Índice de La democracia en América de Alexis de TocquevilleCapítulo quinto de la primera parte del LIBRO SEGUNDOCapítulo séptimo de la primera parte del LIBRO SEGUNDOBiblioteca Virtual Antorcha

LIBRO SEGUNDO

Primera parte

Capítulo sexto

El progreso del catolicismo en los Estados Unidos

Norteamérica es el país más democrático de la Tierra y, al mismo tiempo, aquel en donde, según las relaciones más fidedignas, hace la religión católica más progresos, lo cual no deja de sorprender a primera vista.

Es necesario distinguir dos cosas: la igualdad dispone a los hombres a querer juzgar por sí mismos; pero, por otro lado, les da la idea y el deseo de someterse a un poder social único, sencillo o igual para todos. Los hombres que viven en los tiempos democráticos están, por esta razón, muy inclinados a substraerse a toda autoridad religiosa. Pero si consienten en someterse a alguna, quieren, al menos, que sea única y uniforme: los poderes religiosos que no vayan todos a parar a un mismo centro, chocan naturalmente con su inteligencia, y entonces tan fácil les es concebir que no hay ninguna religión, como que haya muchas.

Ahora más que nunca vemos católicos que se hacen incrédulos y protestantes que se hacen católicos. Si se considera interiormente el catolicismo, parece que pierde, y si miramos fuera de él, se observa, por el contrario, que gana. Todo esto puede explicarse. Los hombres en este siglo están poco dispuestos a creer; pero desde que tienen una religión, encuentran en sí mismos un instinto oculto que, sin saberlo, los impele hacia el catolicismo.

Muchas de las doctrinas y usos de la Iglesia romana les causan extrañeza, pero admiran en secreto su gobierno y los atrae su grande unidad.

Si el catolicismo consiguiese sustraerse a los odios políticos que hace nacer, no dudo que el mismo espíritu del siglo que le parece tan contrario vendría a serle muy favorable, y aun haría de repente grandes conquistas.

Una de las debilidades más familiares a la inteligencia humana es la de querer conciliar principios contrarios y comprar la paz a expensas de la lógica. Ha habido y habrá siempre hombres que, después de haber sometido a una autoridad algunas de sus creencias religiosas, querrán sustraerle otras muchas, y dejarán fluctuar su espíritu, a la ventura, entre la obediencia y la libertad. Pero yo pienso que el número de éstos será menor en los periodos democráticos que en los otros, y que nuestros nietos se inclinarán cada vez más a no dividirse sino en dos partidos; unos, saliendo enteramente del cristianismo, y los otros, entrando en el seno de la Iglesia romana.

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