Índice de Artículos políticos 1914 de Ricardo Flores MagónAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

ARTÍCULOS POLÍTICOS 1914

Ricardo Flores Magón

Selección de Chantal López y Omar Cortés

EL FONDO DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA



Ante la mirada inteligente de los hombres estudiosos del mundo se levanta como una formidable interrogación el movimiento revolucionario conocido. con el nombre de revolución mexicana.

Este movimiento es, sin temor a equivocarse, el drama más emocionante que ha tenido por escenario esta vieja tierra, porque en el seno de este cataclismo social, en el fondo de ese inmenso crisol lleno de substancias en activa ebullición, se concreta con toda claridad una amplia aspiración popular: la libertad económica, esto es, la posibilidad de obtener por medio del trabajo todo lo necesario para la existencia del ser humano, sin que sea menester alquilar los brazos y la inteligencia.

CARRANZA Y VILLA NO SON LA REVOLUCIÓN

Sin embargo, de este movimiento que, por su naturaleza, es una verdadera lucha de clases, no se conoce más que lo que flota por encima de él, ignorándose por completo, o casi por completo, lo que alienta en su seno, como del mar sólo vemos su superficie, ora tranquila, ora encrespada; pero sin darnos cuenta cabal de las maravillas de la vida animal y de la vida vegetal que sostengan en su fondo.

En la superficie del movimiento mexicano vemos a Carranza y a Villa disputando a Huerta la silla presidencial, como se vio ayer a Madero disputando a Porfirio Díaz la presidencia de la República, más así como Madero no fue la revolución, pues ésta continuó su curso bajo la administración maderista, tampoco lo son Carranza y Villa, pues la revolución seguirá en pie aun cuando cualquiera de estos dos hombres logre escalar el poder, en tanto que la libertad económica siga siendo una aspiración y sólo terminará cuando la aspiración haya sido satisfecha.

TIERRA Y LIBERTAD

Con un buen sentido admirable, el trabajador mexicano ha llegado a comprender que la fuente de todas las riquezas es la tierra; la tierra, de la cual se obtienen los cereales y demás vegetales necesarios para la subsistencia del hombre y de los animales útiles; la tierra, que con sus bosques brinda combustible y material de construcción; la tierra, que en su seno guarda metales y canteras; la tierra, que suministra la industria, directa o indirectamente, toda la materia prima; la tierra, en la que hay que construir los cimientos de la vivienda para la familia; la tierra, que con sus manantiales y sus ríos y sus mares y sus lagos genera la vida, produce fuerza y luz y suministra alimentación animal variadísima. Por eso el trabajador mexicano en su lucha por la libertad económica, trata de hacerse dueño de la tierra, en la seguridad de que, él que es dueño de la tierra es dueño de todo, y, por consiguiente, libre.

LO QUE NO SE CONOCIA

Este movimiento, púramente económico, es el que no se conoce o se conoce muy poco. En la prensa vemos noticias de batallas, escaramuzas, emboscadas, fusilamientos, incendios de propiedades, y la opinión general es que en México se trata de derribar a Huerta para poner en su lugar a Carranza o a Villa. Tal opinión es fundamentalmente errónea. El trabajador mexicano se ha levantado en armas cansado de sufrir opresión y miseria durante cuatrocientos años, opresión y miseria que se hicieron extremas bajo la administración de Porfirio Díaz.

ESCLAVITUD

Fue durante la administración de Porfirío Díaz cuando el trabajador mexicano acabó de perder los jirones de libertad y de bienestar que había logrado salvar en sus cuatro siglos de servidumbre. Las pocas tierras que pertenecían a los pueblos y que eran el patrimonio común de los habitantes de éstos, fueron acaparadas de diversas maneras por los hacendados colindantes o por favoritos del gobierno, y los habitantes de los pueblos así desposeídos, se encontraron en la alternativa de perecer de hambre o de alquilar sus brazos para trabajar por un mísero salario, las mismas tierras que regaron con su sudor sus padres y sus abuelos y ellos mismos habían cultivado por su cuenta. El resultado del acaparamiento de las tierras fue la esclavitud de los trabajadores en los campos y en las ciudades.

PEOR QUE ESCLAVOS

El esclavo, por el mero hecho de haberle costado dinero a su amo, era tratado por éste, al menos, con la consideración con que se trata a un caballo o a una vaca. El trabajador mexicano no tuvo esas consideraciones. Como había abundancia de trabajadores, y, además, su adquisición no costaba al hacendado un solo centavo, los peones del campo tenían que trabajar de sol a sol por salarios que fluctuaban, según la región, entre dieciocho, veinticinco, treinta y siete y cincuenta centavos mexicanos por la jornada, teniendo que hacer sus compras en la tienda de la hacienda, donde efectos de mala calidad se les cargaban a precios subidísimos. Si el peón enfermaba, podía morir como un perro sin asistencia médica de ninguna especie, y como el salario era tan exiguo que no bastaba ni para alimentarse únicamente con maíz y frijol, siempre estaba endeudado con el amo, y esa deuda la heredaba el hijo a la muerte del padre, siendo cosa común encontrar peones que ganaban dieciocho centavos diarios con deudas a la hacienda por más de doscientos pesos. Esa deuda los ligaba a la hacienda y no había un peón que no estuviera endeudado.

COMPLICIDAD DE LAS AUTORIDADES

Si el peón, desesperado de su situación, salía de la hacienda en busca de trabajo mejor remunerado, el amo daba aviso a las autoridades de los pueblos inmediatos, y éstos lo devolvían a la hacienda, donde se le aplicaba una paliza hasta dejarlo medio muerto, o se le amarraba a los rayos de una rueda de carro de manera que girase con ésta durante todo un día, o se le ponía en el cepo, o se le aplicaba la gota de agua, tormento que consiste en dejar correr gota por gota el agua de un recípiente en el dorso de la mano de la víctima que al principio ríe de la tortura; pero que, pasado un rato, pide a gritos que se le mate de un tiro mejor que seguir sufriendo los agudos dolores que produce esa al parecer inofensiva operacíón. Todo eso se hacía para ejemplo de los demás, con el fin de evitar posibles evasiones.

SEÑORES DE HORCA Y CUCHILLO

Los hacendados eran, pues, señores de horca y cuchillo, dueños de vidas y haciendas. El peón consideraba como una desgracía que apareciera en su familia alguna mujer hermosa, pues sabía que tenía qua ser prostituida por el amo o por los hijos del amo, y si no consentía en esa prostitución, era enviado al presidio o al cuartel, cuando mejor le iba, si no era matado como un perro a la vuelta de un camino por la policía rural que se conoce con el nombre de Acordada. La misma pena sufrían los trabajadores que no se quitaban el sombrero delante del amo o que se atrevían a protestar contra las injusticias de que eran testigos.

CONDICIONES GENERALES

Los trabajadores de las minas, de las fábricas o de los talleres no eran menos infortunados que sus hermanos los trabajadores rurales, pues a los mezquinos salarios que ganaban había que añadir la tiranía de los patrones y de las autoridades; la miseria era universal; los derechos del ciudadano eran letra muerta para los pobres; los niños tenían que trabajar desde los seis o siete años de edad, para aumentar en unos cuantos centavos el haber de la familia; el que tenía un pedazo de tierra, o unas cuantas cabezas de ganado, o una casita y se rehusaba a vender esos modestos bienes al hacendado era víctima de la ley fuga, o, si bien le iba, ingresaba al presidio o al cuartel; reunirse para tratar asuntos de interés público, era un crimen, como crimen era la manifestación de las ideas de palabra o por escrito; había que soportar en silencio toda clase de infamias; era necesario presenciar con corazón de piedra toda clase de injusticias.

LA REVOLUCIÓN

Contra ese estado de cosas narrado aquí a la ligera, se levantó en armas el Partido Liberal Mexicano en el otoño de 1906 y en el verano de 1908, habiendo sido el primer Partido que tuvo la audacia de enfrentarse al formidable poder de Porfirio Díaz. Estos dos movimientos insurreccionales fueron aplastados por diversos motivos, por el ejército del viejo dictador; pero ellos sirvieron para sacudir intensamente a las masas populares, inyectando en ellas el espíritu de rebeldía que estalló por fin irresistible en noviembre de 1910, y que se ostenta cada vez más lozano prometiendo acabar para siempre con la tiranía y la injusticia.

LA INFLUENCIA DEL PARTIDO

El Partido Liberal Mexicano es una organización obrera que se extiende por todo el territorio de México y los Estados del sur de los Estados Unidos y está representado en este país por un Comité de cinco individuos, Ricardo Flores Magón, Enrique Flores Magón, Librado Rivera, Anselmo L. Figueroa y Antonio de P. Araujo como secretario de dicho comité, cuyo nombre oficial es Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano. Puede decirse que la revolución mexicana es el resultado de los trabajos de este Partido, como ha sido reconocido por personas imparciales que han entendido el estudio del movimiento mexicano.

¿POR QUE NO HAY GOBIERNO ESTABLE?

La propaganda de los ideales de este Partido ha penetrado hasta los más escondidos rincones de la República Mexicana, llevando la esperanza al atormentado corazón de los humildes; esos ideales pueden ser condensados de este modo: todo ser humano, por el solo hecho de nacer, tiene derecho a vivir; el derecho de propiedad privada, cuyo efecto natural es el acaparamiento por unos cuantos de la tierra, la maquinaria y los medios de transportación, es un obstáculo para garantizar a cada ser humano el derecho de vivir, y si subsiste el derecho de propiedad privada, es porque existe la institución llamada gobierno, cuya misión es sostenerlo por medio de la fuerza, y la institución llamada iglesia, cuya misión es sostener con su influencia moral al capital y al gobierno.

LA LEVADURA DEL MOVIMIENTO

Estos sencillos principios constituyen lo que pudiéramos llamar la levadura de la revolución mexicana; estos principios obran como reactivos poderosos en el conjunto de tendencias en conflicto que se llama revolución mexicana; a ellos se debe el hecho de que extensas regiones del país se encuentren en poder de los habitantes de las mismas, quienes han tomado posesión de las tierras que antes pertenecían a las haciendas, para cultivarlas por su cuenta; a ellos se debe el hecho, harto significativo, de que los archivos judiciales y de la propiedad sean reducidos a cenizas por los revolucionarios, y de que sea cosa común el incendio de las iglesias y de las oficinas públicas del gobierno. Si se preguntase a cada uno de los revolucionarios de la clase de tropa, no importa bajo que bandería luche, con qué objeto ha empuñado el fusil, contestaría sin vacilar: para quitar la tierra de las manos de los hacendados y hacerla propiedad de los pobres. La influencia de los principios del Partido Liberal Mexicano es tan grande, que todas las facciones en armas prometen al pueblo, para tener adeptos, repartos de tierras después del triunfo de sus respectivos movimientos, y el mismo presidente de los Estados Unidos, Woodrow Wilson, ha tenido que confesar que no habrá paz en México mientras no sea entregada la tierra a les trabajadores.

LA ACCIÓN DEL PARTIDO

La acción del Partido Liberal Mexicano no se reduce a la publicación del órgano del mismo, REGENERACION escrito en español y en inglés, y la difusión constante de literatura revolucionaria, sino que cuenta, en el terreno de la acción, con falanges combatientes, siendo las principales las que operan en la región del Yaqui, del Estado de Sonora; en las regiones de Santa Rosalía y Casas Grandes, del Estado de Chihuahua; en la región central del Estado de Durango y en distintas regiones de los Estados de Michoacán, México, Guanajuato, Guerrero, Oaxaca y otros, aparte de guerrillas diseminadas en todo el resto del país, como quedará probado bien pronto, cuando Carranza o Villa ocupen la presidencia de la República y hagan un llamamiento a todos los revolucionarios para que depongan las armas. Entonces se verá que la revolución quedará en pie y que los que quedan luchando arma al brazo, son los miembros del Partido Liberal Mexicano, dispuestos a continuar esta guerra hasta su fin, que no es otro que el aniquilamiento del sistema capitalista y la reorganización social sobre firmes bases de verdadera igualdad y de verdadera libertad.

ZAPATA Y SALGADO

Estos sinceros y valerosos revolucionarios surianos continuarán en armas hasta que el proletariado tome posesión de la riqueza social, o al menos, por lo que respecta al movimiento agrario de Zapata, hasta que los pobres queden dueños de las haciendas y hagan su vida sin necesidad de tener que alquilar sus brazos a ningún amo. Salgado ha demostrado en actos públicos que sigue los principios del Partido Liberal Mexicano, mientras Zapata da toda clase de garantías a los miembros del Partido Liberal Mexicano que actúan en territorio controlado por él.

LOS APOSTOLES

No menos importante es la tarea que se han impuesto numerosos miembros del Partido Liberal Mexicano, pues muchos de estos ingresan a las filas carrancistas, villistas y huertistas para propagar entre los soldados los ideales de emancipación económica, política y social del proletariado; otros recorren el país en distintas direcciones sembrando la semilla de las buenas ideas por ciudades, villas, pueblos y rancherías, contribuyendo a encauzar la aspiración popular hacia la organización de una sociedad sin ricos, sin autoridades y sin sacerdotes.

UN NUEVO SISTEMA SOCIAL

Para el observador y el estudioso, en el fondo de la revolución mexicana se encuentra en gestión un nuevo sistema social. Carranza, Villa, Huerta, Vázquez Gómez, Félix Díaz son basuras que flotan en la superficie del mar embravecido al lado de los cadáveres de Madero, Pino Suárez y Bernardo Reyes. Nada significan los nombres en este formidable movimiento; los grandes combates en que entran en juego miles de combatientes y se gastan millones de cartuchos, no son la revolución por sí solos; la revolución es la determinación del trabajador a acabar con un sistema social bajo del cual ha sido el esclavo humillado, el paria despreciado, y la lucha continuará hasta que el sistema actual haya sido reducido a escombros.

(De Regeneración, N° 196 del 18 de julio de 1914)

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