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ARTÍCULOS POLÍTICOS 1914

Ricardo Flores Magón

Selección de Chantal López y Omar Cortés

NO QUEREMOS REFORMAS



Cosa curiosa es que dos hombres que poseen distinta psicología, y que para sus razonamientos parten de premisas enteramente divergentes, pues diametralmente opuestas son sus convicciones económicas, políticas, filosóficas, sociales, morales y aun artísticas, lleguen, sin embargo, a estar de acuerdo en la solución de un problema tan complejo como es el del movimiento revolucionario de México.

Los dos hombres son: Woodrow Wilson, presidente de los Estados Unidos, y Ariel, un colaborador de nuestro colega Tierra y Libertad, de Barcelona.

Ambos opinan que, subdividiendo los latifundios en pequeñas propiedades para ser repartidas entre los peones, se aseguraría la paz en México.

Dice Ariel en un artículo titulado El indio mexicano, que apareció en el número de Tierra y Libertad correspondiente al 20 del pasado mayo:

Y puede asegurarse que, ínterin no se repartan las tierras, desapareciendo los latifundios, subdivididas en pequeñas propiedades, México será siempre, como hasta aquí, el país de las eternas revoluciones.

Nosotros no opinamos ni como Ariel ní como Wilson precisamente porque somos antiautoritarios, esto es, anarquistas. Esa repartición de tierras tendría que ser hecha por un Gobíerno lesionando el llamado derecho de propiedad de los ricos, y todos los anarquistas sabemos que ninguno se atrevería a hacer tal cosa, pues faltaría al principal compromiso que tiene, y que es el de velar por los intereses de la clase capitalista.

Por lo demás, todos los anarquistas estamos convencidos de que el derecho de propiedad individual es la causa de la esclavitud económica, política y social del proletariado. ¿Cómo pudiéramos creer entonces que quedase en paz el país de las eternas convulsiones si se perpetúa el infame derecho de la propiedad individual al subdividir las tierras en pequeñas propiedades, pues por pequeñas que fueran no dejarían de ser propiedades?

Suponiendo, sin conceder, que esa subdivisión pudiera ser hecha por un Gobierno, como estaría basada en el derecho de propiedad, tarde o temprano volvería a quedar la tierra en poder de unos cuantos, y las eternas convulsiones volverían a manifestarse. Esto, sin hacer mención de los que nacieran después de que el reparto hubiera sido hecho, quienes se encontrarían tan desheredados como los que actualmente luchan por conquistar la tierra.

Penetrados de estas verdades, los miembros del Partido Liberal Mexicano nos esforzamos por hacer entender a los proletarios que ignoran nuestros ideales de reconstrucción social, que la solución del problema del hambre no está en la subdivisión de la tierra en pequeñas propiedades, sino en unir toda la tierra y trabajarla en común, sin patrones y sin gobernantes, teniendo todos, hombres y mujeres, el mismo derecho a trabajarla, y, gracias a esas eternas convulsiones, los miembros del Partido Liberal Mexicano tienen la oportunidad, que como verdaderos revolucionarios aprovechan, de propagar sus ideales por medio de la palabra y de la acción, teniéndose como resultado el que varias regiones de lo que se llama República Mexicana, estén en poder de poblaciones comunistas que saben a la vez labrar la tierra y pelear en su defensa. Ejemplos: el Yaqui, la región del centro del Estado de Durango, México, Guanajuato, Michoacán, Jalisco, Guerrero, Sur de Puebla y otros, en que los habitantes han tomado posesión de la tierra, de las casas, de los almacenes y de los útiles de trabajo.

No, no hay que conformarse con repartos de tierras; hay que tomarlo todo para hacerlo propiedad común, no individual, y, para obtener este resultado, los miembros del Partido Liberal Mexicano no solamente luchan en grupos netamente libertaríos organizados para la guerra, sino que esparcidos individualmente por todo el país, propagan en campos y pueblos los principios salvadores contenidos en el Manifiesto del 23 de septiembre de 1911, principios que abogan por la desaparición, para siempre, de la Autoridad, el Capital y el Clero.

Y no para ahí la intensa propaganda de los miembros del Partido Liberal Mexicano, pues muchos de ellos, audaces e inteligentes, sientan plaza de soldados en las filas de carrancistas y huertistas para educar a los proletarios inconscientes, y los efectos de esa propaganda todos lo sabemos: son las deserciones en masa, rebeliones de compañías enteras de las milicias de los partidos puramente políticos y el robustecimiento consiguiente de las fuerzas de los combatientes de la bandera roja.

Nosotros creemos que mejor que con reformas ilusorias debemos llevar esta lucha hasta el fin: la emancipación económica, política y social del proletariado.

(De Regeneración, N° 192 del 13 de junio de 1914)

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