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Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Enero 25 de 1921.

Señorita Elena White.

Nueva York, N. Y.

Mi querida camarada:

Esta vez he tenido que esperar dos semanas para recibir el rayo de sol. Al fin vino, trayendo la fecha de 17 del mes en curso. Sin duda alguna que el padre sol juega con nosotros los mortales esta clase de travesuras. ¿Podrá uno maravillarse de que su hija se entregue también a ellas? Pero como nadie guarda rencor contra el sol por no calentar nuestros cuerpos, así yo no abrigo ningún resentimiento contra su bella hija por haber olvidado que existe un negro agujero en esta Tierra hermosa, en donde una alma marchita suspira por la belleza.

¿Una deuda a mí? ¿Tú mi deudora? ¡Oh, querida Elena, tu nada me debes, pero tu te debes toda a nuestra humanidad entera! Naciste para brillar, y brillarás a pesar de los dolores que te ocasione tu brillo, porque brillar es incendiar ... Tu tienes que incendiar, e incendiar, incendiar otra vez y siempre, porque ese es tu deber; la humanidad necesita tu luz ... Tu no obtuviste tu magnífico cerebro para conservarlo ocioso; tu tienes que fatigarlo, molestarlo; tienes que torturarlo, porque crear significa dolor. Así, pues, yo no reclamo ninguna deuda, pero anhelo verte resplandecer, iluminando al mundo. Que tu serás esta antorcha humana, este faro viviente, estoy seguro. Y esto, mucho antes de que te encuentres lejos, en el camino de la vida. Esta opinión mía no es una profecía ni un mero entreetenimiento literario, es la convicción sacada de los hechos: tu cerebro lúcido y la grandeza de tu corazón, elementos propios para hacer un faro viviente ... Todo lo que necesitas hacer es no permitir que ese fuego divino muera. Vuélvelo a encender, mi joven y amada amiga; reenciéndelo con tu sangre, con tu carne y aún con tus lágrimas si es necesario, y marcha adelante, adelante, adelante, llevando tu fuego que al fin encienda al mundo. Tus pies, hechos para el contacto de terciopelos y flores, te sangrarán por lo escabroso del camino ... No te fijes en eso; de las piedras benditas con tu sangre, flores de fraternidad universal brotarán luego a tu llamado. Y si encuentras espinas, no las apartes, antes bien, premeditadamente pasa sobre ellas para que sangren todavía más tus pies ... Quizá tus labios estén secos y te den hiel a beber ... Bébela y sigue adelante, adelante, adelante: y si el fuego se estuviese extinguiendo y no tuvieres más carne, ni más sangre, ni más lágrimas para encenderlo de nuevo, pon a arder tus huesos, pero no lo dejes morir, no permitas que el ideal se extinga, nuestro ideal de belleza.

Todo esto lograrás; estoy seguro; te conozco bastante bien. ¿Un junquillo? No; no eres un junquillo, aunque algo más frágil que un junquillo; eres una rama de hinojo. Prometeo nos trajo el fuego del cielo. Eres una águila joven, una hermosa águila joven, enamorada del azul, y que se remonta, se remonta, se remonta para ocupar su lugar entre sus hermanas las estrellas. Sólo deseo que esta amada águila no pierda la fe en la fuerza de sus alas, para que alguna noche que ella cintile en alguna u otra constelación, y cuando alguien me pregunte quién es al nueva estrella, contestaré orgulloso: Es mi amiga Elena Quizá ella me lo premiará con una sonrisa ...

Sí, recibí el calendario, y actualmente está adornando mi calabozo; pero como no traía ninguna seña indicando quien lo envió, no mencioné que lo tenía en mi poder, aunque tuve la idea de las criaturas solicitas que pudieron haberlo mandado. Es el mismo que me describes: tierra, agua, pasto, árboles, nubes y la luna, todo duerme. Su título es: Rayo lunar. Yo lo llamaría Paz No hay allí ni un soplo de aire que agite esta agua; los árboles silenciosos se inclinan sobre la linfa, como si en un sueño hubieran perdido su equilibrio; la luna, bellamente embriagada de melancolía, ha permitido a sus vaporosas cubiertas se deslicen parcialmente de sus lecho, y, como una doncella embriagada, muestra al infinito ofuscado el encanto de su carne ... Y bajo ese símbolo de paz está el calendario, exacto, una sucesión de doce pequeños cuadritos de papel, los cuales, para un cautivo, significan una eternidad ... Cada uno de estos pedacitos de papel está subdividido en treinta o treinta y una partes, como otras tantas paredes que separan a uno de la vida ... Es imperioso escalar esas paredes, una por una, día por día, y parece como que crecen más altas a medida que el tiempo se desliza ...

He recibido noticias de la opinión del doctor que ustedes, camaradas, hicieron que me examinara. Dice que la catarata no está todavía madura para hacer la operación, y que tengo que cegar completamente antes de que se me pueda hacer la operacion. De modo que tendré que subir mis paredes en la obscuridad ...

En cuanto a mi resfriado, ése no me abandona con su equipo de dolores de cabeza, de muelas, y un centenar de miserias más.

No teniendo más papel para mis fantasías, termino mi carta enviando mi cariño a nuestra Erma y a los demás camaradas, y a ti, mi buena camarada.

Ricardo Flores Magón


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