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HACIA EL COMUNISMO

Nuestra conducta, siempre digna, nos permite dirigir la palabra a todos aquellos que han asumido una actitud diametralmente opuesta al espíritu que animó la revolución triunfante.

Estas palabras son de Juan Sarabia y las tomo de un artículo escrito por él en El Diario del Hogar, de la ciudad de México, bajo este titulo: Democracia, no Anarquía.

Es largo el artículo, pero poco dice. Se reduce a manifestar que el pueblo mexicano es ignorante y que, por lo mismo, no entiende nuestros principios, y se tira por todo lo alto con estas palabras: ¿Qué conciencia puede tener la inmensa mayoría de un pueblo que ha vivido treinta y cinco años en la opresión y en la ignorancia, de esas altas filosofías, de esas revolucionarias doctrinas sociológicas que ni cerebros preparados y cultos pueden digerir fácilmente?

La mayor parte del artículo se concreta a invitarnos a que digamos a nuestros hermanos libertarios que depongan las armas y se retiren a sus hogares.

Los liberales no hemos asumido una actitud diametralmente opuesta al espíritu que animó la revolución que Juan llama triunfante. Nosotros no creemos que Madero es la revolución. Tampoco creemos que los proletarios que militaron bajo las órdenes de Madero hayan empuñado el fusil con el único deseo de ganar Sufragio efectivo y no reelección. En tal cerebro de esos proletarios alentaba la idea de cambiar de condición. Las gentes sencillas creyeron que se trataba de acabar con la miseria, que se trataba de hacer algo en favor de los humildes. Madero mismo comprendió cuál era el espíritu de la Revolución y, para atraerse a nuestros hermanos proletarios, les decía, por medio de sus agentes, que nosotros estábamos de acuerdo con él, y hacía promesas de dar tierras y de dignificar al trabajador.

Nosotros no nos unimos a Madero; pero desde que se inició la insurrección, mejor dicho, desde el primer número de Regeneración, en septiembre del año pasado, advertimos a los trabajadores que lucharan por el exclusivo beneficio de su clase y que desconfiasen de los movimientos encabezados por las clases ilustradas y ricas, que prometen mucho a los pobres para ser ayudados por éstos, olvidándose de las promesas cuando ven cumplidas sus ambiciones.

Ahora se están convenciendo los trabajadores de que fueron víctimas del engaño, pues el Gobierno no puede ponerlos en posesión de la tierra y de la maquinaria de producción, y es por eso por lo que el movimiento esencialmente económico del Partido Liberal Mexicano está siendo dia a dia reforzado por cientos de soldados maderistas que, con armas y bagajes, se lanzan a luchar bajo la bandera roja del proletariado, sostenida por los liberales que luchan por Tierra y Libertad.

La Prensa capitalista anuncia con pavor que los maderistas, que se están resistiendo a ser desarmados, se resisten, porque los agentes de Madero les dijeron que luchaban por lo mismo que continúa luchando el Partido Liberal Mexicano. La misma Prensa capitalista anuncia, casi a diario, que los soldados maderistas se están pasando a las filas liberales. La misma Prensa capitalista, espantada, está acusando a Madero por haber hecho promesas, entre ellas la de la tierra, que no puede cumplir. La misma Prensa capitalista da noticias diarias de la huelga general casi toda de carácter revolucionario. La toma de posesión de la tierra por los habitantes del Estado de Morelos, por los peones de campo del Estado de Yucatán, por los compañeros yaquis del Estado de Sonora, por los indios de las márgenes del lago de Chapala, por los habitantes de playa Vicente, en Veracruz, etc., etc. La misma Prensa capitalista da cuenta del movimiento del Partido Liberal Mexicano en casi todos los Estados de la República, movimiento puramente económico.

Ve, pues, Juan Sarabia, que nosotros no hemos asumido una actitud diametralmente opuesta al espíritu que animó y anima actualmente la Revolución. Naturalmente los políticos de las clases directoras quisieron detener el movimiento revolucionario con la caída de Díaz para sentar a Madero en el Sillón Presidencial; pero los libertarios no nos conformamos con eso y queremos que la lucha llegue a su fin, el fin que espanta a los convenencieros, a los cobardes, a los que no se sienten con fuerzas para acometer una empresa titánica, pero salvadora: la toma de posesión de la tierra, de la maquinaria de producción y de los medios de transportación para el uso y disfrute de todos y cada uno de los habitantes de México, hombres y mujeres. Este fue el espíritu de la Revolución y sigue siéndolo, por supuesto, radicalizándose cada vez más, como que cada día despiertan nuevas conciencias y el movimiento toma mejor orientación.

Ya ve Juan Sarabia que no se necesita un pueblo de sabios ni de filósofos para que haya revolución económica. Se necesita solamente un pueblo de valientes, y valientes se están mostrando los mexicanos en su tarea de aplastar el privilegio que tienen los ricos de aprovecharse del trabajo humano, y el privilegio que se arrogan los gobernantes de declararse amos de los pueblos.

El pueblo mexicano es ignorante en su mayoría; pero es inteligente y comprende que su salvación no está en elegir un nuevo gobernante, sino en tomar posesión de la fábrica, del taller, de la mina, del campo, del barco, del ferrocarril, de todo, en fin, para que ya no haya hambre, para que todos seamos iguales y hermanos.

Compañeros trabajadores: continuad ingresando al Partido Liberal Mexicano. No esperéis nada bueno de los Gobiernos. Haceos justicia desconociendo el derecho de propiedad individual. Que todo sea para todos. No esperéis a que esté hecha la paz para que un gobierno misericordioso ponga en vuestras manos todo lo que existe. Tomad inmediata posesión de todo.

Ricardo Flores Magón

(De Regeneración, 29 de julio de 1911).


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