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Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Marzo 14 de 1922.

Señorita Elena White.

Nueva York, N.Y.

Mi querida camarada:

Recibí tu querida carta del 28 de febrero último, así como las copias de las cartas al señor Weinberger y algunas flores.

El señor Weinberger está trabajando muy bien. Me remitió copia de una carta que escribió, en la que dice todo lo que está haciendo. Sin embargo, temo que no haya obtenido el Informe del laboratorio; este es el documento más convincente respecto a la seriedad de mis enfermedades; pues no es la opinión de un médico basada en suposiciones, y la cual pudiese estar influenciada de acuerdo con las simpatías o antipatías. El Informe del laboratorio está basado en hechos irrefutables: el análisis efectuado por los químicos sobre los esputos. Los químicos dicen la verdad; no incurren en error; no tienen tendencia a inclinarse en determinado sentido y por esta razón he insistido tanto sobre la importancia de que el señor Weinberger obtenga el Informe completo del laboratorio; porque entiendo que los peritos hacen en él algunas recomendaciones sobre lo que se necesita para prevenir la tuberculosis. Te suplico digas al señor Weinberger que sería de desearse una copia fiel del documento completo, como que después de eso ninguno se atrevería a insistir en que mi salud es buena. La señorita Blackwell me escribe y dice que el señor Daugherty escribió al señor Roewer diciendo que estoy atacado de una catarata ... cuando tengo cataratas en los dos ojos. De aquí a un año podrá decir que ya no tengo la catarata; pero dejemos a un lado este triste asunto para ocuparnos de otro más agradable. ¿Y qué cosa más agradable que las flores que me enviaste? Están muertas, es cierto; pero yo no sé por qué las flores son poéticas aunque estén muertas ... al menos para mí. Puede ser, quizás, porque no puedo verlas sin pensar en los sueños irrealizados y en las esperanzas marchitas que también son flores muertas, ¡ay! y yo tengo muchas de ellas ... Pero ¿quién es aquel que no lleva en su alma un cementerio repleto de esperanzas marchitas y sueños muertos? El rico y el pobre, el sano y el enfermo, el instruído y el ignorante, todos tienen sus esperanzas y sus sueños, y todos ellos aman sus esperanzas y sus sueños. Muchísimas de estas esperanzas y de estos sueños no pueden volar: pueden arrastrarse, pueden trepar como gusanos en busca de suciedad ... Pero, sin embargo, son acariciadas por sus poseedores. Los sueños más nobles y más hermosos son, sin embargo, los sueños de los oprimidos. Estos sueños y estas esperanzas tienen alas; ellos vuelan porque son inspiraciones de lo que no tienen: ¡Paz, Justicia, libertad! el deseo universal de los que llevan un yugo; la aspiración común de los que arrastran una cadena en todas las latitudes, bajo cualquier cielo y en todos los ángulos y rincones de esta Tierra; la esperanza del esclavo asiático y del labriego egipcio, el sueño del mujik ruso y del peón mexicano ... Estas flores muertas me hablan de sueños y esperanzas, y yo suspiro, y una dulce melancolía se apodera de mí. Las flores no deberían morir; los sueños y las esperanzas no deberían morir: ¿son tan bellos! Por fortuna cuando una muere, otra toma su lugar, igualmente encantadora y amorosa, y así, uno toma fuerza para seguir adelante. Hay sombras alrededor y uno tiene que sentarse y morir; él busca a tientas, busca a su alrededor, ¿y por qué? Por la esperanza ... Y creo que aun el hombre a punto de ir a la horca, cuando su cuello siente el frío contacto de la cuerda, debe percibir un breve brillo en su cerebro, como un gusano resplandeciente en la obscuridad: la chispa de la esperanza, la del repentino chasquido de la cuerda, cuyo contacto hace estremecer su carne ... Toda bendición para la esperanza, la fuerza dinámica que le da a uno fortaleza para seguir en penosa marcha. Mátese la esperanza, y la vida misma desaparecerá, porque la esperanza es la condición de la vida.

Mucho agradezco tus palabras de simpatía con motivo de mis sufrimientos, así como el camarada de quien me hablas, por lo mismo. Tu cariño y el de ellos me conforta: ¡es el cariño una bendición tan rara para el rebelde! El odio es la recompensa habitual para el que honradamente dice lo que piensa. Sé que hay tempestades pendientes sobre mi cabeza; sé que hay puntos que se agitan amenazadores sobre mí; no hay sitio en mi cara para la saliva de los que rehusan ser mis amigos y me ahogo en una atmósfera envenenada con el aliento del coraje, del despecho y del desprecio; pero este aliento de amor de mis buenos camaradas me calma con su dulcura y su frescura. Gracias; comprendo que esta palabra es muy pobre en cambio del cariño, el mayor de los obsequios; pero en este caso es la expresión de una emoción delicada que despierta en mi corazón cuando tu simpatía llama a la puerta, y por lo tanto, siento deleite en repetir la palabra gracias ...

Ya no hay espacio para mi y debo terminar mi carta. Me siento igual que durante los últimos cinco o seis meses: mal, y mis carnes se consumen lentamente. Pertenezco a una raza notablemente fuerte, y esto me ha ayudado, pero comprendo que ahora estoy herido mortalmente ...

Con cariño para Erma y todos los camaradas, y para tí muy particularmente, me despido.

Ricardo Flores Magón


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