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EN POS DE LA LIBERTAD

Enrique Flores Magón

NADA ENVIDIABLE



¿Habéis oído, compañeros trabajadores de Estados Unidos, mayor barbaridad que la de decir que la condición nuestra es envidiable?

¿No? Pues, ¡oídlo!

En el periódico Ariete que no sé si llamarlo anarquista, socialista, sindicalista, unionista o carrancista, pues que de todo trae, como ensalada de noche buena, y que es órgano de la Casa del Obrero Mundial de la ciudad de México, me topo en su edición del 12 del corriente mes de diciembre con un artículo titulado: La clase productora, escrito por un tal A. Velázquez López, en el que después de meter la pata terriblemente acerca de lo beneficioso que sería para los trabajadores que hubiera leyes paternales que dictasen un tanto por ciento de ganancia para los patrones, que el articulista en sus sesos de almeja halla justo que gane el señor patrón a cambio de sus desvelos al estar pensando cómo despellejar mejor a sus desventurados esclavos, mete las cuatro patas hasta los cuadriles con una tirada morrocotuda de este género:

Si el trabajo fuera remunerado con un precio o jornal que no permitiera la explotación inícua del capital, la condición del proletariado fuera tan envidiable como la de nuestros compañeros de los Estados Unidos del Norte, por ejemplo.

Y con seguridad el señor Velázquez López se quedó sin sesos. ¡Ahí se le acabaron los de ostión! ¡Pobrecillo! Se conoce que ese pobre educador de obreros como pomposamente se ha de llamar a sí mismo, estirándose el cuellito, habla de memoria.

¡Envidiable la situación nuestra en Estados Unidos! ¡Ca ... chimbas! ¡Que se necesita todo el desplante de un López para asegurarlo!

Con mis propios ojos y con mi experiencia personal, he comprobado que en este país existen desde hace años condiciones tan terribles para los trabajadores como las que dieron origen a la presente revolución social económica de México. Si este pueblo no ha seguido aún el ejemplo de sus hermanos mexicanos, es debido a que, por regla general dentro del pellejo de cada proletario americano se oculta un burgués. Van tras del dólar, ansiosos de hacerse ricos y ser explotadores a su vez. La adoración del dólar es el remache más fuerte de las cadenas del proletariado americano.

Las tiendas de raya que se hicieron tan odiosas en México y que fueron una de las principales causas del levantamiento armado actual, existen aquí esparcidas por todo el país, bajo el nombre inglés de comisaries. En estas tiendas de raya que tienen exactamente las mismas funciones que las de México, se roba a los trabajadores con el mismo cinismo que allá, y hay muchas regiones en las que, como en Louisiana, en Texas, en Colorado, en Nevada y otras, en las que hasta se asesina a sangre fría, ahí sobre el mostrador, a los obreros que van a reclamar su paga para marcharse, disgustados de la terrible esclavitud de verdaderos peones a que se les sujeta. A sus demandas de pago, es frecuente ver al amo o al mayordomo, vaciar su revólver en los cuerpos de aquellos infelices. Y las autoridades americanas, como las de Porfirio Díaz, se hacen ciegas o sordas. ¡Envidiable situación! ¿Verdad señor Velázquez?

Aquí, como en el Valle Nacional, hay muchos lugares donde se arrea a los trabajadores chicote en mano. ¡Ya me imagino al amigo Velázquez, brincando, envidiablemente, más alto que un chivo, para evitar chirrionazos de los patronos, y, rogando a Wilson, de rodillas, que dicte leyecillas contra los chirriones!

Las mismas condiciones de peonaje que hicieron al mexicano empuñar el fusil, existen aquí. Ahí están los campos de lópulo de Wheatland, en este Estado de California, que no me deja mentir. Ahí están los campos madereros de la Louisiana que confirman mi dicho. Ahí las minas de carbón de los Estados de Colorado, de Nevada, Oklahoma y tantos otros, en los que, si el señor Velázquez estuviera, ya no encontraría la puerta para salir disparado como bala, huyendo de la envidiable situación de los obreros de este país.

Por último, para no hacer el cuento tan largo, recordaré al amigo Velázquez que también aquí hay los Río Blanco y los Cananea de Porfirio Díaz, y en mucho mayor escala que en México. Ahí están las matanzas bárbaras en masa, que por largos meses se estuvieron cometiendo a diario en las personas de los huelguistas mineros y sus familias, ancianos, mujeres y niños, en las extensas regiones mineras de Colorado y otros cuatro Estados vecinos, en los que los proletarios asesinados se cuentan por millares y millares; asesinatos cometidos por los esbirros armados, a sueldo de los explotadores de las minas y por los soldados de los diferentes Estados y los federales. ¡Y todo fue nada más porque pedían, pacíficamente declarados en huelga, la abolición de las tiendas de raya, mejor tratamiento, aumento de salarios y disminución de horas de trabajo! ¡¡¡Qué situación tan envidiable!!! ¿Verdad, señor Velázquez?

Hay otras muchas, muchísimas iniquidades que se cometen en este país con los trabajadores y que narrarlas sería tanto como escribir una enciclopedia; y este artículo se ha hecho terriblemente grande.

Con lo apuntado baste para demostrar al señor Velázquez que ha metido los remos hasta el tope, y que al asegurar la mentira de que nuestra condición de obreros en este país es envidiable, lo hizo o porque el pobre es un burrito en dos patas o por su afán de encandilar a los trabajadores a que apoyen a su amo, barbas de chivo, y se contenten con reformitas y leyecillas inútiles que hagan la situación del obrero mexicano tan reteenvidiable como la que gozamos los obreros en Estados Unidos.

Lo que de hecho hay en el fondo de todo es que los educadores de obreros de filiación carrancista, que existen en México actualmente, hacen cuanto pueden por llevar a los trabajadores por caminos torcidos, para que aceptando las panaceas de las uniones obreras, de las reformas y componendas con el gobierno, quede esperanzado a alcanzar su emancipación de manos del mismo gobierno y no se lance a conquistar la tierra y la libertad por medio de las armas, en contra del gobierno, de los ricos y la religión.

De esta manera se distrae a los trabajadores con esperanzas vanas, mientras que Carranza logra hacerse fuerte y los señores educadores pescan un huesito que roer.

¡Alerta, trabajadores mexicanos! No os dejéis embaucar con la política de adormidera que en estos momentos están haciendo Carranza y los suyos. Comprended que vuestra salvación está en aniquilar la autoridad, el capital y el clero, y no en panaceas de políticos; y aprovechando estos momentos en que Carranza aún no logra hacer fuerte su gobierno, luchad por Tierra y Libertad.

Hacedlo ahora, que después será más difícil.

(De Regeneración, del 25 de diciembre de 1915. N° 218).
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