Índice de Elecciones y anarquismo de Saverio Merlino y Errico MalatestaAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

Entre dos fuegos

A un artículo mío, El peligro, inserto en L´ Italia del Popolo del 5 de noviembre, ha respondido por una parte Luigi Minuti (L´ Italia del Popolo, 11 de noviembre) y por otro lado mi amigo Malatesta (L'Agitazione de Ancona, número 35).

No puedo resistir a la tentación de dar a conocer al lector el enfrentamiento, que es muy instructivo, de estas dos respuestas.

El hecho puesto de relieve por mi en el artículo, El peligro, es que la cruzada contra el parlamentarismo, que en un tiempo hacían los anarquistas y a veces también los socialistas, hoy la hacen los Seghele, los Cesana y otras personas respetabilísimas, pero que como remedio a los males del parlamentarismo proponen mutilarlo. volver atrás.

No querría, decía yo, que la gente mordiera el anzuelo y que, perdida toda confianza en el sistema parlamentario, se reconciliase con el despotismo. Un Boulanger no es posible en Italia. En el golpe de Estado no creo. Pero de hecho el gobierno, habiendo arrojado el descrédito sobre el parlamento, hace lo que le da la gana; y el país casi le aplaude, como aplaudió (como todos recuerdan) a Crispi.

Ese es un hecho que Malatesta reconoce como verdadero y que Minuti no desmiente.

Ante este hecho el republicano intransigente dice: Puede ser que la gente se vuelva republicana.

El anarquista abstencionista dice: Puede ser que se vuelvan todos anarquistas.

Y ambos se frotan las manos de contento. ¿Y si la gente se hiciera partidaria del gobierno absoluto? ¿O si se hiciera cada día más indiferente a la propia libertad (je m 'en foutise, dicen los franceses con una palabra intraducible) o incapaces de ejercitarla? Esa es la cuestión.

Mis contradictores deberían examinar el hecho subrayado por mí y demostrar que la propaganda reaccionaria que se hace contra el sistema parlamentario no constituye un peligro, porque el pueblo está dispuesto a implantar la República o la anarquía.

Minuti razona así: El pueblo está disgustado del sistema parlamentario. Hagamos la República.

Bravo, ¿cómo hacerla si el pueblo no se preocupa ni siquiera de la poca libertad que podría tener en la monarquía?

Es justamente el caso de recordar el dicho de María Antonieta: falta el pan, distribuid brioches.

¿Pero no sabe Minuti que con un poco de energía este pueblo podría obtener en la monarquía al menos nueve décimas de las libertades que le prometería -y que no sabe si luego le daría- la República? ¿Que un pueblo resuelto, activo, experto en la agitación pública, impondría hoy al gobierno la abolición completa del confinamiento, el respeto a los derechos de reunión y de asociación, el derecho de huelga y muchas otras cosas?

El parlamento no es que no pueda funcionar bien en el sistema actual; más bien yo creo que no puede ni siquiera funcionar bien en una República capitalista, en la que hubiera pobres y ricos.

Pero el principio de la soberanía del pueblo, del derecho del pueblo a tener una voluntad y a hacerla valer, se puede y debe afirmar desde ahora, de todas las maneras, sin esperar la proclamación de la República.

Errico Malatesta hace un razonamiento análogo al de Minuti. El pueblo se muestra indiferente al gobierno parlamentario, no hace uso de los derechos que tiene y que podría hacer valer contra el gobierno. Por lo tanto, propugnamos la abolición del gobiemo. Estas son, textualmente, sus palabras:

Los reaccionarios aprovechan la corrupción y la impotencia parlamentaria para levantar la bandera del clericalismo y del absolutismo: es verdad. ¿Pero querría por esto Merlino que nos pusiéramos a intentar esta obra tan imposible cuanto contraria a nuestras convicciones y a nuestros intereses de partido, de salvar el parlamento del desprecio y del odio popular? Entonces sí que el pueblo, viendo que el parlamento no tiene otros enemigos que los reaccionarios, se arrojaría enteramente en sus brazos. Si Boulanger en Francia pudo convertirse en un peligro serio, fue porque los anarquistas eran pocos, y la masa de los socialistas, siendo parlamentaristas, participaban del descrédito en que el parlamentarismo ha caído justamente.

La verdad es que muchos anarquistas pasaron a militar en las filas de los boulangeristas, justamente porque fueron desviados por la propaganda contra el sistema parlamentario, propaganda puramente negativa.

Abolir el parlamento, abolir el gobierno, ¿y luego? Y luego cada uno hará lo que quiera y se vivirá en el mejor de los mundos posibles.

Nuestra misión (la de los anarquistas) es la de mostrar al pueblo que, dado que el gobierno parlamentario, tan maléfico como es, es sin embargo la menos mala de las formas de gobierno, el remedio no está en cambiar el gobierno, sino en abolir el gobierno.

Esto lo decís vosotros, pero el pueblo cree que el gobierno de uno solo es mejor que el de pocos y no concibe en absoluto (de esto podéis estar seguros) un estado de cosas sin gobierno.

El pueblo no está convencido de que el sistema parlamentario sea la menos mala de las formas de gobierno y si no hubiera otro argumento para hacerle dudar de lo que vosotros decís, estaría la propaganda republicana, la cual le sugiere, según Minuti, un concepto de gobierno donde el parlamento tenga su razón de ser en el sufragio universal, y su explicación en una asamblea legítima, representante de la soberanía popular.

Un hombre o un partido puede atrincherarse detrás de una frase: abolición del gobierno. Pero el pueblo quiere saber cómo hará para vivir, para entenderse en las cosas de interés común. Abolido el municipio (que es un pequeño gobierno), ¿quién pensará en las calles. en la iluminación, en el cuidado de un río como el Tíber y en tantas otras cosas de interés común?

¿Pensarán todos? ¿Cada uno a su modo? ¿O no pensará ninguno? ¿O se encargarán algunos de ocuparse de estos servicios públicos en bien de todos? ¿Serán estos encargados los árbitros de actuar según su parecer o estarán sometidos a la voluntad de la población? ¿La población tendrá una voluntad única o pueden surgir entre ésta pareceres diferentes? ¿Y en este caso se deberá elegir entre uno u otro? ¿Cómo? ¿Se reunirá el pueblo en masa a deliberar sobre cada cuestión presente? ¿O bien se reunirán solamente los representantes o delegados de los varios grupos?

Malatesta no es un anarquista individualista o amorfista. Admite la necesidad de la representación y del voto mayoritario en algunas cosas de interés común indivisible. ¿Qué es esto sino el sistema parlamentario corregido y mejorado, no ya abolido?

Yo tengo una duda: que toda esta guerra que se hace al parlamentarismo, está hecha de palabras. En este caso sería lícita, si no fuese peligrosa. Comencemos por decirle al pueblo que aparezca, que se sirva de los derechos que tiene (como por otra parte hace L 'Agitazione, a excepción, no sé por qué, del derecho electoral), que pida otros, que luche, que comience ... para terminar donde y como mejor pueda.

Merlino

De, Avanti!, del 24 de noviembre de 1897.

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