Índice de Solución al problema social de Pierre-Joseph ProudhonPresentación de Chantal López y Omar CortésProyecto de la SociedadBiblioteca Virtual Antorcha

PRÓLOGO DEL TRADUCTOR

Proudhon ha sido mal juzgado hasta en su misma patria. Como no sea entre sus discípulos, apenas se encontrará quien no le haya presentado empleando a sabiendas el sofisma y cayendo en las más groseras contradicciones. Proudhon, se ha dicho, lo ha negado y lo ha afirmado todo: no satisfecho con haber demolido todas las instituciones de su tiempo, ha concluido por demolerse a sí mismo.

Acusacion por demás injusta. Proudhon ha sido precisamente uno de los escritores de nuestra época más tenaces en sus ideas. Vertiólas todas, ó casi todas, en sus primeros libros; y luégo no ha hecho más que desenvolverlas. Las ha modificado, las ha revestido de diversas formas, las ha sentado sobre nuevas bases; pero no las ha abjurado ni tergiversado nunca.

Las censuras, sin embargo, por ligeras y apasionadas que sean, suelen ser hijas de algo. Proudhon no tuvo en mucho tiempo un instrumento dialéctico que le satisficiera: de aquí sus aparentes contradicciones. Ensayó uno tras otro cuantos se conocian; y como esto le llevase naturalmente a dar en cada uno de sus cambios otro órden y aun otra extension a sus ideas, se ha tomado por contradicciones doctrinales las que no son sino diferencias lógicas.

Empezó Proudhon su carrera de publicista por sus memorias sobre la propiedad, tan famosas como mal conocidas. Kantista entpnces, examinó ese derecho a la luz de una antigua regla que su maestro habia tomado de los escolásticos. Todo principio, toda idea, toda institucion cuyas últimas consecuencias lleven al absurdo, son aosurdas en si mismas. Redujo al absurdo la propiedad, y la negó en absoluto.

Hallando, empero, Proudhon estrecho y pobre su criterio, no tardó en consagrarse todo a organizar la série, instrumento que habia visto empleado con éxito por Fourier, y no era en rigor sino la extension del sistema inductivo a las ciencias morales y politicas. No reformó aún por esto su doctrina sobre la propiedad, antes la corroboró y acabó de generalizar construyendo la serie de las usuras que el capital cobra del trabajo; pero tampoco hizo hincapié en este método, para cuya formacion apenas habia hecho más que reproducir las leyes de la antigua lógica sobre el género y la especie.

En su Sistema de las contradicciones económicas, adoptó ya Proudhon la tricotomia de Hegel. Examinó los efectos antinómicos, es decir, los resultados positivos y los negativos, la tésis y la antítesis de cada una de las fuerzas sociales; y fue sucesivamente determinando la idea de órden superior en que tenian o habian de encontrar su síntesis. No habia hasta entonces visto de la propiedad sino la faz negativa: obligado por su nuevo criterio a buscarle una tésis, si bien siguió condenándola, no ya sin reconocerla como condicion necesaria de la libertad y la personalidad del hombre.

Mas es obvio que no paraban aquí las exigencias del método. Proudhon debió dar además la síntesis de la institucion que examinaba; y creyendo haberla hallado en la posesion, abogó porque se trasformara en posesion la propiedad hasta que, entrando en la última de sus evoluciones dialécticas, al paso que afirmó de nuevo la antinomia, declaró irreductibles sus dos términos, y negó por consiguiente la posibilidad de la síntesis.

La tésis y la antítesis, dijo entonces Proudhon, son a no dudarlo los dos elementos indispensables de toda idea; pero indestructibles, eternos, cabe sólo equilibrarlos, no refundirlos. Y léjos ya de condenar la propiedad ni de pretender trasformarla, se limitó a querer conciliar los elementos contradictorios de que se compone, concluyendo por defenderla hasta en su actual constitucion como la salvaguardia de la libertad de los pueblos y el contrapeso del Estado.

¿Qué dijo, no obstante, Proudhon en el libro consagrado a esta defensa? Sostuvo, como en el primero, que la propiedad no está justificada por ningun principio jurídico; y sólo añadiO que, siendo hija de la espontaneidad social, no podia ménos de estar destinada a llenar una gran funcion en el gobierno de las naciones, y de ser, por lo tanto, digna de respeto, no sin esforzarse en probar, por la razon y la historia, que para que cumpliese su fin era de todo punto necesario que se la generalizara y se la rodeara de instituciones que viniesen a hacer imposibles sus abusos. El primero y el más capital de esos abusos era a los ojos de Proudhon la renta, es decir, el derecho que se arroga el propietario de vivir sobre el trabajo ajeno, cobrando una como contribucion de los que ejercen su actividad sobre los capitales que posee y serian en sus manos un valor completamente improductivo; así que, Proudhon en este como en sus anteriores libros, insistió en la necesidad de organizar el poder, los tributos, la circulacion, el crédito, la deuda y los servicios públicos, de modo que la renta fuese quedando reducida a su menor expresion, y la propiedad difundiéndose por la masa de las clases jornaleras. ¿En qué, preguntamos, ha cambiado la idea fundamental de nuestro publicista? En su concepcion teórica, no en su expresion práctica.

La abolicion, o por lo ménos la extincion gradual de la renta, ha sido el pensamiento constante de Proudhon, el desideratum de toda su vida. A este fin ha encaminado sus más ardientes críticas y sus más vigorosos raciocinios; a este fin ha dirigido todas sus afirmaciones y todos sus proyectos. En 1848 concibió y planteó para conseguirlo el Banco del Pueblo; siete años despues volvió a la misma idea, y la presentó corregida y aumentada en el presente Proyecto de Exposicion perpétua. Este proyecto es importantísimo. Sobre contener en resúmen las más interesantes doctrinas económicas de nuestro autor, es, no diremos la solucion del problema social, pero sí uno de los medios más eficaces para acelerarla. Tiene por objeto, al par que ir destruyendo la usura bajo todas sus formas, llegar paulatinamente a la constitucion y al equilibrio de todos los valores, y sustituir una regla inmutable de justicia a la caprichosa ley de la oferta y la demanda. Y ¡cosa singuIar! no se propone en él para tan gran mudanza sino un procedimiento sencillo, que en nada lastima los intereses creados ni exige la reforma de la ley escrita.

Es ya en economía política un aforismo, que los productos se cambian con productos. Pero esta verdad hasta aquí más teórica que práctica, necesitaba de una institucion que viniese a realizarla y hacerla producir todas sus consecuencias. Impide hoy que la idea se convierta en hecho una más o menos larga cadena de comisionistas y de mercaderes que se interponen, no ya tan sólo entre los productores de diversas naciones y de varias provincias de un mismo reino, sino tambien entre los de un mismo pueblo. Todos estos agentes, como que hacen de esa mediacion su manera de vivir y de enriquecerse, procuran siempre dar los productos a más alto precio del que los recibieron, y los van encareciendo. ¿Qué resulta de ahi? Que la masa de los productores, sobre todo la de los pequeños, paga en más de lo que valen, tal vez en un doble o un triple, los articulos de su consumo; y por consecuencia, o ha de proporcionar a ese excesivo precio su trabajo, o, si no puede, vivir penosamente y estar pbr fin en quiebra.

No es en si censurable el comercio, que ha prestado y presta a no dudarlo servicios; pero no cabe negar que, a causa del afan por emanciparse de los trabajos materiales, se le ha dado una extension indebida, cuando precisamente porque aumenta el precio de las mercancias, convenia tenerle reducido a las menores proporciones. ¡Cuán grande no es ya la jerarquia y cuán general la accion de las personas que median entre los productores! El comercio lo ha invadido todo, hasta el cambio de servicios; y a fuerza de exagerarse, se ha prostituido. Ha bajado a las sórdidas regiones de la especulacion y del agiotaje. Ha falseado las más bellas instituciones económicas. Ha hecho de los grandes negocios una celada para los incautos. Ha esterilizado los más fecundos elementos de vida con sólo tocarlos. Y para colmo de mal, ha engendrado un nuevo feudalismo, cien veces más peligroso y funesto que el de la edad media, en razon de ser más oligárquico y de no tener por freno de su codicia ningun noble ni generoso sentimiento.

Proudhon, queriendo poner coto a mal tan grave, trata en su proyecto de reducir a la impotencia toda esa turba de parásitos con poner en contacto a los productores, a fin de que, realizando el aforismo de que se ha hecho mencion, cambien directamente los artículos de sus respectivas industrias. Crea al efecto una Sociedad compuesta de los mismos productores, cuyo número de individuos es indefinido, y cuyo capital se forma en gran parte con la venta de mercancías, admitidas en pago nada ménos que por las nueve décimas partes del importe de las acciones.

Esta Sociedad, democráticamente organizada, es a la vez comisionista y banquera: se encarga de la expendicion de los géneros que se la consignan; los descuenta, despues de valorados por peritos, al par de los efectos de comercio con dos firmas; presta sobre ellos, del mismo modo que sobre hipotecas, otros productos; y, para más extender su accion y sus ventajas, vá creando sucursales en todas las provincias. Cobra por todas estas operaciones una comision, no intereses ni beneficios-implicaría naturalmente contradiccion que representando la masa de los productores pretendiese especular sobre ellos, es decir, sobre si misma; -y aun esa comision la ha de fijar, no a su antojo, sino tomando en cuenta el importe de sus gastos generales.

¡Qué consecuencias no nacen ya de esa manera de ser de la nueva Compañia! Todo productor halla en su obra de hoy los materiales de que necesita para la de mañana, y los géneros de su particular consumo; el más humilde jornalero, ya por si, ya en sociedad con otros, puede aspirar a emanciparse con sólo que llegue a la total produccion de uno de los articulos de su industria; los hombres todos que viven del trabajo están seguros de no ver como ahora mermado el fruto de su actividad por la serie de alcabalas que pagan a meros especuladores. Hay reciprocidad e igualdad en los cambios: si se ha de abonar un beneficio por lo que se compra, otro tanto se recibe por lo que se vende. No está el productor condenado como hoy a ceder a bajo precio lo que fabrica para que ganen sus mercaderes, ni a pagar por lo que toma las ganancias del mercader sobre el justo precio del articulo; desigualdad ruinosa, causa no poco principal del desórden económico en que todos los pueblos viven.

Adviértase ahora que las condiciones de vida de la Sociedad de que se trata no se limitan a las hasta aquí enunciadas. La Sociedad, para activar más la circulacion y el cambio, emite bonos parecidos, si no iguales, a los billetes de Banco, que son pagaderos a la primera demanda de sus portadores. Los realiza, segun éstos quieran, en metálico o en géneros; pero reteniendo intereses en el primer caso, porque, ora los reembolse con su capital, ora con dinero que tome del Banco de Francia sobre valores de comercio que le endose, ha de abonar por el numerario que entregue, réditos más o ménos crecidos, ya a sus propios accionistas, ya al Banco. De esos bonos hace, por otra parte, su moneda tipo; es decir, la moneda por la que lleva sus cuentas y sus libros y avalora todos sus productos.

Los resultados que esto dá no son tampoco de escasa monta. Sobre multiplicar la fuerza de la Compañia, estimula a los productores a prescindir en lo posible del dinero, y tiende a sobreponer la accion del papel social a la de los metales acuñados. Inspira la mayor confianza en los bonos, porque son al fin realizables en oro o plata, aunque mediante el pago de intereses; y acostumbra al mismo tiempo a los portadores a ver en ellos, no un valor en sí ni una moneda, sino la representacion de la masa general de los valores humanos. Termina, finalmente, por hacer de ese nuevo papel, no ya tan sólo la representacion, sino tambien la medida de todos sus productos, incluso el mismo numerario.

Se han de obtener tanto mejor estos resultados, cuanto que la Sociedad de la Exposicion Perpétua está encargada de otra operacion que acaba de darle sello. Tiene la Sociedad, además de un jurado de peritos que valúe todos los artículos que se la presenten, ora en consignacion, ora en pago de acciones, ora a cambio de otras mercancías, una comision destinada a ir consignando las relaciones de cambio que existan entre todos los productos y las oscilaciones que sufran. Por este doble trabajo, unido a la indicacion de precio, cantidad y peso que exige de cuantos le entregan efectos para la venta, va conociendo la Compañía por un lado el valor real de cada articulo, por otro lo que sobre ese valor, en cierto modo fijo, ganan o pierden, por ser más o ménos demandadas, unas mercancias sobre otras; y convencida como está de que las cosas no valen sino por el trabajo que ha exigido el producirlas, léjos de prestarse a reconocer esas diferencias arbitrarias, tiende a destruirlas, dando en sus bonos ciento por ciento y más de las mercancias que pierden, y ciento por ciento y ménos de las que ganan. ¿Cómo no habia de llegar por este medio a la constitucion de todos los valores, única expresion posible de la justicia en materia de cambios?

No faltará de seguro quien califique de utopia el pensamiento; nos atrevemos a aconsejarle que estudie y desentrañe el proyecto. La marcha de la Sociedad podria ser más ó ménos lenta; pero, o mucho nos engañamos, o habia de llegar, bien dirigida, al término que Proudhon señala. Proudhon, contra lo que generalmente se cree, era un hombre versado en los negocios, tan buen práctico como téorico. Lo dió a conocer sobradamente en los más de sus libros, sobre todo en su Manual del especulador en la Bolsa, en su tratado De la concurrencia entre las vias férreas y las navegables, y en el De las reformas hacederas en la explotación de los ferrocarriles. No es de presumir que precisamente en un proyecto destinado a realizar su idea dominante se dejase llevar de vanas quimeras.

Es tanto ménos de presumir, cuanto que, como llevamos dicho, este proyecto no es más que su antiguo Banco del Pueblo, sentado sobre más firmes y más anchas bases; y el Banco del Pueblo, despreciado tambien en un principio como una utopia, ha servido despues de patron para una série de establecimientos, algunos aún en pié, que si no han producido los brillantes efectos que de la institucion se esperaban, ha sido por haber sus fundadores falseado el pensamiento de nuestro autor y procurado convertirlo en su exclusivo provecho. Se ha hecho objeto de especulacion lo que precisamente habia sido concebido para matarla: ¿cómo habian de dar esos nuevos Bancos sus naturales resultados?

Se ha calificado de utopia en Proudhon hasta su idea de acabar con la renta; mas ¿se ha advertido la influencia que esa idea está ejerciendo en Europa? En casi todas las naciones se construyen ya casas para darlas a los jornaleros, no en arriendo, sino a título de venta. Por poco más de lo que antes se pagaba de alquiler se adquiere hoy, en no muchos años, el pleno dominio de esas modestas fincas. El sistema de pago de deudas por amortizacion se va de otro lado generalizando. ¿Qué se propone hoy además en Inglaterra para acallar a la desesperada Irlanda? Convertir los arriendos de las tierras en censos enfitéuticos, el colono en co-propietario. Con permitir luego la redención del censo por partes, el labrador irlandés llegaba a ser pronto dueño absoluto de su predio.

Se suele mirar hoy con grande desden todas las ideas encaminadas a trasformar nuestras viejas y carcomidas Sociedades: el agua filtra las más duras rocas, cuanto más los leños gastados por la podredumbre; y las ideas, sería temeridad negarlo, filtran algo más que el agua.

Pi y Margall

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