Índice de Romeo y Julieta de William ShakespeareAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

ACTO TERCERO

ESCENA TERCERA

Celda de Fray Lorenzo

(Fray Lorenzo y Romeo)

Fray Lorenzo: Ven, pobre Romeo. La adversidad se ha amartelado de ti, y el suftimiento se ha casado contigo.

Romeo: Padre, dígame ¿qué ha ordenado el Príncipe? ¿Hay alguna condena nueva que yo no haya sentido?

Fray Lorenzo: Te traigo el dictamen del Príncipe.

Romeo: ¿Y cómo ha de ser si no es de muerte?

Fray Lorenzo: No. Es menos severo. No es de muerte sino de exilio.

Romeo: ¡De exilio! Por piedad, padre, diga que es de muerte. El exilio me causa más miedo que la muerte. No me hable de exilio.

Fray Lorenzo: Te ordena que dejes Verona; pero no te preocupes; el mundo es muy ancho.

Romeo: Fuera de Verona no hay mundo, sino purgatorio, infierno y desesperación. Exiliarme de Verona es como exiliarme de la Tierra. Lo mismo me da que digas muerte que exilio. Te ruego que con un hacha de oro troces mi cabeza, y luego te carcajees del golpe mortal.

Fray Lorenzo: ¡Oh, qué aciago pecado es el desagradecimiento! Tu delito merecía la pena de muerte, pero la condescendencia del Príncipe cambia la muerte en exilio, y aún no se lo agradeces.

Romeo: Tal indulgencia es perversidad. El cielo está aquí donde vive Julieta. Un ratón, un gato y un perro pueden vivir bajo este cielo y verla. Únicamente Romeo no lo puede hacer. Más honra, más gloria, más felicidad tiene una mosca o un insecto mugriento que Romeo. Ellos pueden tocar aquella blanca y fascinante mano de Julieta, o posarse en sus benditos labios, en esos labios tan llenos de virginal humildad que juzgan pecado el tocarse. No lo hará Romeo. Le ordenan exiliarse y tiene envidia a las moscas que vuelan. ¿Por qué aseguras que el exilio no es la muerte? ¿Tienes algún veneno sutil, algún hierro afilado que me provocará la muerte más rápido que esa indigna palabra exilio? Eso es lo que en el infierno se dicen unos a otros los condenados. ¿Y tú, sacerdote, confesor mío y mi amigo mejor, eres el que vienes a matarme con esa palabra?

Fray Lorenzo: Escucha, joven loco y apasionado.

Romeo: ¿Me hablará de nuevo del exilio?

Fray Lorenzo: Te hablaré de una filosofia que te sirva de escúdo y te alivie paulatinamente.

Romeo: ¡Exilio! ¡Filosofia! Si no basta para crear otra Julieta, para arrancar un pueblo de su lugar, o para hacer cambiar de voluntad a un príncipe, no me sirve de nada, ni la quiero, ni la escucharé.

Fray Lorenzo: ¡Ah, hijo mío! Los locos no escuchan.

Romeo: ¿Y por qué deben de escuchar, si los que están cuerdos no tienen ojos?

Fray Lorenzo: Te daré un buen consejo.

Romeo: No creo que puedas hablar de lo que no sientes. Si fueras joven, y recién casado con Julieta, y la adoraras locamente como yo, y hubieras matado a Teobaldo, y te exiliaran, te arrancarias los cabellos al hablar, y te arrastrarias como yo, midiendo tu tumba. (Llaman dentro).

Fray Lorenzo: Llaman. Escóndete, Romeo.

Romeo: No lo haré porque la nube de mis suspiros me esconderá de quienes vengan.

Fray Lorenzo: ¿No escuchas? Escóndete, Romeo, que te van a capturar ... Ya voy ... Escóndete. Dios mío, ¡qué obstinación, qué locura! Ya voy. ¿Quién llama?

Ama: Permítame entrar. Traigo un mensaje de mi ama Julieta.

Fray Lorenzo: Bienvenida seas. (Entra el Ama).

Ama: Dígame, divino religioso, ¿dónde está el esposo y señor de mi señora?

Fray Lorenzo: Obsérvalo tendido en el piso, llorando desconsoladamente.

Ama: Esa misma actitud tiene mi señora.

Fray Lorenzo: ¡Infausto amor! ¡Suerte cruel!

Ama: Lo mismo que él: llorar y gemir. Levántate, levántate del piso; ten fortaleza varonil. Por amor de mi señora, por amor de Julieta. Levántate, y no lances tan descorazonados lamentos.

Romeo: Ama.

Ama: Señor, la muerte acaba con todo.

Romeo: ¿Qué decías de Julieta? ¿Qué le ha ocurrido? ¿No me llama asesino a mí, quien manchó con sangre la infancia de nuestra felicidad? ¿Dónde está? ¿Qué dice?

Ama: Nada, señor; sólo llora. Unas veces se acuesta en el catre, otras se levanta y grita: Teobaldo, Romeo, y se acuesta de nuevo.

Romeo: Como si ese nombre fuera un proyectil de mosquete que la matara, como lo fue la perversa mano de Romeo que mató a su familiar. Dígame, padre, ¿en qué sitio de mi cuerpo se encuentra mi nombre? Dígamelo, porque quiero saquear su aborrecible morada. (Saca el puñal).

Fray Lorenzo: Detén esa diestra homicida. ¿Eres hombre? Tu exterior dice que sí, sin embargo tu llanto es de mujer, y tus acciones de bestia falta de libre albedrio. Me causas temor. Juro por mi santo hábito que yo creía que tenías una voluntad más firme. ¡Matarte después de haber matado a Teobaldo! Y matar además a la mujer que solamente vive por ti. Dime, ¿por qué reniegas de tu estirpe, y del cielo y de la tierra? Todo lo perderás en un instante, y deshonrarás tu nombre y el de tus padres, además de tu amor y juicio. Posees un gran tesoro, tesoro de mezquino, y no lo usas para enaltecer tu persona, tu amor y tu ingenio. Tu noble apetito es figura de cera, falta de aliento viril. Tu amor es perjurio y juramento vacío, y deshonra de lo que juraste, y tu entendimiento, que tanto realce daba a tu amor y a tu fortuna, es el que ciega y descamina a tus demás potencias, como soldado que se inflama con la misma pólvora que tiene, y perece víctima de su propia defensa. ¡Anímate, Romeo! Recuerda que Julieta vive; vive esa mujer por quien hace un momento hubieras dado la vida. Éste es un consuelo. Teobaldo te buscaba para matarte, y lo mataste tú. He aquí otro consuelo. La ley te sentenciaba a muerte, y la pena se cambió en exilio. Otro consuelo más. Las bendiciones del cielo están cayendo sobre ti, y tú, como mujer liviana, recibes con mal semblante a la felicidad que llama a tus puertas. Dios jamás ayuda a los desagradecidos. Ve a ver a tu esposa: sube por la escala, como lo acordamos. Anímala, y huye de su lado antes que rompa el día. Irás a Mantua, y allí permanecerás, hasta que se pueda difundir tu casamiento. Luego de que sus familias hagan las paces y el Príncipe calme su indignación, entonces regresarás, mil veces más alegre que lo triste que te vas ahora. Vete, Ama. Dale mil saludos de mi parte a tu señora. Haz que todos se acuesten rápido, lo cual será fácil por el disgusto de hoy. Dile a tu señora que allá va Romeo.

Ama: Durante toda la noche me estaría escuchándolo. ¡Qué cosa tan excelente es el saber! Voy a alentar a mi señora.

Romeo: Sí; dile que se prepare para maltratarme.

Ama: Toma este anillo que ella me dio, y vete, que ya cierra la noche. (Vase).

Romeo: Ya renacen mis esperanzas.

Fray Lorenzo: Adiós. No olvides lo que te he dicho. Sal antes de que rompa el día, si sales después, vete disfrazado; y a Mantua. Tendrás con frecuencia noticias mías, y sabrás todo lo que pueda interesarte. Adiós. Dame la mano. Buenas noches.

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