Índice de Capital y trabajo de Johann MostCapítulo anteriorCapítulo siguienteBiblioteca Virtual Antorcha

Capital y trabajo 10

La ley capitalista de población

Puesto que, según hemos visto, una parte de la plusvalía se invierte en capital o se transmuta en proceso de producción, el capital -y con él el volumen de la producción- crece constantemente y de la misma manera ha de ir aumentando sin cesar aquella parte del capital que se ha de aplicar para la compra de la fuerza laboral, el fondo de trabajo (XXII, 515,).

Si ahora consideramos que, según el sistema de producción capitalista, lo que se reproduce es la relación capital-trabajo (por un lado el capitalista y por el otro el asalariado) se comprenderá que con la reproducción del capital a escala mayor, surgirán por un lado más o mayoces capitalistas y por otro más asalariados. Hay veces en que ocurren tales circunstancias, como la apertura de nuevos mercados, el surgimiento de nuevos sistemas productivos, etc., que acrecientan en tal grado el crecimiento del capital que la afluencia de trabajo no da abasto, y entonces sube el salario; ahora bien, tales excepciones no alteran la regla. (Pero durante estos periodos excepcionales, el capitalista no esperará a que los obreros aumenten por reproducción natural hasta abaratar el precio de la fuerza de trabajo. Deja tranquilamente que los teóricos le atribuyan semejante paciencia corderina, pero como sagaz, práctico prefiere proponer un premio a quien idee una máquina con la que pueda desentenderse de cierto número de obreros.) (XXIII,517-518.).

Mostramos antes cómo los métodos que elevan el rendimiento del trabajo exigen que la producción aumente de grado, de donde se infiere de por sí que esta última, supuesto que se trata de una sociedad en que los medios de producción son propiedad privada, sólo podrá ampliarse en el grado en que los medios de producción y de vida estén acumulados en las manos de capitalistas individuales. (XXIII; 527.528.).

El paso del trabajo manual o de la pequeña industria al régimen capitalista, sólo pudo tener lugar porque, desde el comienzo mismo de la época de producción capitalista, había tenido lugar ya cierta acumulación de capital en las manos de productores de mercancías individuales; a dicha acumulación se le puede llamar con propiedad formación original del capital. Más adelante mostraremos cómo se completó. (XXIII, 528.).

La acumulación del capital permite, por consiguiente, el régimen de producción capitalista y éste, a su vez, facilita la acumulación del capital. Ahora bien, los distintos capitalistas se hacen continuamente la guerra y su arma es el abaratamiento de los artículos. Cuanto mayor es un capital, con tanta mayor ventaja puede emplearse en la producción, con lo que los capitalistas menores han de sucumbir poco a poco ante los mayores en la lucha de la competencia. Los capitalistas menores son engullidos por los mayores, el capital se concentra más y más, la producción se avía cada vez por caminos más amplios, el mismo proceso de producción sufre constantes y ulteriores transformaciones, todas las ramas imaginables de la producción se manejan paulatinamente capitalistamente y con todo esto se eleva sin cesar la productividad. (XXIII, 530.).

Por el contrario, a una con el crecimiento del capital, parte del mismo se desembolsa de manera fija para medios de trabajo, mientras que otra parte, menor, se aplica de modo variable en la adquisición de fuerza laboral. (XXIII, 533.).

Secuela inevitable de esta transformación progresiva, de la relación de magnitud de sus dos componentes, es que en el mismo grado en que crece la fuerza de producción del trabajo social y en que la clase obrera contribuye al enriquecimiento del capital, dicha relación procura al mismo tiempo los medios para convertir en superfluo un número cada vez mayor de sus propios miembros, dejándolos sin trabajo y transformándolos en lo que se denomina sobrepoblación. (XXIII, 533.).

Tal es la ley de población peculiar del sistema de producción capitalista, pues de hecho cada sistema histórico de producción ha tenido sus propias leyes de población. La naturaleza sólo ha fijado leyes definitivas de multiplicación para las plantas y los animales. (XXIII, 534-535.).

Si bien la acumulación del capital hace que muchos obreros salgan sobrando, estos obreros sobrantes, por su parte, sirven de palanca para la acumulación del capital, pues la gran industria se halla siempre en transformación, debiendo ampliar repentinamente su campo de operación y conquistar sin resuello otros nuevos, y por lo mismo requiere de gente sin compromiso alguno, esto es, de trabajadores más o menos desocupados de los que pueda echar mano. El capital necesita no sólo a trabajadores activos, sino a un ejército industrial de reserva al que pueda enrolar en cualquier momento en la producción o bien despedirlo, según le convenga. Como es natural, este ejército de reserva no siempre está compuesto de los mismos trabajadores; cada obrero que interinamente está sin ocupación, pertenece a dicho ejército durante su carencia de trabajo. (XXIII, 535.).

Todo el movimiento de la industria moderna procede, por consiguiente, de la transformación constante de una parte de la población obrera en manos ociosas o semiocupadas. Esta ley específicamente capitalista de población o de sobrepoblación es condición vital para la producción capitalista. (XXIII, 536.).

Hemos visto que el desarrollo del sistema de producción capitalista y de la productividad del trabajo -a la par causa y resultado de la múltiplicación del capital- posibilita al capitalista para que con el mismo desembolso de capital móvil haga líquido más trabajo, mediante una explotación más acentuada de las fuerzas laborales individuales. Hemos contemplado también que el capitalista compra más fuerza laboral con el mismo valor del capital, pues suplanta siempre en mayor proporción al personal experto por el inexperto, al maduro por el inmaduro, al masculino por el femenino, al adulto por el joven. De ello resulta que el despido de trabajadores ocurre más rápidamente que cuanto sería consecuencia sin más de la transformación técnica acelerada debida al progreso de la dilatación del capital y, en correspondencia con esto, hay un aumento de la porción del capital fijo (invertido en medios de trabajo) y una mengua en el capital móvil (el desembolsado para fuerza de trabajo). (XXIII, 538.).

Parte de los trabajadores trabaja sobre el tiempo medio, pero con más desgaste energético promedio. Con ello (esa parte) contribuye a aumentar a los sobrantes, y éstos obligan (por la concurrencia) a aquéllos al trabajo excedente. Esta relación constituye un medio poderoso de enriquecimiento de los capitalistas en particular y acelera al mismo tiempo la formación del ejército industrial de reserva, en una escala proporcionada a los progresos de la acumulación social. (XXIII, 538.).

A grandes rasgos, el movimiento general de los salarios se regula exclusivamente por las expansiones y contracciones del ejército industrial de reserva, que corresponden a las alteraciones periódicas (en determinadas épocas en constante renovación) de la producción media, de la sobreproducción, del almacenamiento, de las crisis, etc.; alteraciones que con el progreso de la gran industria se suceden cada vez más aceleradamente y, a su vez, se comlbinan con oscilaciones irregulares más pequeñas. (XXIII, 539.).

El que los salarios suban o bajen no se debe, por ende, al movimiento de toda la cantidad de población obrera, sino a la relación cambiante en que la clase operaria se divide en ejércitos activos y de reserva, y por el aumento o disminución del volumen en que se ocupan los obreros sobrantes. (XXIII, 540-541.).

La moderna industria quedaría muy mal parada si la demanda y la oferta de trabajo no se rigieran por las necesidades de explotación del capital en cada momento, sino que a la inversa, el movimiento del capital dependiera de la cantidad absoluta de población. (XXIII, 542.).

Así se imaginan los profesores de economía que tiene lugar este proceso. Según ellos, el aumento en el capital tiene como concomitancia la subida de salarios, la cual -a su tutno- desencadena tal aumento de la población obrera que el crecimiento del capital no puede por mucho tiempo mantener el paso con ella, por lo que, a la postre, muchos trabajadores se han de quedar desocupados, y así otra vez descienden los salarios. Y, viceversa, paulatinamente el salario disminuido opera tal sustracción de población obrera que la demanda de trabajo reitera su afluencia, o bien, que el salario menguante y la explotación más fuerte de la fuerza de trabajo que acarrea simultáneamente, apresuran el aumento del capital, a la vez que la multiplicación de los trabajadores queda en jaque por el salario bajo. Así que un caso y otro desencadenan por fin nueva subida de los salarios, hasta que las consecuencias de ese ascenso otra vez llevan a su hundimiento. (XXIII, 541.).

Pero todavía no ha ocurrido nunca que por la miseria de los trabajadores -que en algunos distritos se manifiesta como verdaderamente grave, durando así por lustros- se haya instaurado una disminución de la población obrera, de la que, inmediatamente, haya sobrevenido el aumento de los salarios. El hombre aguanta hasta lo increíble antes de sucumbir sin remisión. Visítense los distritos textiles y obsérvese que, a pesar de la más lastimera miseria, sólo se encuentran familias numerosas. En casos de necesidad se conceden subvenciones que logran mantener entre la vida y la muerte a los más pobres entre los pobres. Y, asimismo, la falta de trabajadores no opera subida alguna de los salarios. Donde faltan obreros, se procura por todos los medios mejorar los instrumentos de trabajo, se inventan nuevas máquinas, etc.; en breve, el proceso productivo se dispone de modo que bastan los trabajadores con que se cuenta, si no es que hasta resultan sobrar en parte. Con cosas tan morosas como la espera a que los trabajadores con la subida del salario puedan dedicarse a la procreación acelerada y, así, con el tiempo conformar una población obrera tan numerosa que otra vez haga descender las pagas, con cosas tan morosas (repetimos), el capital jamás quiere saber nada. Cuando necesita más trabajadores, los precisa al momento y no después de diez o veinte años. (XXIII, 541-542.).

El número de los trabajadores ocupados no crece en la misma relación que el capital, sino más bien en proporción siempre decreciente, comparada con el progreso de la gran industria. Si por un lado la acumulación del capital aumenta la demanda de trabajo, por otro incrementa a la vez la afluencia de trabajadores desocupados y su presión sobre los ocupados, debido al impulso que da la expansión y desenvolvimiento del sistema de producción capitalista. El juego de la ley de la oferta y la demanda de trabajo, erigida sobre esta base, viene a poner remate al despotismo del capital. (XXIII, 542.).


Índice de Capital y trabajo de Johann MostCapítulo anteriorCapítulo siguienteBiblioteca Virtual Antorcha