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Capital y trabajo 12

Origen del capital moderno

Hemos visto cómo se convierte el dinero en capital, cómo sale de éste la plusvalía y cómo la plusvalía engendra nuevo capital. Sin embargo, la acumulación de capital presupone la plusvalía, la plusvalía la producción capitalista y ésta la existencia en manos de los productores de grandes masas de capital y fuerza de trabajo. Todo este proceso parece suponer una formación de capital que no es resultado sino punto de partida del régimen capitalista de producción: la acumulación originaria del capital. (XXIV, 607.).

Los economistas burgueses de ordinario la ponen fácil. Dicen ingenuamente que en tiempos de Maricastaña había unos cuantos hombres diligentes quienes poco a poco, a costa de trabajos, se hicieron más ricos, mientras que los demás, más haraganes, se hundieron en amargas necesidades y, con ello, no poseían nada más que su fuerza de rrabajo, la que por fin, para poder vivir, tuvieron que vender, cayendo de esa manera en situación de dependencia. Añaden que esa situación se ha ido heredando hasta nuestros días. De esta manera, todo lo que hace referencia al desarrollo económico parece sin más haber procedido de manera idilica, cuando sabido es que en la historia real desempeñan un gran papel la conquista, la esclavización, el robo y el asesinato; la violencia, en una palabra. (XXIV,607.).

Los presupuestos del sistema de producción capitalista son ya conocidos de los lectores; éstos saben que, por un lado, había poseedores de medios de producción y por el otro poseedores de fuerza de trabajo y que unos y otros podían disponer de lo propio a su antojo. Sabemos, además, que los poseedores de fuerza de trabajo no sólo tenían que ser libres en el sentido de que no pertenecían corporalmente a nadie, sino que también eran libres de cualquier otro haber, pues de otra manera no se habrían sentido constreñidos a vender voluntariamente su fuerza de trabajo. Por fin, se dijo también cómo se conserva esa relación. La aparición de la misma no puede ser otra cosa que la disociación entre el trabajador y los medios de producción; la formación originaria del capital es la culpable de tal proceso. Comporta toda una serie de procesos históricos; (para ser más exactos), se trata de una serie doble: por un lado, la disolución de las relaciones que constituían al operario en posesión de tercero; por otro, disolución de la posesión de los medios de trabajo por parte del productor. (XXIV, 608.).

Este proceso de escisión abarca toda la historia evolutiva de la sociedad burguesa moderna, la que se expLicaría del todo si los historiadores no expusieran sólo la emancipación del trabajador de los vínculos feudales, sino también la transmutación del sistema feudal de explotación en el que actualmente existe. El punto de partida de este proceso fue la esclavización del obrero; su continuación estriba en un cambio de forma de esa exclavitud. (XXIV, 608.).

Aunque los primeros indicios de producción capitalista se presentan ya, esporádicamente, en algunas ciudades del Mediterráneo durante los siglos XIV y XV, la era capitalista sólo data, en realidad, del siglo XVI. Allí donde surge el capitalismo hace ya mucho tiempo que se ha abolido la servidumbre y que el punto de esplendor de la Edad Media, la existencia de ciudades soberanas, ha declinado y palidecido. (XXIV, 609.).

En la historia de la acumulación originaria hacen época todas las transformaciones que sirven de punto de apoyo a la naciente clase capitalista, y sobre todo los momentos en que grandes masas de hombres se ven despojadas repentina y violentamente de sus medios de producción para ser lanzadas al mercado de trabajo como proletarios libres. Base de todo este proceso es la expropiación violenta de la posesión de bienes raíces y del suelo perpetrada contra el campesino. DicHa expropiación se llevó a cabo de diversas maneras, pero tomaremos como ejemplo a Inglaterra, pues es allí donde este proceso se efectuó de forma más evidente. (XXIV, 609.).

En Inglaterra, la servidumbre había desaparecido ya, de hecho, en los últimos años del siglo XIV. La mayor parte de la población se dedicaba a la agricultura; abundaban los labriegos libres que cultivaban sus propios campos, mientras que unos pocos eran jornaleros que, de todas maneras, disponían de un par de mañanas para cultivar su labranza, además de que podían compartir los terrenos comunales. A pesar de todo, los labriegos mantenían con los señores feudales relación de vasallaje. (XXIV, 610.).

A fines del siglo XV y comienzos del XVI, cuando la realeza adquirió poderío absoluto, ordenó el licenciamiento de las huestes feudales, con lo que una muchedumbre de hombres fue lanzada al mercado del trabajo. Pero esto no fue más que un pequeño preludio de la transformación (que se ib3 a seguir), pues los propios feudales crearon un proletariado incomparablemente mayor cuando echaron a los labradores de sus bienes raíces y de la posesión del suelo, se anexionaron las tierras comunales y robaron terrenos a discreción. (XXIV, 611.).

El florecimiento que por aquella sazón tuvo la manufactura lanera de Flandes operó el alza de la lana, por lo qUe los feudales transformaron enormes áreas de campo de labor en pastos. Fueron innumerables las alquerías que se arruinaron o que fueron arrasadas, pero floreció la ganadería ovejuna. (XXIV, 611.).

Fue de este modo como la clase obrera inglesa se precipitó directamente, sin transición, de la edad de oro a la edad de hierro. La legislación se echó a temblar con la transformación que se estaba operando, pero los antídotos que empleó fueron tan inútiles como contraproducentes. (XXIV, 611.).

Cuando la Reforma, los bienes de la Iglesia fueron expropiados también y perseguidos sus beneficiarios, convirtiéndose en proletarios. Con la llegada de Guillermo III de Orange, ocuparon el poder también los capitalistas: estos elementos consagraron la nueva era entregándose en una escala gigantesca al saqueo de los terrenos de dominio público, que hasta entonces sólo se había practicado en proporciones muy modestas. Por fin se llegó al extremo de asignar legítimamente los bienes comunales a los señores rapaces; es decir, que los lores que fabricaron esas leyes se atribuyeron propiedad popular. (XXIV, 615-616.).

En lugar de los labriegos independientes, junto a unos cuantos grandes terratenientes aparecieron muchos pequeños arrendatarios, independientes y serviles. El latrocinio de terrenos, llevado a cabo sistemáticamente, trajo enormes bienes a los hacendados, mientras que, al propio tiempo, dejó a la población campesina disponible como proletariado al servicio de la industria, tanto más rápidamente cuanto con más firmeza la transformación de la agricultura de pequeña en gran economía seguía el paso de la depredación de las tierras. Aclarar, se denominaba a esto, cuando se despojaba en tropel a la gente. En el siglo XVIII se prohibió a los expropiados que se trasladaran a otras tierras, con el fin de impelerlos violentamente a la industria. (XXIV, 617-620.).

Así, pues, la depredación de los bienes de la Iglesia (que en un principio, a su vez, se consiguieron con falacias y estafas), la fraudulencia de los bienes del Estado, el robo de las propiedades comunales y la metamorfosis de la propiedad feudal en la moderna, junto con la expulsión concomitante de los campesinos, fueron los métodos nobilisimos y sin mácula de la acumulación originaria del capital. Con estos métodos se abrió paso a la agricultura capitalista, se incorporó el capital a la tierra y se crearon los contingentes de proletarios libres y privados de medios de vida que necesitaba la industria de las ciudades. (XXIV, 624.).

Los contingentes expulsados de sus tierras al disolverse las huestes feudales y ser expropiados a empellones y por la fuerza de lo que poseían, formaban un proletariado libre y privado de medios de existencia, que no podía ser absorbido por las fábricas con la misma rapidez con que se le arrojaba al arroyo. Por otra parte, estos seres que de repente se veían lanzados fuera de su órbita acostumbrada de vida, no podían adaptarse con la misma celeridad a la disciplina de su nuevo estado. Y así, una masa de ellos fue convirtiéndose en mendigos, salteadores y vagabundos. De aquí que, a fines del siglo XV y durante todo el XVI, se dictasen en Europa occidental una serie de leyes persiguiendo a sangre y fuego el vagabundaje. Aquellos que habían sido arrojados de sus bienes y de sus tierras fueron estigmatizados por negarse a trabajar, fueron azotados y atormentados, se les convirtió en esclavos y hasta sufrieron la pena capital. Mientras, los hacendados eran gente respetable. No basta con que las condiciones de trabajo cristalicen en uno de los polos como capital y en el polo contrario como hombres que no tienen nada que vender más que su fuerza de trabajo. Ni basta tampoco con obligar a éstos a venderse voluntariamente. En el transcurso de la producci6n capitalista se va formando una clase obrera que desde el nacimiento está ya acostumbrada a esta relación de dependencia. La organización del capital rompe toda resistencia, al paso que la reproducción constante de obreros sobrantes mantiene el salario en el escalón más bajo. De esta manera, se mantiene el predominio del capitalista sobre el trabajador, mediante las leyes naturales de la producción capitalista. Durante la génesis histórica de la producción capitalista no ocurre aún así, La burguesía naciente necesita y requiere el poder del Estado para regular los salarios -es decir, para fijarlos lo más bajo posible-, para alargar la jornada laboral e incluso para mantener a los obreros en la sumisión. Es éste un factor esencial de la llamada acumulación originaria. (XXIV, 624, 625,627.).

Durante los siglos XIV y XV los jornaleros no eran aún muy numerosos y estaban bastante próximos, socialmente, a sus patronos; sin embargo, la legislación sobre el jornal iba siempre contra el obrero y llevaba el sello de su explotación. (XXIV, 628.).

Ya antes se habló de la prolongación, por la fuerza, de la jornada laboral, por lo que aquí sólo mencionaremos que incluso en los primeros tiempos de la producción capitalista el salario se regulaba según leyes. Se fijaron las tarifas más altas y se conminó con severo castigo a quien diera o percibiera cantidad mayor, pero sí se podía siempre pagar menos, a discreción. Las coaliciones de obreros se trataron en Inglaterra como graves crímenes, desde el siglo XIV hasta 1825. (XXIV, 629.).

Después de exponer el proceso de violenta creación de los proletarios libres y privados de recursos, cómo se les convirtió a sangre y fuego en obreros asalariados y la sucia campaña en que el Estado refuerza policiacamente, con el grado de explotación del obrero, la acumulación del capital, cumple preguntar: ¿cómo surgieron los primeros capitalistas? Pues, la expropiación de la población campesina sólo crea directamente grandes terratenientes. (XXIV, 631.).

Los arrendatarios que entraron en lugar de los labradores, en su mayoría no eran más que unos don nadie a quienes los hacendados proveían de semillas, ganado y aperos de labranza, pero que podían quedarse con una participación de los productos del suelo. Una vez que el colono logro hacerse con un capital de explotación, a costa de jornaleros y del cultivo de los pastos comunales usurpados por el terrateniente, convierte aquella participación en paga de una renta estipulada por contrato. Distintas contingencias favorables permitieron que este nuevo tipo de arrendatario se enriqueciera paulatinamente. Dichas circunstancias fueron los contratos a 33 años todavía vigentes en el siglo XVI, la depreciación de los metales nobles, el alza de precio de los productos del campo que aquella acarreó; la disminución de los salarios, etc, Por fin, la gran industria echa los fundamentos firmes del capitalismo agrario con la introducción de la maquinaria, completando su divorcio total de la industria. Parte de los arrendatarios se transforma en arrendatarios capitalistas y parte en proletarios. (XXIV, 632.).

La génesis del capitalista industrial no se desarrolla de un modo tan lento y paulatino como la del arrendatario. Es indudable que ciertos pequeños maestros artesanos y, todavía más, ciertos pequeños artesanos independientes, e incluso obreros asalariados, se convirtieron en pequeños capitalistas. Estos pequeños capitalistas explotaron enérgicamente a los jornaleros, engrosando su capital hasta convertirse por fin en capitalistas en el verdadero sentido de la palabra. En el periodo de la infancia de la producción capitalista ocurrió principalmente, como en el periodo de la infancia de las ciudades medievales, en que la pregunta: ¿cuál de los siervos huidos llegaría a ser el amo y cuál el criado?, se dirimía las más de las veces por el orden de fechas en que se escapaban. Sin embargo, la lentitud de este método no respondía en modo alguno a las exigencias comerciales del nuevo mercado mundial, creado por los grandes descubrimientos de fines del siglo XV. Pero la Edad Media había legado dos formas distintas de capital que han existido en casi todas las sociedades que históricamente nos son conocidas: el capital usurario y el capital comercial. (XXIV, 637.).

El régimen feudal, en el campo, y en la ciudad, el régimen gremial, impedían al dinero capitalizado en la usura y en el comercio convertirse en capital industrial. Estas barreras desaparecieron con el licenciamiento de las huestes feudales y con la expropiación y desahucio parciales de la población campesina y la caída de las ciudades gremiales (corporated towns). Las nuevas fábricas habían sido construidas en los puertos marítimos de exportación o en lugares del campo alejados del control de las antiguas ciudades y de su régimen gremial. (XXIV, 638.).

El descubrimiento de los yacimientos de oro y plata en América, la cruzada de exterminio, esclavización y sepultamiento en las minas de la población aborigen, el comienzo de la conquista y el saqueo de las Indias Orientales, la conversión del continente africano en cazadero de esclavos negros: son todos hechos que señalan los albores de la era de la producción capitalista. Estos procesos idílicos representan otros tantos factores fundamentales en el movimiento de la acumulación originaria. Tras ellos, pisando sus huellas, viene la guerra comercial de las naciones europeas, cuyo escenario fue el planeta entero. Las diversas etapas de la acumulación originaria tienen su centro, por un orden cronológico más o menos preciso, en España, Portugal, Holanda, Francia e Inglaterra. Es aquí, en Inglaterra, donde a fines del siglo XVII se resumen y sintetizan sistemáticamente en el sistema colonial, el sistema de la deuda pública, el moderno sistema tributario y el sistema proteccionista. En parte, estos métodos se basan, como ocurre con el sistema colonial, en la más avasalladora de las fuerzas. Pero todos ellos se valen del poder del Estado, de la fuerza concentrada y organizada de la sociedad, para acelerar a pasos agigantados el proceso de tránsformación del régimen feudal de producción en el régimen capitalista y acortar los intervalos. La violencia es la comadrona de toda sociedad vieja que lleva en sus entrañas otra nueva. (XXIV, 638-639.).

El sistema colonial hizo madurar el comercio y la navegación asegurando mercados y precios elevados a las manufacturas nacientes. El botín conquistado fuera de Europa mediante el saqueo descarado, la esclavización y la matanza, refluía a la metrópoli para convertirse aquí en capital. (XXIV, 640.).

Con la deuda pública, surgió un sistema internacional de crédito, detrás del cual se esconde con frecuencia, en tal o cual pueblo, una de las fuentes de la acumulación originaria. Así, por ejemplo, las infamias del sistema de rapiña seguido en Venecia constituyen una de esas bases ocultas de la riqueza capitalista de Holanda, a quien la Venecia decadente prestaba grandes sumas de dinero. Otro tanto acontece entre Holanda e Inglaterra en el siglo XVIII y ahora entre Inglaterra y los Estados Unidos de Norteamérica. Muchos de los capitales que hoy comparecen en Norteamérica sin cédula de origen son sangre infantil recién capitalizada en Inglaterra.

El sistema proteccionista fue un medio artificial para hacer fabricantes, expropiar a obreros independientes, capitalizar los medios de producción y de vida de la nación y abreviar el tránsito del antiguo al moderno régimen de producción. En el continente europeo una parte del capital originario de los industriales sale directamente del erario público. ¿Para qué -exclama Mirabeau- ir a buscar tan lejos la causa del esplendor manufacturero de Sajonia antes de la Guerra de los Siete Años? ¡180 millones de deuda pública! (XXIV, 642-644.).

El sistema colonial, la deuda pública, la montaña de impuestos, el proteccionismo, las guerras comerciales, etc., todos estos vástagos del verdadero periodo manufacturero se desarrollaron en proporciones gigantescas durante los años de infancia de la gran industria. El nacimiento de esta potencia es festejado con la gran cruzada heródica (en relación a Herodes) del rapto de niños. Los fabricantes lucran al por mayor con los niños de los asilos y orfanatos, de los cuales la mitad muere en las extenuantes jornadas de día y noche y la otra mitad de hambre. Con los progresos de la producción capitalista durante el periodo manufacturero, la opinión pública de Europa perdió los últimos vestigios de pudor. Se jactaba de todo lo que operaba el aumento del capital, incluida la infame trata de negros. El divorcio entre obreros y condiciones de trabajo, a saber: por un lado la transformación de los medios sociales de produccíón y de sustento en capítal y por el otro la masa del pueblo en esclavos del salarío desposeídos (trabajadores libres), es producto artíficíal de la hístoria moderna. Si el dinero, según Augier, nace con manchas naturales de sangre en un carrillo, el capital víene al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros, desde los píes a la cabeza. (XXIV, 644-645-646.).

¿A qué tiende la acumulación originaria del capital, es decir, su génesis histórica? Cuando no se limita a convertír directamente al esclavo y al siervo de la gleba en obrero asalariado, determinando por tanto un simple cambio de forma, la acumulación originaria significa, pura y exclusivamente, la expropiación del productor directo o, lo que es lo mismo, la destrucción de la propiedad privada basada en el trabajo. (XXIV, 647.).


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