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EN POS DE LA LIBERTAD

Enrique Flores Magón

CARRANZA ES OTRO DÍAZ



La actitud asumida por el gobierno de los Estados Unidos hacia el de Venustiano Carranza en la actualidad, es exactamente igual a la asumida por el mismo gobierno americano con el de Porfirio Díaz, cuando el de la Casa Blanca tenía aún esperanzas de que el viejo tirano pudiese llegar a dominar la situación.

Este simple hecho debiera ser más que suficiente para demostrar a los que todavía creen en Carranza, a causa de que éste simula jesuíticamente preocuparse por el bienestar de los trabajadores, que no hay más diferencia que en la forma entre el gobierno de Díaz y el de Carranza; pero que en el fondo el actual gobierno de México lleva idénticas tendencias a las que inspiraron al de Porfirio Díaz.

Pero ya que ese detalle no es suficiente para convencer a muchos carrancistas de buena fe de que Carranza tiene las mismas tendencias que hicieron insoportable el dominio de Porfirio Díaz, recordaré otro.

Desde luego hay una circunstancia que habla muy alto en contra de Carranza: la de que es hacendado. En la región de Cuatro Ciénegas, Estado de Coahuila y en otros muchos puntos del mismo Estado, Carranza posee largas extensiones de terreno en las que habitan millares de peones que trabajan esas tierras en beneficio del amo, Carranza, y en las que se crían incontables cabezas de ganado, pertenecientes también al mismo Venustiano Carranza, que, de hecho, es el más rico propietario de aquellas comarcas. ¿No basta este simple hecho para demostrar que Carranza siendo rico, tiene que estar al lado de los ricos, como Porfirio Díaz lo estaba, y en contra de los pobres, que son los trabajadores? Si Carranza, al contrario de Porfirio Díaz, estuviese a favor de los pobres, ¿no expropiaría a todos los ricos (comenzando consigo mismo), de todas las riquezas y las tierras que han extorsionado del pueblo, de los trabajadores?

Pero sucede lo contrario. La llamada revolución de Carranza había expropiado gracias al celo de algunos jefes carrancistas de buena fe, las tierras adquiridas, mejor dicho robadas por medio de chicanas legales, durante el dominio de Díaz, y ahora esas tierras están siendo devueltas a sus legales dueños por el gobierno de Carranza. ¿No demuestra eso que Carranza respeta lo hecho por Díaz y que, por lo mismo, al hacerse solidario de los despojos cometidos por Díaz y sus autoridades, que son las que expidieron los títulos de propiedad que ahora hace válidos Carranza, este jesuita es igual a Porfirio Díaz, puesto que repito, sostiene, al respetarlo, lo hecho por Díaz?

Gentes sencillas pudieran alegar que entre esos a quienes se devuelve ahora la tierra expropiada por los jefes carrancistas, haya algunos que deveras poseían esas tierras desde tiempo inmemorial, y que, por lo mismo, merecen que les devuelvan sus tierras. Aunque este es un pobre argumento, porque basta que la propiedad de la tierra sea individual para que sea un robo hecho a los demás, puesto que la tierra no ha sido creada para el uso y disfrute de un determinado individuo, sino que es el producto de fuerzas naturales ajenas a la voluntad individual, y que, por lo mismo, debe ser aprovechada por todos los seres humanos y no por unos cuantos que la han acaparado, suponiendo aunque sin conceder, que tienen razón, yo daré otra prueba más innegable, de que Carranza sigue los pasos de Díaz.

Es público y notorio que nuestros hermanos indios Yaquis vivían, hace apenas veinticinco años todavía, perfectamente tranquilos, dedicados a una vida laboriosa en la extensa región yaqui en el Estado de Sonora, y cuyos terrenos, desde tiempo inmemorial, eran los comunales de la tribu. Público y notorio es también, que los capitalistas americanos codiciaron las ricas tierras de aquella región y que por medio de Ramón Corral y de Porfirio Díaz, obtuvieron que los indios fueran arrojados de toda aquella región por medio de la fuerza bruta a sangre y fuego, a cuyo efecto Díaz envió batallones tras batallones de soldados federales que asesinaron a mujeres, niños y ancianos, y arrazaron pueblos enteros hasta obligar a los naturales a remontarse en las sierras. Público y notorio es también que para apoderarse de estas tierras codiciadas, no solamente diezmaron a la raza Yaqui, sino que, también, a los prisioneros de guerra y a sus mujeres y niños los deportaron a las plantaciones henequeneras del Estado de Yucatán, situadas en el extremo sur de la República, y a las plantaciones de café de otros Estados surianos, como Oaxaca y Tabasco, donde fueron vendidos como esclavos en la cantidad de $200.00 por cabeza, con cuya venta Díaz y Corral aumentaron fabulosamente las ya mal habidas cuantiosas fortunas. Público y notorio es también que los Yaquis, desde aquella época han estado siempre levantados en armas, y que una vez iniciada la presente revolución han redoblado sus actividades, logrando al fin recuperar una buena parte de lo que a la tribu fue robado y que, de derecho, a la comunidad Yaqui pertenece.

Pues bien, puede que el gobierno de Carranza, instigado por los mismos capitalistas que instigaron a Díaz y Corral a despojar a la raza Yaqui de sus tierras para beneficio de esos aventureros extranjeros rapaces, está llevando a cabo una campaña sangrienta contra nuestros hermanos Yaquis para volverles a arrebatar lo que ya han recuperado, para entregárselo nuevamente a los explotadores extranjeros, en su mayor parte americanos.

¿Puede pedirse mejor prueba de que Carranza sigue los pasos de Porfirio Díaz, de que Carranza es otro Díaz?

Además, Carranza ha prometido a Woodrow Wilson, respetar las propiedades de los extranjeros, propiedades adquiridas, como es bien sabido, por medio de concesiones y enjuagues turbios en la época de Díaz. ¿No demuestra también esto que Carranza se hace solidario de los actos de Díaz y que, por consecuencia, es otro Díaz?

Lo anteriormente expuesto y el hecho de que el gobierno americano permita al de Carranza pasar soldados por territorio de Estados Unidos y en el mismo adquirir pertrechos de guerra libremente, mientras que a las demás facciones les prohibe abastecerse hasta de municiones de boca en este lado de la frontera, de igual manera que aquel gobierno obró en la época de Díaz, demuestra también que Carranza es otro Díaz, otro lacayo de la Casa Blanca, con la que está de acuerdo para subyugar al proletariado mexicano y entregarlo atado de pies y manos a la rapiña de la clase capitalista extranjera y mundial; misma clase a la que pertenece Venustiano Carranza y a la que tiene que servir por muchas consideraciones; siendo las principales, su calidad misma de capitalista y la de gobernante.

Y como Carranza, cualquier otro gobernante, que sea elevado al poder, tendrá que seguir los pasos de Porfirio Díaz si quiere retener dicho poder. La clase capitalista no puede permitir que otra clase de hombre (si lo pudiera haber), consolide en México un gobierno que vaya en contra de los intereses de los ricos.

Por esta razón no hay que luchar por tener el raro gusto de mudar de yugo, ni tampoco debemos permitir que Carranza logre hacer fuerte su gobierno.

Si queremos conquistar nuestra libertad económica y nuestro derecho a la vida y a los goces honestos que de la misma emanan, debemos luchar sin descanso hasta lograr que la tierra, las casas, la maquinaria, las fábricas, los talleres y todos los medios de producción y de transporte, queden en poder de los trabajadores.

Mientras tal no hagamos, continuaremos siendo juguetes de los políticos. La revolución tendrá que continuar en pie.

(De Regeneración, del 18 de diciembre de 1915. N° 217).
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