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El traidor Jesús M. Rangel

Como Jesús M. Rangel ha continuado exhibiéndose en un periódico burgués de este mismo lugar, aunque sin concretarse a contestar los irrefutables cargos contenidos en el siguiente artículo que en septiembre 24 de 1927 fue publicado en Cultura Proletaria de Nueva York, durante mi último encarcelamiento, los reproducimos aquí con el fin que se enteren de él los interesados de la lucha social.

Me había hecho el propósito de no hacer comentarios públicos acerca de la defección de Jesús M. Rangel, que había venido figurando como un revolucionario en las filas de los explotados. Pero en vista de sus amplias declaraciones en sus recientes remitidos publicados en el periódico comerciante, El Orden de esta Villa, quien haya visto sus propias confesiones, ya no podrá dudar de su completo cambio de frente sobre las ideas que antes sostenía y por las cuales sufrió prisiones y persecuciones de parte de los esbirros defensores de la tiranía.

Si no fuera por el prestigio con que le favoreció la prensa libertaria cuando fue un sincero luchador en favor de los intereses proletarios, no me habría ocupado de desenmascararlo; pero veo la necesidad de exhibirlo públicamente a fin de evitar futuras equivocaciones que pudieran ocasionar irremediables males a la causa de los pobres. Como por otra parte Rangel se vale de la calumnia contra el apóstol de la Revolución Social mexicana, Ricardo Flores Magón, con el único propósito de justificar su ignominiosa traición, es el deber de todo anarquista salir a la defensa de aquel inolvidable camarada cuyos hechos a favor de los oprimidos y explotados lo elevaron a la cumbre de la inmortalidad.

Contesta Rangel al camarada R. J. González. Se refiere Rangel a la gloriosa bandera tricolor símbolo de su patria, calumniando a Ricardo Flores Magón del modo siguiente:

Todas las iniciativas en los programas de 1906 a 1911, las hizo Flores Magón a la sombra de dicha bandera... es la misma pasando de mano en mano hasta llegar a las manos del General Obregón. Ahora, si la anarquía, como decís, es todo amor y ustedes lo son también, sin la violación de este precepto, más hicieron por mi liberación los profanos como el General Obregón, el General Calles, L. N. Morones, Green y otros.

¡Así se expresa el traidor! Sin hacer mención de los esfuerzos inauditos de los trabajadores y todas las agrupaciones de obreros que aguijonearon a aquellos políticos, impulsándolos a hacer algo en favor de la libertad de él y de todos los demás miembros del grupo que con él cayeron en las garras de los esbirros del Capìtal. No menciona tampoco Rangel a los diferentes Comités de Defensa compuestos de puros trabajadores, que desde los primeros meses de su prisión, trabajaron no sólo por ponerlo libre, sino por hacerle menos duro su cautiverio, enviándole dinero y obsequios que demostraban su fraternal simpatía. El Comité Pro presos de Texas fundado en San Francisco, California, publicó un libro: Los Mártires de Texas, exponiendo los detalles del crimen perpetrado con aquel grupo de obreros revolucionarios cuya culpa no era otra que venir a México a luchar por Tierra y Libertad.

La bandera roja que les encontraron con la inscripción Tierra y Libertad, fue lo que ocasionó, más que todo, que los esbirros de capitalismo yanqui les impusieran a él, (a Rangel) la bárbara sentencia de 99 años, y prisión perpetua a otros de los miembros del mismo grupo. Esto autoriza a cualquiera a pensar con fundada razón de que Rangel y sus compañeros venían a implantar en México un ideal sublime de verdadera redención humana.

El jesuita Rangel también pasa como ignorado el hecho de que pocos meses antes de su arresto, él fue como delegado de la Junta Revolucionaria establecida en Los Ángeles, California - de la que yo formaba parte - para entrevistar al revolucionario suriano Emiliano Zapata, con el propósito, entre otras cosas, de presentarle el manifiesto anarquista expedido el 23 de septiembre de 1911.

De cuya entrevista el mismo Rangel refiere lo siguiente: Zapata ordenó a su Secretario que diera lectura al manifiesto en presencia de sus Jefes y Oficiales, quienes demostraron sus simpatías y buenos deseos para implantarlo en México.

Rangel conoció bien este Manifiesto y sabía que era el propósito de la Junta implantarlo en México. Y tan lo sabía él, que por eso se lanzó a la lucha, no sólo contra Porfirio Díaz, sino también contra Francisco I. Madero y Victoriano Huerta.

Pero para ensalzar a los Generales Calles y Obregón, así como al judas obrero Luis N. Morones, el traidor Rangel pasa como ignorados tales acontecimientos, como si no los recordara el pueblo y como si no estuvieron así descritos en la historia de la Revolución.

Esa bandera que ha pasado de mano en mano hasta llegar a las manos del General Obregón, no es la misma por la que murieron luchando Práxedis G. Guerrero y Ricardo Flores Magón. ¡Miente descaradamente el traidor! La bandera que empuñan Calles y Obregón es la misma prostituta que legó el traidor Agustín de Iturbide, la empuñó el clerical y traidor Santana, se envolvió con ella Maximiliano de Austria, coronado Emperador de México por el Partido Conservador, y de la que se valió el dictador Porfirio Díaz para esclavizar por treinta y cinco años al pueblo trabajador.

Para nosotros, los explotados de todos los tiempos, esa bandera es el símbolo de la traición. Es la que empuñaron Calles y Obregón para destruir las Uniones Obreras y para asesinar yaquis con el fin de proteger el capital de Obregón.

A pesar de querer hacerse pasar por anticlerical, J. M. Rangel, es un verdadero jesuita que con hechos desmiente lo que él pretende ser. Se guía por el criterio del clerical Victoriano Salado Alvarez - uno de los falderos de Porfirio Díaz - que aprovechó la oportunidad para justificar la guerra de exterminio decretada contra los Yaquis por aquel dictador, y lanza al mismo tiempo elogios a Álvaro Obregón que le permitió volver a México, de donde salió como liebre espantada durante la revolución.

Rangel dice... fue capitalista, mas no obstante esto, no cometo la sin razón de ir contra él. Aspira pues a explotador, a parásito y a ladrón del sudor del pobre, y por eso estrecha la mano de su amigo Victoriano Salado Álvarez y las tintas en sangre yaqui de los terratenientes Plutarco Elías Calles y Álvaro Obregón.

Del periódico Avante, 8 de marzo de 1928.


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