Índice de Ideas generales sobre mi método de la Dra. María MontessoriPeríodos sensitivosLa preparación espiritual del maestroBiblioteca Virtual Antorcha

EL ANÁLlSIS

Considerar los períodos sensitivos en el niño es casi analizar la personalidad en sus períodos sucesivos, reconociendo a cada período una necesidad impelente en la educación, hacer vivir intensamente en el presente que es el único tiempo aprovechable en la vida. Los problemas pedagógicos que se oponen a este principio son tal vez encontrar qué cosas deberá, pues, aprender el niño en las varias edades o épocas de su evolución y componer un programa, teniendo en cuenta los periodos sensitivos y sus principios filosóficos y sociales. Los períodos sensitivos son la guía psicológica de la nueva educación, porque indican la edad adaptada al trabajo que por excelencia representa el ejercicio que no fatiga y que además desenvuelve las energías de la vida. Dar a cada niño lo que debe hacer a su tiempo, en su propio presente, es el problema intrínseco de la nueva pedagogía.

Sin embargo, no es esto una cosa tan fácil de resolver como parece a primera vista. Porque hemos seguido hasta aquí la costumbre de agrupar las materias de enseñanza, o mejor dicho, los hechos de la cultura, de un modo no psicológico en relación con los períodos sensitivos. La primera pregunta que nos hacemos es: ¿A qué edad debe enseñarse a leer, a escribir, en cuál debe comenzarse la aritmética, la música? Pero esto que nosotros llamamos leer, escribir, aritmética, música, no son elementos, sino agrupaciones de cosas: son complejos que tienen una fisonomía enteramente diversa de lo que puede ser un hecho psíquico, una tendencia natural. ¿Es posible que la humana criatura esté de tal modo organizada, que para desenvolverla biológicamente sea necesario un ejercicio sobre las cuatro operaciones o sobre una regla de gramática? La cultura, ¿no es acaso una cosa complicada y artificial que no tiene ninguna correspondencia directa con los fenómenos naturales de la vida en su desenvolvimiento?

La cuestión pedagógica se refiere antes que nada a estos complejos artificiales, que son los hechos de cultura, para descomponerlos en sus elementos, para hacer lo que en mi método se llama el análisis, concediéndole a esta palabra un significado muy particular.

El análisis es una descomposición en elementos que se refieren no tanto a la materia de cultura en sí, cuanto a la persona que se debe cultivar, y que para adquirir esta cultura debe hacer esfuerzos de varios géneros. Sería, pues, un análisis que parte de un punto de vista psicológico y fisiológico. El individuo que aprende una cosa determinada se ve obligado a superar obstáculos de muy diverso grado, y el conjunto de estos esfuerzos variados le conducen, en fin, a adquirir aquel hecho de cultura que estamos habituados a considerar como un todo. Será conveniente aclarar esto con un ejemplo.

En el acto de escribir una palabra se presentan dificultades de índole mecánica, por ejemplo, sostener en la mano un instrumento de escritura y manejarlo con soltura y ligereza; hay después otra dificultad mecánico-motriz que consiste en llevar la mano de tal modo que se reproduzca la forma de la letra necesaria para la composición de la palabra. Una dificultad de otro género consiste en ordenar las letras, una después de otra, de modo que compongan precisamente la palabra buscada y que resulte de esta palabra un sentido; éste es un trabajo de la inteligencia que se hace del todo independiente del acto mecánico de trazar la escritura. Todos estos componentes diversos -componentes psicológicos- de la escritura se funden en el acto de escribir una palabra. Quien la escribe supera, por tanto, de parte de su organismo psicofísico, dificultades de muy diversos grados.

Si nos ponemos a considerar otro acto de cultura se llega más o menos al mismo resultado: cada uno de los actos es resultante de varias actividades del organismo. La separación hasta el límite de lo posible de estas dificultades es lo que nosotros en nuestra pedagogía llamamos el análisis. El análisis no consiste, sin embargo, en un estudio teórico de estos varios elementos, sino que sirve precisamente para conducir y guiar en el campo práctico de la educación. Se necesita que para cada elemento se haya organizado un ejercicio completo de modo que forme algo que pueda subsistir por sí y no algo incompleto como pudiera ser la parte de un todo. En el análisis, el elemento fisiológico se toma más en consideración que el hecho de cultura, y este elemento fisiológico se debe desenvolver aparte bajo su forma adecuada, porque es la aptitud fisiológica la que principalmente se debe desenvolver. Así, para esclarecer las cosas, se puede preparar el movimiento de manejo de un instrumento de escritura con dibujos coloreados y variadísimos que pueden desenvolverse con miras a un arte decorativo (nuestro llamado ejercicio de encajes), sin que esto haga ni siquiera sospechar que se trata de la preparación de un elemento fisiológico de la escritura. Preparamos la capacidad de trazar las letras del alfabeto enseñando al niño a tocar con los dedos formas aIfabéticas de papel de lija pegadas sobre papel liso, y permitiendo a las delicadas y sensibles yemas de los dedos infantiles pasar muchas veces sobre las formas, siempre en el sentido de la escritura. Finalmente, el trabajo intelectual de componer la palabra colocando una junto a otra las distintas letras del alfabeto, se hace usando alfabetos móviles de los cuales el niño escoge las letras correspondientes a cada uno de los componentes de la palabra misma.

Trabajo de memoria sensorial y de inteligencia, sin duda alguna, superior a los mecanismos de la escritura, y que supone un ejercicio mental independiente de estos mecanismos. Estos tres ejercicios juntos son la escritura; si bien se reflexiona entra en ellos una preparación de la mano como no puede conseguirIo la más perfecta caligrafía, y una capacidad de componer la palabra que supera todas las dificultades de la ortografía. Sin embargo, el individuo no ha escrito realmente. Sus aptitudes sólo se han desenvuelto de un modo potencial. Vendrá un día en el que una especie de síntesis interior, a causa de un sentimiento, de una emoción o por simple madurez, provocará aquel fenómeno maravilloso que es la explosión de la escritura.

Esto hace pensar en la síntesis química. El hidrógeno y el oxígeno, por ejemplo, son los elementos del agua; pero no son el agua, no son ni una molécula de agua, son otra cosa: son dos elementos químicos independientes entre sí, independientes del agua, y que pueden existir y saturarse molecularmente por sí mismos. Pero se ponen juntos, pasa por ellos una chispa eléctrica y hace formarse el agua.

Me parece que el parangón químico tiene con nuestro fenómeno del análisis, en pedagogía, analogía perfecta.

La cosa más interesante es que estos tres elementos de la escritura se encuentran adaptados a momentos diferentes de la vida. Mientras los dibujos comienzan ya a interesar al niño hacia el fin de la edad de tres años, y se continúa después hasta que no se desenvuelve el sentimiento artístico del dibujo, el ejercicio de tocar las letras es interesante sólo para los niños de cuatro a cuatro años y medio; interés que es además mucho menos que el que siente por el dibujo, pero más que suficiente para fijar bien el movimiento exacto y perfecto (caligráfico) necesario para trazar los signos, porque el ejercicio es propio del pleno período sensitivo. El otro acto de composición de la palabra, absolutamente inaccesible a los niños de tres años, se inicia a los cuatro años y medio de edad y se continúa lo mismo que para el dibujo, más allá de los cinco años, acompañando todavía por vario tiempo la actual escritura, después del advenimiento de su explosión. Los diferentes elementos no sólo, pues se inician cada uno en diferentes períodos de la vida, sino que cada uno de ellos dura un espacio de tiempo notablemente diferente; esto es, cada elemento necesita una cantidad de ejercicio mayor o menor para establecerse perfectamente.

Si reflexionamos que las cosas dichas para la escritura pueden repetirse para todos los hechos de cultura, resultan de aquí consecuencias de un extremo interés práctico.

Las dificultades para aprender son generalmente debidas al hecho de que estos varios elementos obran obstaculizándose unos a otros. Analizando ahora los elementos, se encuentra que tal vez la dificultad máxima es debida a los obstáculos del todo inferiores: así se puede decir que el origen principal de la fatiga y del tedio que los niños experimentan a medida que avanzan en los estudios es debido a que elementos de orden inferior, pero indispensables, no fueron desenvueltos antes a su debido tiempo. Ahora, el individuo debe soportar la fatiga de retornar a la edad infantil y preparar fuera de tiempo el elemento indispensable para hacer avanzar la inteligencia razonadora y creadora, que encontraría justamente fácil caminar rápidamente y sin obstáculos a lo largo del plano superior a que ha llegado por natural desenvolvimiento. La anécdota de Vittorio Alfieri, tan repetida en las escuelas italianas, representa una exageración del hecho común que se encuentra en todas las escuelas secundarias, y hasta a menudo en la misma Universidad.

AIfieri es el hombre que quiere dar posibilidad de expresión al genio literario que descubre tardíamente en sí mismo. Debe entonces comenzar a superar muchas dificultades del aprendizaje que son más duras para él que para un niño. El heroico esfuerzo que Alfieri se impone es un verdadero retroceso a la infancia. Porque el componer poemas no sería fatiga para su genio; pero es fatiga necesaria, aprender a expresarse. El ejemplo está bien buscado para animar a los muchachos a tener paciencia, a encontrar por pura fuerza de voluntad una constancia artificial en sus estudios, porque estos estudios, aunque en menor grado, están saturados de esa misma dificultad; esto es, de muchas cosas en que la energía interna querría volar hasta los altos confines, pero el alma se ve obligada a realizar el esfuerzo de continuar en el suelo para completar tardíamente una árida preparación.

Con nuestro criterio del análisis se evita precisamente ese escollo de los estudios avanzados. Es ya un progreso práctico, porque separa unos de otros elementos componentes cuando son de varios grados.

Para el niño, comprobar que le falta cualquier cosa simple que necesita poseer para poder triunfar en un trabajo intelectual más alto, es una conquista importantísima. Esta conquista aparece como una liberación de la inteligencia que entrevé que una vez superado el obstáculo todo marchará triunfalmente y sin fatiga.

El caso opuesto, esto es, que se ponga ante el niño un elemento intelectual muy elevado es muy raro y casi abandonado en la misma práctica. En efecto, la inteligencia, aún no madura, no puede alcanzar algo que rebasa sus límites, y muy pronto la práctica comienza un trabajo necesario de eliminación.

En cambio, el caso contrario continúa y continuará hasta el infinito, consumiendo las mejores energías de la inteligencia, porque puede apelar al esfuerzo voluntario, al sacrificio y mantener asi las energías superiores en un plano menos elevado.

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