Presentación de Omar CortésLa tierna historia del príncipe Jazmín y de la princesa AlmendraBiblioteca Virtual Antorcha

LAS MIL Y UNA NOCHES

LI


Epílogo






Y tras contar así esta historia, añadió Schehrazada: Y ésta es ¡oh rey afortunado!, la tierna historia del príncipe Jazmín y de la princesa Almendra. Y la he contado como llegó a mí: ¡Pero Alá es más sabio! Luego se calló.

Entonces exclamó el rey Schahriar: ¡Oh Schehrazada! ¡Cuán espléndida es esa historia! ¡Oh! ¡Qué admirable es! Me has instruido, ¡oh docta y discreta!, y me has hecho ver los acontecimientos que les sucedieron a otros que yo, y considerar atentamente las palabras de los reyes y de los pueblos pasados, y las cosas extraordinarias o maravillosas o sencillamente dignas de reflexión que les ocurrieron. Y he aquí en verdad, que, después de haberte escuchado durante estas mil noches y una noche, salgo con un alma profundamente cambiada y alegre y embebida del gozo de vivir. Asi, pues, ¡gloria a quien te ha concedido tantos dones selectos, oh bendita hija de mi visir!, ha perfumado tu boca y ha puesto la elocuencia en tu lengua y la inteligencia detrás de tu frente!

Y la pequeña Doniazada se levantó por completo de la alfombra en que estaba acurrucada, y corrió a arrojarse en los brazos de su hermana, y exclamó: ¡Oh Schehrazada, hermana mia! ¡Cuán dulces y encantadoras y deliciosas e instructivas y emocionantes y sabrosas en su frescura son tus palabras! ¡Oh! ¡Qué hermosas son tus palabras, hermana mía!

Y Schehrazada se inclinó hacia su hermana y, al besarla, le deslizó al oído algunas palabras que sólo oyó ésta. Y al punto la chiquilla desapareció, como el alcanfor.

Y Schehrazada se quedó sola, durante unos instantes, con el rey Schahriar. Y cuando se disponia él, en el límite del contento, a recibir en sus brazos a su maravillosa esposa, he aquí que se abrieron las cortinas y reapareció Doniazada, seguida de una nodriza que llevaba a dos gemelos colgados de sus senos, en tanto que un tercer niño marchaba a cuatro pies detrás de ella.

Y Schehrazada, sonriendo, se encaró con el rey Schahriar, y le puso delante a los tres pequeñuelos, después de estrecharlos contra su pecho, y con los ojos húmedos de lágrimas le dijo: ¡Oh rey del tiempo!, he aquí a los tres hijos que en estos tres años te ha deparado el Retribuidor por mediación mia.

Y mientras el rey Schahriar besaba a sus hijos, penetrado de una alegría indecible y conmovido hasta el fondo de sus entrañas, Schehrazada continuó: Tu hijo mayor tiene ahora dos años cumplidos, y estos dos gemelos no tardarán en tener un año de edad. (¡Alá aleje de los tres el mal de ojo!)

Y añadió: Sin duda, te acordarás ¡oh rey del tiempo!, de que estuve indispuesta veinte días entre las seiscientas sesenta y nueve noches y las setecientas. Pues entonces, precisamente, fue cuando di a luz a estos dos gemelos, cuyo alumbramiento me ha fatigado mucho más que el de su hermano mayor, el año anterior. Porque tan poco molesta estuve en mi primer parto, que pude continuarte sin interrupción la historia empezada a la sazón, de la Docta Simpatía.

Y tras de hablar así, se calló.

Y el rey Schahriar, que estaba en el límite extremo de la emoción, paseaba sus miradas de la madre a los hijos y de los hijos a la madre, y no podia pronunciar ni una sola palabra.

Entonces, después de besar a los niños por vigésima vez, la tierna Doniazada se encaró con el rey Schahriar y le dijo: Y ahora, ¡oh rey del tiempo! ¿Vas a hacer cortar la cabeza a mi hermana Schehrazada, madre de tus hijos, dejando así huérfanos de madre a estos tres reyezuelos que ninguna mujer podrá amar y cuidar con el corazón de una madre?

Y el rey Schahriar dijo, entre los sollozos, a Doniazada: Calla, ¡oh niña!, y estáte tranquila.

Luego, logrando dominar un poco su emoción, se encaró con Schehrazada y le dijo: ¡Oh Schehrazada! ¡Por el Señor de la piedad y de la misericordia, que ya estabas en mi corazón antes del advenimiento de nuestros hijos! Porque supiste conquistarme con las cualidades de que te ha adornado tu Creador y te he amado en mi espíritu porque encontré en ti una mujer pura, piadosa, casta, dulce, indemne de toda trapisonda, intacta en todos sentidos, ingenua, sutil, elocuente, discreta, sonriente y prudente. ¡Ah! ¡Alá te bendiga, y bendiga a tu padre y a tu madre y tu raza y tu origen!

Y añadió: ¡Oh Schehrazada! Esta noche, que es la miliunésima, a contar del momento en que te vi por vez primera, es para nosotros una noche más blanca que el rostro del día.

Y así diciendo, se levantó y la besó en la cabeza.

Y Schehrazada cogió entonces la mano de su esposo el rey, y se la llevó a los labios, al corazón y a la frente, y dijo: ¡Oh rey del tiempo!, te suplico que llames a tu viejo visir, a fin de que su razón se tranquilice por lo que a mí respecta y se regocije en esta noche bendita.

Y el rey Schahriar mandó al punto llamar a su visir, quien, persuadido de que aquella era la noche fúnebre escrita en el destino de su hija, llegó llevando al brazo el sudario destinado a Schehrazada. Y el rey Schahriar se levantó en honor suyo, y le besó entre ambos ojos, y le dijo: ¡Oh padre de Schehrazada!, ¡oh visir de posteridad bendita!, he aquí que Alá ha elegido a tu hija para salvación de mi pueblo; y por mediación de ella, ha echo entrar en mi corazón el arrepentimiento.

Y tan trastornado de alegría quedó el padre de Schehrazada al ver y oír aquello, que se cayó desmayado. Y acudieron a auxiliarle, y le rociaron con agua de rosas, y le hicieron recobrar el conocimiento. Y Schehrazada y Doniazada fueron a besarle la mano. Y él las bendijo.

Y pasaron aquella noche juntos entre transportes de alegría y expansiones de dicha.

Y el rey Schahriar se apresuró a enviar correos rápidos en busca de su hermano Schahzaman, rey de Samarcanda Al-Ajam. Y el rey Schahzaman contestó con el oído y la obediencia, y se apresuró a ir al lado de su hermano mayor, que había salido a su encuentro, a la cabeza de un magnífico cortejo, en medio de la ciudad enteramente adornada y empavesada, en tanto que en los zocos y en las calles se quemaban incienso, alcanfor sublimado, áloe, almizcle indio, nadd y ámbar gris.

Y los habitantes se teñían frescamente las manos con henné y el rostro con azafrán, y los tambores, las flautas, los clarinetes, los pífanos, los platillos y los tímpanos hacían resonar el aire como en los días de fiestas mayores.

Y después de las expansiones propias del encuentro, y mientras se daban regocijos y festines enteramente a costa del tesoro, el rey Schahriar llamó aparte a su hermano el rey Schahzaman, y le contó cuanto en aquellos tres años le había sucedido con Schehrazada, la hija del visir. Y le dijo en resumen todo lo que de ella habia aprendido y oído en máximas, palabras hermosas, historias, proverbios, crónicas, chistes, anécdotas, rasgos encantadores, maravillas, poesías y recitados.

Y le habló de su belleza, de su cordura, de su elocuencia, de su sagacidad; de su inteligencia, de su pureza, de su piedad, de su dulzura, de su honestidad, de su ingenuidad, de su discreción y de todas las cualidades de cuerpo y alma con que la había adornado su Creador. Y añadió: ¡Y ahora es mi esposa legitima y la madre de mis hijos!

¡Eso fue todo!

Y el rey Schahzaman se asombraba prodigiosamente y se maravillaba hasta el límite de la maravilla. Luego, dijo al rey Schahriar: ¡Oh hermano mío!, siendo asi, yo también quiero casarme. Y tomaré a la hermana de Schehrazada, a esa pequeñuela cuyo nombre no conozco. Y asi seremos dos hermanos carnales casados con dos hermanas carnales.

Luego añadió: Y de ese modo, con dos esposas seguras y honradas, olvidaremos nuestra desgracia anterior. Pues, por lo que respecta a la antigua calamidad consabida, empezó por alcanzarme a mí el primero; después, por causa mia, te alcanzó a ti a tu vez. Y si no se hubiese descubierto mi desgracia, no te hubieras tú enterado, ni por asomo, de la tuya. ¡Ay!, ¡oh hermano mío!, en estos tres últimos años lo he pasado muy mal. Jamás pude gustar realmente el amor. Porque, siguiendo tu ejemplo, cada noche tomaba a una muchacha virgen, y por la mañana mandaba matarla, para hacer expiar a la raza de las mujeres la calamidad que nos había alcanzado a ambos. Pero ahora también quiero seguir el ejemplo que me das, y casarme con la segunda hija de tu visir.

Cuando el rey Schahriar oyó estas palabras de su hermano se tambaleó de alegría, y se levantó en aquella hora y en aquel instante, y fue en busca de su esposa Schehrazada, y la puso al corriente de lo que acababan de hablar él y su hermano. Y asi fue como le notificó que el rey Schahzaman se hacía novio oficial de su hermana Doniazada.

Y Schehrazada contestó: ¡Oh rey del tiempo!, damos nuestro consentimiento, pero con la condición expresa de que tu hermano el rey Schahzaman habite en adelante con nosotros. Porque ni por una hora podría yo separarme de mi hermana pequeña. Yo soy quien la ha educado y ella no puede dejarme, como yo no puedo dejarla. Por tanto, si tu hermano acepta esta condición, desde este instante mi hermana es su esclava. Si no, nos quedamos con ella.

Entonces el rey Schahriar fue en busca de su hermano, con la respuesta de Schehrazada. Y el rey de Samarcanda exclamó: Por Alá, ¡oh hermano mío!, que ésa era precisamente mi intención. ¡Porque tampoco yo podría ya separarme de ti, aunque sólo fuera una hora! En cuanto al trono de Samarcanda, Alá le escogerá y le enviará a quien quiera. Pues, por mi parte, no pienso en reinar allá más, y no me moveré de aquí.

Al oír estas palabras, el rey Schahriar no tuvo límites para su alegría y contestó: ¡Eso es lo que yo anhelaba! ¡Loado sea Alá, oh hermano mío, que por fin nos ha reunido después de larga separación!

Y acto seguido, se envió a buscar al kadi y a los testigos. Y se extendió el contrato de matrimonio del rey Schahzaman con Doniazada, la hermana de Schehrazada. Y así fue como se casaron los dos hermanos con las dos hermanas.

Y entonces fue cuando los regocijos y las iluminaciones llegaron a su apogeo, y durante cuarenta días y cuarenta noches toda la ciudad comió y bebió y se divirtió a costa del tesoro.

En cuanto a los dos hermanos y a las dos hermanas, entraron en el hammam, y se bañaron con agua de rosas y con agua de flores y con agua de sauce aromático y con agua perfumada de almizcle, y se quemó a sus pies madera de aigle y de áloe.

Y Schehrazada peinó y trenzó los cabellos de su hermana menor, y los roció de perlas. Luego le puso un traje de tela antigua del tiempo de los Khosroes, brochada de oro rojo, y adornada, aparte del tejido, con bordados que representaban en sus colores naturales, animales ebrios y aves desfallecidas. Y le puso al cuello un collar feérico. Y así bajo los dedos de su hermana, Doniazada quedó más hermosa que pudiera estar nunca la esposa de Iskandar el de los Dos Cuernos.

Así es que cuando los dos reyes salieron del hammam y se sentaron en sus respectivos tronos, el cortejo de la recién casada, compuesto por esposas de emires y dignatarios, se formó en dos filas inmóviles, una a la derecha y otra a la izquierda de ambos tronos. Y las dos hermanas hicieron su entrada, sosteniéndose una a otra, semejantes a dos lunas en una noche de luna llena.

Entonces avanzaron hacia ellas las más nobles entre las damas presentes. Y cogieron de la mano a Doniazada, y después de quitarle los trajes que llevaba, le pusieron un traje de raso azul, de un tinte ultramarino, que arrebataba la razón. Y quedó ella como lo describiera el poeta en estos versos:

¡Se adelanta vestida con un traje azul ultramarino, y parecería un fragmento arrancado del azul de los cielos!
¡Sus ojos son sables famosos, y bajo sus párpados tiene miradas llenas de hechicería!
¡Sus labios son una colmena de miel, sus mejillas un parterre de rosas y su cuerpo una corola de jazmín!
¡Al ver la finura de su talle y su encantadora grupa redondeada en la tranquilidad, se la confundiría con el tallo del bambú clavado en un montículo de movible arena!

Y su esposo el rey Schahzaman se levantó y descendió a mirarla el primero. Y cuando la hubo admirado así vestida, volvió a subir a su trono. Y Schehrazada, ayudada por las damas del cortejo, puso a su hermana un traje de seda color de albaricoque.

Luego la besó, y la hizo pasar por delante del trono del esposo. Y así, más encantadora que con su primer traje, era de todo punto la que ha descrito el poeta:

¡La luna de verano en medio de una noche de invierno no es más hermosa que tu llegada, oh joven!
Las trenzas sombrías de tus cabellos, que te entorpecen los talones, y las bandas de tinieblas que te ciñen la frente, me hacen decirte: ¡Ensombreces la aurora con el ala de la noche!
Pero me contestas: ¡No! ¡No! ¡Es una simple nube que oculta la luna!

Y el rey Schahzaman descendió a mirar a Doniazada, la recién casada, y la admiró por todos lados. Y tras de disfrutar así el primero con la contemplación de su belleza, volvió a sentarse al lado de su hermano Schahriar. Y Schehrazada, después de besar a su hermana pequeña, le quitó su traje color de albaricoque y la vistió con una túnica de terciopelo granate, y la puso como dice de ella el poeta en estas dos estrofas:

¡Te contoneas, oh llena de gracia, en tu túnica granate, ligera como la gacela; y a cada uno de tus movimientos tus párpados nos lanzan flechas mortales!
¡Astro de belleza, tu aparición llena de gloria los cielos y las tierras, y tu desaparición extenderia tinieblas sobre la faz del Universo!

Y de nuevo Schehrazada y las damas de honor hicieron a la desposada dar la vuelta a la sala lentamente y a pasos contados. Y cuando Schahzaman la hubo considerado y se hubo maravillado, la hermana mayor la vistió con un traje de seda amarillo limón, rayado con dibujos a lo largo. Y la besó y la estrechó contra su pecho. Y Doniazada era exactamente aquella de quien el poeta había dicho:

¡Aparece como la luna llena en la serenidad de las noches, y sus miradas hechiceras alumbran nuestro camino!
¡Pero si me acerco, para calentarme al fuego de sus ojos, me rechazan dos centinelas: sus dos senos erectos y duros como la piedra!

Y Schehrazada la paseó, a pasos lentos, por delante de los dos reyes y de todos los invitados. Y el recién casado se aproximó a mirarla muy de cerca y volvió a subir a su trono, encantado. Y Schehrazada la besó largamente, le cambió sus vestidos y le puso un traje de raso verde brochado de oro y sembrado de perlas. Y le arregló simétricamente los pliegues, y le ciñó la frente con una ligera diadema de esmeraldas.

Y Doniazada, aquella rama de ban alcanforada, dio la vuelta a la sala, sostenida por su querida hermana. Y fue un encanto. Y no ha mentido el poeta cuando ha dicho de ella:

¡Las hojas verdes, oh joven, no velan de manera más encantadora a la flor roja de la granada, que te vela a ti tu verde túnica!
Y le dije: ¿Cuál es el nombre de ese vestido, ¡oh joven!?
Ella me dijo: No tiene nombre: es mi camisa.
Y exclamé: ¡Qué maravillosa es tu camisa, que nos traspasa el hígado! ¡En adelante la llamaré la camisa punzadora del corazón!

Luego Schehrazada cogió a su hermana por el talle, y se encaminó lentamente con ella, entre las dos filas de invitadas y ante los dos reyes, a los aposentos interiores. Y la desnudó y la preparó y la acostó y le recomendó lo que tenia que recomendarle. Después la besó llorando, porque era la primera vez que se separaba de ella una noche. Y Doniazada lloró también, besando mucho a su hermana. Pero como iban a verse por la mañana, tomaron su dolor con paciencia, y Schehrazada se retiró a sus habitaciones.

Y aquella noche fue para los dos hermanos y las dos hermanas la continuación de las mil y una noches, por la alegría, la felicidad y la blancura. Y se convirtió en efemérides de una Era nueva para los súbditos del rey Schahriar.

Y cuando llegó la mañana posterior a aquella noche bendita, y los dos hermanos, al salir del hammam, se reunieron de nuevo con las dos hermanas bienaventuradas, y así que los cuatro estuvieron juntos, el visir, padre de Schehrazada y de Doniazada, pidió permiso para entrar, y fue introducido al punto. Y ambos se levantaron en honor suyo; y sus dos hijas fueron a besarle la mano. Y deseó él larga vida a sus yernos, y les pidió órdenes para el dia.

Pero le dijeron: ¡Oh padre nuestro!, queremos que en adelante seas tú el que tenga que dar órdenes, sin recibirlas nunca. Por eso, de común acuerdo, te nombramos rey de Samarcanda Al-Ajam.

Y dijo Schahzaman: Sí, pues he renunciado a la realeza.

Y Schahriar dijo a su hermano: Pero es a condición ¡oh hermano mío!, de que me ayudes en los asuntos de mi reino, aceptando el compartir conmigo la realeza, para lo cual gobernaremos por turno, yo un día y tú otro día.

Y Schahzaman dio a su hermano mayor la respuesta que convenía, diciendo: Escucho y obedezco.

Entonces las dos hermanas se arrojaron al cuello de su padre el visir, que las besó y besó a los tres hijos de Schehrazada, y se despidió tiernamente de todos. Luego partió para su reino, a la cabeza de una escolta magnifica. Y Alá le escribió la seguridad, y le hizo llegar sin contratiempo a Samarcanda Al-Ajam. Y se regocijaron con su llegada los habitantes de Samarcanda. Y reinó sobre ellos con toda justicia, y fue un gran rey entre los reyes. Y esto es lo referente a él.

Pero en cuanto al rey Schahriar, se apresuró a llamar a los escribas más hábiles de los paises musulmanes y a los analistas más renombrados, y les dio orden de escribir cuanto le había sucedido con su esposa Schehrazada, desde el principio hasta el fin, sin omitir un solo detalle.

Y pusieron manos a la obra, y de tal suerte escribieron con letras de oro treinta volúmenes, ni uno más ni uno menos. Y llamaron a esta serie de maravillas y de asombros: El libro de las mil y una noches.

Luego, por orden del rey Schahriar, sacaron un gran número de copias fieles, que difundieron por los cuatro costados del Imperio para que sirvieran de enseñanza a las generaciones.

Respecto al manuscrito original, lo depositaron en el armario de oro del reino, bajo la custodia del visir del tesoro.

Y el rey Schahriar y su esposa la reina Schehrazada, aquella bienaventurada, y el rey Schahzaman y su esposa Doniazada, aquella encantadora, vivieron entre delicias, felicidades y alegrías durante años y años, con días más admirables que los anteriores y noches más blancas que el rostro de los días, hasta la llegada de la Separadora de amigos, la Destructora de palacios y la Constructora de tumbas, ¡la Inexorable, la Inevitable!

Y tales son las historias espléndidas llamadas mil y una noches, con lo que en ellas hay de cosas extraordinarias, enseñanzas, maravillas, prodigios, asombros y belleza.

Pero Alá es más sabio. Y sólo Él puede discernir en todo ello lo que es verdad y lo que no es verdad. ¡El es el Omnisciente!

¡Loores y gloria, hasta el fin de los tiempos al que permanece intangible en Su eternidad, cambia a Su antojo los acontecimientos, y no experimenta ningún cambio; al Dueño de lo Visible y de lo Invisible, al Único Viviente! ¡Y la plegaria y la paz y las más escogidas bendiciones para el elegido por el supremo Potentado de ambos mundos, para nuestro señor Mohammed, Príncipe de los Enviados, joya del Universo!
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