Presentación de Omar CortésPRIMERA PARTE - IDEALES EDUCATIVOS - Capítulo I - Postulados de las modernas teorías educativasBiblioteca Virtual Antorcha

Bertrand Russell

ENSAYOS SOBRE EDUCACIÓN

INTRODUCCIÓN




Debe de haber en el mundo muchos padres que tienen, como el autor de este libro, hijos jóvenes a quienes quieren educar del mejor modo posible y ven con disgusto los inconvenientes de la mayor parte de las instituciones que hoy existen. Las dificultades con que tropiezan estos padres no pueden resolverse merced a esfuerzos puramente individuales. Es posible, evidentemente, educar a los hijos en su propia casa por medio de institutrices y tutores, pero este sistema tiene el inconveniente de privarles de la compañía de otros niños a que les inclina su instinto, y puede restar a su educación elementos esenciales.

Ademas, es extraordinariamente perjudicial para un niño o niña sentirse raro y diferente de otros niños, y ello puede producir a la larga resentimientos contra los padres y el deseo de contradecir sus gustos y aficiones. Un padre consciente, teniendo en cuenta todo esto, envía a sus hijos a escuelas defectuosas porque las escuelas que él desea o no existen o no están bastante próximas. Así, pues, la reforma educativa interesa a los padres conscientes en bien de la sociedad y en el de sus propios hijos. Si los padres son ricos, no necesitan, para solucionar su particular problema, que todas las escuelas sean buenas, sino que haya algunas escuelas buenas a una distancia razonable. Pero para los padres que viven de su salario o de su sueldo, la única solución está en la reforma de las escuelas elementales.

Y como ha de haber división de opiniones en los padres en cuanto al carácter de la reforma, lo más práctico es una enérgica propaganda educativa, cuyos efectos han de producirse cuando los hijos de los reformadores estén definitivamente formados. Y así el amor de nuestros hijos nos lleva gradualmente a esferas más amplias filosóficas y políticas.

En las páginas que voy a escribir quiero mantenerme lo más alejado que me sea posible dentro de esos mundos. La mayor parte de cuanto tengo que decir no responderá a mi posición particular en cuestiones tan debatidas hoy en día. Pero es claro que resulta imposible una independencia absoluta. La educación que deseamos para nuestros hijos depende de nuestros ideales acerca del carácter humano y de nuestras esperanzas respecto a su incorporación a la humanidad. La educación que desea un militarista no puede parecerle bien a un pacifista; las ideas educativas de un comunista no pueden coincidir con las de un individualista. La diferencia fundamental es la siguiente: no puede existir acuerdo entre quienes utilizan la educación como un medio para arraigar ideas definitivas y quienes piensan que debe producir una total independencia de criterio. Estos dos puntos de vista son de importancia tan fundamental, que es absolutamente preciso afrontarlos. Al propio tiempo se ha avanzado mucho en conocimientos psicológicos y pedagógicos que, al margen de estas cuestiones fundamentales, están muy relacionados con la educación. Ya se notan los resultados de las nuevas doctrinas, pero habrá de pasar mucho tiempo antes de su total asimilación. Especialmente en los primeros cinco años de la vida se ha comprobado que tienen mucha más importancia de la que hasta hoy se les concedía, lo cual aumenta a su vez la función educativa de los padres. El fin que persigo deliberadamente es evitar toda disputa y controversia. El tono polémico es necesario en algunos temas, pero al hablar a los padres se debe expresar el sincero deseo del bienestar de sus hijos, lo cual, en unión de los conocimientos modernos, basta para decidir un gran número de problemas educativos. Cuanto he de decir no es sino el resultado de mis preocupaciones con respecto a mis hijos; no hay, pues, en ello nada de remoto ni teórico, y espero que ayudará a aclarar las ideas de otros padres en situación análoga a la mía, bien sea para compartir o para rechazar mis opiniones. Las opiniones de los padres tienen una importancia enorme, pues por falta de experiencia éstos son con frecuencia un obstáculo para los más bien dotados educadores. Tengo la convicción de que si los padres desean una excelente educación para sus hijos no han de faltarles maestros capacitados.

Me propongo estudiar a continuación, en primer lugar, los fines de la educación, la clase de individuos y de sociedad que podemos aspirar razonablemente a producir con una educación aplicada a la materia prima de la calidad actual. No me interesa el mejoramiento de la raza por la eugenesia o por cualquier otro procedimiento natural o artificial, pues ello está al margen de los problemas educativos. Pero concedo mucha importancia a los modernos descubrimientos psicológicos, que tienden a demostrar que el carácter se determina mucho más pronto y mucho más profundamente de lo que se creía por los más entusiastas educadores de generaciones anteriores. Hay que distinguir entre la educación del carácter y la educación de la inteligencia, que en un sentido estricto debe llamarse instrucción. La distinción es útil, aunque no definitiva; un discípulo que quiera instruirse necesita reunir ciertas cualidades morales, y asimismo son necesarios mucho conocimientos para la práctica fecunda de diversas virtudes importantes. En materias discutibles la instrucción debe figurar aparte de la educación del carácter. Trataré primero de la educación del carácter porque es especialmente importante en los primeros años, y continuaré con su estudio a través de la adolescencia, para enlazarla con una cuestión tan importante como la educación sexual. Finalmente, analizaré la educación intelectual, sus fines, sus programas y sus posibilidades, desde las primeras lecciones de lectura y escritura hasta los últimos años universitarios. La educación posterior que hombres y mujeres reciban del mundo y de la vida queda fuera de mi propósito, pero uno de los fines primordiales de la educación infantil debiera ser la capacitación de hombres y mujeres para aprender las lecciones que ha de darles la experiencia.
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