Índice de Sueño de una noche de verano de William ShakeaspeareSEGUNDO ACTOCUARTO ACTOBiblioteca Virtual Antorcha

SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO

William Shakespeare

TERCER ACTO


Primera escena

Un bosque.

Titania descansa dormida. Entran Cartabón, Berbiqui, Lanzadera, Flauta, Hocico y Hambrón.

LANZADERA
¿Estamos todos?

CARTABÓN
Ya, ya; y he aquí un lugar maravillosamente a propósito para nuestro ensayo. Este césped nos servirá de escena; estas ramas de espino, de bastidores, y actuaremos como si estuviéramos en presencia del duque.

LANZADERA
Pedro Cartabón ...

CARTABÓN
¿Qué quieres, valiente Lanzadera?

LANZADERA
Hay cosas en esta comedia de Píramo y Tisbe que no gustarán nunca. En primer lugar Píramo ha de esgrimir la espada para matarme, lo cual no podrán soportar las damas. ¿Qué me contestas?

FLAUTA
¡Por vida de...! Justísimo temor.

HAMBRÓN
Pienso que, bien considerado, conviene dejar fuera la matanza.

LANZADERA
Nada de eso; tengo un recurso para arreglarlo todo. Escríbanme un prólogo, y que ese prólogo dé a entender que no haremos daño a nadie con nuestras espadas y que Píramo sólo se mata en broma. Para mayor seguridad, díganles que yo, Píramo, no soy Píramo, sino el tejedor Lanzadera. Esto evitará su temor.

CARTABÓN
Muy bien: tendremos un prólogo de ese modo, y se escribirá en verso de ocho y de seis sílabas.

LANZADERA
No; pongan dos más: que se escriba en versos de ocho y ocho.

FLAUTA
Y el león, ¿no asustará a las señoras?

HAMBRÓN
Mucho lo temo, a fe mía.

LANZADERA
Señores, piénsenlo bien: llevar ... ¡Dios nos libre! ... un león donde hay señoras, es cosa terrible; porque no hay animal silvestre más feroz que el león vivo; y es necesario tenerlo en cuenta.

FLAUTA
No es suficiente. Será preciso que el actor encargado de este papel diga su nombre y que se las arregle de modo que a través del cuello del león deje ver la mitad de su cara y diga esto o algo parecido: Señoras, o hermosas señoras: les pido, o bien les ruego, o mejor, les suplico que no tengan miedo, que no tiemblen; les respondo de su vida con la mía. Si creen que es un león lo que tienen enfrente, poco valdrá mi existencia. No, no hay nada de eso: soy un hombre como todos los demás. Y en seguida, que diga su nombre y les haga saber con toda franqueza que es Berbiquí, el ebanista.

CARTABÓN
Bien; así se hará. Pero aún quedan dos graves problemas: el primero es introducir en una habitación la luz de la luna, porque ya saben que Píramo y Tisbe se encuentran bajo la claridad de la luna.

BERBIQUÍ
¿Brillará la luna la noche en que representaremos la obra?

LANZADERA
¡Un calendario, un calendario! Vean el calendario; miren si habrá luna; miren si habrá luna.

CARTABÓN
Sí, la luna brillará esa noche.

LANZADERA
Entonces, sera necesario dejar abierta una ventana del gran salón en que actuaremos, y la luna brillará a través de ella.

CARTABÓN
Sí; o de otra manera, que uno se presente con un manojo de zarzas y una linterna y diga que sale para figurar o representar el personaje de Claro de Luna. Y todavía existe otro problema: necesitamos un muro en medio del salón, porque Píramo y Tisbe, según dice la historia, se hablaban a través de las grietas de una pared.

BERBIQUI
Nunca podrás empujar una pared hasta el centro del escenario. ¿Qué opinas tú, Lanzadera?

LANZADERA
Será forzoso que alguien represente la Pared. Basta que tenga encima algunas plastas de yeso, argamasa, arcilla o cal para figurar un muro, y que coloque los dedos abiertos así, para que, a través de los huecos, Píramo y Tisbe platiquen en voz baja.

CARTABÓN
Si es posible hacerlo así, todo saldrá bien. Vamos, siéntese cada hijo de su madre, y a ensayar sus papeles. Comienza tú, Píramo. Cuando termines lo que tengas que decir, entra en esta espesura; y así sucesivamente cada quien según sus líneas.

Entra Puci por el foro.

PUCK
¿Qué rústicos patanes son esos que están conversando a dos pasos del lugar en que reposa la reina de las hadas? ¡Cómo! ¿Van a representar una comedia? Pues estaré como espectador, o incluso haré de actor, si fuera preciso.

CARTABÓN
Habla Píramo. Tisbe, acércate.

PÍRAMO
Tisbe, la dulce flor es dolorosa.

CARTABÓN
Olorosa, olorosa.

PÍRAMO
...la dulce flor es olorosa. Así es tu aliento mi bien idolatrado. Pero, calla, ¡una voz! Espera, hermosa. Al momento regreso aquí, a tu lado. (Sale).

PUCK
Jamás vieron estos lugares un Píramo más extraño. (Sale).

TISBE
¿Me toca a mí hablar ahora?

CARTABÓN
Así es, pues Píramo sólo se ha ido para saber la causa del ruido que ha escuchado y va a regresar.

TISBE
Radiantísimo Píramo, de tinte incluso más blanco que el lirio, y de color como la rosa carmesí en su tallo, activo y juvenil, joya adorable, tan servicial y fiel como el caballo que sigue su carrera sin cansarse. Junto a ti me uniré en la tumba, Nini.

CARTABÓN
Tumba de Nino, hombre. Pero todavía no has llegado ahí. Este último verso forma parte de una contestación que das más adelante a Píramo. Dices el papel de prisa, sin esperar la réplica. Sal, Píramo; tu interlocutora ha quedado en estas palabras: Su carrera sin cansarse.

Entran otra vez Puck y Lanzadera, éste con cabeza de burro.

TISBE
¡Oh! ...tan servicial y fiel como el caballo que sigue su carrera sin cansarse.

PÍRAMO
Para ti solamente fuera, TIsbe, si fuera hermoso ...

CARTABÓN
¡Oh monstruosidad! ¡Oh maravilla! Estamos encantados. ¡Por favor, amigos! ¡Huyamos, señores! ¡Socorro! (Salen los Comediantes).

PUCK
Voy a seguirlos. A través de matorrales y malezas, de helechos y de espinos, los perseguiré sin cesar. Algunas veces en forma de caballo, otras de sabueso, de cerdo, de oso sin cabeza, o bien de fuego fatuo, me verán correr más rápido que todos ustedes, y me escucharán cerca, rugiendo, ladrando, gruñendo, echando chispas y relinchando mejor por cierto, que el oso, el cerdo, el sabueso o el caballo. (Sale).

LANZADERA
¿Por qué huyen así? Esta es una bribonada suya para infundirme temor.

Entra de nuevo Flauta.

FLAUTA
¡Oh Lanzadera, cómo has cambiado! ¿Qué miro encima de tus hombros?

LANZADERA
¿Qué miras? Una cabeza de burro sobre los tuyos, ¿no es cierto? (Sale Flauta).

Otra vez entra Cartabón.

CARTABÓN
¡El cielo te bendiga, Lanzadera; el cielo te bendiga! ¡Estás transformado! (Sale).

LANZADERA
Adivino su bribonada. Quieren, sin duda, hacerme pasar por burro; quieren asustarme, pero, por más que hagan, no me moveré de aquí. Voy a pasearme a mis anchas y ponerme a cantar para demostrarles que no tengo temor. (Canta).

Ni los mirlos de pico anaranjado,
negros como el hollín;
ni los tordos de acento acompasado
ni el gorrión saltarín.

TITANIA
(Despertando) ¿Qué ángel me despierta en mi lecho de flores?

LANZADERA
Ni el cuclillo, la alondra o el pinzón,
a los que no se da contestación.
Porque, realmente,
¿quién había de perder el tiempo contestando a tan necio pajarraco?
¿Quién quiere dar un mientes a un pájaro, aun cuando grite cucu a quemarropa?

TlTANIA
Te suplico, gentil mortal, que vuelvas a cantar; tus cantos han cautivado mi oído. Asimismo, mis ojos se han enamorado de tu figura, y la fuerza de tu brillante mérito me obliga a decirte, a jurarte que te amo.

LANZADERA
Me parece, señora, que no tienes razón para ello. Pero, a decir verdad, en el tiempo que vivimos la razón y el amor rara vez van unidos. Es mucha lástima que algún vecino honrado no se proponga reconciliarte. Ya ves cómo sé bromear cuando conviene.

TITANIA
Eres tan cuerdo como hermoso.

LANZADERA
No soy una cosa ni otra. Pero si tan sólo tuviera talento para salir de este bosque, creería tener lo suficiente para mi gusto.

TITANIA
No desees salir de este bosque; te quedarás aquí, quieras o no. Soy un espíritu de nivel superior. La primavera dura siempre en mis estados, y te amo. Ven, pues, conmigo; te daré hadas para servirte; irán a buscarte joyas en el fondo del mar. Mientras duermes en un lecho de flores, mis cantos mecerán tu sueño; y de tal manera purificaré los ordinarios elementos de tu naturaleza mortal, que tendrás la suavidad de un espíritu aéreo. ¡Chicharillo, Telaraña, Polilla, Mostaza!

Entran cuatro Hadas.

CHICHARILLO
Aquí estoy.

TELARAÑA
Y yo.

POLILLA
Y yo.

MOSTAZA
Y yo.

LAS CUATRO
¿Adónde tenemos que ir?

TITANIA
Sean benévolas y corteses con este hidalgo; salten y bailen en su presencia; aliméntenlo con albaricoques y frambuesas, uvas moradas y verdosos higos maduros. Quiten a las abejas los aguijones llenos de miel; recojan sus panales impregnados de cera y hagan con ella antorchas, que encenderán en el ojo radiante de la luciérnaga, para alumbrar a mi muy amado al levantarse y al acostarse. Y arranquen las alas multicolores de las mariposas para hacer un abanico que aparte de sus dormidos ojos los rayos de la luna. Inclínense ante él, silfos, y ríndanle homenaje.

CHICHARILLO
¡Salve, mortal!

TELARAÑA
¡Salve!

POLILLA
¡Salve!

MOSTAZA
¡Salve!

LANZADERA
De todo corazón doy las gracias a sus señorías. ¿Qué nombre es el tuyo?

TELARAÑA
Telaraña.

LANZADERA
Me alegraré de trabar contigo más íntimo conocimiento, maese Telaraña, y si alguna vez me ocurre cortarme el dedo, me tomaré la libertad de recurrir a ti ... ¿Tu nombre, honrado hidalgo?

CHICHARILLO
Chicharillo.

LANZADERA
Te pido que presentes mis respetos a la señora Calabaza, tu madre, y a tu padre el señor Guisante. Me alegraré también de trabar contigo más amplio conocimiento, maese Chicharillo. ¿Tu nombre, señor, si te place?

MOSTAZA
Mostaza.

LANZADERA
Señor Mostaza, reconozco perfectamente tu paciencia. Ese cobarde y gigantesco Rosbif ha devorado a más de un caballero de tu familia. Te aseguro que los de tu raza me han hecho venir las lágrimas a los ojos frecuentemente. Mucho deseo continuar tu amistad, señor Mostaza.

TITANIA
Vamos, pónganse a su servicio; llévenlo a mi cenador. Me parece que la luna nos mira con ojos húmedos; y cuando vierte lágrimas todas las florecillas lloran también, llevando el luto de alguna virginidad forzada. Encadenen la lengua de mi bien amado; condúzcanlo en silencio. (Salen).


SEGUNDA ESCENA

Otra parte del bosque.

Entra Oberón.

OBERÓN
Ardo en impaciencia por saber si TItania ha despertado ya y cuál es la primera criatura que se ha presentado a su vista y de la que forzosamente se habrá enamorado. (Entra Puck). Aquí está mi mensajero. Hola, espíritu burlón; ¿qué diversión nocturna hay ahora en este bosque encantado?

PUCK
Mi señora está enamorada de un monstruo. Mientras cerca de su retiro sagrado y solitario pasaba la hora de su lánguido sueño, ha llegado una compañía de cómicos imbéciles, de vulgares artesanos que trabajaban para ganarse la vida en las tiendas de Atenas. Venían a ensayar una comedia que debe representarse el día de las bodas del ilustre Teseo. El más necio de la estúpida cuadrilla, encargado del papel de Píramo, ha salido de escena y ha entrado en un matorral. Yo he aprovechado el momento para encasquetarle una cabeza de burro. Al tocarle el turno de regresar a escena para contestar a Tisbe, mi actor ha salido. Apenas le han visto los demás, cuando han huido, semejantes al ánade silvestre que ha encontrado el ojo del cazador en acecho, o a una bandada de chovas rojizas al escuchar la detonación del mosquete, que ora bajan, ora alzan el vuelo, y de pronto se dispersan y hienden los campos del aire con precipitado aleteo. Al ruido de mis pasos, cae de cuando en cuando uno por tierra, gritando que lo asesinan y.pidiendo socorro a Atenas. En su turbación, sus insensatos terrores se forjaron un enemigo de cada objeto inanimado. Los abrojos y espinas desgarraban sus vestidos; a éste, la manga; a aquél, el sombrero, que se apresuraban a abandonar. Mientras los cazaba de esta manera, había dejado en el lugar de la escena al lindo Píramo en su metamorfosis, cuando Titania ha despertado y en seguida se ha enamorado de un asno.

OBERÓN
Esto sobrepasa mis esperanzas. Pero, como te había ordenado, ¿echaste ya el jugo del amor en los ojos del ateniense?

PUCK
Lo atrapé dormido ... Es también cosa hecha ... Y la joven ateniense reposaba a su lado. De modo que, cuando él despierte, necesariamente habrá de fijarse en ella.

Entran Demetrio y Hermia.

OBERÓN
Permanece quieto; aquí está el ateniense mencionado.

PUCK
La dama es la misma, pero no así el galán.

DEMETRIO
¡Oh! ¿Por qué rechazas a quien te ama con tanta pasión? Regaña con quien te deteste, mas no con quien te adora.

HERMIA
No te hago sentir más que mis desdenes, cuando podría tratarte peor, porque temo que me has dado motivos para maldecirte. Si es verdad que has matado a Lisandro mientras estaba dormido, acaba, ya que tienes un pie en el crimen, termina de hundirte en él y mátame en la misma forma. No es el sol más fiel al día que Lisandro a mí. ¿Puedo creer que haya abandonado a Hermia dormida? Antes creería que la Tierra puede atravesarse de parte a parte, y que la Luna, penetrando a través de su centro, hasta los antípodas, podría venir en pleno mediodía a perturbar los rayos de su hermano. Imposible es que no le hayas dado muerte. Tu cara, feroz y maligna, es, sin duda, la de un asesino.

DEMETRIO
Es la de la víctima herida en el corazón por tu implacable crueldad, y, sin embargo, tú, mi asesino, brillas con el esplendor de su hermosura, tan bella y tan clara, como la lejana Venus allá en su luminosa esfera.

HERMIA
¿Qué tiene eso de común con mi Lisandro? ¿Dónde está? ¡Ah buen Demetrio! ¿Quieres devolvérmelo?

DEMETRIO
Preferiría dar a mis lebreles su cadáver.

HERMIA
¡Aléjate de mí, perro! ¡Aléjate de mí, chacal! Me obligas a traspasar todos los límites, a perder la resignación de mi sexo. ¿Lo has matado? ¡Sé para siempre borrado de la lista de los hombres! ¡Oh! Por piedad, dime, dime una vez la verdad; tú lo mataste mientras dormía, porque despierto no habrías osado mirarlo a la cara. ¡Hazaña valerosa! Un gusano, una víbora podría hacer lo mismo. Es obra de una víbora. Nunca serpiente alguna hirió con dardo más envenenado que el tuyo, reptil.

DEMETRIO
Tu furia te engaña; yo no soy culpable de la sangre de Lisandro, ni nada me prueba que haya muerto.

HERMIA
Entonces, dime, te lo ruego, que vive sano y salvo.

DEMETRIO
¿Qué recompensa sería la mía si pudiera contestarte?

HERMIA
El privilegio de no volverme a ver nunca. Huyo de tu aborrecida presencia. Sea muerto o vivo, piensa en no verme nunca. (Sale).

DEMETRIO
No hay manera de seguirla en el estado de enojo en que se encuentra. Descansemos aquí algunos momentos. El peso del dolor es más intenso cuando el sueño, deudor insolvente, se niega a satisfacernos su deuda. Si espero a que venga a proponerme arreglos tal vez me pague una pequeña partida a cuenta. (Se acuesta sobre el pasto y se duerme).

OBERÓN
¿Qué has hecho? Te has equivocado totalmente y has vertido el jugo amoroso en los párpados de un amante fiel; y de esa equivocación resultará por fuerza el cambio de un amor sincero y no el de un amor ingrato.

PUCK
Así lo mandan los destinos. Por un hombre fiel, hay millones que son frágiles y acumulan perjurios sobre perjurios.

OBERÓN
Recorre el bosque más rápido que el viento para que encuentres a Elena de Atenas. Enferma de amor, con la palidez en las mejillas, exhala suspiros ardientes que alteran el frescor de su sangre. Con ayuda de algún encanto, procura traerla aquí. Yo hechizaré los ojos de él antes que ella llegue.

PUCK
Voy, voy; vuelo más rápido que la flecha disparada del arco del Tártaro. (Sale).

OBERÓN
Flor de color púrpura, herida por la flecha de Cupido, penetra en el globo de sus ojos. Cuando llegue su enamorada hazla resplandecer con el esplendor de una luz viva y pura, como irradia la Venus del firmamento. Si tú, al despertar, joven enamorado, te ves alumbrado con su hermosura, pídele la recompensa.

Vuelve a entrar Puck

PUCK
Capitán de nuestro bando hechiceresco: Elena se acerca en este momento, seguida del joven víctima de mi engaño, el cual le pide el premio de su amor. ¿Quieres que presenciemos esta ridícula escena? ¡Señor, qué locos son los mortales!

OBERÓN
Ponte un poco alejado; el ruido que van a hacer despertará a Demetrio.

PUCK
Entonces serán dos para cortejar a una mujer. Eso sólo será ya una diversión extraordinaria, y nada hay que me guste tanto como lo absurdo.

Entran Lisandro y Elena.

LISANDRO
¿Por qué te imaginas que sólo para burlarme te pido amor? La burla y la broma no tienen lágrimas en los ojos; mira, lloro al hablarte, y eso es una prueba de la sinceridad de mis palabras. Todo en mí lleva el sello de la buena fe. ¿Cómo puedes ver en ello signos de desprecio?

ELENA
Sigues la impostura con mucha habilidad. Cuando la verdad mata a la verdad, ¡oh, qué lucha a la vez más infernal y celeste! Esos homenajes pertenecen a Hermia. ¿Renuncias a ella? Juramentos pesados con juramentos, nada pesan. El homenaje que le rendías y el que me ofreces ahora, puesto uno y otro en los platos de la balanza, tienen el mismo peso; los dos son tan ligeros como fábulas.

LISANDRO
Había perdido la razón cuando le ofrecí mis homenajes.

ELENA
No; la has perdido ahora, que renuncias a ella.

LISANDRO
Demetrio la ama y no te ama a ti.

DEMETRIO
(Despertando) ¡Oh Elena, diosa, ninfa, perfección divina! ¿Con qué, amor mío, compararé tus ojos? El cristal a su lado es turbio. ¡Oh! ¡Cómo atraen el beso tus labios, semejantes a dos guindas maduras y coloradas! La nieve pura y blanca de la cumbre del Tauro, que el viento de Oriente acaricia con su soplo, parece negra como la pluma del cuervo cuando levantas la mano. ¡Oh! ¡Déjame besar esta maravilla de blancura, este sello de gloria!

ELENA
¡Oh vergüenza! ¡Oh infierno! Los veo conjurados para hacer de mí el motivo de sus burlas. Si tuvieran alguna caballerosidad, alguna sombra de cortesía, no me insultarían así. ¿No basta que me aborrezcan, como me consta? ¿Tienen que unirse, además, en cuerpo y alma para ridiculizarme? Si fueran hombres como lo anuncia su exterior, no tratarían así a una dama bien nacida. ¡L1enarme de juramentos y ensalzarme más de lo que alcanza mi mérito, cuando estoy cierta que me aborrecen de todo corazón! Rivalizan en ardor para insultar a Elena. ¡Gloriosa hazaña! Heroica empresa la de conseguir con insolentes burlas que suban las lágrimas a los ojos de una pobre doncella. Ningún hombre de corazón noble ofendería así a una virgen, ni tomaría a juego el apurar su paciencia, como lo hacen ustedes.

LISANDRO
Tu conducta es poco generosa, Demetrio. Deja de comportarte así, ya que amas a Hermia. No lo ignoro, bien lo sabes, y aquí declaro con toda sinceridad que renuncio en favor tuyo a todos mis derechos al amor de Hermia. Renuncia en favor mío a toda pretensión al amor de Elena, a quien amo y amaré hasta la muerte.

ELENA
Nunca tuvieron los que se burlan un lenguaje tan falso.

DEMETRIO
Lisandro, quédate a tu Hermia; no la quiero. Si la amé, todo ese amor se ha desvanecido. Mí corazón no ha estado en ella más que de paso, como un huésped extranjero. Ahora se ha vuelto a Elena para fijarse en ella por siempre como en su morada natal.

LISANDRO
Elena, eso no es así.

DEMETRIO
No intentes rebajar unos sentimientos que no conoces, o teme pagar cara tu osadía ... Ahí tienes a tu amante, que viene; ahí tienes a tu muy amada.

Entra de nuevo Hermia.

HERMIA
¡Oscura noche, que, suspendiendo las funciones de los ojos, haces al oído más dispuesto a recoger los sonidos; y, debilitando el sentido de la vista, doblas la agudeza del oído! ... Mis ojos no te ven, Lisandro, pero el sonido de tu voz me ha guiado a ti ... ¿Por qué me has dejado tan bruscamente?

LISANDRO
¿Y por qué había de quedarse aquel a quien el amor impulsa a marchar a otro sitio?

HERMIA
¿Qué amor podía apartar a Lisandro del lado mío?

LISANDRO
El verdadero amor de Lisandro; un amor que no le permitía quedarse: la hermosa Elena, este astro que ilumina la noche con una luz más viva que todos los globos ardientes, que todos los ojos de luz que resplandecen en lo alto. ¿Por qué me buscas? ¿No te han hecho comprender mis palabras que el odio que te tengo me ha impulsado a dejarte?

HERMIA
Tú no dices lo que piensas; eso no puede ser.

ELENA
¡Miren: ella también es de la conspiración! Ahora veo que se han entendido los tres para organizar contra mí este cruel juego. Ultrajante Hermia, amiga ingrata, ¿has tramado tú, has preparado esta escena de burla infame para atormentarme? ¿Olvidaste acaso nuestra intimidad, nuestro cariño fraternal, las horas tan dulces que pasamos las dos juntas cuando acusábamos al tiempo de ágiles pies porque adelantaba demasiado el momento en que debíamos separarnos? ¡Oh! Todo eso está olvidado, todo: la amistad de la escuela, la inocencia de la juventud. ¡Cuántas veces, Hermia, rivalizando en arte como diosas, tejimos las dos con nuestras agujas una misma flor, trabajando ante el mismo modelo, sentadas en un mismo almohadón, susurrando la misma canción en el mismo tono, como si nuestras manos, nuestros costados, nuestras voces y nuestras almas hubieran estado mezcladas! ¡Así crecimos juntas, semejantes a dos cerezas mellizas que se diría que están separadas, pero que un lado común las une¡ dos lindas bayas modeladas sobre el mismo tallo. Así es como, con dos cuerpos visibles, no teníamos más que un solo corazón, lo mismo que en un blasón se ven dos cuarteles iguales, perteneciendo al mismo escudo y coronados con una sola cimera. ¿Y rompes el lazo de nuestro antiguo cariño y te unes a esos hombres para insultar a tu pobre amiga? Eso no es proceder como una amiga ni como una joven. No se dirige a mí sola esta injuria, sino a todo nuestro sexo, aunque la sufra yo sola.

HERMIA
Me sorprenden tus palabras intemperantes¡ yo no te insulto¡ más bien me parece que tú me insultas a mí.

ELENA
¿No has inducido a Lisandro a seguirme por burla y a que alabara mis ojos y mi cara? ¿No obedece también a instigación tuya que Demetrio, que no hace sino un momento me rechazaba despectivo, me haya calificado de diosa, de ninfa, de divinidad, de maravilla adorable y celeste? ¿Por qué reniega Lisandro de tu amor, tan firmemente arraigado en su alma, y por qué me ofrece sus homenajes sino por mandato y voluntad tuya? Si tengo en patrimonio menos gracias que tú; si arrastro menos amantes tras de mí; si soy menos dichosa en amor, y si, al contrario, tengo la desdicha de amar sin ser amada, es un infortunio que debe excitar tu compasión antes que tu desprecio.

HERMIA
No entiendo lo que quieres decir.

ELENA
Sí, sí, prosigan, finjan tristeza. Háganse señas entre ustedes cuando vuelvo la espalda; guíñanse uno a otro los ojos; continuen con la burla; llévenla hasta el extremo; se hablará en el mundo de ella. Si tuvieran un poco de humanidad, de honor o de cortesía, no me tomarían por objeto de sus bromas. Pero, adiós. En parte es culpa mía, la muerte o la ausencia la repararán pronto.

LISANDRO
Detente, gentil Elena; escucha mi justificación, amor mío, vida mía, mi alma, mi encantadora Elena.

ELENA
¡Es admirable!

HERMIA
(A Lisandro) Amigo mío, deja de burlarte así de ella.

DEMETRIO
Si tus ruegos no lo consiguen, yo sabré obligarte.

LISANDRO
Tu fuerza no conseguirá más que sus ruegos. Tus amenazas son tan impotentes como sus súplicas ... Elena: yo te amo, te amo, y lo juro por mi vida, por esta vida que estoy dispuesto a perder por ti. Juro que miente quien se atreva a decir que no te amo.

DEMETRIO
Y yo sostengo que te amo más de lo que él pueda amarte.

LISANDRO
Si eso sostienes, sígueme y demuéstralo.

DEMETRIO
¡Pronto, vamos!

HERMIA
¿Qué quiere decir eso, Lisandro?

LISANDRO
Atrás, etíope.

DEMETRIO
No, no; él ...; aparentas querer zafarte de Hermia, pero no vienes. Eres un hombre prudente, vamos.

LISANDRO
(A Hermia). ¡Déjame, gata, lapa! Vil engendro, déjame, o te arrojo lejos de mí como se arroja a una serpiente.

HERMIA
¿Por qué, grosero? ¿Qué significa ese cambio, dulCe amor mío?

LISANDRO
¡Tu amor! Lejos de mí, tártara atezada. Lejos de mí, repugnante medicina. Poción amarga y detestable, vete.

HERMIA
¿Es que están bromeando?

ELENA
Sí, es verdad, y tú también.

LISANDRO
Demetrio, te cumpliré mi promesa.

DEMETRIO
Quisiera tener la seguridad, porque veo que se necesita poca cosa para tenerte. No creo en tu palabra.

LISANDRO
¡Pues qué! ¿Será necesario que hiera a esa mujer, que le pegue, que la mate? Aunque la aborrezco, no quiero causarle daño.

HERMIA
¿Qué mayor mal puedes hacerme que no quererme? ¡Aborrecerme! ¿y por qué? ¡Ay! ... ¿Qué ha pasado, amor mío? ¿No soy yo Hermia? ¿No eres tú Lisandro? Soy hermosa hoy como lo era ayer. En el corto tiempo de una noche me has amado y me has dejado. ¡Me has dejado! ¡Oh! ¡Los dioses me libren de creerlo! ¿Es realidad?

LISANDRO
Sí, ¡por mi vida!, y con la firme intención de no volverte a ver. Desecha en cuanto a eso toda especie de esperanza, de incertidumbre y de duda; tenlo por cierto: no es una broma; nada es más cierto. Te detesto y adoro a Elena.

HERMIA
¡Ay de mí! ... ¡Impostora, gusano, cáncer de las flores, ladrona de amor! ¿Es decir, que te has deslizado furtivamente en la sombra de la noche y me has robado el corazón de mi amante?

ELENA
¡En verdad, esto es. bonito! ¿Te has despojado de toda modestia, de todo pudor, de toda sombra de delicadeza? ¡Cómo! ¿Intentas arrancar a mi mansedumbre habitual un lenguaje de cólera? ¡Fuera, fuera, hipócrita muñeca!

HERMIA
¡Muñeca! ¿Por qué ese epíteto? Sí, ya entiendo. Has hecho una comparación entre tu estatura y la mía; has hecho valer tu elevada talla y, pavoneándote con esa ventaja, has logrado aventajarme. ¿Has conseguido su estimación por ser yo pequeña? ¿Conque te parezco pequeña, pintado árbol de mayo? Contéstame: ¿Te parezco muy pequeña? Sin embargo, no soy tan pequeña que mis uñas no puedan llegar a tus ojos.

ELENA
Les pido, señores, que, aunque hayan hecho el propósito de burlarse de mí, no la dejen que me golpee. Yo no soy mala; no entiendo nada de hacer mal. Soy una niña en punto a cobardía; no permitan que me pegue. Tal vez piensen que porque es menor de estatura puedo arreglármelas con ella.

HERMIA
¡Menor! Escúchenlo todavía.

ELENA
Buena Hermia, no seas mala conmigo. Te he querido siempre, Hermia; he guardado siempre fielmente tus secretos; nunca te he hecho daño; mi única falta consiste en haber revelado, impulsada por mi amor a Demetrio, tu huida al bosque. El te ha seguido; el amor me ha llevado tras él; pero me ha rechazado lejos de sí; me ha amenazado con pegarme, echarme por el suelo y hasta matarme. Ahora, si quieres, me iré en paz. Voy a llevar mi loca pasión a Atenas, y no te seguiré más. Déjadme ir. Ya sabes qué sencilla y afectuosa soy.

HERMIA
Muy bien: vete; ¿quién te detiene?

ELENA
Un corazón insensato que dejo aquí fuera.

HERMIA
¡Cómo! ¿Con Lisandro?

ELENA
Con Demetrio.

LISANDRO
No temas, Elena; no te hará ningún daño.

DEMETRIO
No, señor, no se lo hará aunque tomaras tú su partido.

ELENA
¡Oh! Cuando se enfada es mala y astuta. Era ya una víbora cuando iba a la escuela; y, aunque pequeña, es de temer.

HERMIA
¡Todavía pequeña! ¡Siempre menor y pequeña! ¿Permitirán que se me insulte así? Déjenme sola con ella.

LISANDRO
Aparta, enana, cabo de mujer, desecho de alforfón, abalorio, bellota.

DEMETRIO
Te muestras muy oficioso por una mujer que no acepta tus servicios. No te ocupes de ella; no hables de Elena; no tomes su defensa, pues si alguna vez tienes la presunción de manifestar por ella la menor familiaridad te saldrá caro.

LISANDRO
Ahora no impera sobre mí; sígueme si te atreves, y veremos quién de los dos tiene más derecho al corazón de Elena.

DEMETRIO
¡Seguirte! No, te acompañaré mejilla con carrillo. (Salen Lisandro y Demetrio).

HERMIA
Tú eres, mujer, la causa de todo este desbarajuste. No, no te vayas.

ELENA
No confío en ti, y no me quedaré más tiempo en tu compañía. Tus manos, cuando se trata de llegar a los golpes, son más rápidas que las mías; pero cuando es cuestión de huir, mis piernas son más largas que las tuyas. (Sale).

HERMIA
Estoy sorprendida y no sé qué pensar. (Sale).

OBERÓN
Ahí tienes el fruto de tu negligencia. Siempre cometes errores, cuando no juegas he intento malas pasadas.

PUCK
Créeme, rey de las sombras, ha sido una equivocación. ¿No me has dicho que conocería al joven por su traje de ateniense? En lo que he hecho estoy exento de censura, por cuanto son los ojos de un ateniense los que yo he hechizado con el jugo. No siento el resultado, ya que las querellas de esta gente me han proporcionado una escena muy divertida.

OBERÓN
Ya ves que los dos amantes buscan un paraje propicio para batirse. Apresúrate, pues, Robín; espesa la oscuridad de la noche. Cubre la bóveda estrellada de una densa niebla, de un vapor húmedo y negro como Aqueronte, y condúcete de modo que se extravíen esos rivales irritados sin que puedan encontrarse. Algunas ocasiones imita la voz de Lisandro y dirige a Demetrio burlas amargas; otras búrlate de Lisandro con una voz que le parezca de Demetrio. Aléjalos así uno de otro, hasta que el sueño, imagen de la muerte, ponga en su frente los pies de plomo y sus alas de murciélago. Entonces, exprimirás en los ojos de Lisandro el jugo de esta hierba, que tiene la propiedad de disipar toda ilusión que fascine la vista y devuelve a este órgano sus funciones normales. Cuando despierten de pronto, toda esta broma les parecerá un sueño, una vana visión, y los amantes volverán a tomar el camino de Atenas, unidos con lazos que sólo la muerte podrá romper. Mientras cumples esta misión, yo iré a ver a mi reina y a pedirle su pequeño indio. Luego apartaré de sus ojos el hechizo que la impulsa hacia su monstruo y quedará restablecida la paz en todos lados.

PUCK
Mi señor: es necesario actuar rápido. Porque ya los dragones de la noche hienden las nubes a todo vuelo y brillan allá abajo los primeros fulgores que anuncian la aurora; a cuya aproximación los espectros errantes vuelven en tropel a su morada, en los cementerios; todos almas dañadas que han tenido por sepulcro las encrucijadas de los caminos o las olas, y entran en su mortaja roída de gusanos. Temiendo que el día alumbre su oprobio, se destierran voluntariamente de la luz y se condenan a vivir por siempre en consorcio con la sombría noche.

OBERÓN
Pero nosotros somos espíritus de otro nivel. Con frecuencia me ha sucedido juguetear con la amorosa aurora y recorrer como un guardabosque la espesura, hasta que la puerta de Oriente, toda roja de llamas, se abría, derramando sobre Neptuno sus rayos bienhechores y cambiando en amarillo de oro el tinte verdinegro de sus ondas. Sin embargo, apresúrate; no pierdas un momento; podemos acabar esta operación antes del día. (Sale).

PUCK
Los llevaré por valles y colinas. Se me teme en la ciudad lo mismo que en el campo. Condúcelos, Robín, arriba y abajo. Aquí tenemos uno que se acerca.

Entra otra vez Lisandro.

LISANDRO
¿Dónde estás, arrogante Demetrio? Responde ahora.

PUCK
Aquí, villano. Con el acero desnudo y presto. ¿Dónde estás?

LISANDRO
Estoy contigo al momento.

PUCK
Sígueme, pues, a un terreno más llano. (Lisandro se aleja, como siguiendo la voz).

Entra de nuevo Demetrio.

DEMETRIO
¡Lisandro, habla otra vez! Cobarde, fugitivo, ¿has huido? ¡Habla! ¿Estás en un zarzal? ¿Dónde escondes la cabeza?

PUCK
Tú eres el cobarde, que estás echando bravatas a las estrellas. Dices a los matorrales que no pides más que batirte y procuras no venir. Ven, bribón; ven, mozalbete; voy a azotarte con un bejuco. Es un desperdicio sacar la espada contra ti.

DEMETRIO
Pero ¿estás ahí?

PUCK
Sigue mi voz. Este lugar no es a propósito para probar nuestro valor. (Salen).

Vuelve a entrar Lisandro.

LISANDRO
Huye siempre delante de mí, y no deja de provocarme. Cuando acudo al lugar de donde me llama, se ha ido ya. El villano es mucho más ligero de talones que yo. He ido aprisa, pero él ha huido con mayor rapidez aún, y, por último, me he metido en un camino oscuro y accidentado. Descansemos aquí. (Se acuesta en el suelo). Apresúrate a reaparecer, día benéfico; pues al punto que muestras tu grisáceo fulgor, sabré hallar a Demetrio y vengarme de esta insolencia. (Se duerme).

Entran otra vez Puck y Demetrio.

PUCK
¡Ja, ja, ja! Cobarde, ¿por qué no vienes?

DEMETRIO
Espérame, si te atreves; pues no haces sino correr delante de mí, yendo de un punto a otro sin osar detenerte a pie firme ni mirarme cara a cara. ¿Dónde estás?

PUCK
Ven aquí; estoy aquí.

DEMETRIO
Vamos, te estás burlando; pero ya me las pagarás si alguna vez veo tu cara a la luz del día. Ahora vete a donde gustes. La fatiga me obliga a tomar la medida de mi longitud sobre este húmedo lecho ... Al despuntar el día espérate y recibirás mi visita. (Se echa en el suelo y se duerme).

Entra de nuevo Elena.

ELENA
¡Oh noche fatigosa! ¡Oh larga y pesada noche! ¡Abrevia tus horas! Haz brillar en el Oriente confortables rayos, para que, lejos de los que detestan mi pobre compañía, me aproveche de la luz diurna para volver a Atenas ... Y tú, sueño, que a veces vienes a cerrar los ojos del dolor, róbame por algún tiempo a mi propia compañía. (Se acuesta y duerme).

PUCK
¿Aún no hay más que tres? Venga una más. Dos de cada sexo, y harán cuatro. Aquí llega la otra, indignada y triste. Cupido es un muchacho bastante travieso, cuando hace perder así la razón a las pobres mujeres.

Entra otra vez Hermia.

HERMIA
Nunca estuve tan cansada; nunca tan afligida. Empapada de rocío y rasgada por los abrojos, no puedo arrastrarme e ir más lejos. Mis piernas se niegan a caminar al mismo paso que mis deseos. Descansemos aquí hasta que rompa el día. Si han de batirse, que el Cielo proteja a Lisandro. (Se acuesta en el suelo y se queda dormida).

PUCK
Reposa aquí, gentil enamorado mientras ahora en tus ojos, hechicero, vierto el jugo encantado. (Vierte el jugo en los ojos de Lisandro). Contempla al despertar tu bien amado, recréate en su vista lo primero y el refrán quedará justificado: Juan seguirá a su Juana; no irá nada al revés, recobrará el amante a su pareja, y todo saldrá bien. (Sale).

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