Índice de Sueño de una noche de verano de William ShakeaspeareTERCER ACTOQUINTO ACTOBiblioteca Virtual Antorcha

SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO

William Shakespeare

CUARTO ACTO


Primera escena

El bosque.
Lisandro, Demetrio, Elena y Hermia, dormidos.

Entran Titania y Lanzadera, acompañados del cortejo de Duendes y Hadas.
Oberón, invisible, los sigue y observa a cierta distancia.

TITANIA
Acércate. Ven a sentarte en este florido lecho. Ven a que te acaricie las hermosas mejillas, a que ponga rosas de almizcle en tu cabeza suave y llana y bese tus largas y bellas orejas, suave deleite mío.

LANZADERA
¿Dónde está Chicharillo?

CHICHARILLO
Aquí.

LANZADERA
Ráscame la cabeza, Chicharillo. ¿Dónde está Monsieur Telaraña?

TELARAÑA
Aquí estoy.

LANZADERA
Monsieur Telaraña, buen monsieur, toma las armas y mátame esa abeja de encarnados muslos que está posada en aquel cardo. Luego, mi buen monsieur, tráeme su saco de miel. No te acalores demasiado en esa operación, monsieur, y sobre todo, querido monsieur, evita cuidadosamente que la miel se derrame. No quisiera verte sepultado bajo las olas de miel. ¿Dónde está monsieur Mostaza?

MOSTAZA
Aquí.

LANZADERA
Dame un apretón de manos, monsieur Mostaza. Nada de cumplimientos, buen monsieur.

MOSTAZA
¿Qué puedo hacer para servirte?

LANZADERA
Nada, buen mensieur, sino ayudar al" cavalery Telaraña en su tarea de rascarme. He de ir a casa del barbero, monsieur, porque tengo la cara muy peluda, y soy un asno tan nervioso, que por poco que el pelo me pique necesito rascarme.

TITANIA
¿Quieres oír música, dulce amor mío?

LANZADERA
En cuanto a música, tengo un oído bastante bueno. Denme cencerros y matracas.

TITANIA
O dime, amor mío, lo que deseas comer.

LANZADERA
Francamente, un pienso de forraje. Podría tomar un picotín de avena fina, bien seca. Siento también una gran tentación de comer un haz de heno, de un buen heno, y muy fresco. No hay nada mejor.

TITANIA
Tengo un hada escudriñadora que irá a buscar en el repuesto de la ardilla y te traerá nueces tiernas.

LANZADERA
Preferiría un puñado o dos de habas secas. Pero te ruego digas a tu gente que me deje tranquilo. Me siento con cierta exposición al sueño.

TITANIA
Duerme, y yo te rodearé con mis brazos. Hadas, marchen a sus respectivos puestos. (Salen las Hadas). Así se enlazan gentilmente los tallos de la madreselva silvestre y la madreselva olorosa; así la hiedra de la debilidad femenina ensortija los dedos de corteza del olmo. ¡Oh! ¡Cuánto te amo! ¡Cuánto te idolatro! (Duermen).

Entra Puck

OBERÓN
(Adelantándose) Bienvenido seas, buen Robín. ¿Ves este delicioso espectáculo? Ahora empiezo a sentir lástima de su locura. Porque habiéndola hallado poco ha detrás del bosque, recogiendo dulces golosinas para ese odioso imbécil, le he dirigido reproches y la he censurado agriamente. Había ceñido las sienes velludas de su amante con guirnaldas de flores frescas y olorosas. Las gotas de rocío que hace poco irradiaban sobre los capullos como perlas de Oriente, parecían ahora, en el fondo del cáliz de esas flores, como otras tantas lágrimas que llorasen su propio envilecimiento. Cuando la hube ceñido y ella me imploró perdón en términos blandos y sumisos, le pedí su pajecillo. Ella me lo cedió al momento, y he dado a un hada suya la orden de llevarlo a un bosquecillo de mi imperio mágico. Ahora que tengo ya al niño, voy a curar sus ojos de su abominable error. Y tú, gentil Puck, quita de la cabeza de ese rústico ateniense el disfraz que lo transforma, para que, despertando como los otros, se vuelvan todos a Atenas sin haber conservado de los sucesos de esta noche otro recuerdo que la desagradable vejación de un sueño. Pero comencemos por romper el hechizo de la reina de las hadas. (Se acerca a Titania y vierte en sus párpados el jugo de una flor).

Sé como tú debes ser:
cobra tu anterior sentido,
pues que tiene tal poder,
y de su fuerza se ufana,
el capullo de Diana
sobre la flor de Cupido.

Vamos, Titania mía, despierta, mi dulce reina.

TITANIA
(Despertándose) ¡Mi Oberón! ¡Qué visiones he tenido! Me parecía que estaba enamorada de un asno.

OBERÓN
Aquí descansa tu amor.

TITANIA
¿Cómo ha sido eso? ¡Oh! ¡Cuánto aborrecen ahora mis ojos su figura!

OBERÓN
Silencio por un momento. Robín, quítale esa cabeza. Titania, haz que suene la música y que sus acordes sumerjan los sentidos de estos cinco en un sopor más profundo que el sueño ordinario.

TITANIA
¡Música! ¡Eh! ¡Música! Danos acordes que hechicen el sueño. (Música).

PUCK
(A Lanzadera) Cuando despiertes, vuelve a ver con tus propios ojos de imbécil.

OBERÓN
¡Música! ¡Toquen! (Música aún). Ven, Titania; danos la mano e imprimamos a la tierra en donde están tendidos estos durmientes un temblor que los meza. Ahora nos hemos reconciliado tú y yo; mañana, a medianoche, bailaremos en el palacio del duque Teseo solemnes danzas e invocaremos sobre su casa toda suerte de venturosas dichas. Allí también se enlazarán, al propio tiempo que Teseo, esas dos parejas de amantes fieles, con general regocijo.

PUCK
Rey de las hadas, atención y escucha: oigo la alondra matinal.

OBERÓN
Entonces, reina mía, sigamos en profundo silencio a las sombras de la noche. Nosotros podemos dar la vuelta al globo más aprisa que la luna errante.

TITANIA
Vamos, señor; y durante nuestro vuelo, dime cómo ha podido ser que me haya yo visto esta noche durmiendo sobre la tierra entre esos mortales. (Salen. Suenan a lo lejos cuernos de caza).

Entran Teseo, Hipólita, Egeo y acompañamiento.

TESEO
Vamos, que uno de ustedes busque al guardabosque. Ya hemos cumplido nuestras ceremonias; y como aún estamos en la vanguardia del día, quiero que mi muy amada oiga el concierto de mis lebreles. Suéltenlos en el valle occidental; despachen, digo, y tráiganme al momento al guardabosque. Ahora vamos, bella reina, a la cumbre de la montaña, y desde allí prestaremos oído a la confusión armoniosa de los perros y del eco reunidos.

HIPÓLITA
Cierto día me encontré con Hércules y con Cadmo, cuando cazaban osos en un bosque de Creta, con perros de Esparta. Nunca he oído más alegre bullicio; no solamente la selva, sino también el cielo, las fuentes y todos los campos de las cercanías parecían confundirse en un mutuo acento. Jamás he oído disonancia tan musical, trueno más armonioso.

TESEO
Mis sabuesos son de raza espartana; tienen largas mandíbulas y rufo el pelo; sus orejas colgantes barren el rocío de la mañana; las piernas, arqueadas, y una papada como los toros de Tesalia. Son lentos en perseguir, pero sus ladridos parecen tañidos acordados de campana. Nunca en Creta, Esparta o Tesalia se dio la señal del alalí con mayor armonía de gritos, ni respondieron más alegres las llamadas de las trompas. Júzguenlo cuando lo escuchen ... Pero ¡silencio! ¿Qué ninfas son estas?

EGEO
Señor, esta es mi hija, aquí dormida, y este, Lisandro; este otro es Demetrio; también está Elena, la hija del anciano Nedar. Me sorprende hallarlos aquí todos reunidos.

TESEO
Sin duda, se han levantado muy de mañana para cumplir con las ceremonias del mes de mayo, y enterados de nuestros proyectos, han venido a unírsenos aquí para dicha solemnidad. Pero dime, Egeo: ¿no es hoy cuando Hermia debe darte la respuesta acerca de la elección de esposo?

EGEO
Sí, mi señor.

TESEO
Ve y manda a los cazadores que los despierten al sonido de las trompas ... (Gritos dentro, y luego el eco de las trompas. Demetrio, Lisandro, Hermia y Elena despiertan sobresaltados y se levantan). Buenos días, amigos. Ha pasado ya el día de San Valentín. ¿Las aves del bosque no comienzan a emparejarse hasta hoy?

LISANDRO
Perdón, señor. (Lisandro y los demás se arrodillan).

TESEO
Levántense, les ruego. Sé que ustedes dos son enemigos y rivales. ¿De qué proviene este maravilloso acuerdo? ¿Cómo es que el odio, despojándose de toda amargura envidiosa, duerme al lado del odio, sin temer ningún acto de hostilidad?

LISANDRO
Señor, no sé que responderte, en el asombro en que estoy, medio dormido y medio despierto. Te juro que no puedo decirte cómo he venido aquí. Pero, si no me engaño, pues quisiera decir la verdad; sí, ahora recuerdo cómo sucedió: llegué aquí con Hermia. Nuestro proyecto era huir de Atenas para ponernos fuera del alcance de sus leyes.

EGEO
Basta, basta, mi señor, has oído lo bastante. Reclamo contra él la aplicación de la ley; sí, de la ley. La ley sobre su cabeza. Querían huir; se habrían burlado de ti y de mí, Demetrio; de ti y de tu esposa, y hacer nula mi firme voluntad de darte la mano de mi hija.

DEMETRIO
Señor, la hermosa Elena me reveló su fuga y la intención que los llevaba a este bosque. Con furor los he seguido, y el amor ha llevado también a Elena en pos de mí. Yo no sé cómo ha sido, señor; fuerza es que haya sido obra de algún poder misterioso, pero mi amor a Hermia se ha derretido como la nieve. Su recuerdo, para mí, no es más que el de un vano juguete por el que un niño se entusiasma. Y ahora, el único objeto de mi pasión y todos los afectos de mi alma, el único placer de mis ojos, es Elena. A ella, señor, estuve prometido antes de ver a Hermia. Yo la desdeñaba como un enfermo desdeña los alimentos; pero, con la salud, he vuelto a mi gusto natural, y ahora la deseo, la amo, suspiro por ella, y mi corazón le será siempre fiel.

TESEO
Felizmente hallados, dichosos amantes. Ya nos contarán después los pormenores de esa aventura ... Egeo, es preciso que tu voluntad se doblegue ante la mía. Quiero que hoy estas dos parejas sean, al mismo tiempo que nosotros, unidas con eterno lazo. Como la mañana está muy adelantada, dejaremos nuestro proyecto de caza. Vengan con nosotros a Atenas; no habrá para las tres parejas más que una sola y común solemnidad. Vamos, Hipólita. (Salen Teseo, Hipólita, Egeo y el acompañamiento).

DEMETRIO
Estas aventuras se me presentan como en confusa lejanía, lo mismo que esas montañas que de lejos se convierten en nubes.

HERMIA
Se diría que una ilusión de los ojos me hace ver las cosas dobles.

ELENA
Así siento yo también. Y Demetrio me parece como una joya que hubiera encontrado, que es mío y no es mío a la vez.

DEMETRIO
¿Están bien seguros de que nos hallamos despiertos? Algo me dice que dormimos, que soñamos todavía ... ¿No creen que el duque estaba aquí hace poco y que nos ha dicho que lo siguiéramos?

HERMIA
Sí, Y también mi padre.

ELENA
E Hipólita.

LISANDRO
Y nos invitó a acompañarlo al templo.

DEMETRIO
He aquí lo que prueba que estamos despiertos. Sigámoslos, y andando nos contaremos nuestros sueños. (Salen).

LANZADERA
(Despertando) Cuando llegue mi apunte, llámenme y responderé. Mi réplica ha de venir después de estas palabras: Mi hermoso Píramo. ¡Eh! ¡Hola! ¡Pedro Cartabón! ¡Flauta, remiendafuelles! ¡Hocico, calderero! ¡Hambrón! ¡Dios de mi vida! ¿Pues no se han ido todos, dejándome dormido? He tenido la visión más maravillosa. He tenido un sueño ... Todas las facultades del hombre no bastarían a decir lo que es este sueño. Si lo intentara explicar, sería un asno. Me ha parecido que era ... nadie en el mundo podrá decir qué. Me ha parecido que tenía ... pero fuera un arlequín el hombre que tuviera la pretensión de explicar lo que me ha parecido que tenía. Los ojos del hombre no han oído, ni los oídos del hombre han visto, ni la mano del hombre podrá gustar, ni su lengua concebir, ni su corazón expresar lo que era mi sueño. He de hacer que Pedro Cartabón componga una balada sobre este sueño. Se titulará El sueño del Tejedor, porque es un tejido de maravillas, y la cantaré delante del duque al final de una comedia. Es posible que la cante después de la muerte del personaje, para darle más gracia. (Sale).


SEGUNDA ESCENA

Habitación en casa de Cartabón, en Atenas.

Entran Cartabón, Flauta, Hocico y Hambrón.

CARTABÓN
¿Se ha enviado aviso a casa de Lanzadera? ¿Ha regresado ya?

HAMBRÓN
No saben nada de él. Sin duda, está embrujado.

FLAUTA
Si no viene, ¡adiós comedia! No se podrá hacer, ¿no es verdad?

CARTABÓN
No es posible. No hay en toda Atenas hombre capaz de representar a Píramo como él.

FLAUTA
No; es sencillamente el talento más desarrollado de entre todos los artesanos atenienses.

CARTABÓN
Y también el mozo más guapo; su voz no admite piragón en el mundo.

FLAUTA
Querrás decir parangón, porque, ¡Dios nos asista!, el piragón es un insecto insignificante.

Entra Berbiqui.

BERBIQUÍ
Señores, el duque regresa en este momento del templo, acompañado de dos o tres señores y damas que se han casado al mismo tiempo que él. Si hubiéramos podido representar nuestra diversión, nuestra fortuna estaba hecha.

FLAUTA
¡Oh! Bravo y amable Lanzadera, te has perdido una renta de seis peniques diarios por toda tu vida. Era imposible que no le concedieran seis peniques diarios. Sí; el duque le habría dado una renta de seis peniques diarios por haber hecho el papel de Píramo; y si no es así, que me ahorquen. Los habría merecido; seis peniques diarios, o nada, por hacer el papel de Píramo.

Entra Lanzadera.

LANZADERA
¿Dónde están esos muchachos? ¿Dónde están esas almas mías?

CARTABÓN
¡Lanzadera! ¡Oh día grandioso! ¡Oh hora afortunada!

LANZADERA
Señores, tengo que decirles cosas sorprendentes; pero no me pregunten lo que es, pues si se los digo no soy un verdadero ateniense. Se los diré sin omitir nada, exactamente como ha pasado.

CARTABÓN
Cuéntanos, gentil Lanzadera.

LANZADERA
Nada sacarán de mí. Sabrán sólo que el duque ha comido ya. Vayan a caracterizarse; amárrense bien las barbas; pónganse cintas nuevas en los escarpines, y reúnanse de inmediato en Palacio; repase cada uno su papel, pues lo corto y lo largo de la cuestión es que nuestra pieza va a representarse. En todo caso, que Tisbe vista ropa blanca, y que el encargado del papel del león no se recorte las uñas, pues harán las veces de garras de la bestia. Y todos ustedes, queridos actores, han de procurar no comer cebollas ni ajos, porque importa que tengamos la palabra dulce, y así no dudo que oiremos decir que nuestra pieza es la flor y nata de las comedias. Ni una palabra más. Vayamos, adelante. (Salen).

Índice de Sueño de una noche de verano de William ShakeaspeareTERCER ACTOQUINTO ACTOBiblioteca Virtual Antorcha