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VIII

EL PROFESORADO

Otra dificultad grave se me presentó con el personal. Por útil que fuera la formación del programa para el planteamiento de la enseñanza y de la educación racional, venía después la necesidad de buscar personas aptas para su ejecución y la práctica me demostró que esas personas no existían. ¡Cuán verdad es que la necesidad crea al órgano!

Había maestros, ¡cómo no! Al fin, aunque no muy lucrativa, la pedagogía es una carrera que mantiene su hombre, no siendo siempre verdad el dicho vulgar que sirve para designar un desgraciado con esta frase: ¡Tiene más hambre que un maestro de escuela! porque la verdad es que en muchos, muchísimos pueblos de España, el maestro forma parte de la junta caciquil en unión del cura, el médico, el boticario y el usurero, personaje este último que no siempre es el mayor contribuyente aunque sea el más rico del lugar, y en resumen el maestro tiene una paga municipal, iguala con los vecinos y también cierta influencia que puede traducirse a veces en beneficios materiales y en las poblaciones importantes, si al maestro no le satisface la paga municipal suele dedicarse a la industria de la enseñanza en colegios particulares donde, de acuerdo con el Instituto provincial prepara burgueses jóvenes para el bachillerato, y si no alcanza una posición privilegiada vive en condiciones de defensa como la generalidad de los ciudadanos.

Había también maestros dedicados a la llamada enseñanza laica, denominación importada de Francia, donde tiene su razón de ser, porque allí la instrucción primaria, antes de ser laica, era exclusivamente clerical y ejercida por congregaciones religiosas, lo que no sucedía en España, donde, por cristiana que fuera la enseñanza, siempre era profesada por maestros civiles. Pero los maestros laicos españoles inspirados y alentados por la propaganda librepensadora y el radicalismo político se manifestaba más bien como anticatólicos y anticlericales que como verdaderos racionalistas.

Ello es que los profesionales de la enseñanza, para adaptarse a la enseñanza científica y racional, habían de sufrir una preparación difícil en todo caso y no siempre realizable por los impedimentos de la rutina, y los que sin previas nociones pedagógicas, entusiasmados por la idea, acudían a ofrecernos su concurso necesitaban también y tal vez con mayor motivo su preparación.

El problema era de solución dificilísima, porque no había más medio de preparación y adaptación que la escuela racional misma.

Pero ¡oh maravilla de la bondad del sistema! Creada la Escuela Moderna por inspiración individual, con recursos propios y con la vista fija en el ideal como criterio fijo, las dificultades se allanaban, toda imposición dogmática era descubierta y rechazada, toda incursión o desviación hacia el terreno metafísico era inmediatamente abandonada, y poco a poco la experiencia iba formando esa nueva y salvadora ciencia pedagógica, y esto, no sólo por mi celo y vigilancia, sino por los primeros profesores, y en ocasiones hasta por dudas e ingenuas manifestaciones de los mismos alumnos.

Bien puede decirse que si la necesidad crea al órgano, al fin el órgano satisface la necesidad.

No obstante, dispuesto a llevar mi obra hasta el fin creé una Escuela Normal, racionalista para la enseñanza de maestros, bajo la dirección de un maestro experimentado y con el concurso de los profesores de la Escuela Moderna, donde se matricularon varios jóvenes de ambos sexos y empezó a funcionar con buen éxito, hasta que la arbitrariedad autoritaria, obedeciendo la instigación de misteriosos y poderosos enemigos, se opuso a nuestra marcha, forjándose la engañadora ilusión de haber triunfado para siempre.

Como complemento de las ideas expuestas en este capítulo, juzgo conveniente incluir las que acerca de la pedagogía individual expuso en el Boletín mi amigo Domela Niewenhuis, en el siguiente escrito:

PEDAGOGÍA INDIVIDUAL

Nunca se hará bastante en pro de los niños. Quien no se interesa por los niños no es digno de que nadie se interese por él, porque los niños son el porvenir. Pero los cuidados para los niños deben ser guiados por el buen sentido; no basta tener buena voluntad; se necesita también saber y experiencia.

¿Quién cultiva plantas, floresy frutos sin saber algo de lo que le corresponde?

¿Quién cría animales, por ejemplo, perros, caballos, gallinas, etc., sin saber lo que es bueno y conveniente para cada especie?

Pero en la educación de los niños, la cosa más difícil del mundo, casi todo el mundo piensa que se tiene competencia para ello por el hecho de ser padre de familia.

El caso es verdaderamente extraño: un hombre y una mujer se conciertan para vivir juntos, procrean un hijo y hételes convertidos de repente en educadores, sin haberse tomado la molestia de instruirse en lo más elemental del arte de la educación.

No somos de los que dicen con Rousseau que es bueno todo lo que viene del creador de las cosas: que todo degenera en las manos del hombre.

Ante todo no podemos decir que todo es bueno, y después declaramos que no conocemos un creador de las cosas, ni menos un creador que tenga manos con las que haga como un hábil obrero que copia un modelo. Y además, preguntamos: ¿Por qué se dice que todo degenera? ¿Qué significa degenerar? ¿Qué idea se tiene de un creador cuyo trabajo puede ser estropeado por los hombres que se consideran como un producto de las manos del creador? ¡Conque es decir que uno de los productos puede estropear los otros! Si un obrero diese un producto así a su patrón, pronto sería despedido por inhábil y torpe.

Preséntase siempre dos lados: el positivo y el negativo; y más se estropea generalmente por el lado positivo que por el negativo.

Hacer algo puede ser útil, pero también perjudicial; pero si impide algo, la naturaleza suele corregir lo que el niño hace mal.

El célebre pedagogo Froebel decía: Vivamos para los niños. La intención fué buena sin duda, y sin embargo, no comprendía el secreto de la educación. Ellen Key, quien en su gran libro El Siglo de los Niños nos da tanto que pensar, tiene más razón cuando dice: Dejemos que los niños vivan por sí mismos.

Comiéncese la instrucción cuando el mismo niño la pida. Todo el programa escolar, que es el mismo para todas las regiones de Francia, por ejemplo, es ridículo. A las nueve de la mañana sabe el ministro de instrucción pública que todos los niños leen, escriben o calculan; pero ¿tienen todos los niños y también los profesores el mismo deseo a la misma hora? ¿Por qué no dejar al profesor la iniciativa de hacer lo que parezca, ya que ha de conocer sus alumnos mejor que el señor ministro o cualquier burócrata, y debe tener la libertad necesaria para arreglar la instrucción a su gusto y al de sus discípulos? La misma razón para todos los estómagos, la misma ración para todas las memorias, la misma ración para todas las inteligencias; los mismos estudios, los mismos trabajos.

Víctor Considérant, el discípulo de Carlos Fourier, escribió un importante libro, ya olvidado, pero que merece ser resucitado, Teoría de la Educación natural y atractiva, en que pregunta: ¿Qué adiestrador de perros somete a la misma regla sus perros de muestra, sus lebreles, sus corredores, sus falderillos y sus mastines? ¿Quién exige de tan diversas especies servicios idénticos? ¿Qué jardinero ignora que unas plantas necesitan más sombra, otras más sol, unas más agua, otras más aire, ni que aplique a todas los mismos sustentáculos y las mismas ligaduras, que pode a todas de la misma manera y en la misma época o que practique el mismo injerto sobre todos los arbolillos silvestres? ¿Vale menos la naturaleza humana que la vegetal o la animal, para que dediquéis menos atención a la cría de los niños que a la de las espinacas, las lechugas o los perros? Acostumbramos a buscar lejos lo que está a nuestro alcance si queremos y podemos ver y observar. Las cosas suelen ser sencillas, pero nosotros las hacemos complicadas y difíciles.

Sigamos a la naturaleza y cometeremos menos faltas. La Pedagogía oficial ha de ceder el puesto a la individual. Ellen Key deseaba un diluvio que anegara a todos los pedagogos, y si el arca salvara únicamente a Montaigne, Rousseau y Spencer progresaríamos algo. Entonces los hombres no edificarían escuelas sino que plantarían viñas en las cuales la labor de los profesores sería levantar los racimos a la altura de los labios de los niños, en vez de hacer que los niños no puedan gustar, como sucede en el día, más que el mosto de la cultura cien veces atenuado.

En el huevo hay un germen: según su naturaleza ha de abrirse; pero no se abrirá sino en el caso de que el huevo se halle colocado en una temperatura conveniente. En el niño hay muchos gérmenes de facultades industriales, de numerosas vocaciones, pero esas vocaciones no se manifestarán sino en el medio y en las circunstancias favorables a su exteriorización.

Si tenemos órganos, preciso es que se formen y se desarrollen; preciso es dejar a los niños la ocasión de desplegar la naturaleza, y la tarea de los padres y de los educadores consiste en no impedir su desarrollo. Sucede como con las plantas: cada cosa tiene su tiempo; primero las yemas y las hojas, después las flores y los frutos; pero mataréis la planta si la sujetáis a procedimientos artificiales para obligarla a invertir el orden natural de su desarrollo. Preservad, sostened, regad; he ahí la labor de los educadores.

Los grandes iniciadores del socialismo comprendieron que el principio de todo es la educación. Fourier y Robert Owen dieron ideas originales que no han sido comprendidas o que han sido descuidadas. En ningún manual de pedagogía se hallan esos nombres, y sin embargo merecen el puesto de honor, porque todas las ideas de educación moderna que actualmente se propagan, se hallan en sus escritos.

La grandeza de aquellos héroes del pensamiento aumenta cuanto más se profundiza en sus obras. Admira su clarividencia; pero se explica considerando que han estudiado la naturaleza.

Una vez más: seguid la naturaleza y seguiréis el mejor camino.

Ya en sus primeros números del Boletín de la Escuela Moderna se empezó la publicación de los siguientes anuncios:

A LA JUVENTUDAL PROFESORADO LIBRE

La Escuela Moderna, en vista del buen éxito obtenido con su instituto inicial, y deseando extender progresivamente su acción salvadora, invita a los jóvenes de ambos sexos que deseen dedicarse a la enseñanza científica y racional y tengan aptitud para ello a que lo manifiesten personalmente o por escrito, a fin de preparar la apertura de sucursales en varios distritos de esta capital.

Los profesores y jóvenes de ambos sexos que deseen dedicarse a la enseñanza racional y científica y se hallen despojados de preocupaciones, supersticiones y creencias tradicionales absurdas, pueden ponerse en comunicación con el Director de la Escuela Moderna para la provisión de plazas vacantes en varias escuelas.

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