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EL REY LEAR
William Shakespeare
SEGUNDO ACTO
PRIMERA ESCENA
En el castillo del Conde de Glóster.
Entra Edmundo y después Curanio.
EDMUNDO
Salud, Curanio.
CURANIO
Y a ti, señor. He visto a tu padre y le he anunciado que el Duque de Cornualles y la Duquesa Regania llegarán aquí esta noche.
EDMUNDO
¿Cómo es eso?
CURANIO
Lo ignoro; pero habrás oído las nuevas que corren, mejor diré lo que se murmura, pues todo ello no es aun más que susurrado como beso a la oreja.
EDMUNDO
Nada sé. ¿Puedes decírmelo?
CURANIO
¿Nada has oído de una guerra probable entre el Duque de Cornualles y el de Albania?
EDMUNDO
Ni una palabra.
CURANIO
A su tiempo lo sabrás todo. El cielo te guarde, señor. (Se va).
EDMUNDO
El Duque llega esta noche; mejor que mejor. Todo se dispone a punto para reforzar mi trama. Mi padre ha dispuesto patrullas para prender a mi hermano ... Sólo me resta un lance arriesgado, y he de salvarlo. ¡Destreza y fortuna, sean conmigo! Hermano, dos palabras; puedes salir te digo, hermano. (Entra Edgardo). Mi padre acecha. No debes permanecer aquí. Alguien ha descubierto dónde estabas oculto. Aprovecha la oscuridad de la noche. ¿Has dicho algo en ofensa del Duque de Cornualles? Viene aquí. Llegará esta noche mismo con gran premura, y con él, Regania.
¿Nada dijiste de su enemistad con el Duque de Albania? Recuerda bien.
EDGARDO
Estoy seguro de no haber dicho nada.
EDMUNDO
Oigo a mi padre ... Perdón; para engañarlo es preciso que saque la espada contra ti ... Tú también haz como si te defendieras ... Ahora puedes huir pronto ... ¡Ríndete! ¡Ven ante mi padre! ¡Luces! Huye, hermano. ¡Luces, luces! ¡Adiós! (Se va Edgardo). Un poco de sangre será el mejor testimonio de mi arrojado empeño. A muchos borrachos he visto hacerse mayor daño por chanza. ¡Padre, padre! ¡Deténganlo, deténganlo! ¿No hay quien me socorra? (Entran el Duque de Glóster y criados con antorchas).
CONDE DE GLÓSTER
¿Qué ocurre, Edmundo? ¿Dónde está ese villano?
EDMUNDO
Aquí estaba, en lo oscuro, desnuda la espada, farfullando palabras de maleficio, conjuros a la luna para que le sea deidad propicia.
CONDE DE GLÓSTER
Pero ¿dónde está el traidor, Edmundo?
EDMUNDO
Huyó de esta parte. Cuando vio que por ningún medio ...
CONDE DE GLÓSTER
Corran en su persecución; alcánzenlo. (Se van los criados). Decías que cuando por ningún medio ... Sigue.
EDMUNDO
Podía determinarme a darte muerte, representándolo cómo los dioses justicieros asestan todos sus rayos contra los parricidas y lo fuerte y apretado del vínculo que liga al hijo con su padre ... En fin, señor: al ver cómo yo rechazaba su desnaturalizado propósito, ciego de rabia, saca su espada, arremete contra mi pecho indefenso, y me hiere en el brazo. Mas pronto ante mi entereza, resuelto yo a sucumbir por tan justa causa o temoroso de que acudiera gente a mis voces, huyó desatentado.
CONDE DE GLÓSTER
¡Huya muy lejos! ¡No logrará escapar con vida de estas tierras! Lo hallarán pronto, y morirá. Mi señor, el noble Duque, mi poderoso jerarca y protector, llega esta noche; autorizado por él haré pregonar las mercedes que obtendrá de mí quien lo descubra y lo entregue al verdugo ... A quien lo ocultara, la muerte.
EDMUNDO
Cuando más procuraba disuadirle de su intento, viéndolo decidido a todo, y con severas palabras lo amenazaba con delatarlo, me respondió: ¡Desheredado bastardo! ¿y piensas tú que si yo te desmiento ha de suponer en ti nadie, ni verdad, ni honor, ni nobleza que den fe a tus palabras? No; cuanto digas, y he de negarlo todo, aunque presentes cartas de mi mano, se volverá contra ti, Y todos lo juzgarán invención tuya, urdida con infernales artes, y no pretenderás que nadie sea tan obtuso de entendimiento para no ver cuánto provecho logras con mi muerte y cómo ha de espolearte el deseo de conseguirla.
CONDE DE GLÓSTER
¡Empedernido, avezado en traiciones! ¿Negará su carta? ¡No le he engendrado! Las trompetas que anuncian al Duque. Ignoro qué pueda traerlo ... Pediré que se cierren los puertos para que no pueda huir el miserable ... El Duque dará las órdenes para ello ... Enviaré su retrato a todas partes para que en todo el reino puedan descubrirlo ... Yo hallaré forma de que puedas heredar todos mis Estados, hijo bueno y leal. (Entran el Duque de Cornualles, Regania y acompañamiento).
DUQUE DE CORNUALLES
¿Qué es esto? Apenas he llegado, como ven, ahora mismo, y oigo extrañas noticias.
REGANIA
Si ello es cierto, todo castigo será poco para tan gran culpable. Dinos lo que haya, señor.
CONDE DE GLÓSTER
¡Oh, señor, el corazón de este anciano está destrozado, destrozado!
REGANIA
¿Que suerte que el ahijado de mi padre atentó contra tu vida? ¿No era él a quien mi padre llamaba siempre tu Edgardo?
CONDE DE GLÓSTER
¡Oh, señora, por vergüenza quisiera negarlo!
REGANIA
¿No era también de los licenciosos caballeros que asisten con mi padre?
CONDE DE GLÓSTER
No lo sé señora; pero, ¡cuánta maldad, cuánta maldad!
EDMUNDO
Sí, señora; con ellos asistía.
REGANIA
No hay que espantarse entonces de que fuera inducido a dar muerte a un anciano para gastar y disipar su hacienda. Por mi hermana he sido esta misma tarde bien informada de quién es esa gente, y tan prevenida estoy contra ellos, que cuando lleguen a mi casa no me hallarán en ella.
DUQUE DE CORNUALLES
Tampoco a mí, Regania; te lo aseguro. Edmundo: sé que has sido para tu padre un verdadero hijo.
EDMUNDO
Era mi deber, señor.
CONDE DE GLÓSTER
Él descubrió sus propósitos, y al intentar su prisión, recibió esa herida que ven.
DUQUE DE CORNUALLES
¿Salieron en su persecución?
CONDE DE GLÓSTER
Sí, mi bondadoso señor.
DUQUE DE CORNUALLES
Si lo prendieran no temas que pueda volver a ofenderte. Dispón de mi poder como te plazca. En cuanto a ti, Edmundo, por el valor y la lealtad que tanto te enaltecen, entrarás a nuestro servicio desde ahora; bien necesitados estamos de servidores leales. Considérate por nuestro.
EDMUNDO
Les serviré con toda lealtad en cuanto se ofreciera.
CONDE DE GLÓSTER
Muy obligado queda a su Alteza.
DUQUE DE CORNUALLES
Seguramente ignoras la razón de visitarte.
REGANIA
Caminando a hora tan desusada; enhebrando nuestro camino por los claros confusos de la noche, graves asuntos, noble Glóster, son los que aquí nos traen a pedirte consejo. Núestro padre nos ha escrito, también mi hermana, dándonos cuenta de sus disensiones, y creímos más acertado enviar nuestra contestación fuera de nuestra casa. Los mensajeros de uno y otro esperan aquí nuestra respuesta. Y tú, nuestro antiguo y buen amigo, cobre ánimo tu corazón y aconséjanos lo más conveniente en este asunto que no admite demora en su resolución.
CONDE DE GLÓSTER
Pronto estoy a servirles. Sus Altezas son siempre bienvenidas a mi casa.
SEGUNDA ESCENA
Exterior del castillo de Glósler.
Entran el Duque de Kent y Usvaldo, cada uno de una parte.
USVALDO
Con salud madrugues, amigo. ¿Eres de la casa?
CONDE DE KENT
Sí.
USVALDO
¿Dónde podemos dejar los caballos?
CONDE DE KENT
En el lodazal.
USVALDO
Dime en dónde, si bien me quieres.
CONDE DE KENT
Y ¿si no te quisiera bien?
USVALDO
Me tendría sin cuidado.
CONDE DE KENT
Ya te tendría si yo no estuviera aquí como en corral ajeno.
USVALDO
¿Por qué hablas con tales modos? No sé quién eres.
CONDE DE KENT
Yo sé quién eres tú.
USVALDO
Y ¿quién soy yo? Sepamos.
CONDE DE KENT
Un pícaro, un tunante alimentado de sobras; un ruin, desvanecido, majadero, en miserable servidumbre por unas monedas, tres malos vestidos y unas rotas calzas; un fullón, un cobarde, que te perseguirá por justicia cuando lo hayas apaleado; un hijo de puta, empañador de espejos, métomeentodo, maestro enredador; uno que heredó de un cofre vacío; uno que sería buen alcahuete por sus buenos oficios y no es más que una mezcla de truhán, de mendigo, de cobarde y de rufián, hijo conocido de una mala perra; uno a quien me hartaré de aporrear aunque me aturda con sus aullidos si se atreve a desmentir siquiera una palabra de su señalamiento.
USVALDO
Y ¿quién eres tú, energúmeno sin ejemplo, para insultar de este modo a quien no conoces ni quiere conocerte?
CONDE DE KENT
Mientes como un desfachatado lacayo al decir que no me conoces. No hará dos días que te di zancadilla y te harté de golpes en presencia del Rey. ¡Desenvaina, bergante! Aunque sea de noche, hay luna clara; ven a donde su luz te blanquee, y te golpearé sin cesar a la luz de la luna. ¡Desenvaina, hijo de puta afeminado, frecuentador de barberías; desenvaina!
USVALDO
¡Paso; no quiero nada contigo!
CONDE DE KENT
¡Defiéndete, pícaro! Traes cartas en ofensa del Rey y te prestas a servir la insolencia de una muñeca de títeres contra la majestad de un padre. ¡Defiéndete, bergante, o te ensartaré para un asado! ¡Pronto, ven acá!
USVALDO
¡Favor! ¡Al asesino! ¡Favor!
CONDE DE KENT
¡En guardia, esclavo, no huyas; detente! ¡Esclavo inmundo, en guardia!
USVALDO
¡Favor! ¡Al asesino, al asesino! (Entran Edmundo con la espada desenvainada, y después el Duque de Cornualles, Regania, el Conde de Glóster y criados).
EDMUNDO
¿Quién va? ¿Qué es esto?
CONDE DE KENT
Contigo irá si te empeñas, buen mozalbete; acércate; veamos la sangre de tu virginidad; llega, mancebo.
CONDE DE GLÓSTER
¡Espadas! En armas. ¿Qué sucede?
DUQUE DE CORNUALLES
¡Deténganse, por vida nuestra! El que dé un solo paso, muere. ¿Qué es esto?
REGANIA
Los mensajeros de nuestra hermana y del Rey.
DUQUE DE CORNUALLES
¿Por qué reñían?, digan.
USVALDO
Señor, no tengo aliento.
CONDE DE KENT
No es de extrañar; luchaste con un valor tan esforzado ... ¡Cobarde, villano; la naturaleza reniega de ti; algún sastre te hizo!
DUQUE DE CORNUALLES
¿Qué locuras dices? Un hombre ser hechura de un sastre.
CONDE DE KENT
De un sastre, señor; de un picapedrero o de un pintor no estaría tan mal sacado aunque sólo llevaran dos horas en su oficio.
DUQUE DE CORNUALLES
Díganme. ¿De qué nació su pendencia?
USVALDO
Este viejo rufián, señor, a quien he perdonado la vida por respeto a sus barbas blancas ...
CONDE DE KENT
¡Calla, hijo de puta! ¡Zeta, letra superflua! Señor: con su licencia voy a moler a ese grosero villano hasta hacer de él una buena argamasa para enlucir letrinas. ¿Conque por respeto a mis barbas? ¡Avecilla aterida!
DUQUE DE CORNUALLES
¡Silencio, bellaco, bestialmente descomedido! ¿No entiendes de respeto?
CONDE DE KENT
Sí entiendo señor; pero la cólera tiene sus privilegios.
DUQUE DE CORNUALLES
Y ¿qué razón hay para encolerizarte?
CONDE DE KENT
Que pueda sustentar una espada villano semejante que no sustenta honra. Traidores sonrientes como éste son como ratas roedoras de los más sagrados vínculos, tan ligados, que nunca debieran romperse. Éstos son los que lisonjean las malas pasiones de sus señores y añaden leña al fuego, nieve a la frialdad de los sentimientos; lo mismo niegan que afirman, y están siempre como pico de alción, vueltos al aire mudable de sus amos; ni saben más que seguir al dueño como perros ... ¡Malhaya tu cara de idiota! ¿Te ríes de mis palabras, como si te hablara algún loco? ¡Ganso! Si estuviéramos en campo libre no pararías hasta tu corral dando graznidos.
DUQUE DE CORNUALLES
¿Quién eres tú, viejo loco?
CONDE DE GLÓSTER
¿Por qué fue la cuestión? Díganlo.
CONDE DE KENT
No hay en el mundo dos cosas contrarias que tanto se aborrezcan como yo y ese gran tunante.
DUQUE DE CORNUALLES
¿Por qué le llamas gran tunante? ¿En qué te ha ofendido?
CONDE DE KENT
Me desagrada su aspecto.
DUQUE DE CORNUALLES
¿Sólo por eso? De ese modo acaso te desagrade el mío o el de cualquiera de los que me acompañan.
CONDE DE KENT
Mi profesión es decir verdad siempre, y he visto caras mejores en mi vida de las que veo aquí sobre los hombros de cuantos están presentes.
DUQUE DE CORNUALLES
Éste es alguno de esos a quien celebraron una vez por su franqueza, y desde entonces dio en extremar la impertinente grosería, tal vez contrariando su natural agrado. ¡Almas nobles y francas! No dirán más que la verdad ... y hay que soportarlas, y si no, es lo mismo; ellas han de decir siempre la verdad. Como éstos conozco yo que, en su franqueza, ocultan mayor malicia y más perniciosos propósitos que tantos infelices aduladores muy corteses que cumplen con su obligación buenamente.
CONDE DE KENT
Señor: por mi fe, en puridad, y con licencia de su grandeza, cuyos resplandores, como la luz radiante que corona la frente de Febo ...
DUQUE DE CORNUALLES
¿Qué significa todo eso?
CONDE DE KENT
Cambiar de lenguaje, ya que el mío lo descontenta. Yo sé bien, señor, que no soy lisonjero: el que francamente lo engañe será un franco bribón; lo que yo no podré ser nunca, aunque le desagrade que no lo sea.
DUQUE DE CORNUALLES
(A Usvaldo). ¿En qué lo ofendiste?
USVALDO
En nada, señor. Al Rey, su amo, le plugo golpearme sin razón alguna; llegó este hombre, y por adularle en su enojo, dio conmigo en tierra; me insulta, me escarnece, descarga sobre mí toda su furia; el Rey lo recompensa por humillar al que rendido estaba, y hoy, en albricias de su hazaña, embiste de nuevo contra mí.
CONDE DE KENT
No hay uno de estos truhanes y cobardes a quien no sirvan un Ayax de bufón.
DUQUE DE CORNUALLES
Traigan un cepo. Testarudo y viejo loco, reverendo fanfarrón; yo te enseñaré ...!
CONDE DE KENt
Señor: soy ya muy viejo para aprender. No prevengas el cepo para mí. Sirvo al Rey, y en su nombre he sido a ti enviado; poco respetuoso y muy atrevido te muestras con la grandeza de mi señor poniendo en el cepo a un mensajero suyo.
DUQUE DE CORNUALLES
Traigan el cepo. ¡Por mi vida y mi nombre que ha de estar en él hasta muy entrado el día!
REGANIA
¿El día? Y la noche también.
CONDE DE KENT
¡Oh, señora! Fuera un perro de tu padre, y no te atreverías a tratarme así.
REGANIA
Como no eres más que su truhán, puedo atreverme.
DUQUE DE CORNUALLES
Éste ha de ser, por las trazas, uno de quien nos habla nuestra hermana. Pronto, traigan el cepo.
CONDE DE GLÓSTER
Te ruego que no hagas tal, Alteza. Grande ha sido su falta; pero el Rey mi señor lo castigará por ella. Tú no debes imponerle pena tan afrentosa, propia sólo para los ladronzuelos y pillastres. El Rey ha de llevar a mal que en tan poco estimes a su mensajero para castigarle de ese modo.
DUQUE DE CORNUALLES
Yo sabré responder.
REGANIA
Peor ha de parecerle a mi hermana que los caballeros a su servicio sean así insultados y atropellados. Sujétenlo bien. Vamos, esposo mío. (Se van todos, menos Glóster y el Duque de Kent).
CONDE DE GLÓSTER
Mucho me duele, amigo; pero es la voluntad del Duque, y todos sabemos cuál es su condición, que ni se ablanda ni cede. Hablaré por ti, no obstante.
CONDE DE KENT
No hagas tal, te lo ruego. He caminado mucho y sin descanso. Aquí dormiré algún rato, y otros me divertiré silbando. La fortuna del hombre honrado nada tiene que ver con sus talones. Muy buenos días.
CONDE DE GLÓSTER
El Duque no ha obrado cuerdamente. Han de tomarlo a mal. (Se va).
CONDE DE KENT
Buen Rey, por ti puede decirse: huyendo de la sartén diste en las brasas. Alúmbrame, faro de este bajo mundo, que a tu plácida luz pueda descifrar esta carta. El desgraciado en todo ve un milagro. (Leyendo una carta). Yo sé que es de Cordelía; por acaso sabedora de mis ocultos pasos, hallará ocasión en tan enormes males para repararlos del mejor modo. Estoy rendido de cansancio y de sueño. Aprovéchense, ojos míos, para no contemplar tan ruin alojamiento. Buenas noches, fortuna. ¿Cuándo volverás a sonreírme? ¡Gire tu rueda!
TERCERA ESCENA
Un bosque.
Entra Edgardo.
EDGARDO
Oí cómo era pregonado; por dicha, en el hueco de un árbol pude esconderme de los que me daban caza. Ni un puerto libre, ni lugar que no esté guardado con desusada vigilancia para estorbar mi huída. Hasta conseguida he de ocultarme. Tomaré la más baja y más pobre apariencia, como jamás en la mayor miseria haya podido rebajar al hombre hasta igualarse con las bestias. Embadurnaré mi cara con fango, ceñiré una pelleja a mis espaldas, encresparé mis cabellos como un endemoniado y mi desnudez arrostrará las inclemencias del cielo. Por los campos vagan figuras semejantes; pobres turulatos que, con desaforados gritos, clavan en sus brazos desnudos, entumecidos por las llagas, espinas, clavos y paligotes de romero, y con su horrible catadura van por las chozas,las aldehue1as, 1as majadas y los molinos, y unas veces con lunáticas imprecaciones, otras veces con rezos, en todas partes mueven a compasión. ¡Pobre Turlupín! ¡Pobre Tomasillo! Ya es ser algo, que ser Edgardo es ser nada.
CUARTA ESCENA
La misma de la primera escena.
Entran el Rey Lear, el bufón y caballeros.
El Duque de Kent en el cepo.
REY LEAR
Muy extraño es que hayan salido de su morada sin despachar a mi emisario.
NOBLE
Por lo que he oído, anoche no pensaban en ausentarse.
CONDE DE KENT
Salud, noble señor.
REY LEAR
¡Oh! ¿Has tomado por pasatiempo estarte ahí a la vergüenza?
CONDE DE KENT
No, señor mío.
BUFÓN
¡Ah, ah! Eso es estar en calzas prietas. A los caballos los amarran por la cabeza, a los perros y a los osos por el cuello, a las monas por los riñones y a los hombres por las piernas. Al que anda en malos pasos hay que atarle corto.
REY LEAR
¿Quién fue el que por un error, sin duda, te puso en ese sitio?
CONDE DE KENT
Fueron dos, señor; él y ella: tu hijo y tu hija.
REY LEAR
¡No!
CONDE DE KENT
Sí.
REY LEAR
No, te digo.
CONDE DE KENT
Yo te digo que sí.
REY LEAR
No es posible.
CONDE DE KENT
Ya ves que sí lo es.
REY LEAR
¡Por Júpiter, te digo que no!
CONDE DE KENT
¡Por Juno, te digo que sí!
REY LEAR
No osarían, no puede ser, no lo creo. Fuera peor que un asesinato ultrajar así mi respeto ... Explícame pronto y sin tratar de disculparte, cómo has podido merecer, o ellos imponerte esta afrenta viniendo de mi parte.
CONDE DE KENT
Señor: apenas llegado a su palacio les entregué tu carta y aún permanecía arrodillado ante ellos con toda reverencia, cuando llegó, sudoroso y jadeante, un enviado de Gonerila que en su nombre les saluda y les entrega una carta que ellos se apresuran a leer, dando de lado mi mensaje. Tan pronto la leyeron ordenan juntar su comitiva, montan a caballo con presteza y me dicen que debo seguirles y me darán respuesta a su comodidad. ¡Tan frío fue el acogimiento! Aquí vuelvo a encontrarme con el otro mensajero, el que con sus nuevas, malefició las mías; por cierto aquel bellaco que no ha mucho se insolentó con su Alteza. Irritado por todo, con más rabia que juicio, doy sobre él; el muy cobarde despierta a todos con sus gritos, y tu hijo Y tu hija juzgan que mi conducta no merece menos que este vergonzoso castigo en que me has hallado.
BUFÓN
Aún es invierno; que las ánades vuelvan hacia aquí. Los padres cubiertos de harapos hagan cuenta que sus hijos son ciegos. En cambio los que tienen buenas talegas hallarán hijos cariñosos. La fortuna es una mala ramera que no abre sus puertas al pobre. Por todo esto, no acabarás de contar en un año todo lo que tus hijas te darán que contar.
REY LEAR
¡Oh, el mal de madre sube a mi corazón! ¡Pasión de histeria, detente! ¡Trepadora angustia, más bajo es tu elemento! ¿Dónde está mi hija?
CONDE DE KENT
Con el Conde, señor, allá dentro.
REY LEAR
Nadie me siga; aguarden aquí. (Se va el Rey Lear
NOBLE
¿No faltaste en más de lo que has dicho?
CONDE DE KENT
En nada. ¿Cómo viene el Rey con tan reducido séquito?
BUFÓN
Si te pusieron en el cepo por esa pregunta, lo tienes muy merecido.
CONDE DE KENT
¿Por qué, loco?
BUFÓN
Voy a mandarte a la escuela de las hormigas para que te enseñen a no trabajar en el invierno. Todo el que va detrás de sus narices se guía por los ojos, menos los ciegos; pero no hay una nariz entre veinte que no huela al que pudre. Suelta la rueda cuando va monte abajo, si no quieres romperte la cabeza; pero si la ves que sube monte arriba, agárrate bien a ella. Cuando un sabio te dé mejor consejo, devuélveme el mío; como es de un loco, sólo es bueno para los bribones.
Quien te sirve por su ganancia y te sigue por su conveniencia, en cuanto comience a llover, liará el petate y te dejará en medio de la tormenta. Pero yo aquí me estoy; el loco permanece mientras el cuerdo escapa. El bribón huye como un loco; pero el loco no huye como un bribón. ¡Caramba!
CONDE DE KENT
Loco. ¿Dónde aprendiste tanto?
BUFÓN
No fue en un cepo, ciertamente, loco. (Entran el Rey Lear Y el Conde de Glóster).
REY LEAR
¡Negarse a hablar conmigo! Que estan enfermos, que están cansados, que caminaron toda la noche ... Vanos pretextos, claras señales de su rebeldía y de su defección. Tráeme mejor respuesta.
CONDE DE GLÓSTER
Señor, ya conoces la violenta condición del Duque y la tenacidad inquebrantable de sus decisiones.
REY LEAR
¡Venganza, muerte, destrucción! ¡Su condición violenta! ¡Qué me importa su condición! ¡Glóster, Glóster! Que he de hablar con el Duque de Cornualles y con su esposa he dicho.
CONDE DE GLÓSTER
Señor: así se lo he anunciado.
REY LEAR
¿Se lo anunciaste así? ¿Me has entendido bien, hombre?
CONDE DE GLÓSTER
Sí, mi amado señor.
REY LEAR
El Rey quiere hablar con Cornualles, el padre quiere hablar con su hija por la obediencia que le debe. ¿Se lo anunciaste así? ¡Por mi vida y mi sangre! ¡Que es violenta la condición del Duque! ¿Violenta? Pues dile a ese Duque tan fiero ... pero no, aún no ... Tal vez no está bueno, en efecto ... Cualquier dolencia nos hace olvidar los deberes que en nuestra cabal salud no desatenderíamos. No somos los mismos cuando la naturaleza enferma fuerza nuestro espíritu a padecer con el dolor de nuestro cuerpo ... Sabré contenerme; no quiero incurrir por impaciencia en el error de juzgar acciones de un enfermo como de un hombre sano. (Fijándose en el Duque de Kent). ¡Muerte y condenación! Entonces, ¿por qué estás ahí? ¿Cómo puedo creer que este alejamiento del Duque y de ella es sin malicia? ¡Denme acá pronto a mi criado y digan al Duque y a su esposa que quiero hablar con ellos! ¡Aquí, ahora mismo, que vengan, que me escuchen, o a la misma puerta de su aposento ordenaré redoblar los tambores para anunciar la sentencia a muerte de su sueño!
CONDE DE GLÓSTER
Para bien de todos quisiera darle satisfacción. (Se va).
REY LEAR
¡Ay de mí! ¡Corazón mío, alborotado corazón, calma, detente!
BUFÓN
Dile, tío, como la guisandera a las anguilas cuando las ponía vivas en empanada. Con un palo les daba en la cabeza, y les decía: ¡Estense quietas, casquivanas, estense quietas! Un hermano de ésta fue el que tanto quería a su caballo, que le ensebaba la paja. (Entran el Duque de Cornualles, Regania, el Conde de Glóster y acompañamiento).
REY LEAR
Bien hallados sean.
DUQUE DE CORNUALLES
Bienvenido, señor.
REGANIA
Mucho me alegra el verte.
REY LEAR
Así lo creo, Regania; tú sabes si tengo razón para creerlo. Si no te alegraras al verme, tendría que repudiar a tu madre en su tumba, sepulcro de una adúltera. ¡Oh, Regania querida! Tu hermana es una infame. Su crueldad ha clavado aquí sus garras de buitre. Ni a decírtelo acierto, ni podrías creer cuánta es su maldad. ¡Oh, Regania!
REGANIA
Cálmate, señor, te lo ruego. Mas me inclino a creer que eres tú el que no sabe apreciar su bondad, que ella la que ha podido olvidar sus deberes.
REY LEAR
¿Qué dices?
REGANIA
Me resisto a creer que mi hermana haya faltado en nada. Si fue por haber puesto coto a los desmanes de tus servidores, la razón que tuvo para ello es su mejor disculpa.
REY LEAR
¡Caiga mi maldición sobre ella!
REGANIA
Señor, eres muy anciano; tu vida ha llegado a los linderos de su acabamiento; necesitas quien te gobierne y te dirija con discreción, quien se haga cargo de tu estado mejor que tú mismo. Así, yo te ruego que regreses con mi hermana, pidiéndole que te perdone.
REY LEAR
¿Pedirle yo perdón? ¿Has pensado cómo sentaría bien a mi respeto? Hija querida, conozco que soy un viejo; los viejos sólo servimos de estorbo, y de rodillas vengo a pedirte un vestido, un lecho y un pedazo de pan.
REGANIA
Basta, señor; chocarrerías impertinentes son éstas. Regresa con mi hermana.
REY LEAR
Nunca, Regania. Me ha privado de una mitad de mi séquito; sus ojos me han mirado con fiereza y con su lengua de serpiente ha envenenado mi corazón; ¡todos los castigos del cielo caigan sobre la cumbre de su ingratitud!
DUQUE DE CORNUALLES
Mira qué dices, señor ...
REY LEAR
¡Centellas fulgurantes: saeteen sus ojos crueles hasta cegarlos con su fuego! Inficionen su hermosura, pantanosos mefíticos vapores que el sol levanta, y humillen y confundan su soberbia!
REGANIA
¡Oh Dios piadoso! Lo mismo quisieras para mí sin saber contenerte ...
REY LEAR
No, Regania; yo nunca podré maldecirte; tu bondad natural no consiente tales maldades. En sus ojos hay fiereza; los tuyos dan calor y no abrasan. Tú no te opondrías a mi voluntad, ni reducirías mi séquito, ni proferirías airadas palabras, ni tasarías mis conveniencias para acerrojarme así las puertas de tu casa al entrar en ella ... Tú sabes mejor cuáles son los deberes que impone la Naturaleza y el respeto y la gratitud debidos; tú no has olvidado que te di en dote la mitad de mi reino ...
REGANIA
Señor: tratemos lo que importa.
REY LEAR
¿Quién puso a este hombre en el cepo? (Trompetas dentro).
DUQUE DE CORNUALLES
¿Qué trompetas son ésas?
REGANIA
Preceden a mi hermana. Bien confirma su carta con llegar tan presurosa como nos anunciaba. (Entra Usvaldo). ¿Llega tu señora?
REY LEAR
He aquí un esclavo cuyo prestado orgullo se autoriza en los volubles favores de la dueña a quien sirve. ¡Fuera de aquí, lacayo!
DUQUE DE CORNUALLES
¿Qué decía su Alteza?
REY LEAR
¡Quién puso en el cepo a mi criado? Yo confío, Regania, que tú nada sabrías ... ¿Quién viene aquí? ¡Oh, cielos! (Entra Gonerila). Si respetas la ancianidad, si alentas la esperanza de ser respetados si llegan a viejos, rechácenla y pónganse de mi parte ... (A Gonerila
GONERILA
Y ¿por qué no, señor? ¿Cuál es mi culpa? No es bastante para decir que hubo culpa la opinión indiscreta de quien está sin juicio.
REY LEAR
¡Oh, corazón! ¡Muy duro eres cuando no te rompes! ¿Quién puso a este hombre en el cepo?
DUQUE DE CORNUALLES
Yo lo ordené, señor. Por su desenfreno aun no merecía lugar tan aventajado.
REY LEAR
¡Tú! ¿Fuiste tú?
REGANIA
Por favor, padre, anciano eres; parécelo.
Si hasta el término de este plazo regresas con mi hermana, renunciando a la mitad de tu séquito, ven después conmigo. Ahora, ausente de mi casa, no es posible proveer a cuanto es necesario para acomodarte.
REY LEAR
¿Volver con ella y despedir a cincuenta de los míos? Antes renunciaría a vivir bajo techado; más quiero en incesante lucha contra el cielo enemigo andar entre los lobos y las lechuzas y padecer todos los rigores de la pobreza. ¿Volver con ella? Antes iría al orgulloso Rey de Francia, el que sin dote se llevó a la menor de mis hijas, y de rodillas ante su trono le pediría, como un pobre vasallo suyo, hospedaje y sustento. ¿Volver con ella? Mejor conseguirías que consintiera en ser el esclavo y la bestia de carga de este ruin lacayo. (Por Usvaldo).
GONERILA
Como quieras.
REY LEAR
Te lo suplico, hija, no quieras volverme loco.
No he de inquietarte, criatura mía. ¡Adiós! Jamás hemos de encontrarnos, jamás hemos de volver a vernos. ¿Eres tú carne mía, sangre mía, hija mía; o sólo una enfermedad de mi carne que he de llamar mía? Eres una úlcera, un protuberante carbunclo, corrupción de mi sangre ... Mas no he de acriminarte; el castigo vendrá cuando quiera; no clamaré por él, no invocaré a las deidades forjadoras del rayo aterrador, ni importunaré con este cuento la excelsa justicia de Júpiter. Arrepiéntete cuando puedas, enmiéndate cuando te plazca ... Tendré paciencia. Viviré con Regania y mis cien caballeros.
REGANIA
No así, señor. Yo no te aguardaba y me hallo desprevenida para recibirte como conviene. Escucha a mi hermana. Los que han de oponer su cordura a tu destemplanza ya consideran que eres viejo y, por tanto ... En fin, señor; ella sabe bien lo que hace.
REY LEAR
Y ¿tu lo que dices?
REGANIA
Así creo, señor. Pues qué, cincuenta servidores ¿no te bastan? ¿Para qué necesitas más? Y aun son muchos; sólo el dispendio y el peligro que suponen dicen bastante en contra de tan gran número. ¿Cómo puede haber paz en una casa con tanta gente al mando de dos señores? Es tan difícil que lo juzgo imposible.
GONERILA
¿No pudieras servirte mejor de los que ya están a sus órdenes o las mías?
REGANIA
Bien dice, señor; de ese modo, si alguno cayera en falta, podríamos castigarlo. Si conmigo vienes, advertida ya del peligro, te prevengo que no habrás de traer más de veinticinco. Ni a uno más ha de darse alojamiento ni entrada.
REY LEAR
¡Se los di todo!
REGANIA
¡Y a buen tiempo lo diste!
REY LEAR
Los nombré mis tutores, mis depositarios; sólo he retenido este séquito a mi servicio, y ahora ... ¿Con veinticinco, no más, puedes admitirme, Regania? ¿No es eso?
REGANIA
Y, te lo repito, ni uno más admitiría.
REY LEAR
Los malos se favorecen al juntarse; entre los más malos el que no es el peor ya merece alabanza. (A Gonerila). Iré contigo; tus cincuenta son el doble de sus veinticinco; tu amor es el doble del suyo.
GONERILA
Oye, señor. Y ¿qué necesidad tienes de veinticinco, ni de diez, ni de cinco, para servirte en donde tienes doble número a tus órdenes?
REGANIA
¿Qué necesidad tienes de ninguno?
REY LEAR
¡No argumenten con lo que es necesario! El más miserable mendigo aun goza de muchas superfluidades en su miseria. Concedan a la Naturaleza no más de lo necesario, y la vida del hombre es tan barata como la de los animales. Si sólo para abrigarte te vistieras, la Naturaleza no necesita de esas galas que ostentas y más te adornan que te abrigan ... Mas si de algo, en verdad, necesito, es de resignación. ¡Oh, cielos!, ¡resignación es lo que necesito! Aquí me tienen, ¡oh, dioses!, pobre viejo, tan abrumado de penas como de años; si son ustedes los que mueven el corazón de estas hijas contra su padre, no lleven el sarcasmo hasta obligarme a soportado en calma; denme la noble indignación y no permitan que femeniles armas, gotas de agua no más, amancillen mi rostro de hombre ... No, feroces arpías, sobre las dos ha de caer mi castigo de modo tal que el mundo todo ... ¡Tales cosas haré...! No sé cuáles serán, pero serán espanto de la tierra. ¿Creen que vaya llorar? ¡No, no lloro! ¡Razón tendría el llanto, pero antes que llorar romperé mi corazón en mil pedazos! ¡Oh, mi bufón; me volveré loco! (Se van el Rey Lear, Glóster, el Conde de Kent, y el bufón).
DUQUE DE CORNUALLES
Entremos; amenaza tormenta.
REGANIA
Esta casa es muy reducida. El viejo y su gente no pueden hallar buen acomodo en ella.
GONERILA
A él sólo debe culpar. Dejó su descanso y ahora comprenderá su locura.
REGANIA
A él siempre lo admitiría gustosa, pero ni a uno más de su séquito.
GONERILA
No es otra mi determinación. ¿Dónde está el señor de Glóster?
DUQUE DE CORNUALLES
Fue acompañando al viejo. Aquí vuelve. (Entra Glóster).
CONDE DE GLÓSTER
El Rey va ciego de coraje.
DUQUE DE CORNUALLES
¿Adónde se encamina?
CONDE DE GLÓSTER
Pidió su caballo; pero no sé adónde vaya.
DUQUE DE CORNUALLES
Al loco y al aire denles calle.
GONERILA
(Al Conde DE Glóster) Señor: por ningún modo trates de detenerlo.
CONDE DE GLÓSTER
¡Ay de él! La noche cierra y negras nubes van amontonándose amenazadoras. En muchas leguas no hallarán siquiera unos matorrales.
REGANIA
¡Oh, señor!, para él, que es tan obstinado, los males que él mismo se procura son lección provechosa. Cierren sus puertas. La gente que lo acompaña es atrevida y pudieran intentar algo contra nosotros, por adulación a quien se deja persuadir fácilmente. La prudencia aconseja estar prevenidos.
DUQUE DE CORNUALLES
Cierren las puertas. Es una noche horrible. Mi Regania aconseja bien. Guarezcámonos bien de la tormenta.
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