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CADA QUIEN CON SU CLASE

Proletario: duélete de tu propia condiclón. Tus hijos anémicos, canijos, mugrientos, reclaman tu atención. Tu compañera sufre, casi siempre en silencio, las consecuencias de tu docilidad para tus verdugos.

Tú eres el culpable de que tus hijos tengan hambre; sobre tu conciencia deben pesar el dolor y la desventura de los tuyos.

Sí, tú eres el culpable porque desprecias a los de tu clase y admiras, sigues, aplaudes y vitoreas a los ricos, a los que brillan por el oro que han amontonado con tu sudor. Es de esa manera como tú mismo forjas las cadenas que te hacen esclavo.

Rebélate, proletario; pero rebélate con los tuyos; con los que, como tú, tienen las manos encallecidas por el trabajo y las espaldas encorvadas por las duras tareas. Mas no te rebeles asi como quiera: no seas fuerza ciega, sino esfuerzo consciente, esto es, ataca, incendia, derriba, destruye, reparte la muerte; pero llevando en tu cerebro la idea de que luchas por tu clase, de que vas a emancipar tu clase, de que vas a destruir el derecho de propiedad individual para que la riqueza no siga por más tiempo siendo el patrimonio exclusivo de los ricos y de los intelectuales, esto es, de los hombres de estudios.

Unete a las filas del Partido Liberal Mexicano. Rechaza indignado a todos aquellos que traten de decidirte a que sigas a Madero, porque óyelo bien: Madero es tu verdugo, es el verdugo de tu clase. Madero es rico y no piensa sino en aumentar su riqueza. Ayer hizo millones explotando a tus hermanos en sus haciendas. Ahora quiere hacer millones con la sangre de los humildes.

Despierta, proletario: llama a la vergüenza en tu auxilio. ¿No te sientes humillado ante la altanería del rico? Te roba el producto de tu trabajo y se mofa de tu mugre y de tus andrajos. Para el rico no eres el creador de la riqueza y del lujo que él goza, sino un pelado. Tú haces sus palacios, y si te atreves a llegar a ellos, llamará a la policia para que te lleve a la cárcel; tu levantas sus cosechas; mas debes cuidarte de rondar por los almacenes porque puedes morir de un balazo o ir a parar a la cárcel; tú fabricas las ricas telas y los confortables muebles y tapices que no son para tu compañera ni para tus hijos; tú haces todo lo que contribuye a que la vida sea más agradable, arreglas los parques, construyes y pules las carreteras, compones las calles, tiendes los rieles, haces las casas para tener que pagar tú mismo por habitarlas; en fin, lo haces todo, todo sale de tus manos creadoras y, sin embargo, no gánas más que lo estrictamente necesario para que medio repongas las fuerzas perdidas para seguir creando riquezas, riquezas, riquezas y obteniendo, para ello, el desprecio de los que te explotan; pues para ellos no eres otra cosa que un plebeyo, un ser de condición inferior, perteneciente al populacho y a la canalla.

Rebélate indignado, hermano. Vé a tomar las armas; pero no con tus verdugos, no con Madero, sino con tus hermanos los miembros del Partido Liberal Mexicano. Madero quiere que sigas trabajando como hasta aqui, pues la revolución de él solamente beneficia a los hombres de las clases encumbradas.

Rebélate con la resolución inquebrantable de tomar posesión de la tierra y de los instrumentos de trabajo, para el beneficio de todos. Recuerda que la tierra vino a quedar en poder de unos cuantos por medio de la conquista, esto es, de la violencia, y por otros medios más o menos malos como el robo, el fraude, la astucia, el agio. Los que no la obtuvieron por alguno de esos medios la compraron o la recibieron por herencia. Si la compraron lo hicieron con el dinero que representaba el sudor de la clase trabajadora.

No es un robo lo que vamos a cometer los liberales mexicanos, sino un acto de justicia, el más hermoso que han contemplado los siglos, el más sublime de que han sido testigos las edades.

Compañeras: empujad a vuestros compañeros a que trabajen por la felicidad de la familia. Es una vergüenza que en este siglo haya pobres y ricos. La ciencia ha venido a descubrir que todos somos iguales; que todos, por lo mismo, tenemos derecho a vivir. Para conquistar este derecho debemos tomar posesión de la tierra y de la maquinaria y no trabajar más para los amos.

Ricardo Flores Magón

(De Regeneración, 22 de abril de 1911)


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