Índice de Sonetos de William ShakespearePresentación de Chantal López y Omar CortésSegunda parteBiblioteca Virtual Antorcha

SONETOS

William Shakespeare

Primera parte

DEL I AL XXX


I

Deseamos fruto de los más hermosos
que de vida a la flor de la belleza,
pues cuando el tiempo agoste lo maduro
perdurará en el vástago el recuerdo.

Mas tú, enamorado de tus ojos,
con tu propio ardor tu luz inflamas
y siembras carestía en la abundancia,
cruel contigo mismo, y tu enemigo.

Hoy eres del mundo adorno grácil,
sólo heraldo de alegre primavera,
mas ahogas el brío en tu capullo
y en pródiga avaricia te consumes.

Al mudo compadece, o vorazmente
la tumba engullirá lo que es del mundo.



II

Cuando el asedio de cuarenta inviernos
en tu erial de belleza abra trincheras,
tu juvenil librea, hoy admirada,
será un paño raído y harapiento.

Y cuando te pregunten dónde ha ido
el tesoro de tus días más lozanos,
responder que a tus hundidos ojos
afrentoso sería, en vano alarde.

Cuánto más elogioso a tu belleza
sería decir. Esta criatura
mi deuda salda y a mí en justifica,
pues vuestra es la belleza que ha heredado
.

Así en la vejez joven serías,
verías arder tu sangre ya enfriada.



III

Di al rostro que ves en el espejo
que ese rostro ya debe formar otro,
pues si hoy tu lozanía no renuevas,
defraudarás al mundo, y a una madre.

¿Pues dónde está la bella cuyo vientre,
siendo virgen, rehúse esa labranza?
¿O quién tan neciamente será tumba
de su posteridad por amor propio?

Reflejas a tu madre, que en ti evoca
el abril de su grácil primavera;
así por la ventana de los años,
verás en la vejez tu edad dorada.

Mas si prefieres no ser recordado
muere soltero, y matarás tu imagen.



IV

Pródiga la belleza, ¿por qué gastas
en ti mismo tu herencia de hermosura?
Natura no regala, sólo presta,
y presta, generosa, a quien la imita.

Bello avaro, ¿por qué desaprovechas
tu fortuna cuantiosa sin brindarla?
Pésimo usurero, ¿cómo usas
una suma tan grande y nada obtienes?

Pues empeñado en comerciar contigo
contigo te defraudas de ti mismo.
Cuando venza el plazo de Natura,
¿qué dejarás a tu acreedora?

Si ahorras tu belleza, irá a la tumba;
inviértela, y será tu albacea.



V

Las horas que gentiles fabricaron
lo que es blanco de todas las miradas
serán tiranas de su propia obra
y afearán lo bello y excelente.

Pues cada estío el Tiempo infatigable
arroja al cruel invierno y lo destruye,
savia congeladat hojas caídas,
belleza mustia y desnudez doquiera.

Si la líquida esencia del estío
en muros de cristal no se encerrara,
morirían el fruto y la belleza,
ni siquiera el recuerdo quedaría.

Mas la flor destilada, en pleno invierno,
si muerta en apariencia igual perdura.



VI

Que la mano rugosa del invierno
no te impida destilar tu estío;
endulza algún cristal, atesorando
tu belleza antes que se agoste.

El interés no es prohibida usura
si gratifica a quien contrae la deuda,
pues serás uno más con la ganancia,
diez veces más feliz si diez por uno.

Diez veces más feliz serías que ahora
si diez veces tu imagen acuñaras,
pues ¿qué haría la muerte si partieses
y en tu posteridad siguieras vivo?

No seas obstinado, eres muy bello
para dejar tu herencia a los gusanos.



VII

Cuando en el Oriente la luz grácil
yergue la cabeza envuelta en llamas,
su nueva aparición celebran todos
la majestad sagrada contemplando.

Y una vez que trepó a la abrupta cima
y semeja un maduro mozo altivo,
los mortales veneran su belleza
presenciando el peregrinaje de oro.

Mas cuando baja el carro fatigado
mareándose del día como un viejo,
los ojos reverentes se distraen
y no miran la estela que desciende.

Así pasará tu mediodía:
sin hijos, morirás inadvertido.



VIII

Eres música y la música te aflige,
y así opones lo dulce a la dulzura:
¿Por qué amas tanto lo que no te agrada
o bien te agrada tanto que lo odias?

Si la unión de sonidos armoniosos
que se enlazan ofende tus oídos,
son dulce reprimenda a quien se obstina
en guardar para sí lo que a otros debe.

Observa que las cuerdas desposadas
se pulsan entre sí de mutuo acuerdo,
y cual esposo, hijo y tierna madre
cantan al unísono una nota:

Muchos cantos en uno, sin palabras,
que repiten: Sólo serás nadie.



IX

¿Por temor al llanto de tu viuda
te consumes en vida solitaria?
Ah, si mueres sin dejar simiente
será el mundo tu esposa abandonada.

Y será una viuda inconsolable
pues de ti no tendrá ningún recuerdo,
mientras cualquier otra se conforta
evocando al esposo con los hijos.

Lo que un pródigo derrocha en este mundo
cambia de bolsillo, pero queda,
Mas lo bello en este mundo se consume
y por falta de uso es destruido.

No hay amor por los otros en el pecho
que se inflige a sí mismo tanto daño.



X

Qué descaro decir que amas a alguien
cuando tan negligente eres contigo;
di si quieres que muchas te desean,
pero es más que evidente que no amas.

Pues un odio tan cruento te domina
que atentas sin piedad contra ti mismo
y entregas tu morada al deterioro
en vez de preservarla dignamente.

Cambiaré de opinión cuando tú cambies
y el dulce amor, no el odio, sé tu huésped
sé igual que tu figura, amena y grácil,
o al menos sé gentil con tu persona.

Por mi amor, tu imagen multiplica,
y en ti perdurará, o en lo que es tuyo.



XI

Crecerá, mientras declinas, en tu hijo
aquello de lo cual te separaste,
y en esa sangre joven que cediste
algo tuyo verás cuando madures.

Es sabio quien fecunda la belleza,
y hay locura en prodigar vejez y ruina:
guiados por tu ejemplo, en medio siglo
cesarían los hombres, no habría mundo.

Sean yermos los que no eligió Natura,
los rudos y patanes y deformes,
mas tú, que eres flor de lo escogido,
sé magnánimo cuanto ella generosa.

Eres su sello, y debes por lo tanto
estamparlo y preservar la efigie.



XII

Cuento las horas que sumergen
el día airoso en noche aborrecible,
cuando veo marchitas las violetas
o argentados de blanco rizos negros.

Cuando encuentro desnuda la arboleda
que fue dosel umbrío del rebaño,
o en gavillas el verde del estío
y erizado de barbas entrecanas,

evoco inquisitivo tu belleza,
que al fin vencerá el Tiempo ineluctable,
pues gracia y dulzura se corrompen
y mueren mientras otras proliferan.

Y no hay defensa contra la hoz del Tiempo
salvo hijos que la burlen cuando partas.



XIII

Ojalá fueras tuyo, mas lo eres
sólo mientras vivo permanezcas.
Contra el fin deberías prepararte
y tu dulce figura dar a otro.

La belleza que en préstamo ahora tienes
así no tendría plazo, pues sería
tuyo aun después de haber partido
si otro heredara tu semblanza.

¿Pues quién deja arruinar casa tan bella
si puede preservada honrosamente
de las ráfagas airadas del invierno
y el furor yelmo de la muerte helada?

Sólo un pródigo, amor. Tuviste un padre,
que tu hijo también diga lo mismo.



XIV

No leo en las estrellas ciencia oculta
mas poseo mi propia astrología,
aunque a nadie las suertes anticipe
ni plagas o sequías o cosechas.

No adivino destinos minuciosos
señalando trueno o viento o lluvia,
ni el azar que a los príncipes aguarda
vaticinio escrutando el firmamento.

Mi sapiencia deriva de tus ojos,
estrellas fijas donde mi arte lee
que belleza y verdad medrarán juntas
si en otro igual a ti las atesoras.

Si no lo haces, yo te profetizo
que belleza y verdad se irán contigo.



XV

Cuando pienso que cada criatura
es perfecta apenas un instante,
que cada acto de este gran tablado
las estrellas comentan con sigilo,

y los hombres padecen cual plantas
la clemencia y el rigor del mismo cielo,
ascendiendo esbeltos a la cumbre
y luego descendiendo hacia el olvido.

Por gracia de esta condición mudable
más valiosa es tu bella lozanía,
donde el Tiempo y la ruina se debaten
para cambiar joven día en noche huraña.

Amándote, y en guerra con el Tiempo,
de ti quiero fijar lo que él se lleva.



XVI

¿Por qué no buscas armas más seguras,
para vencer al Tiempo, ese tirano,
y te pones a salvo de la ruina
con medios más felices que mis versos?

Hoy gozas de tus horas más dichosas
y más de un jardín virgen e inculto
te daría, virtuoso, flores vivas
más fieles a tu imagen que un retrato.

Vida ofrecen las líneas de la vida
que ni frágil pincel ni rima humilde
darían a tus gracias o tu figura
para homarte a los ojos de los hombres.

Entrégate, y tu efigie haz perdurable,
cincelada por ti y tu dulce arte.



XVII

¿Quién me creerá en edad futura
si yo colmo mis versos con tus gracias?
Y Dios sabe que son sólo una tumba
que oculta tus más vivas perfecciones.

Si escribo a la belleza de tus ojos
y tus dones en rimas enumero,
dirán todos: nos mintió el poeta,
cantó partes divinas y no humanas.

Reirán de mis papeles (ya amarillos)
cual de viejos que hablan demasiado:
tu virtud será hija de mis raptos,
un desvarío de canción antigua.

Mas si entonces viviera un hijo tuyo
tú en él vivirás, y en mi rima.



XVIII

¿Habré de compararte a un día de estío?
Tú eres más templado y más constante;
en mayo el viento arranca los capullos,
y el plazo del estío es limitado:

Ya el rubio ojo del cielo nos abrasa,
ya su áurea faz es opacada,
y todo lo que es bello al fin declina
por azar o mudanza de Natura;

mas nunca pasará tu estío eterno
ni perderás tu herencia de belleza,
pues no errarás en sombras de la muerte
si en mis versos eternos sobrevives.

Mientras hombres alienten, y ojos vean,
vivirán mis palabras, y tú en ellas.



XIX

Tiempo voraz: gasta al león las garras
y urge a la tierra a devorar sus hijos;
arranca el colmillo al fiero tigre
y abraza al viejo fénix en su sangre.

Siembra dicha y penurias mientras corres
y trata a tu capricho, Tiempo alado,
al mundo y sus lisonjas pasajeras,
mas un crimen horrendo te prohibo:

No talles en la frente de mi amado
los surcos de tus horas con tus pluma,
preserva su belleza de tu oprobio
para ejemplo de hombres venideros.

Mas ultrájalo, Tiempo. A tu despecho
en mis versos mi amor vivirá joven.



XX

Un rostro de mujer Naturaleza,
señora o señor mío te ha pintado;
un corazón gentil y femenino
que ignora las femeninas veleidades;

más brillantes tus ojos, menos falsos,
tiñen de oro el objeto que contemplan.
Tu aplomo viril a hombres cautiva
y asimismo deslumbra a las mujeres.

A modo de mujer fuiste creado,
mas Natura, en negocio desvarío,
privándome de ti añadió luego
algo que es a mi amor indiferente.

Ya que estás para ellas señalado,
sea mío el amor, de ellas el goce.



XXI

No me ocurre igual que a ese poeta
que inspirándose en falsas hermosuras
escoge por ornato el firmamento:
compara a su beldad con cuanto es bello,

y elabora símiles audaces
con el sol, la luna y ricas gemas,
con las flores de abril y las rarezas
en la esfera celeste atesoradas.

Si escribo enamorado, soy sincero,
y creedme, no hay quien sobrepuje
a mi amor en belleza, aunque no brille
cual las lámparas fijas en los cielos.

Diga más quien guste hablar en vano,
pues yo no adularé lo que no vendo.



XXII

No veré mi vejez en el espejo
mientras en ti la juventud perdure,
mas si veo en ti los surcos de los años
sabré que pronto expiaré mis días.

Pues toda la belleza que te encubre
no es más que el ropaje de mi pecho,
que en ti cual el tuyo en mí palpita:
¿ Cómo ser más viejo que tú mismo?

Por lo tanto, amor, cuida de ti,
como yo lo hago conmigo por tu causa,
protegiendo solícito tu pecho
cual la tierna nodriza cuida al niño.

Si mi pecho muriera no presumas,
pues el tuyo me diste y lo retengo.



XXIII

Cual actor imperfecto que en la escena
declama torpemente, intimidado,
o cual bestia feroz, embravecida,
que en el propio furor el brío agota

en mí poco confiado, olvido pronto
del amor la perfecta ceremonia,
y el brío de mi amor flaquea vencido
bajo la carga de su propia fuerza.

Sean pues mis libros la elocuencia,
mensajeros callados de mi pecho,
e implorarán tu amor y galardones
más que esa lengua pródiga en lisonjas.

Lee lo que amor escribió mudo,
que es ingenio de amor oír con los ojos.



XXIV

Mi ojo es fiel artista transformado
ha pintado en mi pecho tu belleza,
y mi cuerpo ahora enmarca tu retrato
diseñado con justa perspectiva.

A través del pintor verás su arte
y hallarás tu imagen verdadera
en mi pecho colgada, si contemplas
a través del cristal de tu mirada.

Los ojos con los ojos se han trocado:
los míos te copiaron, y los tuyos
son vidriera del pecho, donde atisba
el sol gozosamente por mirarte.

Aunque algo falta al arte de mis ojos:
dibujan lo que ven, mas tu alma ignoran.



XXV

Alardee quien tiene buena estrella
de honores y de títulos pomposos;
a mi Fortuna me impidió esos triunfos
mas me ha brindado dicha en lo que honro.

Caléndulas al sol, los favoritos
del príncipe exhiben rubias hijas
sepultando en sí mismos todo orgullo,
pues basta un guiño para fulminarlos.

Al guerrero famoso por su enjundia,
derrotado después de mil victorias,
del libro del honor lo borran pronto
y con él se olvidan todas sus proezas.

Feliz soy en amar y ser amado
donde no soy mudado ni mudable.



XXVI

Señor de mi amor, en vasallaje
tu mérito al deber ha sometido,
y envío por escrito esta embajada
cual muestra del deber, no del ingenio.

Deber tan alto que mi ingenio humilde
sabe apenas vestirlo con palabras,
mas confío en que algún concepto tuyo
le dé cobijo entre tus pensamientos.

Hasta tanto la estrella que me guía
no me bañe con rayos más propicios,
y mi amor harapiento dé ropajes
que lo vuelvan más digno de respeto,

no sabré alardear de mis amores, y me oculto temiendo tus censuras.



XXVII

Cansado de viajar busco en el lecho
reposo para los rendidos miembros,
mas otro viaje se inicia en mi mente
cuando el cuerpo concluye sus trabajos.

Pues desde donde yazgo el pensamiento
se dirige a mí en peregrinaje,
y me abre los párpados caídos
tanteando como ciego las tinieblas.

Mas entonces los ojos de mi alma
delinean tu imagen en las sombras,
la cual, colgando como joya,
embellece la noche y la ilumina.

De día el cuerpo, la mete por la noche,
por tu causa, y por mí, no tienen tregua.



XXVIII

¿Cómo puedo, privado del reposo,
sentir alegría a mi regreso?
La noche no mitiga el mal del día,
se hostigan mutuamente y con fiereza,

y ambos, que son tan enemigos,
sellan un pacto para torturarme,
agobiado con quejas y fatigas
las jornadas del viaje que me aleja.

Halago al día diciendo cuánto brillas
y cómo lo iluminas si se nubla;
a la noche atezada le recuerdo
que las argentas si no arden las estrellas,

pero el día es más largo cada día,
y la noche más torva cada noche.



XXIX

Cuando sufro agravios de Fortuna,
lloro a solas mi suerte desdichada
y lanzo al cielo sordo gritos vanos
y maldigo, afligido, mi destino,

codiciando de éste la esperanza
de aquél los amigos, el semblante,
y de otros ya el talento o el ingenió,
mal provisto de cuanto más valoro.

Mas sumido en tan negras reflexiones,
de pronto pienso en ti, y entonces canto
(cual alondra elevándose en la aurora)
de la tierra sombría himnos al cielo.

Con tu amor recordado soy tan rico
que las galas de un Rey no envidiaría.



XXX

Si en callada asamblea el pensamiento
convoca dulcemente a los recuerdos,
languidezco en suspiros de nostalgia
y horas nuevas derrocho en viejos llantos.

Así ahogo con lágrimas los ojos
por amigos en noche eterna ocultos
y lloro nuevamente amores idos
y añoro visiones ya perdidas.

Dolido por pasadas aflicciones,
las penas enumero una por una:
la ardua suma de llantos pesarosos
salda una vez más deudas saldadas.

Mas cuando pienso en ti, amigo mío,
las pérdidas recobro, el dolor cesa.

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