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La pacificación del Yaqui

Ya el gobierno de México anuncia muy ufano la retirada de diez mil asesinos de las fuerzas federales, con todo su equipo de aeroplanos lanzabombas, de las intrincadas montañas de Bacatete y otros lugares de la Sierra Madre habitados por los Yaquis; porque, dice que la pacificación de la tribu está asegurada. Todo ha sido más bien un gran fracaso para las miras tendenciosas del gobierno para aniquilar al Yaqui rebelde.

También el tirano Porfirio Díaz envió numerosos batallones que quedaron sepultados en las montañas de Sonora, y gastó muchos millones de pesos del tesoro del pueblo con el perverso fin de despojar de sus tierras a los Yaquis para dárselas a sus favoritos e incondicionales Generales Lorenzo Torres y algunas compañías explotadoras norteamericanas. Ahora el gobierno de Calles ha pretendido hacer otro tanto para enriquecer a su incondicional, el millonario terrateniente Álvaro Obregón y a otros ladrones del sudor del trabajador.

Se dijo al principio que la completa pacificación del Yaqui era cuestión de tres meses. Ya lleva el gobierno catorce meses de constante guerra de exterminio, en las que ha usado todas las armas sembradoras de la destrucción y la muerte, desde las ametralladoras más modernas en el arte de matar hasta los aeroplanos lanzabombas y gases asfixiantes. Ha gastado ya más de cincuenta millones de pesos sacados de los bolsillos del pueblo para la consumación de este crimen, y perdido miles y miles de vidas de sus leales inconscientes, vestidos de uniforme, para acabar con esta tribu, la más trabajadora, la más inteligente y la más rebelde al yugo.

Esta raza excepcional que por tantos siglos ha mantenido esa actitud insumisa ante todos los gobiernos de México, los que siempre han tratado de quitarles sus tierras y explotar a sus mujeres y a sus hombres con el fin de imponerles toda clase de gabelas y contribuciones para llenar los cofres y los bolsillos de los holgazanes - gobernantes, soldados, burgueses y frailes - que viven sin hacer nada útil, esa raza excepcional continuará asumiendo esa misma actitud mientras se le trate de la misma manera.

Mentira que el gobierno haya pacificado a los Yaquis. Lo que ha hecho es barrer por medio del fuego y la metralla los pueblos no combatientes que se encontraban más al alcance de los asesinos del gobierno, llevándose a los campos de concentración a algunos de los sobrevivientes, en su mayor parte mujeres, niños y ancianos a fin de obligar por este medio a los Yaquis guerreros a rendirse impulsados por el amor a los suyos.

Es cierto que ya se han retirado de las montañas de Sonora no menos de diez mil autómatas federales. Pero esta medida del gobierno no es porque ya haya terminado con aquella guerra fratricida, sino como una medida de precaución contra los cuartelazos que le preparaban en la ciudad de México los Generales Arnulfo R. Gómez y Francisco Serrano.

La tribu Yaqui esta compuesta como de unas seis mil familias, entre las que existen no menos de tres mil combatientes, de los cuales el gobierno dice haber rendido unos ochocientos hombres, quedando pues, refugiados en las montañas de la Sierra Madre, en actitud rebelde, una gran mayoría de los combatientes a los que el gobierno parece no darles importancia.

No es con el cuartel ni con bombas de dinamita como se podrá pacificar a los Yaquis, ni mucho menos el método más adecuado para convencerlos y borrar de su corazón ese reconcentrado y natural odio al yori (apodo mordaz que nos aplican a los mexicanos llamados civilizados), sino dejándolos en paz para que ellos se gobiernen como más les agrade, y después devolverles sus casas y sus tierras que por la fuerza se les han arrebatado; los Yaquis no sólo dejarían de ser una amenaza contra el gobierno y contra el yori, sino una raza de seres humanos que contribuirán con su inteligencia y su trabajo al progreso y bienestar de todos.

Penitenciaría de Andonegui.

Tampico, Tamaulipas.

Del periódico Cultura Proletaria, 19 de noviembre de 1927.


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