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SEGUNDA PARTE


El vestido. La educación y la elección de los padres.

ALMIRANTE.- No lo entenderás bien, si antes no conoces su género de vida. Ante todo, debes saber que hombres y mujeres usan casi la misma clase de vestido, apto para la guerra. La única diferencia está en que en las mujeres la toga cubre las rodillas, mientras que los hombres la llevan por encima de ellas. Unos y otras se coeducan en todas las artes. Después de cumplir el primer año y antes de llegar al tercero, los niños aprenden la lengua y el alfabeto paseando por las habitaciones, en cuyas paredes éste y aquélla se hallan contenidos. Para ello se distribuyen en cuatro grupos, presididos por cuatro ancianos de extraordinaria probidad que los guían y enseñan.

Pasado algún tiempo, empiezan a ejercitarse en la lucha, en la carrera, en el disco y en juegos con los que por igual se fortalecen todos los miembros. Hasta el séptimo año, van siempre descalzos y con la cabeza descubierta. Al mismo tiempo, van a los talleres de los diversos oficios (zapatería, cocina, herrería, carpintería, pintura, etc.).

Después de cumplir los siete años y luego de haber aprendido las nociones matemáticas que al efecto se hallan dibujadas en las paredes, se aplican al estudio de todas las ciencias naturales, para mostrar cada uno sus inclinaciones. Las lecciones son profesadas por cuatro Maestros que en cuatro horas explican todo lo concerniente a cada uno de los grupos.

Más tarde se dedican unos a ejercicios corporales o se consagran a las funciones públicas, al paso que otros se entregan al estudio.

De aquí pasan todos al conocimiento de materias más difíciles (Matemáticas, Medicina y otras ciencias), ejercitándose constantemente en disputas y discusiones científicas. Andando el tiempo, los que más se han distinguido en una ciencia o arte mecánica, llegan a ser Magistrados de ellas. Siguiendo cada cual a su juez y guía, salen al campo para estudiar y aprender experimentalmente todo lo relativo al pasto de los animales. El que aprende más artes y sabe ejercitarlas con mayor perfección, es considerado más noble y distinguido. Se burlan de nosotros que estimamos viles a los trabajadores y, por el contrario, tenemos por nobles a quienes no conocen arte alguno, viven en la ociosidad y poseen muchos esclavos consagrados a su pereza y lujuria. De aquí, como de una escuela de vicio, salen para desgracia del Estado tantos intrigantes y malhechores.

Los restantes funcionarios públicos son elegidos por los cuatro jefes supremos (Hoh, Pon, Sin y Mor) y por los magistrados del arte a que han de consagrarse, los cuales saben perfectamente quién es el más apto para la ocupación que más tarde ha de dirigir. Los Magistrados los proponen en una reunión, no siendo lícito a nadie presentarse como candidato y pudiendo todos decir lo que sepan en pro o en contra de los propuestos.


Elección de Hoh.

Sin embargo, solamente puede llegar a la dignidad de Hoh quien conoce las historias de todas las naciones, los ritos, los sacrificios, las leyes, las Repúblicas y las monarquías, los inventores de las leyes y de las artes, las explicaciones y las vicisitudes celestes y terrestres.

Necesita conocer además todas las artes mecánicas (cada dos días casi aprenden una, aunque no sepan practicarlas bien, pero el ejercicio y la pintura les dan facilidades para ello). Es necesario también el conocimiento de las ciencias físicas, matemáticas y astrológicas. No conceden la misma importancia al conocimiento de las lenguas, por existir en la República numerosos intérpretes, denominados Gramáticas. En cambio, necesita ante todo, estar versado en Metafísica y Teología. Debe, pues, saber a fondo las raíces, los fundamentos y las pruebas de todas las artes y ciencias, las relaciones de conveniencia y disconveniencia de las cosas, la fatalidad, la armonía, el poder, la sabiduría y el amor de las cosas y de Dios, la jerarquía de los seres y sus relaciones simbólicas con las cosas celestes, terrestres y marítimas y con las ideales en Dios, en la medida en que los hombres pueden conocerlas. Necesita, finalmente, estudiar las profecías y la Astrología. Por esto, se sabe con anticipación quién ha de llegar a la categoría de Hoh. Nadie puede alcanzar tan alta dignidad, si antes no ha cumplido treinta y cinco años. La persona elegida permanece en su cargo hasta encontrarse algún otro ciudadano más sabio y más apto para el gobierno del país.


Sobre la aptitud de los sabios para gobernar.

GRAN MAESTRE.- Mas ¿quién puede llegar a saber tanto? Además, un sabio parece ser el menos apto para gobernar.

ALMIRANTE.- Esto mismo les objeté yo también. Pero ellos me contestaron: tan ciertos estamos nosotros de que un sabio puede poseer capacidad para gobernar, como vosotros que anteponéis hombres ignorantes, considerándolos preparados únicamente por descender de príncipes o por haber sido elegidos por el partido más poderoso. En cambio, nuestro Hoh, aunque muy inexperto en el gobierno de la República, jamás será cruel, malvado o tirano, precisamente a causa de su mucho saber. Más aún. La misma objeción puede volverse contra vosotros, pues consideráis más sabio al que sabe más Gramática o Lógica (sea la de Aristóteles o la de otro autor), de manera que para lograr la sabiduría tal como vosotros la entendéis, sólo se requiere trabajo y un servil esfuerzo de memoria que incapacitan al hombre, pues de ese modo no se dedica a conocer las cosas, sino solamente las palabras de los libros. Y por tal manera envilece su alma con signos muertos. Por lo mismo, semejante sabio no entiende de qué forma gobierna Dios todas las cosas ni comprende las leyes naturales y civiles. Esto no puede ocurrir a nuestro Hoh, pues no es posible que llegue a aprender tantas artes y ciencias quien no posee un extraordinario ingenio aptísimo para todo y, por ende, también (y principalmente) para el gobierno. Además estamos persuadidos de que quien conoce una sola ciencia, no sabe verdaderamente ni esa ciencia ni las demás, y que quien está capacitado en una determinada rama científica, aprendida en los libros, es rudo e incapaz. Por el contrario, esto no acontece a los ingenios dispuestos, conocedores de toda clase de ciencias y aptos para contemplar la naturaleza misma, que es por necesidad el caso de Hoh. Añádase que en nuestra Ciudad las ciencias se aprenden (como ves) con tal facilidad que los discípulos adelantan más aquí en un solo año, que los vuestros en diez o quince. Haz la prueba. Yo mismo, cuando interrogué a alguno de ellos, quedé estupefacto al escuchar sus contestaciones correctas y observar que incluso conocían bien mi lengua. Tres de cada grupo necesitan saber nuestro idioma; otros tres, el árabe, otros tres, el polaco; y, finalmente, otros tres, otras lenguas especiales.

No se les concede descanso alguno, hasta que llegan a ser doctores. Después del estudio, salen al campo para ejercitarse en la carrera, en el lanzamiento de flechas y lanzas, en el arcabuz, en la caza, en la botánica, en la mineralogía y en la agricultura.

Los tres ministros de Hoh únicamente necesitan conocer a fondo las artes concernientes a su propio cargo, es decir, aquellas por las que cada uno vive consagrado a los demás. En cuanto a las artes que son comunes a todos, les basta conocerlas históricamente. El Poder está muy versado en el arte ecuestre, en la coordinación del ejército, en la preparación de los campamentos, en la fabricación de armas de toda clase, en el manejo de las máquinas de guerra, en la estrategia y, en general, en todo lo concerniente a asuntos militares. Para ello, el Poder necesita tener conocimiento de Filosofía, Historia, Política y Física. Dígase lo mismo de los otros dos triunviros.

GRAN MAESTRE.- Te ruego que expongas y clasifiques las funciones públicas, deteniéndote especialmente al hablar de la educación.


Comunidad de vida y de trabajo. Distribución de este último entre los hombres y las mujeres.

ALMIRANTE.- Son comunes las casas, los dormitorios, los lechos y todas las demás cosas necesarias. Pero al fin de cada semestre los Maestros eligen las personas que deben dormir en uno u otro lugar, quiénes en la primera habitación y quiénes en la segunda. Esta distribución se indica por medio de alfabetos, colocados en la parte superior de las puertas. Las artes mecánicas y especulativas son comunes a hombres y mujeres. Hay, sin embargo, la diferencia de que los ejercicios más pesados y que exigen caminar (como arar, sembrar, recoger los frutos, trabajar en la era y en la vendimia, etc.) son ejecutados por los varones. Las mujeres suelen dedicarse también a ordeñar las ovejas y hacer queso. Asimismo, van a cultivar y recoger hierbas en los huertos situados cerca de los muros de la ciudad. Los trabajos que pueden realizarse estando de pie o sentado (como tejer, hilar, coser, cortar el pelo, afeitar, preparar drogas y confeccionar toda clase de vestidos) conciernen a las mujeres, pero les está prohibido trabajar la madera y fabricar armas. Si alguna de ellas muestra aptitud para la pintura, se le concede ejercitarse en ella. En cambio, la música en todas sus formas, excepto la producida mediante trompetas y tambores, solamente está permitida a las mujeres y a veces a los niños, porque unas y otros pueden causar mayor deleite. Ellas hacen también la comida y preparan la mesa, pero el servir la comida es obligación peculiar de los niños y de las niñas hasta que cumplen la edad de veinte años. Cada recinto tiene sus propias cocinas, despensas y aparadores con los utensilios necesarios para comer y beber. Cada función está presidida por un viejo de edad provecta y además por una anciana, quienes de común acuerdo dan órdenes a los servidores y están autorizados para golpear -o mandar golpear- a los negligentes o díscolos. Ambos vigilan y toman nota de la clase de servicio en que más se distingue cada niño o niña. Todos los jóvenes sirven a los que han sobrepasado los cuarenta años, pero es deber de los Maestros y de las Maestras velar por la noche cuando se van a dormir y enviar por la mañana a su respectivo quehacer a aquellos que por orden han de realizarlos, eligiendo uno o dos por cada habitación.


La comida.

Los jóvenes se sirven unos a otros. ¡Ay de los que se niegan a hacerlo! Las mesas están colocadas en dos filas, cada una con sus respectivos asientos. En una fila se colocan las mujeres; en otra, los hombres. Y, al igual que ocurre en los comedores de los monjes, el silencio es completo. Durante la comida, un joven lee un libro con voz clara y sonora desde una elevada tribuna. De vez en cuando, los Magistrados interrumpen la lectura y hacen observaciones sobre los más importantes pasajes. Y en verdad resulta agradable ver cómo esta juventud, pulcra y sencillamente vestida, hace a sus mayores, con tanta oportunidad, toda clase de servicios; y contemplar a tantos amigos, hermanos, hijos, padres y madres reunidos en perfecta armonía, extrema modestia, decoro y amor. Se da a cada uno una servilleta, un plato, un cubierto y una ración alimenticia. Los médicos se encargan de indicar a los cocineros la clase de alimentos que deben preparar cada día y cuáles son los más apropiados para los viejos, los jóvenes y los enfermos. Los Magistrados reciben una porción alimenticia algo mayor y más selecta. De tal ración distribuyen siempre algo en la mesa a los niños que por la mañana se han distinguido más en las armas o en las lecciones y discusiones científicas. Este hecho se considera como uno de los más preciados honores. En los días festivos hay durante la comida canto acompañado de música, pero interviniendo pocas voces y en ocasiones una sola con cítara u otro instrumento. Y, como todos prestan servicio por igual, nadie se queja nunca de que falte algo. Los viejos de edad provecta vigilan la buena marcha de la cocina y dirigen a los encargados de los comedores, concediendo suma importancia a la limpieza de los lechos, de las habitaciones, de los vasos, de los vestidos, de los talleres y de las puertas.


Los vestidos.

Se visten con una camisa blanca y encima de ella llevan un vestido sin pliegues, que a la vez hace de chaleco y de pantalón. Va lateralmente abierto a lo largo de las piernas y desde el ombligo hasta las nalgas en la extremidad de las caderas. Las orillas de las aberturas se cierran con botones por la parte de fuera y con lazos por los lados. Los botines se adhieren a los pantalones y descienden hasta el talón. Cubren sus pies con grandes peales de lana, a modo de semicoturnos, sujetos con broches. Encima llevan los zapatos y, finalmente, se visten la toga, como ya dijimos. Estos vestidos resultan tan ajustados que, al quitarse la toga, pueden discernirse claramente y sin temor a engaño las diversas partes del cuerpo.

Cambian de vestido cuatro veces al año, a saber, cuando el sol entra en Aries, en Cáncer, en Libra y en Capricornio. El médico determina la clase y necesidad de los vestidos. Su distribución está encomendada al sastre de cada círculo. Y es de maravillar cómo al mismo tiempo tienen cuantos trajes, fuertes o ligeros, necesitan según lo requiere la correspondiente estación. Todos los llevan muy limpios. Una vez al mes los lavan con lejía, jabón, etc. Las oficinas de las diversas clases de trabajos, las cocinas, las despensas, los graneros, los almacenes, los arsenales, los refectorios y los lavaderos se hallan en la parte inferior de la casa, aunque debajo de los peristilos se han construído artesas para baños, de las cuales sale el agua mediante canales que van a parar a cloacas. En la plaza de cada uno de los siete círculos hay una fuente, de la que brota el agua sacada casi de las mismas faldas del monte, mediante el sencillo movimiento de un ingenioso manubrio. De las aguas hay unas que proceden de fuentes; otras derivan de cisternas, a las que el agua llega por acueductos arenosos, cuando, después de llover, cae de los tejados de las casas. Los habitantes de la Ciudad del Sol lavan con frecuencia sus cuerpos, siguiendo las prescripciones del Médico y del Magistrado. Todos los trabajos mecánicos se realizan debajo de los peristilos. En cambio, los de carácter especulativo se ejecutan arriba, en las galerías y balcones, donde se hallan las más preciadas pinturas. La enseñanza de las cosas divinas se verifica en el templo. Los relojes solares y otros instrumentos que sirven para indicar las horas y los vientos, están en los atrios y en los lugares más elevados de cada círculo.


La procreación. La educación de los padres.

GRAN MAESTRE.- Háblame ahora de la procreación.

ALMIRANTE.- Ninguna mujer puede entregarse a la procreación antes de cumplir diez y nueve años de edad. Los varones deben haber cumplido veintiuno, o más si son de temperamento frío. Para que no incurran en actos contra la naturaleza, se permite a algunos la unión carnal antes de llegar a dicha edad, pero con una mujer estéril o grávida. Las Maestras matronas y los Maestros de edad más avanzada cuidan de permitir los placeres amorosos a quienes secretamente lo piden o manifiestan en las palestras públicas verse urgidos por mayores estímulos. Sin embargo, el permiso ha de estar autorizado por el Gran Magistrado de la procreación, que es el supremo Maestro de la Medicina y cuya autoridad no reconoce más limitación que la del triunviro Amor. A los sorprendidos en flagrante acto de sodomía, se los reprende y castiga a llevar durante dos días los zapatos atados al cuello, en señal de haber invertido el orden natural de las cosas. Si reinciden, el castigo va aumentando y puede llegar hasta la pena de muerte. Por el contrario, a todos aquellos que hasta los veintiún años se abstienen de la unión carnal (y con mayor razón, si la abstención dura hasta los veintisiete), se les tributan honores y cánticos en una reunión pública. Y, como durante los ejercicios gimnásticos hombres y mujeres aparecen desnudos (al modo de los antiguos espartanos), los Maestros que dirigen los ejercicios conocen quiénes son aptos, y quiénes no, para la procreación; y saben además cuál es el varón sexualmente más adecuado a cada mujer. La unión carnal se realiza cada dos noches, después de haberse lavado bien ambos progenitores. Para satisfacer racional y provechosamente el instinto, las mujeres robustas y bellas se unen a hombres fuertes y apasionados; las gruesas, a los delgados; y las delgadas, a los gruesos. Al ponerse el sol los niños suben a las habitaciones y preparan el tálamo. Después los progenitores se entregan al sueño, siguiendo las prescripciones de los Maestros y de las Maestras. La unión sexual no puede realizarse nunca antes de haber hecho la digestión de la comida y elevado preces al Señor. En las habitaciones hay estatuas de hombres muy preclaros, colocadas allí para ser contempladas por las mujeres, quienes asomándose luego a una ventana ruegan a Dios, con los ojos fijos en el cielo, que les conceda una perfecta prole. Después duermen en celdas separadas, hasta que llega la hora propicia para la unión carnal. Entonces la Matrona se levanta y abre por fuera la puerta de las habitaciones ocupadas por los hombres y las mujeres.


Opinión de Santo Tomás (en el V Pol. lec. XIII), según la cual la configuración del cielo indica las tendencias de los hombres.

Esta hora es designada por el Astrólogo y el Médico, quienes se preocupan de elegir el momento en que los astros (especialmente Venus, Mercurio, Júpiter, Saturno, Marte, el Sol y la Luna) son propicios a los padres y a la descendencia. Consideran ilícito que, durante los tres días anteriores a la unión carnal, los procreadores no hayan conservado íntegra y puramente el semen, hayan cometido malas acciones o no se hayan reconciliado con Dios y ofrecido a Él. No están obligados a guardar rito alguno los que por placer, prescripción médica o estímulo carnal se unen a mujeres estériles, grávidas o defectuosas. Los Magistrados (que son todos sacerdotes) y los Maestros de las ciencias no pueden entregarse a la procreación, sino después de muchos días de abstinencia sexual, porque el habitual ejercicio de las facultades mentales debilita el instinto animal e impide transmitir la energía del cerebro. Por esta razón se observa con frecuencia que la descendencia de tal clase de personas es débil de cuerpo y ruda de ingenio. Y, por tener esto muy en cuenta, está ordenado en la Ciudad del Sol que los dedicados a ocupaciones intelectuales se unan sexualmente a mujeres de temperamento vivaz, fuertes y hermosas. Análogamente, los varones vivaces, ardorosos y de temperamento sanguíneo deben unirse a mujeres más gruesas que ellos y de costumbres tranquilas. Dicen que, si se descuida la procreación, después no se puede lograr artificialmente la armonía de los diversos elementos del organismo, de la cual nacen todas las virtudes. Aseguran también que los hombres defectuosos de nacimiento hacen el bien únicamente por temor a la ley y a Dios y que, al cesar este temor, perjudican secreta o públicamente a la República. Por eso, debe ponerse en la procreación el principal afán y tener en cuenta los méritos naturales, no las dotes o fingidas noblezas de clase social. Si alguna mujer no es fecundada por el varón que le fue asignado, es apareada con otros y, si por fin resulta estéril, se conviene en común para todos. Pero no se le concede el honor de sentarse entre las Matronas en la asamblea de procreación, en el templo y en la mesa. Con ello se tiende a evitar que por afán de lujuria alguna mujer logre artificialmente la esterilidad. Las que han concebido, se abstienen de todo ejercicio físico por espacio de quince días. Después, realizan fáciles trabajos para fonalecer la prole y abrirle los conductos de la nutrición. Luego se van reponiendo con ejercicios crecientes y no se les permite comer sino aquellas cosas que, de acuerdo con la prescripción médica, pueden aprovecharles. Después del parto amamantan por sí mismas y crían a sus hijos en edificios comunes, especialmente destinados a tal fin. El período de lactancia dura dos o más años, según las órdenes del Físico. Una vez destetado, el niño queda encomendado al cuidado de las Maestras, si es hembra; y al de los Maestros, si es varón. Comienza entonces a ejercitarse, como por juego, en el aprendizaje de los alfabetos, en el conocimiento de las pinturas, en la carrera, en el paseo, en la lucha, en el estudio de las historias representadas en los cuadros murales y en las lenguas. Durante este tiempo llevan un vestido elegante y multicolor. Cumplidos los seis años, se inician en el estudio de las ciencias naturales. Pasan luego al conocimiento de otras disciplinas, en la medida que los Magistrados consideran oportuno. En último término aprenden las ciencias mecánicas. Los niños de ingenio menos desarrollado son enviados a las granjas campestres. Y, si algunos de entre ellos dan muestras de haber hecho suficientes progresos, son reexpedidos a la Ciudad. Sin embargo, como en su mayor parte nacen bajo la misma constelación, todos los coetáneos son semejantes en virtud, costumbres y aspecto físico, lo cual produce en la República una concordia permanente, un recíproco amor y un mutuo afán de ayudarse unos a otros.


Imposición de nombres.

Los nombres son impuestos a cada niño por el Metafísico, pero no arbitrariamente sino de manera reflexiva, según sus cualidades individuales, como tenían por costumbre los antiguos romanos. Por esto, uno se llama Bello, otro Nasón, éste, Crasípedo, aquél, Torvo, quién, Magro, etc. Pero cuando sobresalen en algún arte o se destacan en algún hecho de guerra o de paz, al primer nombre se añade otro, tomado del arte citado (como Bello Pintor, Grande, Áureo, Excelente, Vigoroso), del hecho en que se distinguió (como Nasón Fuerte, Astuto, Vencedor, Grande, Máximo) o bien del enemigo derrotado (Africano, Asiático, Etrusco, etc. y, en el caso de haber vencido a Manfredo o a Tortelio, se le denomina Magro Manfredo, Tortelio, etc.). Estas segundas denominaciones son impuestas por los Magistrados superiores. Con frecuencia la imposición va acompañada de la entrega de una corona, alusiva al hecho o al arte, y de una fiesta musical, pues ellos no aprecian el oro o la plata, concediendo a tales objetos preciosos únicamente el valor de poder servir para hacer vasos y adornos comunes a todos.

GRAN MAESTRE.- Dime, por favor, ¿existe entre ellos la envidia y el dolor cuando alguien no resulta elegido para alguna magistratura u otro cargo que ambicionaba?

ALMIRANTE.- De ningún modo, pues cada cual tiene lo necesario y además todo aquello que contribuye a hacer grata la vida. La procreación se considera asunto religioso, cuya finalidad es el bien de la República y no el de los particulares. Por esto obedecen plenamente a los Magistrados. Ellos no están de acuerdo con nuestra opinión, según la cual es necesario poseer a título exclusivo mujer, domicilio e hijos, para conocer y educar la prole. Afirman con Santo Tomás que el fin de la procreación es la conservación de la especie y no la del individuo. Por lo cual, es un derecho público, que solamente afecta a los particulares por el hecho de ser miembros de la República. Y, como los individuos engendran defectuosamente y crían mal a sus hijos, se degenera la prole con gran detrimento de la República. Por tal motivo, ambas funciones deben encomendarse religiosamente al cuidado de los Magistrados por considerarlas elementos fundamentales para la felicidad del pueblo. Y la razón está de parte de la comunidad, no de los particulares.

Así, pues, los individuos que por su excelente constitución física tienen derecho a ser padres o madres, se unen sexualmente entre sí de acuerdo con las enseñanzas de la Filosofía. Platón opina que la distribución debe hacerse por sorteo, para evitar que aquellos a quienes no se les asigna una mujer bella odien a los Magistrados. Y considera que, incluso en el acto de sacar la suerte, es lícito cometer fraude con los hombres indignos de unirse a mujeres bellas, para que éstos posean las que les correspondan y no las que desearían. Los habitantes de la Ciudad del Sol no necesitan semejante ardid para conseguir que a hombres deformes les corresponda en suerte mujeres también deformes, por la sencilla razón de que entre ellos no existe deformidad alguna.

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