Seres, la Idea Divina del Mundo, la que estd en el fondo de la Apariencia, como la denomina desde el cielo estrellado hasta la hierba del prado, pero especialmente la Apariencia de Hombre y su trabajo, es sólo vestidura, materialización que lo hace visible. Este divino misterio existe en todo tiempo y en todo lugar, ciertamente. Mas la mayor parte de las veces, en casi todos los lugares se descuida mucho; y el Universo, definible siempre en una u otra lengua, como Pensamiento de Dios realizado, se considera trivial, inerte, vulgar, como cosa inanimada que un tapicero hubiera rellenado, según el Satírico. Inútil extendernos ahora sobre este punto; lo sensible, si lo desconocemos, es vivir continuamente sabiendo que lo ignoramos; lástima grande; malogramos la vida, de vivir como decimos.

Diré a quienquiera olvide este divino misterio, que el Vates, Profeta o Poeta, ha penetrado en él, que es hombre enviado para dárnoslo a conocer con más eficacia. Por su mensaje nos revelará ese sagrado misterio en cuya presencia vive más que otros. Mientras los demás lo olvidan él lo conoce, pudiendo decir que ha sido llevado a conocerlo sin que se le pidiese su consentimiento, viviendo junto a él sin poder evitarlo. En esto no hay Eco, sino Discernimiento directo y Fe; tampoco este hombre puede dejar de ser sincero. Cualquiera puede vivir en la apariencia de las cosas, mas para él es necesidad natural vivir en su realidad. Es hombre que toma en serio el Universo, mientras otros lo toman en broma. Es Vates ante todo, en virtud de su sinceridad. Como participantes en el secreto evidente el Poeta y el Profeta son uno.

En lo referente a su distinción pudiéramos decir que el Vates Profeta ha comprendido ese sagrado misterio en su aspecto moral, como Bien y Mal, Deber y Prohibición, y el Vates Poeta en lo que llaman los alemanes aspecto estético, como Bello y cosas por el estilo. Podemos llamar al uno revelador de lo que debemos hacer, al otro de lo que debemos amar. Pero también estos dos sectores se confunden, y son inseparables. El Profeta considera también lo que debemos amar. ¿cómo podríamos saber lo que debemos hacer de no ser por eso? La Voz suprema que se oyó en la Tierra dijo: Considera los lirios del prado: ni hilan ni tejen; no obstante, Salomón en toda su pompa no era tan hermoso como ellos. Es mirada lanzada en la más honda profundidad de la Belleza. Los lirios del prado, mejor ataviados que los príncipes de la tierra, que surgen en el humilde surco, lindos ojos que nos miran desde el gran Mar interior de la Belleza. ¿Cómo podría producirlos la Tierra si su Esencia, áspera como parece y es, no fuere Belleza interior? Desde este punto de vista pudiere tener sentido cierta frase de Goethe, que ha hecho vacilar a muchos: La Belleza es superior al Bien, por estar comprendido en ella. La verdadera Belleza, que, sin embargo, difiere de la falsa como el Cielo difiere de Vauxhall. Eso en cuanto a la distinción e identidad entre el Poeta y el Profeta.

Tanto en la antigüedad como en otras épocas, hallamos algunos Poetas de los que se dice son perfectos, teniéndose por traidor a quien les atribuye faltas, cosa digna de notar, justa, mas en sentido estricto es ilusoria, pues en el fondo no hay Poeta perfecto. En todos los corazones hay vena poética, nadie es íntegramente poeta. Todos somos poetas cuando leemos bien un poema. ¿No creéis que la imaginación que se conmueve leyendo el Infierno de Dante es la misma facultad, aunque más débil, que la propia del Autor? Únicamente Shakespeare es capaz de dar cuerpo a la leyenda de Hamlet tomándola de Saxo Grammatícus, como lo hizo; todos podemos componer una leyenda inspirándonos en ella, bien o mal. No perdamos tiempo en definiciones, porque en lo que no hay diferencia especifica, como entre redondo y cuadrado, siempre es arbitraria la definición. El que haya desarrollado en sí elemento poético que se distinga por ello, será llamado Poeta por sus semejantes. Los Universales, los que hay que considerar perfectos, son estimados por los críticos del mismo modo. El que se eleve sobre el nivel general de los Poetas, parecerá universal a tal o cual crítico, y, no obstante, la distinción es y tiene que ser arbitraria. Todos los Poetas, todos los hombres tienen algún rasgo de lo Universal, pero ninguno de ellos está únicamente integrado por él. Los más de los Poetas caen pronto en el olvido, pero ni el más noble Shakespeare u Homero entre ellos será eterno; llegará el día en que desaparecerá.

Pero, diréis, debe haber diferencia entre la verdadera Poesía y la verdadera Habla prosaica, y ¿cuál es? Mucho se ha escrito sobre esto, especialmente por los últimos críticos alemanes, algunos de los cuales no comprendemos a primera vista. Dicen, por ejemplo, que uno de los caracteres del Poeta es la infinidad que comunica, una Unendlichkeit, cierta infinidad a todo lo que toca. Esto, aunque impreciso, aun sobre tan vaga materia, es digno de recordarse, porque bien meditado, le hallaremos gradualmente alguna significación. Por mi parte, hallo considerable significación en la antigua distinción vulgar de la Poesía al decir que es métrica, que tiene música, que es Melodía. Verdaderamente, si nos apremiasen para que diéremos una definición, diríamos ante todo: si su bosquejo es auténticamente musical, no sólo en las palabras, sino en sentimiento y sustancia, en todos sus pensamientos y expresiones, en su complejo concepto, será poético, si no, no. Musical: ¡cuánto quiere decir esto! El pensamiento musical es el que expresa una mente que ha penétrado en el recóndito corazón de la cosa, que ha descubierto su más íntimo misterio, es decir, la melod{a oculta en él; la armonía interior de la coherencia que es su espíritu, por el que existe, teniendo derecho a la existencia en este mundo. Todo lo más íntimo podemos decir es melodioso, se expresa naturalmente cantando. El significado del Canto es profundísimo. ¿Quién en palabras lógicas puede expresar el efecto que tiene sobre nosotros la música? Es una especie de lenguaje inarticulado que nos lleva hasta el borde del Infinito, permitiéndonos lo contemplemos un instante.

Todo lenguaje, hasta el más vulgar, tiene algo de melodJa en si, no habiendo parroquia en el mundo que no tenga su acento; el ritmo o tonada con que la gente canta lo que tiene que decir. El acento, el dejo, es una especie de canto; lo tenemos todos, aunque sólo lo notamos en los demás. Observad que todo lenguaje apasionado es musical, música más fina que el mero acento; las palabras del hombre, aun cuando se enfada, son canto, canción. Topo lo profundo es Melodía, pareciendo sea nuestra íntima esencia, como si todo lo restante fuera envoltura y caparazón; es nuestro elemento primario, el de todas las cosas. Los griegos hablaron de las Armonías de la Esfera, porque así concebían la estructura interna de la Naturaleza, creyendo que el espíritu de sus voces y expresiones era música perfecta. Diremos, pues, que la Poesía es Pensamiento musical; el Poeta Piensa así; en el fondo encauza la potencia del intelecto; lo que hace al Poeta es la sinceridad y profundidad de visión; profundizando veremos musicalmente, pues el corazón de la Naturaleza es melodía, si logramos llegar hasta él.

Comparado con el Vates Profeta, el Vates Poeta, con su melodiosa Apocalipsis de la Naturaleza no ocupa tan elevada jerarquía, pues la función y estima que por ella goza no tienen tanto alcance. Parece que nuestro aprecio por el Gran Hombre decrezca continuamente por el tiempo, al considerar primeramente al Héroe como Divinidad, como Profeta luego, como Poeta más tarde. Primero Dios, después inspirado por él, ahora como Poeta por su milagrosa palabra, excelente versificación, como hombre genial, o cosa parecida. Así parece, pero estoy perSuadido de que intrínsecamente no es así. Bien considerado, tal vez parezca existe todavía en el hombre la misma admiración peculiar por el Don Heroico que en cualquier época, llámese como se quiera.

Digo que si no reconocemos al Gran Hombre como divino literalmente, es porque nuestra noción de Dios, del supremo e inaccesible Manantial de Esplendor, Sabiduría y Heroísmo, se elevan cada vez más, no queriendo decir esto que decrezca la reverencia por estas cualidades; no lo olvidemos. El Dilettantismo Escéptico, que no será eterno, es la plaga de estos tiempos, que influye lastimosamente en esta importantísima actividad humana, como en las demás, manifestándose la reverencia por los grandes hombres pobremente, como dolorida, cegada, paralítica. El hombre admira la ostentación y boato que acompaña a los grandes hombres, la mayoría niega que haya en los grandes hombres algo realmente venerable. Creencia funesta, fatal, que conduce a perder la esperanza en los hechos humanos. No obstante, fijáos en Napoleón, teniente de Artillería corso; eso es lo que podía ostentar, pero fue obedecido, adorado en cierto modo como no consiguieron serlo todos los que ceñían diadema en el mundo. Burns, el rústico escocés, vióse asediado por grandes duquesas y mozos de hostal, atraídos por el placer que sentían al escucharlo porque nadie se expresaba como él; eso es el hombre en el fondo. En el secreto corazón de aquella gente se reveló ligeramente, aunque no haya testigos de eJlo, que aquel rústico, de negras y pobladas cejas, hundidos y centelleantes ojos y extrañas palabras que provocaban lágrimas y sonrisas, superaba en dignidad a todos, que les empequeñecía. Hoy, si el Dilettantismo, el Escepticismo, la Trivialidad y toda esa funesta ralea se esfumase en nosotros como por encanto (como ocurrirá con el tiempo), si desapareciese por completo la fe en la pompa de las cosas, reemplazándola por la fe sincera en ellas de modo que el hombre obrase sólo animado por ese impulso olvidando todo lo demás, renacería pujante aquella franca y sentida admiración por Burns.

Sin embargo, en estos dos Períodos tenemos dos Poetas que, si no fueron divinizados, fueron, por lo menos, beatüicados. Puede decirse que Shakespeare y Dante son Santos de la Poesía, que fueron canonizados, siendo impío discutirlos. A ese resultado ha llegado el libre instinto del mundo abriéndose paso a través de muchos perversos obstáculos. Dante y Shakespeare son Dos que viven aparte en cierta soledad real, que no tienen par ni continuador; ambos gozan de cierto trascendentalismo, gloria de casi completa Perfección para el mundo en general. Fueron canonizados sin intervención de Papas ni Cardenales. Así, a pesar de toda influencia maligna en tiempos nada heroicos, perdura nuestra indestructible creerencia por el heroísmo. Fijémonos en el Poeta Dante, y en el Poeta Shakespeare; de este modo diremos lo que podamos del Héroe como Poeta.

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