LOS HUNOS
Atila, el azote de Dios

Albergado en cinco partes en el sitio You Tube, el documental que ahora colocamos en nuestra Videoteca Virtual Antorcha, perteneciente a la serie Los bárbaros, producida por History Channel, aborda, mediante la narración de los historiadores Thomas R. Martin, Thomas Burns, Michael Kulikowski y Peter Heather, la historia de los Hunos, en su constante acoso a los bastiones imperiales romanos tanto de Oriente como de Occidente.

En efecto, arribados en el siglo III a territorio europeo, los hunos, conjunto de tribus o clanes confederados que muy probablemente procedían de Mongolia, convirtiéronse, en un abrir y cerrar de ojos, en auténtico dolor de cabeza no sólo para las poblaciones residentes fuera de los dominios imperiales de Roma, sino incluso para la misma Roma. Supieron aprovechar la debilidad de los emperadores del Imperio Oriental y del Occidental; desarrollaron sus grandes cualidades como pueblo guerrero diestro en el uso del caballo, con marcadas características nómadas y, además, contaban con un peculiar adelanto técnico en la elaboración de sus arcos: el arco reflejo, aditamento que les permitía mayor precisión y potencia en sus lanzamientos. Por estas razones, eran vistos con terror por los pueblos que tenían la desgracia de encontrarse en su camino.

La fama de los Hunos alcanzó tal grado, que no fueron pocos los historiadores romanos que les describían como auténticas bestias sedientas de sangre que se tragaban vivos a los niños. Representados como subhumanos que tragaban e incluso cagaban de aguilita sin apearse del caballo, los Hunos generaban auténtico pánico en los pobladores de las aldeas que se sentían amenazadas.

Así las cosas, mientras que el imperio romano de Occidente, con su sede en Ravenna llega con los Hunos a un diplomático acuerdo otorgándoles como rehén diplomático a Aescio, hijo de un connotado general, el emperador romano de Oriente, con su capital en Constantinopla, Teodosio, preferiría llegar a un acuerdo con ellos otorgándoles un tributo anual con tal de que no le dieran lata, derecho de piso que, por supuesto, los Hunos aceptaron, ya que para llevar a efecto sus pillerías tenían a un numeroso contingente de pueblos de los llamados bárbaros que por la zona pululaban, y a los que podían impunemente saquear prácticamente cada que les viniera en gana, así que el dejar en paz por una buena lana a los chocantes y creídos romanos de Oriente no era algo que les incomodara.

Así las cosas, Aescio viviría su juventud, educado por los Hunos, al lado de Rufila, quien a la postre fungiría como rey o jefe Huno y con quien establecería pactos de unión en el futuro. Gracias a esos pactos, los Hunos se beneficiarían al recibir, como pago por sus servicios, importantes extensiones territoriales ubicadas en lo que ahora es Hungría.

Finalmente Rufila fallecería sucediéndole en el cargo su hijo Bleda, quien de inmediato sería objeto del acecho de su hermano Atila. El tal Bleda, según cuentan los historiadores, fallecería en circunstancias poco claras que darían base a especulaciones sobre la existencia de un posible complot fraguado por Atila para despacharlo al otro mundo y ocupar su lugar.

Aquel acontecimiento preocuparía a las autoridades imperiales romanas las que, como que no quiere la cosa, harían llegar a territorio Huno algunos espías para mantenerse al tanto de los planes del Atila, el que, nada tonto, percatose de inmediato de la presencia en su territorio de los molestos espías, a los que, sin decirles agua va ni agua viene, les mandaría detener para, de inmediato, condenarles al empalamiento, pena capital a la que, según parece, era muy afecto el azote de Dios.

Libre ya de los fatigosos fisgones imperiales, Atila inicia su campaña militar del 447 durante la cual les da hasta por debajo de la lengua a los súbditos de la Roma imperial de Oriente radicados en territorio Griego. Para lograrlo, Atila, prácticamente, hubo de realizar algunos notorios ajustes a su fuerza armada, comenzando por implantar el uso, hasta ese entonces desconocido entre los Hunos, de la infantería, ya que percatándose que tal carencia le privaba de poder asaltar y tomar ciudades fortificadas, se apresuro en crearla, con excelentes resultados, puesto que, contando por tradición con una fuerza de caballería de primer nivel, el aumento de una fuerza de infantería que le igualara, volvía a los Hunos de alguna manera, invencibles.

Cuando la figura de Atila el guerrero vencedor de mil batallas encontrábase en la cumbre, muere el emperador romano de Oriente, Teodosio, a quien le sucederá en el mando imperial, Marciano, quien, entre sus primeras medidas como emperador, finiquitará el compromiso contraído por Teodosio de otorgar un tributo anual a los Hunos. Es aquí en donde surgirá el Atila diplomático, el Atila político calculador, ya que, sabedor de que la orden del novel emperador otorgábale la base para invadir el territorio imperial oriental declarándole la guerra al Imperio, preferirá dirigir sus miradas a la otra cara del imperio, esto es, a la vertiente de Occidente gobernada en aquellos años por el emperador Valentiniano. Atila volteó hacia Ravenna cuando la hermana de Valentiniano, una tal Honoria, muchachona fogosa y coquetona, prácticamente le avienta el pantaletazo al escribirle una carta contándole sus infortunios provenientes de la necedad de su hermano que pretende casarla contra su voluntad. Total, la famosa Honoria, le intimida diciéndole que si es hombre pues que vaya por ella y se la lleve, y el Atila todo alborotadote y haciéndosele agua la boca, se deshace enviando regalos y embajadas a la Honoria, quizá pensando me he de comer esa tuna aunque me espine la mano. El Valentiniano, no dando crédito a todo ese romance replica al Atila, señalándole que donde manda capitán, no gobierna marinero. Y así, entre dimes y diretes, el Atila, como que no queriendo, se enfila militarmente contra Italia, lo que traerá la inmediata reacción del ya, en ese entonces, general romano Aescio y, también, del Papa León I, el que, buscando adelantarse a los acontecimientos y metiéndose prácticamente en lo que no le importaba, desata un grillerío entre la fielgrecía católica advirtiéndole de los peligros que entrañaba una hipotética victoria del Atila, a quien le cuelga el mote de el azote de Dios.

Ya caliente la situación, Aescio por su lado, y el Papa León I por el suyo, buscan amarrar acuerdos que permitan la conformación de un gran frente de alianzas militares de los pueblos bárbaros con el Imperio para enfrentar la amenaza Huna, objetivo que, para su fortuna, logran alcanzar. Y así, en la hoy legendaria batalla de Chalons, en territorio galo, le ponen en la torre a Atila y a sus huestes de salvajes traga-pellejos de los Hunos.

Después de aquella derrota dícese que Atila reagrupó fuerzas y volvió a las andadas de querer arrasar Roma, lo que daría base al surgimiento de uno de los tantos mitos creados por la clerecía católica medieval, de una supuesta conversación entre Atila y el Papa León I, quien arguyendo quien sabe qué tantos cuentos, terminaría convenciéndole de que renunciara a su innoble pretensión de arrasar a Roma.

Después de eso, dicen los que de ello saben, Atila organizó un reventón poniéndose una santa borrachera, de tal talante, que le conduciría a la muerte.

En fin, los videos que aquí colocamos son amenos, convirtiéndose en claros estímulos para la imaginación, ya que invitan tanto a reflexionar como a recrear la historia misma.

Junio del 2011
Chantal López y Omar Cortés






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