Indice de En pos de la libertad de Enrique Flores Magón La miseria y el hambreJulia MonrealBiblioteca Virtual Antorcha

EN POS DE LA LIBERTAD

Enrique Flores Magón

JULIA MONREAL



Contaba apenas once años de edad cuando cayó entre sus manos un ejemplar de Regeneración, y aunque aún no podía leer de corrido letra menuda como la usada en este periódico, al enterarse del ideal igualitario y justiciero que propaga Regeneración, se enamoró de tales ideas, y por amor a ellas, fue deletreando, al principio, palabra por palabra, línea por línea, artículo por artículo, de cuantos ejemplares de nuestro periódico llevó a casa el camarada Santana Monreal, padre de Julia.

Alma grande y luchadora se encierra en esa pequeña y modesta compañerita que a la fecha cuenta solamente quince años; y, naturalmente, a tan grande aima sólo un grande ideal podía enamorarla; y a una alma luchadora como la de Julia, naturalmente, también, tenía que atraerla la escabrosa vida del propagandista. De ahí que Julia a pesar de su corta edad, se haya venido distinguiendo, de años atrás, de entre los revolucionarios de esta localidad por su pureza de principios, por su firmeza de convicciones y por su actividad y abnegación en la lucha.

Julia, por sus cortos años y por su voluntad firme y decidida es una esperanza para el futuro en la lucha por la emancipación del proletariado.

Pero Julia, la pequeña joven de alma grande y luchadora, está herida de muerte, y heridos también, por la pena, los corazones de los que la conocemos y amamos. Julia está enferma. La blanca madrastra de los pobres, la tisis, ha hecho presa de nuestra compañerita, a causa del buen corazón de ésta.

En la primavera del año pasado llegó casi arrastrándose a las puertas de la casa de Julia un hombre enfermo y desamparado, Julia, así como sus padres, Justa y Santana, abrieron las puertas de sus corazones y de su casa a aquel hombre; le proporcionaron cama, alimentos, medicinas y atenciones médicas. Julia se convirtió en la enfermera de aquel hermano de cadenas que, preso de la tisis, pagaba con su vida sus servicios a la burguesía que al verlo convertido en un guiñapo humano le cerró sus puertas.

Aquel pobre hombre murió en los brazos de Julia.

Y Julia, la pequeña revolucionaria, como consecuencia de su abnegación y sentimientos humanitarios, fue contagiada de aquel mal terrible, y ahora se encuentra en cama desde hace más de veintidós días, luchando entre la vida y la muerte.

Pero hay algo más. No es solamente la enfermedad de Julia lo que azota a aquella familia; también la miseria. Santana, hombre avanzado en edad, ya no es muy apetecido por los explotadores; sus brazos, debilitados por los años, por la explotación y la miseria, no despiertan ya la codicia de los vampiros burgueses y le falta a Santána trabajo por medio del cual arrancar a los patronos aunque sea una cuantas monedas con que atender a su enfermita. Solamente uno de los hijos de Santana, el mayor, trabaja; pero su salario apenas medio basta para sostener a los siete de familia que son.

En vista de ello, en vista también de que el doctor ha dicho que quizás pueda salvarse aún a Julia, atendiéndola bien; y, por último, en vista de que Julia es una de nuestras mejores compañeras, hacemos un llamamiento general a nuestros camaradas para que tiendan su mano de solidaridad a aquella familia y la ayuden con lo que puedan.

La dirección postal de Julia a la que puede remitirse la ayuda que se quiera, es: Santana Monreal, Box 37, Florence, Cal.

Quien desee visitar a Julia, tome el tranvía eléctrico de Warts, compre boleto a Florence por cinco centavos; bájese en Nadeau Ave., y en la Oficina de Correos le informarán donde vive la familia Monreal.

Por conducto de los camaradas Tudela y Rebolledo, el Centro de Estudios Racionales de esta ciudad, ha prestado su ayuda a la familia Monreal con la cantidad de $5.60.

Otros trabajadores que han ayudado a la familia Monreal, son los siguientes: C.D. Murt, 0.50; F.R. McMaid, 0.50; B. Paine, 0.25; E.W. Murphy, 0.50; P. Winton, 0.50; A.J. Voisinet, 0.50; M.J. Hafford, 0.50; Ray Hafford, 0.25; Perry Wilson, 0.50; Earl Libby, 0.25; W. Shenennan, 0.25; L. Lugo, 0.50; J. Jordán, 0.50; E. Black, 0.50; W.G. Rattan, 0.50; F. Werner, 0.25; R. Deddock, 0.25; G.W. Spence, 0.50; H. Witt, 0.50; W. Jordán, 0.25; J.E. Park, 0.50; J. Cawneo, 0.35; F. Gosnell, 0.25; W. Eaton, 0.50; E.E. Root, 0.50; C.L. Fisher, 0.25; A.M. Lewis, 0.50; L. Valentin, 0.50; J.B. Gilla, 0.25; J. Billings, 0.50; J.C. Butters, 0.25; Geo Schenennan, 0.50 y Chas Stump, 0.50.

No ha muchos días que vino a la casa de Julia uno de esos frailes que buscan la oportunidad para quedar bien con los tontos, aparentando humanitarismo donde solamente hay comercialismo, y ofreció a la familia de Julia buenos alimentos para ésta, así como doctor de cabecera y medicinas. Julia reconoció al bicho religionero, y aunque postrada en cama, a la orilla del sepulcro, alzó su débil y entrecortada voz y expresó el sentimiento de su hermosa alma rebelde rogando a su padre que arrojase de casa a aquel embaucador, del que nada quería.

Mientras tanto, Julia muere por falta de lo mismo que no aceptó por venir del campo enemigo. ¿Dejaremos sus amigos, sus hermanos de ideales, a quienes nos da ejemplo tal de dignidad, que Julia muera por falta de alimentos buenos y atenciones médicas?

Contestad, hermanos.

(De Regeneración, del 6 de marzo de 1915. N° 205).
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