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Capital y trabajo 5

La división del trabajo

Si se paga todo el valor de la fuerza de trabajo, sin arrancarle nada, como hacen los capitalistas siempre que se tercia, queda por sobre de la porción de tiempo empleada en la sustitución de ese valor sólo una bien determinada cantidad de horas, dada una magnitud de día laboral, en la que es posible producir plusvalía. Para aumentar en esas circunstancias el trabajo excedente -por consiguiente, la plusvalía- se habrá de acortar el tiempo de trabajo necesario para la conservación de la fuerza laboral, cosa sólo alcanzable elevando la productividad del trabajo, con lo que se logra que el trabajador recabe la misma suma de medios de vida en un tiempo menor. (X, 251.).

En aquellas ramas comerciales que producen ya sea medios de vida imprescindibles, ya sea los medios de producción requeridos para la preparación de los mismos, si aumenta la productividad del trabajo no sólo desciende el valor del artículo listo, sino parejamente el valor de la fuerza de trabajo, puesto que ésta se rige por aquélla. En las demás ramas comerciales, el precio de la fuerza laboral se hunde al menos con relación, esto es, comparado con el precio de las mercancías con ella producidas, y ello durante todo el espacio de tiempo que la competencia necesita para rebajar más y más esas mercancías a un valor de nuevo reducido por la acrecida productividad del trabajo. Es impuiso, por tanto, irreprimible y constante tendencia del capital hacer aumentar la fuerza productiva del trabajo para abaratar la mercancía y, mediante el abaratamiento de ésta, abaratar al propio trabajador. (X, 253.).

Para prevenir equivocaciones, añadiré que al respecto no hay que atenerse a las expresiones crematísticas. En el presente casi todas las mercancías son más baratas que nunca, cn especial la mercancía fuerza de trabajo; ahora bien, el precio de las mercancías se expresa a la inversa en el dinero: está más alto que nunca. ¡Apariencias! Pues eso son, porque el valor del dinero ha descendido asimismo extraordinariamente. (X, 256-257.).

En la producción capitalista, el desarrollo de la fuerza productiva del trabajo tiene como finalidad acortar la parte de la jornada durante la que el obrero trabaja para sí mismo, con el fin de alargar de este modo la otra parte de la jornada, durante la cual tiene que trabajar gratis para el capitalista. X, 258.).

Pasaremos ahora a la consideración de métodos de producción especiales por los que se alcanza este resultado.

Tal método de producción es, en primer lugar, la cooperación. Esta exige que capitales más o menos considerables se hallen en manos de empresarios industriales, capitales que se desarrollarán de por sí mediante la operación de distintos jornaleros con un maestro.

La fuerza de producción de todos los que trabajan en conjunto se aumenta mediante la concentración en el espacio y por la actividad simultánea de sus fuerzas individuales, con lo que se abaratan los medios de producción. (Un taller para cien operarios cuesta significativamente menos que cincuenta talleres para dos obreros. Considérese lo mismo de los almacenes y demás locales, así como de las diversas herramientas.) (XI, 262.).

La cooperación transfiere al capitalista el papel de dirigente, que en su mano asume carácter despótico, el cual tanto más se pergeña cuanto a mayor escala es la cooperación. (XI, 267 -268.).

La división del trabajo dentro del taller proviene de una cooperación simple, que marca el periodo de manufactura.

Otro caso es cuando se reúne en un solo local de trabajo a obreros manuales de distintos oficios, como por ejemplo, armadores, herreros, cerrajeros, guarnicioneros, barnizadores, etc., con el fin de alistar un producto común, digamos, un carruaje. (XII, 272.).

Lo que antaño fue una clase de trabajo efectuado diversificadamente por cada una de estas labores manuales independientes, finalmente se ha transformado en una división de trabajo ex profeso para la exclusiva fabricación de un carruaje. O bien se hace que muchos operarios de la misma manufacturera, por ejemplo, de la fabricación de agujas, trabajen simultáneamente en el mismo local, de manera que las distintas partes de obreros fabrican determinadas secciones del producto, que es lo que se denomina trabajar mano con mano. Este método de trabajo, como se sabe, ha hecho que en algunas ramas de la producción el trabajo de conjunto se haya distribuido en centenares de partes, con lo que se ha elevado considerablemente la productividad. (XII, 273.).

Con esa división del trabajo no sólo se ahorra mucho tiempo que antes se empleaba en el paso de una operación parcial a otra, sino que la constante igualdad del trabajo permite llegar a una agilidad y rapidez del trabajador increíbles. (XII, 276.).

Asimismo, este sistema productivo lleva a que, en vez de emplearse herramientas que son utilizadas por distintos operarios, aparezcan otras que sólo sirven para cometidos muy especiales y por lo mismo son mucho más aptas y aligeran el trabajo, a la vez que elevan su productividad. Con esto, la manufactura crea una de las condiciones materiales para el empleo de la maquinaria, que no es más que una combinación de instrumentos simples. (XII, 277.).

Como en la manufactura las distintas partes componentes de una mercancía se alistan mediante sendas clases de obreros, pero cada componente no consume la misma cantidad de trabajo; para la preparación de una parte se emplearán más operarios que para fabricar otra. Cuantos más trabajadores se c9ngregan en una industria, tanto más fácil será lograr la proporcionalidad adecuada. Esta es una de las bases para realizar una concentración del capital lo más voluminosa posible. (XII, 280.).

Durante el periodo manufacturero aparecen ya algunas máquinas simples, para aquellos cometidos, por ejemplo, que exigen gran empleo de energía; así los molinos de papel destinados a triturar los trapos. Pero la maquinaria especial del periodo manufacturero no pasa de ser el mismo obrero colectivo, producto de la combinación de muchos obreros parciales. (XII, 282.).

De los trabajadores individuales unos despliegan más fuerza, otros más habilidad y otros más concentración mental, capacidades para las que cada uno está dotado especificamente. El obrero colectivo, por el contrario, posee todas las propiedades que se precisan para los distintos trabajos parciales y aplica cada una de ellas mediante un órgano exclusivamente destinado para cada uno de ellos. (XII, 283.).

Los costos de la capacitación de los operarios manufactureros son siempre menores que con los manuales, por lo tanto el valor de la fuerza de trabajo desciende en el caso de la manufactura frente al trabajo manual, y se eleva la explotación del capital. (XII, 284-285.).

Con miras de complementación examinemos aún aquí la relación entre la división del trabajo según la manufactura y en la sociedad. Si nos fijamos en el trabajo mismo, podemos considerar la división de la producción social en sus grandes sectores, la agricultura, la industria, etc., como división del trabajo en general, la clasificación de estos sectores de producción en categorías y subcategorías como división del trabajo en particular, y la división del trabajo establecida dentro de un taller como división del trabajo en el caso concreto. La base de todo régimen de división del trabajo un poco desarrollado y condicionado por el intercambio de mercancías es la separación entre la ciudad y el campo. (XII, 285.).

La división del trabajo dentro de la manufactura presupone la existencia de una división del trabajo socialmente ya desarrollada; por otro lado, la división social del trabajo se desarrolla aún más con la división existente dentro de la manufactura. (XII, 287.).

La diferencia entre estas dos clases de división del trabajo estriba principalmente en que cada rama industrial autónoma produce mercancías, mierntras que los obreros parciales de la manufactura no producen mercancías, sino que son los productos de su trabajo, común, exclusivamente, los que se transforman en mercancías. La división del trabajo en la manufactura supone la autoridad incondicional del capitalista sobre hombres que son otros tantos miembros de un mecanismo global de su propiedad; la división social del trabajo enfrenta a productores independientes de mercancías que no reconocen más autoridad que la de la concurrencia, la coacción que ejerce sobre ellos la presión de sus mutuos intereses. Y es característico que esos apologistas entusiastas del sistema fabril, cuando quieren hacer una acusación contundente contra lo que sería una organización general del trabajo a base de toda la sociedad, digan que convertiría a la sociedad entera en una fábrica. (XII, 289-290.).

Bajo las leyes gremiales, a tenor de las cuales estaba bien fijado el número de oficiales que podía emplear un maestro, así como la actividad cabal de cada gremio, no podía tener lugar la división del trabajo de la manufactura; ésta es más bien creación del todo específica del sistema de producción capitalista. (XII, 292.).

Cuanto más se desarrolla la división del trabajo en la manufactura, tanto más unilateral será la capacitación de la fuerza laboral del operario individual, de manera que ésta sólo se vuelve productiva -por así decir- cuando el capitalista la compra y la sitúa en su lugar apropiado; el trabajador individual se vuelve incapaz de producir algo, descendiendo a pertenencia del taller del capitalista. Así como el pueblo elegido llevaba escrito en la frente que era propiedad de Jehová, de igual manera la división del trabajo estampa al obrero manufacturero con un sello que lo estigmatiza como propiedad del capitalista. Más aún, este método de trabajo acarrea, en mayor o menor grado, el tullimiento espiritual o corporal de los trabajadores. Este último se manifiesta en toda una serie de enfermedades profesionales; el anterior, en una languidez espiritual común, en la falta de energía e incluso en la estupidez absoluta. (XII, 294-295.).

La manufactura cuya base técnica continúa siendo la habilidad manual, por más especializada que esté, produce por ella misma las máquinas, mediante las cuales se transforma radicalmente el sistema de producción y surge la gran industria. (XII, 301.).


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