Índice de El juicio de Francisco Ferrer Guardia Varios autoresProcedimientos militaresDictamen del Asesor del ConsejoBiblioteca Virtual Antorcha

JUICIO DE FRANCISCO FERRER GUARDIA

Acusación fiscal ante el Consejo de Guerra


Don Jesús Marín Rafales, Capitán del Regimiento Infantería de Vergara número 57, como Fiscal de la causa contra Francisco Ferrer Guardia, al Consejo de Guerra ordinario de plaza, dice:

Que al encontrarse investido, sin merecimiento por su parte, de la representación de la Ley en estos momentos, llega ante el Tribanal sin prejuicio alguno, dispuesto sólo a estudiar la realidad, sea como sea, y tal como resulte de lo actuado en el proceso. No ha de pesar sobre él, como seguramente no pesará sobre ninguno de cuantos forman el Consejo de Guerra, ni la tétrica visión de los sucesos pasados, ni la presión de la voz popular, que aun cuando calificada de vox Dei, sin otra guía que el instinto, bien que certero en múltiples ocasiones, carece de una base racional en qué apoyarse.

El aterrador espectáculo del incendio y del saqueo, enseñoreándose de esta capital; el más cruel esp[ritu sectario, desplomando, herido de muerte, al sacerdote al pie de los altares o arrancando la flor de su pureza en la soledad del claustro a la religiosa; la más infame traición, distrayendo las fuerzas del Ejército que deb[an defender el honor nacional y castigar el asesinato de nuestros compatriotas en el suelo africano, pudo obligar a la represión enérgica, a rechazar en las calles la fuerza con la fuerza, con cuanto vigor fuera necesario, que, a no haber sido obra exclusiva de unos cuantos criminales, constituiría padrón de ignominia para la nación entera, y especialmente para esta región; restablecida la tranquilidad y encargados los Tribunales de exigir responsabilidad y reparar el orden y el derecho perturbados, sólo puede dejar oír su voz la serenidad augusta de la Ley.

Y entrando de lleno en el cumplimiento de su deber este Ministerío Fiscal, al tratar de hacerlo con toda la concisión y brevedad compatibles con la índole del asunto y la naturaleza de los procedimientos militares, debe previamente hacer una observación, deducida del origen de estas actuaciones, a saber: que dimanando esta causa de la que sigue el Comandante D. Vicente LIiviana, en averiguación de las causas del movimiento revolucionario y de sus autores e inspiradores, no se persigue en ella ni el incendio de un convento determinado, ni la voladura de éste o del otro punto, ni la inutilización de tal o cual trozo del telégrafo, ni a las personas que levantaron una barricada o desde ella hicieron fuego a la tropa, no; en ella, como en su matriz, se persigue el movimiento revolucionario en sus recónditas entrañas; se investiga las causas que le dieron vida, se busca a los autores que le prepararon, impulsaron y sostuvieron; se reúnen todos los hechos parciales, que le constituyen en una gran síntesis, para considerarle como un todo orgánico y homogéneo.

¡Los hechos! ¿Para qué enumerarlos? Todos habéis sido testigos presenciales de la mayoría de ellos, y seguramente de los más graves, de los ocurridos en esta capital, de donde se difundió el movimiento, como reguero de pólvora, a los pueblos de su provincia y de la de Gerona; todos o casi todos habréis tomado parte más o menos activa en su represión desde el momento en que el 26 de Julio pasado se inició la protesta, al parecer pacífica, contra el embarque de tropas para Melilla, hasta que se hundieron, barridos por las llamas o volados por la dinamita, los muros de iglesias y conventos y se dominó el tiroteo que os hacían desde terrados y barricadas, y el silencio lúgubre de la rebelión vencida sucedió a los ayes de las víctimas, y a las blasfemias con que los salvajes, en su borrachera de sangre, procedían al desentierro de los cadáveres, a la jerga soez con que repugnantes prostitutas, antes de malvender caricias, acompañaban sus zarpazos de hiena.

¿Y cómo respecto a tales hechos, a nuestra vista ocurridos, cabe siquiera pedir prueba de su existencia? Como antes dije, tedos somos testigos presenciales; están como testimonio de ello las ruinas de los edificios destruídos; zumba todavía en nuestros oídos el grito de ¡Viva la República!, y en las fachadas de numerosas fincas se marcan con impasibilidad acusadora los impactos de las balas.

Pero si así son los hechos; si ha habido en ese movimiento revolucionario, al lado de partidas que con gritos subversivos alteraban el orden y hacían fuego contra la fuerza militar, grupos de mujeres, y mozalbetes principalmente, que rociaban con petróleo y hacían arder puertas de lugares sagrados, y núcleos, más o menos compactos, de gente que destruía vías férreas e inutilizaba el telégrafo, ¿cual será la calificación legal de los mismos? ¿Constituyen los hechos de Julio una rebelión? ¿Se especializan, por algunas circunstancias, con el carácter de rebelión militar? Sí, debemos contestar rotundamente, bastando para apoyar nuestra afirmación la simple lectura del artículo 243 del Código Penal ordinario que, en sus seis casos: define el delito de rebelión en general, y el artículo 237 del Código de Justicia Militar, que concreta en sus cuatro circunstancias cuándo la rebelión deja de ser común y se especifica de militar.

El artículo 243 del Código Penal común dice que serán reos de rebelión los que se alzaren públicamente y en abierta hOitilidad contra el Gobierno para cualquiera de los objetos siguientes:

1° Destronar al Rey, deponer al Regente o Regencia del Reino, o privarles de su libertad, u obligarles a ejecutar un acto contrario a su voluntad.

2° Impedir la celebración de elecciones para Diputados, Senadores, etc.

3° Disolver las Cortes o impedir su deliberación, etc.

4° Ejecutar cualquiera de los delitos comprendidos en el artículo 165.

5° Sustraer el Reino o parte de él, o algún Cuerpo de tierra o mar, o cualquiera otra clase de fuerza armada de la obediencia del Gobierno.

6° Usar y ejercer por sí o despojar a los Ministros de la Corona de sus facultades constitucionales o impedirles o coartarles su libre ejercicio.

Que los hechos de julio caen de lleno en los casos 1°, 5° y 6° del citado articulo, salta a la vista.

Caen dentro del primero, porque el grito de ¡Viva la República!, acompañado de actos conducentes a su proclamación, lleva implícito el destronamiento del Monarca para poder sustituír la forma monárquica de Gobierno por la republicana, y el tratar de obligarle a ejecutar un acto contrario a su voluntad, como es el de abandonar el Trono, al no proceder esto de su voluntaria abdicación.

Caen asimismo dentro del número 5, pues al tratar de impedir los embarques de tropas para Melilla, se pretendía sustraer Cuerpos de tropa de la obediencia al Gobierno, y al constituirse en varios pueblos juntas revolucionarias que en ellos proclamaron la República, se sustraía parte del Reino, fuera esta mayor o menor, de la misma obediencia al Gobierno.

Caen, por último, dentro del número 6, por cuanto esas juntas revolucionarias, creando en su respectiva localidad núcleos de Gobierno, si Gobierno puede aquello llamarse, desligados de los Poderes centrales, se arrogaron facultades que a los Ministros de la Corona corresponden, como tambíén se las arrogaron los que en esta capital trataron de impedir los embarques por el Gobierno acordados, en uso de sus facultades constitucionales.

Sentado esto y visto que los hechos perseguidos constituían rebelión, profundicemos más para ver si ésta es o no militar; para ello es suficiente comparar el texto del artículo antes citado con el 237 del de justicia militar. El primero nos dice que para existir la rebelión común, basta el alzamiento público y en abierta hostilidad para cualquiera de los objetos que concretan los seis casos que enumera; el segundo señala como condición precisa para la existencia de la rebelión militar el alzamiento en armas contra la Constitución, el Rey, los Cuerpos Colegisladores o el Gobierno legítimo, siempre que concurran algunas de las cuatro circunstancias que luego determina. Por lo tanto, la diferencia es clara; la rebelión militar exige precisamente y como condición, sine qua non, el alzamiento en armas y, además, la concurrencia de alguna de las cuatro circunstancias que establece.

El alzamiento en armas ha existido; ya apuntamos antes que no era necesaria su demostración, por cuanto todos vosotros, como yo, hemos sufrido sus efectos y hemos tenido que contribuir, dentro de nuestra respectiva esfera, a reprimirlo; no nos queda, pues, por examinar más que si concurre o no con el alzamiento en armas alguna de las circunstancias del referido articulo 237 del Código militar, y, por cierto, que no es una, sino dos, la tercera y cuarta; la tercera por existir partidas, tanto en esta capital como en distintos pueblos de su provincia y de la de Gerona; la cuarta, por haber hostilizado a las fuerzas del Ejército, después de declarado el estado de guerra.

Y acabo así de explicar y fundamentar nuestra calificación de los hechos; pasaremos a hacer lo propio con la acusación que formulamos contra el procesado Francisco Ferrer Guardia, como jefe de la rebelión militar; perdonando el Tribunal si lo copioso de la prueba aportada con loable celo, actividad o inteligencia por el juez instructor de la causa, nos obliga entretener algún tiempo su atención. Al hacerlo, hemos de indicar, ante todo, el concepto de la palabra jefe. Es éste el caudillo, el superior o cabeza, el que busca la gente e impulsa y dirige a los demás, el que lleva su voz, el que señala los fines de la rebelión y busca, proporciona y distribuye los medios conducentes a su consecución. Si tal es el carácter de jefe de una rebelión, ¿es aplicable a la participación que Francisco Ferrer Guardia ha tenido en los hechos de julio, según la prueba aportada a los autos?

Seguramente que sí, y vamos a demostrarlo.

Ya se anuncia la acusación en este sentido con lo manifestado por el Teniente Coronel de la Guardia Civil, D. Leoocio Ponte, quien, según resulta al folio 26 vuelto, señala a Ferrer tomando parte activa en los movimientos de Masnou y Premiá y diciendo a sus partidarios que acudieran a Barcelona a defender a sus hermanos, considerando dicho jefe militar que la Fraternidad Republicana de Premiá parecia cuartel general de incendiarios y sediciosos; y el periodista D. Manuel Jiménez Moya, testigo nada sospechoso, pues por la exaltación de sus ideas está desterrado en Mallorca, concreta más el cargo (folio 30 vuelto), diciendo que, en opinión suya, la rebelión salió de la Solidaridad Obrera, donde se había celebrado una reunión clandestina y desde donde partieron delegados para distintos pueblos, y señalando como directores a Ferrer y sus afines de la Liga Antimilitarista; continúa en este mismo terreno el Concejal D. Narciso Verdaguer Callis (folio 31), afirmando que, según noticias que no tiene medio de comprobar, pero que cree exactas, los sucesos empezaron mediante la iniciativa y dirección de elementos más o menos anarquistas, impulsados y guiados por Ferrer Guardia, y un joven profesor de lenguas apellidado Fabré; concretan aún más el cargo D. Juan Alsina Estival, concejal de Premiá, pues en su primera declaración (folio 77), fija el carácter grave que tomaron los sucesos de aquella localidad después de la llegada al pueblo de Ferrer y su conferencia con el Alcalde; los vecinos del mismo D. Jaime Comas Alsina, quien, al folio 161, afirma que después de una hora de marcharse Ferrer, empezaron las violencias; D. Valentin Alonso, Teniente de Carabineros (folio 162 vuelto), indicando que, a partir de la llegada del procesado, los hechos tomaron cáriz distinto del que tenían con anterioridad, y D. Adolfo Cesa Moragas y D. Pablo Reig Cesa, sosteniendo (folios 214 y 216 vueltos), que desde la conferencia con Ferrer cambió la actitud de los revolucionarios; apunta la misma dirección sobre la Solidaridad Obrera el concejal de Barcelona D. Emiliano Iglesias, aunque en términos muy vagos, pues sólo dice que cree gastaba aquélla más dinero del que tenía; pero, en cambio, lo confirma testigo de mayor excepción, como es Baldomero Bonet, procesado en la causa que se sigue por el incendio del convento de Concepcionistas y, al parecer, contra quien resultan graves cargos, el cual dice en su indagatoria de la referida causa, testimoniada al folio 370 de la presente, que cree que el origen de lo ocurrido está en la Solidaridad Obrera, y que como ésta no abunda en recursos, participa de la idea general de que éstos, los ha facilitado el conocido anarquista Ferrer; indagatoria testimoniada en que se ratificó al folio 371 de esta causa, añadiendo en la ratificación que confirma su creencia, pues no comprende que ningún otro elemento pudiera haber sido la causa de los sucesos; y eu misma corriente contra la Solidaridad Obrera y Ferrer como director de ella se sostiene en la declaración del primer Teniente de la Guardia Civil, D. Modesto Lara (folio 210), y en la del primer Teniente de Artillería retirado, D. Alfredo García Magallón, quien, al referir su encuentro y conversación con el periodista Piérre, de El Progreso, dice (folio 480) que éste le manifestó a su vez, y por haberlo oído, que los sucesos de Julio eran de carácter anarquista y promovidos por la Solidaridad Obrera, bajo la dirección y como cosa de Ferrer; y por si esto no fuera bastante, Juan Puig Ventura, (a) Llarch, nos dice sobre este particular, aparte de otros de gran interés, que examinaremos más adelante, en sus dos primeras deClaraciones (folios 24 y 76 vueltos), que cree lo ha movido todo Ferrer, pues coinciden los excesos que se han cometido con las ideas de destrucción de dicho individuo y sus afinidades con los que militan en la Solidaridad Obrera, de marcada tendencia anarquista; D. Domingo Casas Llibre, alcalde conferenciante con Ferrer, como luego veremos, y procesado por los sucesos de este pueblo, indica en sus declaraciones (folios 138 y 305) que formó la opinión de que Francisco Ferrer Guardia fue elemento director de todas las violencias cometidas en esta región, en cuya opinión también abunda D. José Álvarez Espinosa, suplente del Secretario del Ayuntamiento de Premiá, también conferenciante con Ferrer e igual que el anterior procesado por aquellos sucesos (folios 139 y 313), afirmando cree a Ferrer verdadero instigador e inspirador de los sucesos de Julio.

De suerte que tenemos ya una prueba testifical de 15 testigos, señalando a Ferrer como director de los sucesos, unos uniendo al cargo las relaciones de aquél con la Solidaridad Obrera, y la participación de ella en los hechos por afinidad de ideas, y aun por auxilios metálicos alguno; otros indican al propio procesado con igual carácter, tomando como base los sucesos de Premiá y los actos de violencia allí cometidos, que no habían tenido lugar antes de su llegada al pueblo y de su conferencia con el Alcalde Sr. Casas, con el Teniente Alcalde Sr. Mustarés y con el Secretario suplente del Ayuntamiento Sr. Alvarez Espinosa, y que precisamente empezaron a poco de retirarse; según D. Jaime Comas Alsina, ya citado, como cosa de una hora después de marcharse Ferrer.

Pero aun hay mayor prueba. Dice el Excmo. Sr. Fiscal del Tribunal Supremo, que los sucesos de Barcelona y su región empezaron por una protesta, al parecer pacífica, contra la guerra y el embarque de tropas. Es verdad; pero conviene detallar los hechos.

En la mañana del 26 de Julio, cierto que se inició una protesta, más acentuada aún por la tarde; pero es de notar que esa protesta nunca fue espontánea, ni por parte de la población en general, ni por parte de la masa obrera en particular; la prueba está clara por cuanto los obreros no abandonaron su trabajo, sino que fueron obligados a suspenderlo por la actitud de los grupos que recorrían talleres y fábricas, así como el personal de los tranvías, que ya recordaréis cómo en otras ocasiones ha secundado las huelgas, no abandonó el servicio un sólo instante mientras fue posible efectuarlo; defendió con verdadero ahínco, y en ocasiones con peligro personal, los coches que trataban de detener las turbas, y sólo ante una coacción que carecfa de elementos para dominar hubo de retirarse.

Aquella misma tarde, como ya indicamos, tomaron mayor vuelo los acontecimientos, y así como en Premiá señalan esos testigos el cambio ocurrido con la presencia de Ferrer, aquí también podríamos observar igual fenómeno siguiéndole paso a paso desde que en la tarde del 26 de Júlio se volvió de la estación del ferrocarril por estar suspendida la circulación de trenes, y se dirigió a la Plaza de Antonio López, en esta capital, hasta el 29 en que aparece refugiado en casa y sitio desconocidos, y donde dice haber estado oculto hasta el día de su aprehensión.

En efecto, el agente de vigilancia D. Angel Fernández Bermejo, encargado de seguir a Ferrer, nos dice en su declaración del folio 481, que vió a éste acercarse a los grupos sediciosos que el lunes 26 de Julio, a eso de las seis de la tarde, había en la Plaza de Antonio López, de esta Capital; que una de las veces que la pareja de soldados de Caballería allí existente disolvió los grupos, Ferrer se hallaba en uno de ellos, siguiendo, al ser disuelto, hacia la Puerta de la Paz, hasta situarse frente a Atarazanas, donde también estuvo hablando con los que formaban uno de los grupos, continuando luego por la Rambla, donde al cargar fuerzas del Cuerpo de Seguridad le perdió de vista, volviendo luego a verle en la misma Rambla, por donde se dirigió al hotel Internacional, cuyo encargado manifestó que Ferrer cenó y dijo no sabía si volvería a dormir.

El testigo Francisco Domenech, barbero de Masnou, empalma, por decirlo así, su declaración con la del anterior, diciendo (folios 21 y 23), que encontró a Ferrer, a las nueve y media de la noche del mismo 26 de Julio, en un café situado debajo del hotel Internacional, invitandole aquél y aceptando el declarante; que de allí fueron a la redacción de El Progreso para ver, según dijo aquél, lo que acordaban los compañeros; después, al café Aribau, aun cuando en su segunda declaración rectifica diciendo no fue a éste, sino a otro situado en la esquina de la calle de ese nombre y la de la Universidad, donde encontraron a Calderón, Ponte, Tubau y al Sr. Litrán y la señora de éste; que Ferrer habló con éste, sin apercibirse de lo que trataron, proponiéndole a él luego fuese a la calle Nueva de San Francisco, a la Solidaridad, para enterarse de si allí estaba alguno de los partidarios de Ferrer, a lo que se negó, encargándose de hacerlo Litrán; volvieron luego Ferrer y Domenech a la redacción de El Progreso, y al salir, aquél le dijo que no había encontrado lo que buscaba, añadiendo, que no habían querido firmar ni Iglesias ni otros un documento que llevaba para remitirlo al Gobierno, pidiendo la supresión de embarques para Melilla, pues de lo contrario harían la revolución, yendo los firmantes al frente del pueblo, y que Iglesias le habla dicho que lo conveniente era reanudar el trabajo y que con qué fuerzas contaba para lo que se proponía; de allí pensaron volver a sus casas; pero en la calle de la Princesa les detuvieron dos sujetos, uno llamado Moreno, a quien dijo Ferrer que en El Progreso había representantes de la Solidaridad para ver si se entendían con los radicales, los que hasta entonces se habían negado, encargando a Moreno volviese para ver si se entendían, contestando entonces éste que ellos ya estaban comprometidos, y según añade Domenech, agregó Moreno: y ay del que falte, porque haremos con él lo que hacen en Rusia con los traidores.

Estas declaraciones que atestiguan la dirección de los sucesos por parte de Ferrer el mismo día 26 de Julio, poniendo de relieve su jefatura, su impulsión del movimiento, aumentan su importancia, ya grande, con las de D. Lorenzo Ardid y de los soldados del regimiento de Dragones de Santiago, Claudio Sánchez Yugo y Miguel Calvo.

Ardid nos dice en su declaración, testimoniada de la que prestó en la causa que contra él se sigue, constando al folio 368, ratificada al folio 395 bis, que el lunes 26 de Julio estuvo a tomar café en la Casa del Pueblo, donde entró Ferrer y le saludó, diciéndole tenia que hablarle a solas, y habiendo contestado cuando usted quiera, le preguntó Ferrer: ¿Qué le parecen a usted los asuntos del día? Contestando el declarante: Esto está terminado, pues es una especie de protesta, que no puede pasar de aquí. Entonces Ferrer volvió a preguntarle: ¿Cree usted que esto no puede pasar de aqul?; que al contestarle con energía, Ferrer quedó callado, y entonces Ardid le volvió la espalda y se fue a uno de los socios y le dijo: Dígale a aquel señor (señalando a Ferrer) que se marche pronto por la puerta falsa, a lo que obedeció. Añade el referido señor que con él estaba en la mesa Litrán, y que sospecha que sea Ferrer uno de los organizadores de los sucesos.

Esta declaración es de notoria importancia, no sólo por sí misma, sino por haberla sostenido Ardid con extraordinaria energía en su careo con el procesado, que consta al folio 414, y el último, que había negado en sus indagatorias haber estado en la Casa del Pueblo, hubo ya de ceder diciendo que no negaba en absoluto haber estado en dicho sitio, y que deseando ver al Sr. Litrán, era natural fuese a buscarle allí, así como también hubo de reconocer que recordaba haber visto al Sr. Ardid el 26 de Julio.

Por su parte, los soldados Claudio Sánchez y Miguel Calvo confirman lo declarado por el agente de vigilancia D. Angel Fernández Bermejo respecto a lo ocurrido en la plaza de Antonio López, según consta a los falios 484, 485 y vuelto, pues dicen que próximamente a las cinco y media del repetido día 26 comenzaroa a prestar servicio de pareja en dicha plaza, extrañándose de la presencia entre los grupos de un individuo de manera de vestir diferente a la de los demás, al parecer obreros, pues aquél llevaba traje azul y sombrerero de paja con el ala anterior caída hacia la frente y la posterior levantada, y que al disolver un grupo, ese individuo se encaró con Claudio Sánchez y le dijo señalando al bando pegado en la pared: ¿Es que no se puede leer eso?

Declaraciones de ambos soldados que son de notoria trascendencia, no sólo por su valor intrínseco, sino por cuanto ambos, por tres veces en rueda de presos, han reconocido a Francisco Ferrer Guardia como el individuo a que se refieren en su declaración, según consta a los folios 488 y 489.

Por lo que afecta al día siguiente, 27 de Julio, a pesar de haber regresado Ferrer a su finca Mas Germinal en las primeras horas de la mañana, llegando hasta Masnou en compañía del testigo antes citado, Francisco Domenech, y tomando antes ambos el desayuno ea un café de Badalona, no pudo, se conoce, estar ocioso, y por si se apagaba el entusiasmo de sus secuaces, debió creer necesaria su dirección y presencia en Barcelona; prueba de ello, la declaración de D. Francisco de Paula Colldeforns (folio 492).

Dicho señor afirma que el martes 27, entre siete y media y ocho media de la noche, vió un grupo en las Ramblas, frente al Liceo, capitaneado, fijáos bien, capitaneado por un sujeto que le pareció Francisco Ferrer Guardia, al que únicamente conocía por fotografía, pero adquiriendo el convencimiento de que debía ser él, por oírlo decir a los que transitaban por aquel sitio, cuyo grupo se dirigió por la calle del Hospital. Y practicada también por el Instructor la correspondiente diligencia, que consta al folio 493, el testigo reconoció a Ferrer como la persona que en dicho día y situación había visto, por tres veces y en rueda de presos.

El día 28 es de extraordinaria actividad para Ferrer, que se multiplica en todas partes, y donde no puede llegar su impulso directivo, llega el de sus agentes, que descaradamente hablan a la multitud en su nombre para arrastrarla a la comisión de excesos que todos lamentamos; pero por eso mismo es el día que deja más huella de sus pasos y mayor número de testigos que le señalan; por eso quizás comenzara su labor afeitándose en Masnou, para pasar más desapercibido y eludir así la acción de la justicia.

Ya el varias veces citado Francisco Domenech nos dice, a los mismos folios antes citados, que el día 28 Ferrer se presentó en la barbería de Masnou, en que aquél trabajaba, para afeitarse y le dijo fuese a buscar al Presidente del Comité Republicano, llamado Juan Puig Ventura, (a) Llarch, para ver si se hacia algo; que éste vino, y le propuso Ferrer ir al Ayuntamiento y proclamar la República, a lo que aquél se negó como los demás, pensando que sólo quería comprometerles y que a última hora del citado día, por la tarde, hubo grupos numerosos, algo amotinados, de personas forasteras de pueblos inmediatos que, según decían, esperaban que llegase Ferrer, pero que éste no pareció, añadiendo que Ferrer desapareció de su casa el día 29, no habiéndosele vuelto a ver.

Lo afirmado por Domenech está confirmado y ampliado por Juan Puig Ventura, (a) Llarch, a quien aquél, como vimos ya, alude; hombre de carácter entero, auxiliar eficaz del Alcalde de Masnou, para sostener, a pesar de sus ideas, el orden en dicho pueblo contra la ingerencia de elementos extraños al mismo; que ha dicho constantemente lo mismo, sin vacilar ni retractarse de nada en sus cuatro declaraciones (folios 24, 76 vuelto, 136 y 457), y que lo ha sostenido con toda firmeza en su careo con el procesado, según consta al (folio 458).

Pues bien, el Llarch, después de confirmar ser él llamado por Domenech, de parte de Ferrer, dice en sus declaraciones fue con éste a un local inhabitado de la calle de Puerto Rico, y allí le expuso el procesado que era necesario en aquel pueblo secundar el movimiento de Barcelona, contestando él que de ninguna manera lo consideraba conveniente; que insistió Ferrer diciendo debía empezarse por excitar a la gente a fin de que salieran algunos a quemar iglesias y conventos, contestando el declarante que no comprendía que por este medio viniera la República, y replicando Ferrer que a él no lé importaba la República, que la cuestión era que hubiese revolución; que Ferrer le propuso le acompañase a Premiá de Mar, donde quería ver al alcalde Sr. Casas, y él no tuvo inconveniente en ello; que una vez allí, hizo a este señor la misma proposición que antes a él; que al regresar a Masnou encontraron un grupo de jóvenes que venía de Barcelona, contando aquéllos lo que en ésta ocurría, oído lo cual, dijo Ferrer: va bien; ánimo, hay que destruirlo todo; que al llegar a Masnou volvió a insistir Ferrer en sus proposiciones negándose él de nuevo; como lo había hecho durante todo el camino, y que cree que, si no hubiera sido por aquél, la huelga iniciada el día 26 no hubiera tenido tan tristes consecuencias.

Esta conferencia a que alude el testigo anterior en su declaración, celebrada por Ferrer acompañado de aquél con el Alcalde de Premiá de Mar, D. Domingo Casas Llibre, en el local que en este pueblo ocupa la Fraternidad Republicana, y con el Teniente Alcalde D. Antonio Mustarés y Secretario suplente del Ayuntamiento, D. José Alvarez Espinosa, confirmada por cinco testigos presenciales, a saber, los cuatro citados que con Ferrer tomaron parte en la conferencia y Calvet, cafetero que les sirvió; por otros dos, Lorenzo Arnau y Jaime Calvé, que acompañaron al Llarch y a Ferrer al local de la conferencia; por otros dos que les vieron entrar estando los declarantes en el café de Baldomero, y que son D. Jaime Comas y D. Pedro Cesa y Cesa, y por los testigos D. Francisco Cahué, D. Juan Alsina, D. Vicente Puig Pons, D. Valentín Alonso Poblet, D. Pablo Reig Cesa, D. Adolfo Cesa, D. Jaime Font y D. José Canes, que se lo oyeron referir al Alcalde en la reunión de mayores contribuyentes de dicho pueblo celebrada el 30 de Julio último, más otro, D. Antonio Costa Pagés, que lo sabe de Lorenzo Arnau, acompañante de Ferrer; total, 19 testigos que confirmaron el hecho.

Oigamos cómo lo refiere Francisco Calvet en su declaración de los folios 412 vuelto y 477, y con cuya relación están conformes, salvo algún detalle accidental, todos los demás.

Dice que el miércoles 28, como a las doce y media, y estando él en una habitación que, como dependencia de la Fraternidad Republicana hay en el entresuelo de la casa, se presentaron dos sujetos, uno el Llarch y otro que no conocía; éste con traje claro y sombrero de paja, el cual le dijo que si se podian sentar un poco y si podian servirles una gaseosa y una cerveza, contestando él que si; que al poco rato llegaron Casas, Mustaré y Alvarez Espinosa, y entonces el desconocido dijo: yo soy Ferrer Guardia. Añade por su cuenta el declarante que esto produjo una especie de suspensión en los que le oian y especialmente en él, por lo mucho malo que de esa persona habia oido y que luego añadió Ferrer. Vengo a decirle -dirigiéndose al Alcalde- que se ha de proclamar la República en Premiá, a lo que contestó el Alcalde: Señor Ferrer, esas palabras no se las acepto, replicándole el procesado: ¿Cómo no acepta esto si está proclamada la República en Madrid, Barcelona, Valencia y otras capitales?

Pero no es esta sola la trascendencia de este acto realizado por Ferrer en Premiá; ya hemos indicado antes los nombres de los testigos que hacen notar el carácter de violencia que tomaron los sucesos de Premiá apenas transcurrida una hora de su salida del pueblo, y ahora debemos añadir que el mismo cafetero Calvet señala el hecho de que otro individuo apodado Casola entraba y salía con frecuencia durante los dias de los sucesos en determinadas habitaciones de la Fraternidad Republicana, el cual Casola, de apellido verdadero Solá, declara D. Juan Alsina que tiene la seguridad moral de que recibio directamente de Ferrer las instrucciones para la revolución, y este mismo señor sostiene, y con él los testigQs Puig Pons, Comas Alsirta, Reig Pesa, Cesa Moraga y Font Alsina, que en la reunión de mayores contribuyentes de 30 de Julio, el Juez municipal preguntó al Alcalde si sabia que la noche del asalto del convento de Hermanos de la Doctrina Cristiana llevaba dinamita alguno de los asaltantes, y como respondiera que no, insistió el Juez, diciendo que hiciera averiguaciones para descubrir quién era el empleado municipal que llevaba los cartuchos de dinamita, y si no le daban resultado, él le diria quién era; comprobándose este extremo del empleo de la dinamita contra el referido convento, por cuanto el sereno de la localidad, Jerónimo Cardona, declara al folio 476 que al realizarse el ataque al convento se eyeron dos detonaciones muy fuertes y como de dinamita u otro explosivo, además de los tiros; así como en otra declaración del folio 406 afirma que su compañero Jaime Cesa le había dicho que estuvo Ferrer en Premiá a ponerse al frente del movimiento revolucionario.

Por otra parte, el testigo, D. Salvador Millet (folio 364) dice que, según referencias, el 27 o 28 de Julio se presentaron en Masnou grupos de revoltosos, que asaltaron el Ayuntamiento, y desde sus balcones arengaron a la multitud poco excitada a unirse al movimiento, diciendo uno de los oradores que hablaba en nombre de Ferrer, el cual no podla asistir al acto por reclamarlo asuntos de la revolución en Barcelona, extremo que confirma, además de lo dicho por el Llarch y Domenech, de que ya nos hemos ocupado, la declaración del testigo presencial Esteban Puigdemón, quien, al folio 473, sostiene que desde la puerta de su casa, próxima al Ayuntamiento, presenció la llegada a Masnou, el día 28, del grupo revoltoso de personas extrañas al pueblo, y uno de ellos arengó a la gente diciendo venía de parte de Ferrer, y que éste no podía asistir.

Bastaría, seguramente, con todo lo expuesto, para penetrarse del carácter de jefe de la rebelión, que corresponde al Francisco Ferrer Guardia, ya que le vemos en unos momentos acaudillarla personalmente, como hemos indicado al señalar su presencia en la Rambla de Barcelona, en la noche del 27, establecer en otras los fines de la rebelión y buscar elementos para realizarla, como se desprende de la presentación de su manifiesto al Gobierno, en la noche del 26, a la Comisión de radicales reunidos en la redacción del El Progreso y los trabajos de la Comisión de la Solidaridad, obra suya, en aquella misma noche, para atraer a los otros, así como sus discusiones tenaces con el Llarch y su conferencia con el Alcalde de Premiá de Mar; pero hay aún más, que no creo debo pasar por alto.

¿Recordáis que los dos soldados Claudio Sánchez y Miguel Calvo se fijaron en un individuo de traje azul y sombrero de paja, que, al disolver los grupos en la plaza de Antonio López, les llamó la atención? ¿Recordáis que en la diligencia de reconocimiento señalaron a Ferrer como la persona a quien se referían? Pues bien, el señor Coronel y el capitán D. Ramón Puig, ambos del regimiento de Dragones, de Santiago, dicen en sus declaraciones (folios 486 y 481) que el día 28 de Julio, encontrándose con el regimiento en las cocheras del tranvía, sitas en la calle de Borrell y ronda de San Pablo, al detener y cachear a algunos individuos que resultaron provistos de revólvers Smith, nuevos, les preguntaron su procedencia, y éstos contestaron se los habla dado un señor a quien no conocían, pero que llevaba traje azul y sombrero de paja: ¿no os dice nada tan singular coincidencia?

Aún más: el testigo D. José Canes nos señala al individuo apodado Mamadits, por entrar y salir con frecuencia en la Fraternidad Republicana de Premiá, en los dlas de los sucesos, viniendo de Masnou en bicicleta y volviendo a salir de la Fraternidad en la misma dirección; D. Vicente Puig Pons indica la existenCia de una partida de treinta hombres que cree reclutada por Ferrer y que apareció en Premiá, haciendo observar que, aun cuando lo de la recluta no le consta personalmente, así debía ser puesto que al preguntarse la gente de dónde vendrían aquéllos, se oía decir: Son los picapedreros que habrá mandado Ferrer. Don Jaime Comas declara que en las tardes del 26 y 27 de Julio vió venir varios ciclistas, que la gente decía eran telégrafos de los revoltosos, no sabiendo dónde se metían dentro del pueblo; D. Pedro Pagés hace referencia a haber leído en La Almudaina, de Palma de Mallorca, que un contratista de obras de San Andrés de Palomar, viniendo el martes 27 por la carretera del litoral, fue detenido en Masnou por un grupo entre el que reconoció a obreros suyos, y al extrañarse de su conducta, le dijeron que no le harían daño, pero que tenían que cumplir las órdenes del señor Ferrer, que había estado allí por la mañana y les había dado dinero; D. Bruno Humbert, primer Teniente de Alcalde de Mongat (Tiana), término municipal en que se hallaba enclavada la finca del procesado, conocida por Mas Germinal, dice que en los días 27 al 29 de Julio desde la carretera frente a su casa, vió a lo lejos grupos de cinco a seis individuos como si estuvieran vigilando algo y que hacían parar los carros y bicicletas que pasaban, y, finalmente, el obrero Rosendo Oudás refiere que estando arreglando una puerta en casa de Ferrer, no recuerda si el dia 27 o 29, se acercó éste y le dijo: Rosendo, ¿qué piensa Tiana? Ahora es la hora de quemarlo todo.

Y asi hecho el examen de la prueba testifical aportada como confirmación del carácter de jefe de la rebelión que se concreta en la persona del procesado, examen que os habrá parecido seguramente pesado y molesto por el gran número de declaraciones que me ha sido preciso analizar, y las inevitables repeticiones que fatigan la atención del auditorio en estos casos, voy a entrar brevemente en el estudio de los careos celebrados, pero consignando antes un detalle que ha llamado mi atención, como creo llamará la vuestra: la circunstancia de que, acercándose, y quizá pasando de setenta el número de los testigos que han depuesto en el sumario, y entre los cuales algunos, aunque no tantos como era de creer, sostienen no saber nda ni haber visto nada, no se da el caso de que ni uno solo haya pronunciado palabra ni consignado indicación que pueda servir de exculpación al procesado.

Y entrando en los careos, baste decir que los cuatro celebrados han sido de un resultado sorprendente, sosteniendo los testigos con firmeza absoluta sus afirmaciones en forma que se da en pocos casos.

En el primero, celebrado entre Lorenzo Ardid y el procesado (folio 414), resulta completamente destruida la afirmación que éste hace en su segunda indagatoria, que consta a los folios 195 al 261 de esta causa. En ella afirmaba rotundamente no haber estado en la Casa del Pueblo desde Junio en adelante, y sosteniendo Ardid con entereza que estuvo el 26 de Julio y habló con él cuanto manifiesta en su declaración, tuvo Ferrer que convenir en que no lo negaba en absoluto, pues recordaba haber visto ése día a dicho señor, añadiendo que, necesitando ver al señor Litrán, no era extraño fuese a buscarlo allí; y en cuanto a las demás manifestaciones de su adversario, tampoco las niega, dice que no las recuerda, lo cual no es lo mismo, y añade que no da importancia a lo hablado en la mesa de un café.

En el segundo, celebrado entre Juan Puig Ventura, (a) Llarch, y Ferrer (folio 458), aparece que, vista por el primero la actitud del segundo negando descaradamente todo, dice aquél, dirigiéndose al procesado, que ni su diplomacia ni el interés le harían faltar a la verdad, y ante posteriores negativas exclama: Yo no me desdigo de nada.

En el tercero (folio 460), entre el Alcalde de Premiá, Casas Llibre y Ferrer, aquél ante la situación de éste negando lo que le dijo en su entrevista de la Fraternidad Republicana, prorrumpe en esta frase: El que niega la verdad, como usted lo hace, es capaz de negar la luz del sol; añadiendo a lo ya manifestado en sus declaraciones, que, además, le dijo Ferrer que él servía también para capitanear un grupo, pero que estaba reservado o determinado para otras cosas más elevadas.

Finalmente, en el cuarto (folio 461), celebrado con Álvarez Espinosa, quiere Ferrer quitar importancia a la entrevista de Premiá, diciendo que fue una conversación de la que se separaron sin disgusto y dándose la mano, y su contrincante le replica hubo disgusto, puesto que hubo protesta, sin que esto fuera obstáculo para despedirse en forma cortés.

Y si así la prueba testifical nos señala a Francisco Ferrer Guardia como jefe de la rebelión, la prueba documental viene a ratificar la anterior.

Ya él mismo se nos presenta como perpetuo agitador y rebelde en su autobiografía, escrita en francés y dirigida a Monsieur Foumemont (folio 191), y en otra, publicada por la España Nueva en su número de 16 de Junio de 1906 (folios 372 y 373), haciendo alarde de ello y de su participación en todos los movimientos ocurridos en España desde 1885; en la última, sobre todo, se retrata de cuerpo entero con estas palabras: No concibo la vida sin propaganda, doquiera me halle, en la calle, en establecimientos, en tranvías, en el tren, con quienquiera que se presente delante he de propagar algo.

En los documentos que obran a los folios 374 a 383, esas frases, que pudieran parecer un poco vagas, por cuanto no determinan de qué propaganda se trata, se concretan por completo demostrando que su propaganda es francamente anarquista.

Ved si no su proclama manuscrita, de 1892, dirigida al Consejo de librepensadores; en ella dice que los que se adhieran a sus ideas escriban sus nombres y señas a Mr. Ferrer, poste restante, rue de Lafayette, quien les dará las señas del Direcctorio, añadiendo escriban tres veces al mes, los días 10, 20 y 30, empezando el 30 de aquel mes, diciendo una o varias de las cosas siguientes: tengo uno, dos, tres, etc., amigos más, con nombre y señas, con defensa (armas) o sin ellas, pudiendo viajar (querrá decir que podría pagarse el viaje a Madrid); queriendo viajar (querrá decir que quiere, pero no tiene dinero); con víveres para uno, dos, etc. (querrá decir dinamita); y si ya en 1892 dice que se dirijan a él sus partidarios y le indiquen los medios de lucha con que cuentan, ¿no delata esto al organizador, al caudillo, al Jefe?

Pero es más: en este documento como en los siguientes de los citados folios, habla ya de la organización de una partida de 300 que le sigan y serán los primeros en acudir al combate el día señalado, y dice: Buscaremos el momento propicio, como, por ejemplo, el momento de una huelga, o en vigilias de 1° de Mayo.

¿No veis perfecta concordancia entre este propósito y lo aquí ocurrido? ¿Os extrañará que, como habéis visto, se señale a la Solidaridad Obrera como auxiliar de Ferrer, según anteriores declaraciones de varios testigos, cuando él mismo consigna en ese documento: Tenemos relaciones con el partido obrero y con otras fuerzas revolucionarias?

Es decir, que el procesado Ferrer, no. de un día ni de un año, sino de muchos años atrás, viene haciendo propaganda, preparando el terreno, reclutando gente, acechando una ocasión propicia, como la que ahora se le ha presentado, para llegar a poner por obra sus planes.

Y que él veía acercarse esta ocasión y trataba, como vulgarmente se dice, de echar el resto, lo prueban las dos circulares escritas a máquina de los folios 177 y 179, el programa del folio 178 y el ejemplar impreso de la primera circular y del programa unido a los folios 180 al 183. En la primera circular, hablando de los burgueses, políticos y comerciantes, se dice que el Clero y el Ejército les garantizan sus robos y sus fraudes; se añade: Nos explotan, nos sacrifican, nos matan y nos deshonran, porque no somos hombres o no nos conducimos como tales. Nos consideran vil rebaño de ovejas, y casi tienen razón, puesto que lo consentimos. Por fortuna se acerca la hora de demostrar ante el mundo que no queremos ser explotados. El momento de la revolución se avecina; pasad por encima de los infames burgueses y sus ridículos programas. Antes que edificar nos importa arrasar todas las ruinas. Si entre los políticos hay algún hombre digno de respeto, algún ciudadano que tenga justa o injusta popularidad, ya veréis como sale a contenemos en el momento critico, a apagar las mechas encendidas con el pretexto de la humanidad y los sentimientos generosos. Pero no le hagáis caso; pasad por encima de ellos, matadlos si es preciso, venga la revolución, porque es tan inevitable como la bancarrota; pero no la dejéis en manos de una burguesia tan odiosa como reaccionaria. Y no descanséis hasta que hayáis sacado todas las consecuencias de una revolución que sin vosotros seria tan vergonzosa como estéril.

En la circular segunda, después de decir: Nosotros queremos y necesitamos destruirlo todo y asi lo declaramos con leal franqueza, añade: Luchemos nosotros por su redención y por la nuestra hasta convencerles de que el clericalismo y el militarismo son los brazos del capitalismo, verdugo de los hombres. Acabemos con los brazos, que luego será más fácil decapitar al monstruo; trabajadores, preparáos, la hora llega. Y termina tan curioso documento con lo siguiente: Adjunto la receta para fabricar la panclastita.

Del programa del folio 118, verdadero programa de cuanto han realizado los rebeldes del pasado Julio, sólo diremos que consigna entre otras cosas: abolición de todas las leyes existentes; expulsión o exterminio de todas las Ordenes religiosas; derribo de las iglesias; confiscación del Banco, y confiscación de los ferrocarriles.

Es muy de notar que en la segunda de dichas circulares, impresa toda ella a máquina, hay dos correcciones, la t de la palabra actos y la sílaba ba de la palabra trabajando, y practicado el oportuno reconocimiento, los peritos afirman deben ser las correcCiones hechas por Ferrer, por la semejanza de la letra de éste en documentos que se les han exhibido; el procesado niega en sus indagatorias que sean suyos, ni esos documentos ni las correciones que hay en ellos. Pero ¿no os parece extraño que habiendo podido proponer en el plenario nuevo reconocimiento por otros peritos designados por él no lo haya hecho? ¿No parece indicar esto, a pesar de su negativa, un reconocimiento implícito de la autenticidad de las correcciones del mismo?

Ha extrañado mucho a este Ministerio Fiscal que el hombre que se muestra tan previsor como el procesado, pues en carta dirigida a D. Odón de Buen (folio 190) dice a éste: Hace tiempo me prometí no volver a figurar en ningún partido; le suplico, por tanto, que no use de mi nombre, que ha de quedarse en la obscuridad; sin embargo -y de ello le hablaré en la primera ocasión-, estoy siempre dispuesto a ayudar al advenimiento de la República.

Le ha extrañado, repetimos, que deseando quedar en la obscuridad se haya dejado ver tanto durante los sucesos de Julio, como hemos demostrado anteriormente, dando ocasión con ello a que puedan concretarse cargos contra él. ¿Qué móvil puede haberle obligado a cambiar de conducta? ¿Será el interés? Es una mera sospecha, nada más que sospecha, del que se dirige a vosotros, pero que le ha venido a la imaginación al examinar las declaraciones de D.'Pablo Reig Cesa, D. Adolfo Cesa Moraga y D. Jaime Font Alsina, especialmente las de los dos primeros, que afirman les dijo dias antes de los sucesos Lorenzo Arnau, acompañante de Ferrer cuando iba a la conferencia de Premiá, que jugaran a la Bolsa, pues iban a bajar los fondos tres o cuatro enteros; cierto que el Arnau dice que si habló de esto fue por haberlo oído en Barcelona; pero hay otra declaración, la de don Alfredo Garcia Magallanes, en que éste dice que Piérre le dijo el día 10 de Agosto, que había oído que Ferrer había jugado a la Bolsa, y como efectivamente los Boletínes oficiales de cotización unidos a los autos acusan una baja en los días de los sucesos con relación a los anteriores, unida una cosa con otra, es difícil sustraerse a la idea enunciada.

Y así señalada la responsabilidad de Francisco Ferrer Guardia, como autor del delito de rebelión y con el carácter de jefe de la misma, pasemos a las circunstancias modificativas, ratificándonos en lo que sostuvimos en las conclusiones provisionales, al decir que concurren todas las que establece el Código de Justicia Militar en su artículo 173.

Efectivamente: perversidad del delincuente, no cabe mayor, ni por los fines que señaló a la rebelión, no ya de un cambio político más o menos profundo, sino de una verdadera revolución social de carácter anárquico, fines que claramente se desprenden de los documentos antes indicados de los folios 177, 178 y 179; ni por la constante y antigua propaganda en este sentido, como lo prueban los documentos de los folios 374 al 383, pertenecientes al año 1892, ni por la hipocresía y bajeza de espíritu que acusa esa carta a don Odón de Buen (folio 190), pues el querer quedar en la sombra, como le dice, más que falta de ambición y de aspirar a empleos u honores, como afirma el procesado en sus indagatorias, parece obedecer al deseo de proporcionarse un medio seguro de evitar las naturales responsabilidades de su conducta, impulsando a otros a la acción y quedando él oculto en esa sombra que, por lo visto, le es tan grata.

La trascendencia del delito es inmensa; basta considerar cómo la rebelión dejó aislado este territorio del resto de España y del resto del mundo, basta fijarse en como la capital quedó en los días de la semana trágica, casi privada de luz y de víveres, para darse cuenta de cómo ha trascendido el hecho a todos los órdenes de la vida, desde el industrial y mercantil hasta el puramente familiar.

Los perjuicios, no que hubiera podido producir, sino que real y efectivamente ha producido al servicio, a los intereses del Estado y a los particulares, tan enormes son, que puede decirse resueltamente con verdad, resultan incalculables; el servicio quedó paralizado por los deterioros de las vías de comunicación férrea y telegráfica, no pudiendo por ello poner remedio con la oportunidad necesaria al caótico estado que la rebelión creaba; los intereses del Estado se lesionaron doblemente por tener que distraer para la represión de los rebeldes fuerzas destinadas a vengar el honor nacional ultrajado en el Rif, y por el gran sacrificio pecuniario que ha supuesto la movilización de las mismas para enviarlas a esta región; los intereses de los particulares, no hay que decir lo que han sufrido, hablan más alto que hablaríamos nosotros las estadísticas de muertos y heridos como consecuencia de la lucha entablada en las calles o de los asesinatos a su sombra cometidos, los edificios destruídos, los ancianos, los enfermos y los niños que, al ser arrojados de sus asilos, quedan en el arroyo sin amparo.

Y al decir esto no podemos menos de recordar que en la rebelión ha habido, juntamente con la lucha armada, incendio, saqueo y deterioro de vías de comunicación férreas y telegráficas, todos ellos delitos comunes, pero inherentes a la misma, por cuanto se relacionan con ella y tienden a su fin, según tiene declarado en casos semejantes el Consejo Supremo de Guerra y Marina en múltiples sentencias, especialmente en 30 de Marzo de 1897. Cierto que cada uno de ellos habrá tenido sus autores materiales, pero cierto también que, hoy por hoy, nos son desconocidos, puesto que el sin número de causas que se incoaron sobre esos particulares no han sido falladas; no hay por ello más remedio que atenerse a lo dispuesto en el segundo inciso del artículo 242 del Código de Justicia Militar, declarando responsables subsidiariamente de ellos, en los dos aspectos de responsabilidad criminal y civil, al procesado Ferrer Guardia, como jefe principal de la rebelión, debiendo hacerse efectiva la responsabilidad civil que nazca de ellos en todos los bienes del procesado, aun cuando por imposibilidad material en estos momentos no puede señalarse la cantidad líquida en que se justipreciarán los daños ocasionados por los incendios, los saqueos y los desperfectos de las vías de comunicación.

Por lo tanto, calificando el hecho como delito consumado de rebelión militar, previsto en las circunstancias tercera y cuarta, artículo 237 del Código de Justicia Militar, demostrando que es autor del mismo, con el carácter de jefe y con la concurrencia de todas las agravantes señaladas en el artículo 173, el procesado.

Concluyo, por el Rey (q. D. g.), pidiendo para Francisco Ferrer Guardia, con arreglo al número uno del artículo 238 del Código de Justicia Militar, la imposición de la pena de muerte, con la accesoria, caso de indulto, de inhabilitación absoluta perpetua, debiendo también en este caso, serle de abono la mitad del tiempo de prisión preventiva sufrida a resultas de esta causa, con arreglo a la ley de 17 de Enero de 1901; y que se le condene asimismo a indemnizar los daños y perjuicios ocasionados por los incendios, saqueos y deterioros de las vías de comunicación férreas y telegráficas, ocasionados durante la rebelión, quedando, en tanto se pueda señalar la cuantía de aquéllos, afectos todos los bienes de Ferrer Guardia a la extinción de esta responsabilidad civil.

Todo con arreglo a los articulos 173, 188, 219, 237 en sus circunstancias tercera y cuarta, 238 en su número primero y 242 del Código de Justicia Militar; 11, 13, 18, 53 y 121 al 126 del Penal ordinario y ley citada de 17 de Enero de 1901.

El Consejo, no obstante, con su superior ilustración, resolverá en justicia.

Barcelona, 6 de Octubre de 1909.
Jesús Marín.- Rubricado.

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