Índice de El rey Lear de William ShakespeareCUARTO ACTOBiblioteca Virtual Antorcha

EL REY LEAR

William Shakespeare

QUINTO ACTO


PRIMERA ESCENA
El campamento británico, cerca de Dóver.

Entran con tambores y banderas Edmundo, Regania, nobles y soldados.

EDMUNDO
Infórmate del Duque si mantiene su último plan, o si en este tiempo hubo algo que lo hiciera cambiar de propósito. Todo en él es irresolución y él mismo se contradice a cada paso. Comunícanos sus órdenes terminantes.

REGANIA
Algo debe de haberle ocurrido al mensajero de mi hermana.

EDMUNDO
Hay para sospecharlo.

REGANIA
Ahora, mi dulce dueño, pues sabes de mi corazón el bien que te destina, dime con verdad, pero con toda verdad ha de ser: ¿No amas a mi hermana?

EDMUNDO
Con permitido amor.

REGANIA
Y, ¿nunca hollaste los pasos de mi hermana en el camino del prohibido lugar?

EDMUNDO
Te engañaste si lo has pensado.

REGANIA
Sospecho que sus corazones se juntaron tanto que pudiste creer el suyo tuyo.

EDMUNDO
Nunca, señora, por mi honor.

REGANIA
¡Por siempre me será aborrecible! Dueño mío, no sepa yo que tienes intimidad con ella.

EDMUNDO
No temas. Ella y el Duque, su esposo. (Entran con tambores y banderas el Duque de Albania, Gonerila, y soldados).

GONERILA
(Aparte) Mejor quisiera perder esta batalla que no por esta hermana mía perderlo a él y perderme.

DUQUE DE ALBANIA
Amada hermana nuestra, bien hallada. (A Edmundo). He sabido, señor, que el Rey está con su hija, y con él también muchos justamente ofendidbs por nuestra crueldad. Siempre me ha faltado el valor cuando la razón me ha faltado; en este caso no hallo más razón para combatir contra el de Francia que el haber invadido nuestras tierras, no el amparar al Rey con grave y justa causa que a otros muchos obliga también a defenderlo.

EDMUNDO
Señor, hablas con nobleza.

REGANIA
Pero ¿a qué vienen esos razonamientos?

GONERILA
Combatan juntos contra el enemigo que no son de este lugar reyertas familiares.

DUQUE DE ALBANIA
Antes de resolver oigamos el consejo de los más experimentados en la guerra.

EDMUNDO
Al punto iré a reunirme contigo en tu tienda.

REGANIA
¿No vienes con nosotros, hermana?

GONERILA
No.

REGANIA
Así conviene, ven con nosotros, te lo ruego.

GONERILA
(Aparte) Descifrado está el enigma. (Alto). Voy, pues. (Al ir saliendo todos, entra Edgardo disfrazado y detiene al Duque de Albania).

EDGARDO
Si tu nobleza se digna escuchar a un pobre, óyeme.

DUQUE DE ALBANIA
Te sigo. (Salen todos menos el Duque de Albania y Edgardo). (A Edgardo). Habla.

EDGARDO
Antes de la batalla abre esta carta. Si vences, que tus clarines llamen a quien la envía. Aunque mi aspecto sea tan humilde, puedo presentarte a un campeón que mantendrá cuanto ahí se afirma. Si eres vencido, nada de este mundo puede ya importarte, y toda intriga contra ti habrá sido en vano. ¡Quiera favorecerte la fortuna!

DUQUE DE ALBANIA
Espera a que lea esta carta.

EDGARDO
Me está prohibido.

DUQUE DE ALBANIA
Adiós, entonces. Yo veré lo que dice tu carta. (Se va Edgardo y entra Edmundo).

EDMUNDO
El enemigo está a la vista. Avance tu ejército. Ve aquí noticia exacta de la fuerza y las armas del contrario, según diligente aviso. Pero importa que te apresures.

DUQUE DE ALBANIA
Aceptemos lo que esta hora nos traiga. (Se va).

EDMUNDO
A las dos hermanas he jurado amor, y las dos sienten celos, una de otra, como siente la mordedura el picado de víbora. ¿Por cuál debo decidirme? ¿Por las dos? ¿Por una? ¿Por ninguna? Ni a una ni a otra podré gozar si las dos viven ... Si prefiero a la viuda, Gonerila enloquecerá de furor y mal podrá lograrse con ella mi ambición, mientras viva su esposo. Lo que ahora importa es valerme de su autoridad en la batalla; terminada ... quien tenga interés en deshacerse de él que lo procure como pueda. En cuanto a la compasión que el Duque siente por Lear y Cordelia, ganada la batalla y ellos en mi poder, no habrá perdón. Mi deber es combatir, no parlamentar. (Se va).


SEGUNDA ESCENA
Una explanada entre los dos campamentos.
(Combate dentro).

Entran Edgardo y Glóster.

EDGARDO
Aquí, padre, la sombra de este árbol te será buen refugio. Pide que triunfe la justicia; si vuelvo será para traerte consuelo. (Se va).

CONDE DE GLÓSTER
La bondad del cielo te proteja, señor. (Sigue el combate dentro. Entra Edgardo).

EDGARDO
Ven, buen viejo, dame la mano, ven. El Rey Lear ha sido derrotado. Él y su hija cayeron prisioneros. Dame la mano, ven.

CONDE DE GLÓSTER
No, déjame, no daré un paso; aquí mismo bien puede pudrirse un hombre.

EDGARDO
¿Vuelven los malos pensamientos? El hombre no escoge la hora de dejar la vida, como no escogió la de entrar en ella; en sazón es todo. Sígueme.

CONDE DE GLÓSTER
Verdad muy cierta es ésa. (Se van).


TERCERA ESCENA
El campamento británico, cerca de Dóver.

Entran con tambores y banderas, Edmundo como vencedor y el Rey Lear y Cordelia como prisioneros, un capitán, soldados, etc.

EDMUNDO
Que sean conducidos por capitanes y bien guardados, hasta que sea conocida la más alta voluntad que ha de juzgarlos.

CORDELIA
No somos los primeros que, pretendiendo enmendar un daño, lo causaron mayor. Sólo por ti, desventurado Rey, es mi pena; por mí ... sé desdeñar, desde más alto que ella, los desdenes de la fortuna. ¿No veremos a esas hijas, a esas hermanas?

REY LEAR
¡No, no, no, no! Vamos a nuestra cárcel. Solos los dos, cantaremos como pájaros enjaulados. Si me pides que te bendiga, seré yo quien te pida perdón. Nuestra vida será rezar y cantar, y contaremos cuentos viejos y nos reiremos al ver a esas doradas mariposas, al oír a esos pobres siervos sus murmuraciones cortesanas ... y nosotros también murmuraremos con ellos, de quién pierde y quién gana, quién entra, quién sale ... y penetraremos en el misterio de las cosas, como si fuéramos los espías de Dios y nada nos importará, entre los muros de nuestra prisión, de las disensiones ni de las amistades de los grandes, sujetos a las mudanzas de la luna, y como ella, con sus crecientes y menguantes.

EDMUNDO
Llévenlos pronto.

REY LEAR
En sacrificios tales, Cordelia mía, los dioses mismos queman incienso. ¿No estamos juntos? Quien pretenda separarnos ha de robar una celeste antorcha y, como a zorros, cazarnos con su fogarada. Seca tus ojos. ¡Mala peste los coma en cuerpo y alma primero que nos vean llorar! Antes veremos su destrucción. Vamos. (Se van el Rey Lear, Cordelia, y soldados).

EDMUNDO
Oye aquí, Capitán, ve esta orden. Acompáñalos a su prisión. Te di un ascenso. Si cumples lo que ahí se ordena, por fácil camino te llevará propicia la fortuna. Es la ocasión la que hace al hombre. No conviene a un soldado la blandura de corazón. La importancia de esa orden no admite vacilaciones; cúmplela o ve si prosperas por otros medios.

CAPITÁN
La cumpliré, señor.

EDMUNDO
Sea pronto, y ten por cierta tu ventura cuando la hayas cumplido; sin dilación, como está mandado.

CAPITÁN
Yo no podría tirar de un carro ni comer paja, pero lo que un hombre pueda hacer, soy capaz de hacerlo. (Se va. Trompetas dentro. Entran el Duque de Albania, Gonerila, Regania, otro capitán y soldados).

DUQUE DE ALBANIA
Señor, bien nos has mostrado en este día cuánto es tu valor, y la fortuna te ha conducido a la victoria. Tienes prisioneros a tus contrarios en esta contienda; te pedimos que nos los entregues para decidir de su suerte según su merecido y según convenga a nuestra seguridad.

EDMUNDO
Señor, me pareció lo más conveniente encerrar al Rey viejo en segura prisión, y con fieles guardianes; su ancianidad, con el prestigio de su realeza, pudieran mover en su favor a los villanos, y tal vez nuestras lanzas mercenarias se volvieran contra los mismos que las mandamos. Con él envié a la Reina por las mismas razones. Prontos están para comparecer mañana o más tarde ante tu Consejo. Ahora, aun cubiertos de sudor y de sangre, el amigo deplora la pérdida del amigo; en las mayores victorias siempre hay que llorar y maldecir estragos. Para juzgar a Cordelia y a su padre no es propio lugar éste.

DUQUE DE ALBANIA
Permíteme, señor: te he traído a esta guerra como a vasallo, no como a hermano.

REGANIA
Vino a ella, porque así plugo a mi soberanía y pienso que debiste contar conmigo antes de hablar tan altanero. Manda mi ejército, representa aquí mi autoridad y mi persona; bien puede sin jactancia llamarse hermano tuyo.

GONERILA
No con tanto calor lo defiendas; hay en su propio valor merecimiento sin la merced de tus favores.

REGANIA
Al ostentar mi investidura en nombre mío, con el mejor puede parangonarse.

GONERILA
Tal vez si fuese esposo tuyo.

REGANIA
Las burlas son muchas veces profecías.

GONERILA
Bizcaban los ojos que tal creyeron ver.

REGANIA
Senora mía, no estoy buena; de otro modo, dejaría desbordarse mi corazón al responderte. General, tuyos son mis soldados, los prisioneros, mi patrimonio; dispón de todo. Tuyas son estas murallas; sepa el mundo entero que por mi mano eres mi dueño y mi señor.

GONERILA
¿Tuyo piensas hacerlo?

DUQUE DE ALBANIA
Ve que no depende sólo de tu voluntad.

EDMUNDO
De la tuya, menos, señor.

DUQUE DE ALBANIA
De la mía, ¡bastardo!

REGANIA
Redoblen los tambores proclamando que es tuya mi soberanía.

DUQUE DE ALBANIA
Espera aún, y atiende a razones. Eres mi prisionero, culpable de traición, y contigo esa dorada serpiente. Respecto a tu pretensión, mi hermana bella, debo oponerme en nombre de mi esposa. Ella es la que secretamente se ha concertado con este noble señor, y yo, su esposo, debo poner impedimento a tu desposorio. Si deseas casarte, mejor te estará enamorarme a mí, ya que mi esposa está apalabrada con otro.

GONERILA
¡Qué bufonadas!

DUQUE DE ALBANIA
Armas traes, Glóster; suene el clarín, y si nadie comparece a sostener tus odiosas y manifiestas traiciones, yo arrojo el guante, y no comeré un pedazo de pan hasta ver proclamado sobre tu corazón lo que aquí sostengo.

REGANIA
Me siento mal; desfallezco.

GONERILA
(Aparte) Si así no fuera, perdería yo toda mi confianza en la medicina.

EDMUNDO
Ésa es mi respuesta. (Arroja el guante). Y quien me llame traidor, villano, miente, sea quien sea. Suenen tus clarines; acuda el que se atreva; uno, tú, cualquier otro; contra todos probaré mi lealtad y mi honor con denuedo.

DUQUE DE ALBANIA
¡Hola, heraldo!

EDMUNDO
¡Heraldo, pronto, heraldo!

DUQUE DE ALBANIA
Cuenta sólo contigo; tus tropas fueron alistadas en mi nombre y en mi nombre han sido licenciadas.

REGANIA
No puedo más.

DUQUE DE ALBANIA
Se siente enferma; llévenla a mi tienda. (Entra un heraldo). Ven acá, heraldo. Suene el clarín, y a voces lee esto. (Le da un cartel).

CAPITÁN
Suene el clarín.

HERALDO
(Lee) Si algún noble caballero, por dignidad o linaje, se hallara en el campo dispuesto a mantener contra Edmundo, Conde de Glóster, que es traidor probado, comparezca al tercer llamamiento. Edmundo está pronto al combate.

EDMUNDO
Llama.

HERALDO
Otra vez.

OTRO HERALDO
Otra vez. (Entra Edgardo, armado de todas armas, precedido de otro heraldo).

DUQUE DE ALBANIA
Pregúntale qué le trae y por qué acude al llamamiento.

HERALDO
¿Quién eres? ¿Tu nombre? ¿Tu linaje? ¿Qué te obliga a responder al reto?

EDGARDO
He perdido mi nombre; el diente ponzoñoso de la traición lo ha desgarrado; mas soy tan noble como el contrario a quien desafío.

DUQUE DE ALBANIA
¿Sabes quién es?

EDGARDO
¿Quién responde aquí por Edmundo, Conde de Glóster?

EDMUNDO
El mismo. ¿Para qué lo quieres?

EDGARDO
Saca la espada y ella te haga justicia si con mis palabras ofendí a un noble corazón. Ésta es la mía, y por la virtud de mi nobleza, de mis juramentos, de mi orden, yo sostengo que, pese a tu poder, a tu mocedad, a tu nombre y a tus preeminencias, a despecho de tu espada triunfadora, y del nuevo sol de tu fortuna, de tu valor y de tu corazón, eres traidor y perjuro contra los dioses, contra tu hermano y tu padre, alevoso contra este noble Príncipe, y desde la cimera de tu casco hasta el polvo que pisas, no eres sino un sapo venenoso, traidor ... y si lo niegas, yo con mi espada, con mi brazo, con el alma toda, que en mí alienta, combatiré hasta dejar probado sobre tu corazón que eres tú el que ha mentido.

EDMUNDO
En rigor debiera saber tu nombre; mas tu apostura es gentil y aguerrida, y si, como aseguras, es noble tu progenie, olvidaré las leyes caballerescas que pudiera invocar para rechazarte, y al rostro te vuelvo el baldón de traidor con que me afrentas y las mentiras infernales que proferiste yo sabré ahogarlas, y para ello, ya que así lucen, aunque no quemen, en tu boca, yo les abriré camino con mi espada, hasta enterrarlas para siempre en tu corazón. Hablen los clarines. (Combaten, y cae Edmundo).

DUQUE DE ALBANIA
(A Edgardo) ¡No lo acabes, no lo acabes!

GONERILA
¡Fue una felonía, Glóster! Por ley de caballero no debiste aceptar el combate con un desconocido. No fuiste vencido; fuiste atropellado con engaños.

DUQUE DE ALBANIA
Punto en boca, señora, si no quieres que con esta carta te la cierre. Vela, señora ... que no hallo palabra bastante mala para nombrarte; lee aquí tu infamia ... No la rasgues, señora, que bien sabes lo que en ella está escrito. ¿Sabes lo que dice esa carta?

GONERILA
No me preguntes si lo sé. (Se va).

DUQUE DE ALBANIA
Síguela; va desesperada; no la dejes.

EDMUNDO
Cuanto me has imputado fue obra mía, y más aun, mucho más. El tiempo ha de descubrirlo ... Ya pasó, y yo también. Pero ¿quién eres tú que así contra mí te aventuraste? Si noble, yo te perdono.

EDGARDO
Cambiemos perdón por perdón. Mi sangre no es menos noble que la tuya, y si más noble fuera, más culpable serías. Mi nombre es Edgardo; hijo soy de tu mismo padre. Los dioses son justicieros y nuestras culpas son el más seguro ejecutor de su justicia. El haberte engendrado en las tinieblas del vicio costó los ojos a nuestro padre.

EDMUNDO
Bien dices; verdad es. La rueda de nuestra fortuna dio la vuelta completa.

DUQUE DE ALBANIA
Tu presencia atestiguaba tu prosapia de reyes. Dame los brazos. Destroce mi corazón el remordimiento si de ti o de tu padre fui nunca enemigo.

EDGARDO
Bien lo sé, noble Príncipe.

DUQUE DE ALBANIA
Y ¿en dónde estuviste oculto? ¿Cómo supiste la desgracia de tu padre?

EDGARDO
Velando por él, señor. Escucha una breve historia, y cuando te la haya referido, ¡ojalá se rompiera mi corazón! Al saber que era pregonado y perseguido muy de cerca ... ¡Oh dulzura de la vida, que por no morir de una vez nos lleva a padecer horas y horas tormentos de muerte! Me disfracé con harapos, y era tal mi apariencia de loco, que hasta los perros hacían desprecio de mí ... Disfrazado de este modo, me hallé con mi padre ... sus ojos ensangrentados, anillos que perdieron sus piedras preciosas. Fui su guía y para él fui mendigando y pude librarlo de muerte desesperada, y nunca, ¡grave culpa!, quise descubrirme a él. Pero poco ha, armado ya de todas armas, temeroso, aunque esperanzado de mi buen suceso, le pedí su bendición; punto por punto le referí mis andanzas; y su quebrantado corazón, muy débil ya para resistir el embate, de los contrarios sentimientos, alegría y dolor, no pudiendo resistir más, rompióse al fin con una sonrisa.

EDMUNDO
Tu relato ha podido conmover me, acaso por mi bien. Prosigue, que algo más según parece, te queda por decir.

DUQUE DE ALBANIA
Si ha de ser más penoso calla; que al escucharte ya me sentí desfallecer.

EDGARDO
Lo referí como para los que no desean saber de tristezas; con mayores ponderaciones mayor horror te hubiera causado. Cuando más eran mis clamores llegóse a mí un hombre, que antes, al verme con mi aspecto miserable, procuró evitar mi compañía; mas ahora, viendo ya quién era el que tanto había padecido, con sus fuertes brazos rodeó mi cuello, y rugiente, como si quisiera rasgar el cielo, dejóse caer sobre el cuerpo de mi padre ... Después me dijo del Rey Lear la más triste historia que los hombres oyeron, y, al referida, su dolor se acrecia y las fibras todas de su ser amenazaban romperse. Después, por dos veces sonó el clarín, y me fue forzoso dejarlo en su desmayo.

DUQUE DE ALBANIA
Pero ¿sabes quién era?

EDGARDO
El Conde de Kent, señor; el proscrito, que, disfrazado, siguió a su Rey, que le era enemigo, sirviéndole como el último de sus criados. (Entra un noble con un puñal ensangrentado).

NOBLE
¡Favor, favor, favor!

EDGARDO
¿Para quién lo pides?

DUQUE DE ALBANIA
¡Habla!

EDGARDO
¿Qué indica ese puñal ensangrentado?

NOBLE
Caliente está la sangre ... aún hierve ... Sangre es del corazón de ... ¡oh!, muerta es.

DUQUE DE ALBANIA
¿Quién ha muerto...? ¡Habla!

NOBLE
Tu esposa, señor, tu esposa, que antes envenenó a su hermana. Así lo ha confesado.

EDMUNDO
Concertado estaba con las dos. Los tres estaremos pronto desposados.

EDGARDO
Aquí llega el Conde de Kent.

DUQUE DE ALBANIA
Traíganlas aquí si aún viven o si han muerto. La justicia del cielo me espanta; pero no me mueve a compasión. (Entra el Conde de Kent). ¿Quién es éste? No es ocasión de salutaciones que la cortesía podría exigir.

CONDE DE KENT
Vengo a despedirme de mi señor el Rey. ¿No está aquí?

DUQUE DE ALBANIA
De lo que más importa nos olvidamos. Di, Edmundo, ¿dónde está el Rey?, ¿dónde Cordelia? (Entran soldados trayendo a Gonerila y Regania muertas). ¿Ves esto, Kent?

CONDE DE KENT
¡Horror! ¿Cómo fue?

EDMUNDO
Porque las dos amaban a Edmundo; la una envenenó por mí a la otra y después se dio muerte.

DUQUE DE ALBANIA
Así fue; cubran su rostro.

EDMUNDO
La vida se me va. Algo bueno quisiera hacer antes, contra mi condición. Pronto, envíen al castillo. Yo di orden para que quitaran la vida a Lear y Cordelia. Vayan pronto; corran, corran.

EDGARDO
¿A quién, señor? ¿Quién tiene la orden? Dame alguna contraseña de tu parte.

EDMUNDO
Bien dices. Lleva mi espada, muéstrala al capitán.

DUQUE DE ALBANIA
¡Pronto, por tu vida! (Se va Edgardo).

EDMUNDO
Orden tiene de tu esposa y mía para ahorcar a Cordelia en su prisión y propalar después que fue ella misma la que atentó contra su vida.

DUQUE DE ALBANIA
Los dioses la protejan. Llévenlo de aquí. (Salen soldados llevándose a Edmundo. Entra el Rey Lear, trayendo en brazos a Cordelia muerta. Edgardo, nobles y soldados).

REY LEAR
¡Aullen, aullen, aullen, hombres de piedra! ¡Si yo tuviera su voz y sus ojos me serviría de ellos hasta derrumbar la bóveda del cielo! ¡Se fue para siempre! Bien sé cuándo es la muerte y cuándo es la vida. Muerta está como la tierra. Traigan un espejo, si su aliento empaña el cristal es que aún vive.

CONDE DE KENT
¿Es esto lo que yo esperaba?

EDGARDO
¿Es sueño de algo horrible?

DUQUE DE ALBANIA
¡Húndete tierra y perezcamos todos!

REY LEAR
Esta pluma se mueve ... ¡Vive! Si así fuera, compensado quedaría cuanto he padecido.

CONDE DE KENT
(Arrodillártdose) Bondadoso señor ...

REY LEAR
Aparta, te lo ruego.

EDGARDO
Es el noble Kent, tu amigo.

REY LEAR
¡Mala peste caiga sobre ustedes! ¡Todos asesinos, todos traidores! ¡Yo hubiera podido salvarla; ahora la perdí para siempre! ¡Cordelia, Cordelia, espera un poco! ¿Qué? ... ¿Qué dices? Su voz era melodiosa, afable, apagada, estimable cualidad en la mujer ... Maté al esclavo que la ahorcaba.

CAPITÁN
cierto es, señores; así lo hizo.

REY LEAR
¿No es verdad, amigo? Un tiempo fue en que mi tajante cimitarra los hiciera brincar a todos. Ahora soy viejo, y las desdichas me acabaron. ¿Quién eres? Mis ojos ya no ven; mas te lo diré pronto.

CONDE DE KENT
Si la fortuna puede jactarse de dos hombres a quienes amó y odió, yo soy uno de ellos.

REY LEAR
¡Lastimosa vista! ¿No eres Kent?

CONDE DE KENT
El mismo, tu súbdito querido. ¿Dónde está tu criado Cayo?

REY LEAR
Era una buena persona, yo lo digo. Andaba listo para golpear; murió, y ya pudre.

CONDE DE KENT
No, bondadoso señor. Aquél soy yo. El mismo que desde el principio al fin de tus desventuras fue siguiendo tus tristes pasos.

REY LEAR
Bien hallado seas.

CONDE DE KENT
No lo soy. Nadie tampoco. Todo es desconsuelo, negrura y muerte. Tus hijas mayores anticiparon su fin desesperadas.

REY LEAR
Lo creo.

DUQUE DE ALBANIA
No sabe lo que se dice; en vano es pretender que nos conozca.

EDGARDO
En vano. (Entra un capitán).

CAPITÁN
Señor, Edmundo ha muerto.

DUQUE DE ALBANIA
Esa noticia es aquí una futesa. Señores y amigos leales, sepan mi decisión. Yo he de ofrecerle cuanto pueda servirle de consuelo en tan gran desventura. Por mi parte, mientras el anciano Rey viva, resigno en él toda autoridad. (Al Conde de Kent y a Edgardo). Ustedes recobren cuanto fue suyo y a más tendrán en recompensa cuanto han merecido con creces. Los leales saboreen el galardón de sus virtudes; los traidores apuren la copa de sus maldades. ¡Oh, vean, vean!

REY LEAR
¡Y ahorcaron a mi pobre loquilla!! ¡No, no vive! ¿Por qué un perro, un caballo, un ratón tienen vida, y tú no? ¡No, no volverás nunca! ... ¡Nunea, nunca, nunca, nunca, nunca! ... Por favor, suéltenme este botón. Gracias, señor. ¿Ven esto? Mírenla, miren su boca, mírenla, mírenla ... (Muere).

EDGARDO
Se muere. ¡Señor, señor!

CONDE DE KENT
¡Rómpete, corazón, por piedad, rómpete!

EDGARDO
Ve, señor.

CONDE DE KENT
No inquietes su alma. Déjala ir. Mucho lo odia el que pretenda retenerlo amarrado a las torturas de esta vida miserable.

EDGARDO
Ya es ido ... Mira.

CONDE DE KENT
Lo extraño es que haya soportado tanto. Era una usurpación su vida.

DUQUE DE ALBANIA
Llévenlo de aquí. A nosotros sólo nos corresponde llorar. (A Kent y a Edgardo). Amigos del alma, reinen los dos juntamente, y sean el sostén de un reino desangrado.

CONDE DE KENT
He de emprender una jornada en breve, señor; mi Rey me llama, y no puedo negarme a seguirlo. (Se va).

DUQUE DE ALBANIA
Debemos rendirnos a la pesadumbre de tiempos tan aciagos. Digamos lo que sentimos, no lo que debiéramos decir. El más anciano padeció más que nosotros; los jóvenes no veremos todo lo que él vio ni viviremos tanto. (Marcha fúnebre).

Índice de El rey Lear de William ShakespeareCUARTO ACTOBiblioteca Virtual Antorcha