Indice de Frente al enemigo de Enrique Flores Magón Nota editorial de Chantal López y Omar Cortés a la edición impresa DiscursoBiblioteca Virtual Antorcha

FRENTE AL ENEMIGO

ENRIQUE FLORES MAGÓN

Recopilación de Chantal López y Omar Cortés

FRENTE AL ENEMIGO



(Reconstrucción del discurso improvisado por Enrique Flores Magón, al rendir su declaración durante su proceso y el de su hermano Ricardo, el 3 de junio de 1916)

Sí; Ricardo y yo hemos estado siempre en dificultades judiciales. Lo hemos estado desde hace largos años, tanto en México como en Estados Unidos, y esperamos estarlo toda nuestra vida, porque siempre hemos luchado y continuaremos luchando por el bien de los pobres.

Actualmente luchamos con especialidad por el proletariado mexicano por ser ahí donde más se necesitan nuestros esfuerzos. Nos esforzamos por alcanzar su libertad política, social y económica, de manera que todos los habitantes de México sean un pueblo libre, un pueblo que tenga a su alcance todos los medios para ser felíz, todos los medios con los cuales tenga la manera de vivir y de disfrutar todos los goces honestos de la vida.

Bregamos por el mejoramiento de las condiciones del proletariado, y a eso se debe que estemos eternamente en dificultades judiciales.

Porque nuestra lucha es en contra de los intereses de la burguesía -de los que aquí llamáis big interests- somos perseguidos. Combatiendo como estamos por las libertades del pueblo, naturalmente vamos en contra de la burguesía. De ahí viene que la burguesía procure impedir que continuemos nuestra lucha, porque al triunfo de ella no encontrarán ya proletarios que trabajen para ellos y los enriquezcan.

Procurando, como he dicho, mejorar las condiciones del pueblo mexicano, es natural que siempre esperemos vernos perseguidos, puesto que luchamos contra los intereses de capitalistas como Rockefeller, Morgan, Guggenheim, Otis, Hearst y todos esos individuos que obtuvieron ganancias durante el régimen de Porfirio Díaz.

Por ejemplo, Otis obtuvo dos millones de acres de tierra riquísima que le fue dada, como vosotros decís en inglés just for a song (por nada), para que Otis hiciese el bombo a Díaz. Hearst adquirió tres millones de acres de tierra también muy rica en el Estado de Chihuahua, con el mismo propósito, para que hiciese el bombo a la administración de Díaz, para que presentasen a Porfirio Díaz como buen hombre, cuando en realidad era un tirano.

De la misma manera, dando concesiones aquí y concesiones allá y por todas partes, más de veinte millones de acres de tierra fueron regalados por Díaz sólo a los capitalistas de este país, sin contar lo dado a los de otros países.

Toda esa tierra fue quitada al pueblo mexicano por medio de la fuerza. Cuando los pueblos se opontan a que se les quitase la tierra, eran asesinados en masa o individualmente en los caminos, en las calles y aún en sus hogares por los soldados de Porfirio Díaz; y los que quisieron obtener justicia por medios pacíficos apelando a los tribunales desaparecieron misteriosamente de la noche a la mañana. No sabemos qué sería de éstos ... ¡sólo sus tumbas lo saben!

Después de que el pueblo mexicano fue despojado de todo lo que tenía, para dárselo a la plutocracia americana, quedamos convertidos en esclavos, en verdaderos parias, sin tener siquiera un terrón de lo que fue nuestra tierra, para reclinar en él nuestras cabezas al dar reposo a nuestros fatigados cuerpos después de dieciocho horas de rudo trabajo, por un salario de dieciocho o treinta y siete centavos al día.

Fuimos reducidos a la triste condición de peones ...

Por esa causa los mexicanos estamos luchando contra la opresión y la tiranía. Por esa causa combatimos con la palabra, con la prensa y con las armas en la mano, contra los tiranos, los opresores y los explotadores de nuestra raza, porque queremos ser hombres libres, teniendo asegurado el derecho a vivir y a disfrutar de la vida; derecho natural que a todos los seres humanos nos pertenece por el simple hecho de haber nacido en esta tierra.

Por esa causa luchamos por la libertad política, social y económica del proletariado mexicano, poniendo especial cuidado a la conquista de la libertad económica, sobre todo, porque sabemos que el que es libre económicamente, es, a la vez, como consecuencia natural, política y socialmente libre también.

Siendo como somos, Ricardo y yo, indios, proletarios, descendientes de peones, nacidos y creados entre ellos, hemos sido testigos y víctimas de la grande injusticia, de la opresión y de la terrible tiranía y explotación que nuestra raza ha sufrido. De ahí que seamos anarquistas.

El Times y toda la prensa capitalista, al tratar de nosotros los anarquistas, procuran presentarnos con negros colores, se esfuerzan por hacer creer a las masas populares que somos seres viles, sedientos de sangre, cortadores de pescuezos, amantes de la violencia por la violencia misma, cuando en realidad somos todo lo contrario. Tal política siguen esos periódicos, para sembrar odio y prejuicio en nuestra contra entre la gente ignorante o sencilla.

Nos titulamos anarquistas los que reconociendo el derecho que todos los seres humanos tenemos a vivir y ser libres, queremos el fin del reinado de la tiranta, del despotismo y de la explotación, autoritaria, capitalista y religiosa. Queremos que todos los seres humanos se reconozcan entre sí como hermanos y que todo sea de todos, para que así, terminado el antagonismo de razas e intereses, haya en la Tierra paz, fraternidad, igualdad y libertad.

Eso es lo que nosotros queremos, no solamente entre la raza mexicana, sino entre toda la raza humana; y por esa causa somos anarquistas.

Guggenheim, Rockefeller y demás parásitos sociales, tendrán que trabajar con sus propias manos y producir algo útil a la comunidad, si quieren vivir en la sociedad futura; y a eso se debe que seamos perseguidos y arrojados al fondo de un calabozo a cada instante.

Por esa causa somos víctimas de una constante persecución. En México hemos sido arrojados a la cárcel con tantos pretextos y tan frecuentemente, que ya hasta perdimos la cuenta. Y después, cuando Díaz nos prohibió escribir más en aquella República y nos vimos forzados a venir a este país en el que se decía haber más libertad que allá, nos hemos encontrado en las mismas condiciones que en México; y aún peores.

No había pasado un año, desde que nos hallábamos en este país, cuando fuimos molestados. Un asesino se introdujo a nuestro domicilio en San Antonio, Texas, pretendiendo asesinar a mi hermano Ricardo. Cuando ese individuo, puñal en mano, se disponía a asestar golpe mortal sobre mi hermano, le asesté un vigoroso puñetazo que levantándolo en vilo lo arrojó de cabeza hasta la calle. Por rechazar ese asalto a mano armada y defender la inviolabilidad de mi hogar, fuí arrestado y sentenciado a tres meses de cárcel y a pagar $30.00 de multa y los gastos del proceso. El asesino fue enviado por Díaz y por esa causa él fue protegido y yo sentenciado por las autoridades americanas.

De entonces acá, hemos rodado de cárcel en cárcel, de penitenciaría en penitenciaría; al grado de que, de doce años que llevamos de residir en este país, siete de ellos los hemos pasado en las sombras de los presidios, siempre perseguidos, siempre condenados con testigos falsos y documentos falsificados.

Por ejemplo, la última vez que fuimos enviados a McNeil's Island, el ayudante del fiscal, un tal Dudley W. Robinson, cuyo lugar ahora ocupa en este proceso Mr. M. G. Gallagher, compró testigos en contra de nosotros, como lo prueba el hecho de que después, cuando ya estábamos en la penitenciaría, esos mismos testigos rindieron declaración legal ante notario público, en la cual acusaron a Dudley W. Robinson de haberlos cohechado, pagándoles hasta $10.00 diarios durante un año completo que duramos libres bajo fianza, y $300.00 en dinero contante y sonante el día que fuimos condenados con su testimonio falso. Todas esas declaraciones mostrando la persecución de que éramos objeto, fueron enviadas a Woodrow Wilson por conducto de varios senadores, pidiendo nuestra libertad por falta de méritos, Wilson leyó esos documentos y dijo al senador Smith, de Arizona: Estoy perfectamente convencido de que los Magón y sus compañeros son inocentes, pero no veo juicioso para mi política dejarlos libres. Y no se nos dejó libres.

Tal es la persecución de que somos objeto, que ni la libertad preparatoria (parole) nos fue concedida, a pesar de que el alcalde de la cárcel dió buenas recomendaciones a nuestro favor. Mr. Ledeau, entonces director de la Junta de Libertad Preparatoria, nos llamó a su presencia, urgido por nuestras demandas de una razón por la cual se nos negase nuestra libertad preparatoria, y abiertamente nos dijo:

Caballeros, siento mucho la condición en que os halláis. Yo estoy convencido de que estáis aquí injustamente; pero he recibido instrucciones terminantes de Washington de que no os conceda la libertad preparatoria.

Y tuvimos que estar hasta el último dia de nuestra sentencia en aquella penitenciaría, de donde salimos enfermos; por cuya causa Anselmo L. Figueroa murió tras penosa y larga enfermedad el 14 de junio de 1915, y por cuya causa también nosotros estamos aún enfermos.

Salimos de aquel presidio, enfermos, pero con nuestros ánimos enteros, y tomamos desde luego nuestros puestos en la lucha por la emancipación política, social y económica del proletariado. Por esa causa ahora nos encontramos perseguidos nuevamente y a punto de ser enviados, quizás por la última vez en nuestras vidas, a la penitenciaría porque la plutocracia americana quiere que México sea un país de esclavos.

Si Thomas Paine, Jefferson y Franklin, hubieran recibido en Francia el mismo tratamiento que los revolucionarios mexicanos estamos recibiendo en este país, cuando aquellos rebeldes trabajaban allá por llevar a buen fin la revolución norteamericana, no habría lo que ahora se conoce por Estados Unidos, no existiría lo que se ha dado por llamar el país de la libertad.

Este país continuaría bajo el yugo inglés; estaría bajo las mismas condiciones en que se encuentra la India bajo el dominio de Inglaterra.

Nota

Al hacerse esta reconstrucción de lo dicho por Enrique, se han suprimido las repeticiones y disgresiones forzadas por las interrupciones frecuentes del juez y del fiscal. Esta fue la única oportunidad que tuvieron los presos para expresar sus ideas y enseñar al jurado la eterna persecución que se ejerce contra ellos. No les fue permitido decir más, para que no creasen simpatía y conciencia en el ánimo de algún jurado, según se dice.

(De Regeneración, del 8 de julio de 1916, N° 240).
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