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Del ocio político

Un gobierno sabio no sufre el ocio político en el seno del trabajo y de la industria. Yo llamo ocio político a todo aquello que no contribuye a la sociedad ni con el trabajo ni con la riqueza; a todo aquello que gana sin perder nunca, a lo que, siendo venerado por el vulgo con admiración estúpida, el sabio lo mira con desdeñosa compasión hacia sus víctimas; lo que, careciendo del estímulo de la vida activa, que es la necesidad de conservar o aumentar las comodidades de la vida, entrega todas sus energías a las pasiones de la opinión, que no son las menos fuertes. Los austeros declamadores han confundido este ocio con el ocio de Ias riquezas acumuladas por Ia industria; por lo cual son Ias leyes las que deben definir el ocio punible, no la austera y limitada virtud de algunos censores. Políticamente hablando, no es ocioso el que goza de los frutos de los vicios o las virtudes de sus antepasados, vendiendo por placeres actuales el pan y Ia vida de la pobrez.a trabajadora; el que ejerce en paz Ia tácita guerra de Ia industria con la opulencia, en vez de la guerra incierta y sanguinaria con la fuerza. El ocio de que hablamos es necesario y útil a medida que la sociedad se dilata y la administración se restringe.


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