Índice de El rey Lear de William ShakespearePersonajesSEGUNDO ACTOBiblioteca Virtual Antorcha

EL REY LEAR

William Shakespeare

PRIMER ACTO


PRIMERA ESCENA
En el palacio del Rey Lear.

Entran el Conde de Kent, el Conde de Glóster y Edmundo.

CONDE DE KENT
Creía yo que el Rey estimaba en más al Duque de Albania que al de Cornualles.

CONDE DE GLÓSTER
Así nos pareció siempre a todos; pero ahora, al repartir su reino, nadie advertirá preferencia; las particiones son tan equivalentes, que la mayor suspicacia no sabría escoger entre una y otra.

COONDE DE KENT
(Señalando a Edmundo) ¿No es hijo tuyo, señor?

CONDE DE GLÓSTER
A mi cargo tuve su crianza, y tantas veces me he sonrojado al declarar el parentesco, que ya tengo curtido el rostro.

CONDE DE KENT
¡No puedo concebirlo...!

CONDE DE GLÓSTER
La madre de este mozo sí pudo, de Donde se le originó cierta redondez de su vientre y el hallarse con un hijo en la cuna antes que con un marido en el tálamo. Me dirás que todo ello trasciende a pecaminoso.

CONDE DE KENT
No quisiera yo que hubieras dejado de caer en pecadillo que dio tan buen fruto.

CONDE DE GLÓSTER
Tengo también un hijo legítimo, algo mayor que éste, pero no más querido. Aunque este bribón se entró por el mundo con tal descortesía, sin ser llamado de nadie; su madre era muy bella, hubo muy gustoso esparcimiento en su hechura y el hijo de puta debió ser reconocido. ¿Conocías a este noble caballero, Edmundo?

EDMUNDO
No, señor.

CONDE DE GLÓSTER
El Conde de Kent. Desde hoy tenlo presente como amigo por mí venerado.

EDMUNDO
Dispón de mí siempre, señor.

CONDE DE KENT
Te ofrezco mi amistad, que ha de estrecharse con el trato.

EDMUNDO
Procuraré merecerla, señor.

CONDE DE GLÓSTER
Ha estado ausente durante nueve años y no tardará en ausentarse de nuevo. El Rey llega. (Trompetas dentro. Entran el Rey Lear, los Duques de Cornualles y de Albania, Gonerila, Regania, Cordelia y acompañamiento).

REY LEAR
Atiende a los señores de Francia y de Borgoña, Glóster.

CONDE DE GLÓSTER
Así lo haré, señor. (Salen Glóster y Edmundo).

REY LEAR
Quiero manifestarles mis designios, secretos hasta hoy. Denme aquel mapa. Sepan que he dividido mi reino en tres partes. Quiero descargar mi vejez de los desvelos y atenciones del mando, que confiaré a más juveniles fuerzas, para encaminarme así, aliviado de tan gran pesadumbre, hacia la sepultura. Nuestro hijo el de Cornualles y tú, no menos amado hijo, el de Albania; con firme voluntad he decidido la pública donación del dote de mis hijas para prevenir cualquier contienda en lo futuro. Los Príncipes de Francia y de Borgoña, rivales en pretender a mi hija menor, por largo tiempo hicieron en nuestra Corte, amorosa estancia, y hoy también han de hallar respuesta. Ahora, hijas mías, al abdicar la soberanía de mi reino con los productos de sus tierras, señorío de sus Estados, ¿de cuál de ustedes podré decir que es mayor el cariño, para que mi donación con mayor largueza llegue en el premio a donde el cariño en merecimiento? Gonerila, mi primogénita, habla tú primero.

GONERILA
Señor: yo te amo como no sabrían expresar mis palabras, más que a los goces todos de la vista, del espacio y de la libertad, sobre lo más precioso, rico y raro. Tanto como a la vida adornada de gracia, de salud, de hermosura y nobleza; como jamás un hijo amó a padre alguno, con amor al que es corto todo aliento, toda palabra insuficiente; y cuando digas es demasiado, aun irá más allá mi cariño.

CORDELIA
(Aparte) ¿Qué hará Cordelia? Amar calladamente.

REY LEAR
De cuanto abarcan estos límites, desde esta línea a esta otra, con sus bosques umbrosos, fértiles campiñas, caudalosos ríos y dilatadas praderas, serás tú la señora. Tuyo a perpetuidad y de tu descendencia en el de Albania. ¿Qué dice nuestra segunda hija, Regania, esposa del de Cornualles?

REGANIA
Yo, señor, fui labrada del mismo metal que mi hermana y en su valor me estimo. La verdad de mi corazón halló en sus palabras la expresión verdadera de mis sentimientos; pero aun fueron mezquinas, que para mí son aborrecibles los goces todos que la vida pueda ofrecerme, y no sé de otra felicidad que tu cariño.

CORDELIA
(Aparte) ¡Pobre Cordelia! Mas no, yo sé que mi corazón vale más que mis palabras.

REY LEAR
A ti Y a tus herederos por siempre pertenezca este amplio tercio de mi hermoso reino, tan extenso, valioso y fértil como lo conferido a Gonerila. Ahora tú, mi alegría, aunque menor no menos, cuyas primicias de amor se disputan competidores, los viñedos de Francia, los prados de Borgoña, ¿qué me dirás para lograr más rica parte que la de tus hermanas?

CORDELIA
Nada, señor.

REY LEAR
¿Nada?

CORDELIA
Nada.

REY LEAR
Nada, señal es de nada. ¿Qué dices?

CORDELIA
Por mi desdicha no sé asomar el corazón a la boca. Mi amor a su Majestad es el que debe ser, ni más ni menos.

REY LEAR
¿Qué dices, Cordelia? Ten cuidado con tus palabras, que pudieran anegar tu dicha.

CORDELIA
Bondadoso señor: me diste vida, subsistencia y cariño; correspondo a cuanto te debo como es justo; te obedezco, te amo y te honro sobremanera. ¿Por qué tienen mis hermanas marido si te amaban sobre todo en el mundo? Ciertamente, cuando yo me case, el dueño que reciba mi mano en prenda de mi fe, llevará con ella la mitad de mi corazón, la mitad de mis obligaciones y de mis deberes. Nunca me casaría yo como mis hermanas si amara a mi padre más que a nadie en el mundo.

REY LEAR
Pero ¿siente tu corazón lo que dice?

CORDELIA
Sin duda, padre mío.

REY LEAR
¡Tan joven y tan desalmada!

CORDELIA
Tan joven y tan verdadera.

REY LEAR
Bien está; sea la verdad tu dote, pues, por los divinos resplandores del sol, por los misterios de Hécate y de la noche, por el girar de los astros que rigen nuestros destinos desde el nacimiento hasta la muerte, desde ahora reniego de toda paternal obligación contigo. Rotos quedan los vínculos de la sangre, y como extraña a mi corazón y en mi vida abomino de ti por siempre. El bárbaro escita y el que despedaza a sus hijos para devorarlos, antes hallarán acogida y piedad en mi regazo que tú la que fue mi hija!

CONDE DE KENT
¡Oh, Rey bueno!

REY LEAR
Silencio, Kent. No te interpongas entre el dragón y su presa. Era la más querida; en su cariño esperaba el descanso de mi vejez. ¡Aléjate de aquí! Evita mi presencia. ¡No hallen reposo mis huesos en la tumba si no pudiera arrancarte de mi corazón! Llamen al de Francia. ¿No irá nadie? Llamen al de Borgoña. El de Cornualles y el de Albania, colmen el dote de mis dos hijas con esta tercera parte. Ella puede casarse con su orgullo, al que llama sinceridad. Investidos quedan de la soberanía con todas las preemiencias y atribuciones pertinentes a la realeza. Con debida alternación viviré durante un mes con cada uno de ustedes, obligándolos a sustentar cien nobles a mi servicio. Sólo el título real me reservo con todos sus honores. Cargas, tributos y demás emolumentos, todo es suyo. Quede confirmado con partir entre los dos esta corona.

CONDE DE KENT
Rey Lear: te he respetado como a un rey, te he amado como a un padre, te he obedecido como a un amo y hasta llegué a invocarte en mis plegarias como a un dios protector ...

REY LEAR
¡La ballesta vibra, no afrontes sus dardos!

CONDE DE KENT
Dispáralos todos, aunque vengan a clavarse en mi corazóN. Falte Kent al respeto cuando a Lear le falta el juicio. ¿Qué has hecho, anciano? ¿Piensas que mi obligación es callar cobarde cuando el poderoso se rinde a la lisonja? El honor ordena hablar con rudeza cuando la majestad desvaría. Vuelve en tu juicio y enmienda con cordura tu horrible insensatez. Con mi vida te respondo de mi verdad. Tu hija menor no es la que menos te ama. Señal de no estar vacio el corazón cuando las palabras salen de él apagadas, no huecamente retumbantes.

REY LEAR
¡Kent, basta ya, por tu vida!

CONDE DE KENT
¡Mi vida! Dispuesto estuve a jugármela siempre contra tus enemigos, y no temí nunca perderla si era en servicio tuyo.

REY LEAR
No quiero verte.

CONDE DE KENT
No, abre los ojos, y no importa que sea yo el blanco de tus iras.

REY LEAR
¡Por Apolo! ...

CONDE DE KENT
¡Por Apolo!, Rey: No jures en vano por los dioses.

REY LEAR
¡Oh, vasallo perjuro!

DUQUE DE ALBANIA y DUQUE DE CORNUALLES
¡Detente, señor!

CONDE DE KENT
¡Hiere! Pero hicieras mejor en matar a tu médico y aplicar su paga a tu curación. Vuelve en ti, o mientras quede un aliento en mi garganta será para clamar contra el mal que hiciste.

REY LEAR
Escucha, renegado; por ley de vasallaje has de escucharme. Has intentado que yo quebrantara un juramento, temeridad a que nunca fuera yo osado, y con desconsiderada arrogancia pretendes oponerte a la obediencia debida a mis mandatos. Mal se aviene a mi temple y desde este sitial el consentirlo. Yo haré bueno que aún tengo autoridad para recompensarte como mereces. Cinco días te concedo para proveerte de lo más necesario a evitarte una vida miserable. Al sexto día volverás tu execrable espalda a nuestro reino. Y si al décimo día tu proscrita persona es hallada en mis dominios, en aquel instante es tu muerte. ¡Aparta, por Júpiter! Es sin remisión mi sentencia.

CONDE DE KENT
Adiós, Rey, puesto que así procedes, la libertad está lejos de aquí; aquí sería el destierro. (A Cordelia). Virgen: los dioses te protejan. (A Gonerila y a Regania). Y sus prolijos encarecimientos sean confirmados por sus obras. Las buenas acciones han de florecer de las buenas palabras. De esta suerte, Kent ¡oh Príncipes!, se despide de todos. Llevaré mi vieja vida a nuevas tierras. (Trompetas. Entran el Conde de Glóster con el Rey de Francia, el Duque de Borgoña y acompañamiento).

CONDE DE GLÓSTER
Señor: mira aquí al de Francia y al de Borgoña.

REY LEAR
Señor de Borgoña: a ti me dirijo primero. Rival eres de este Rey por amor a nuestra hija. ¿Qué pedirías en dote, por lo menos, de no renunciar a tus pretensiones?

DUQUE DE BORGOÑA
Soberana majestad: yo sólo pido lo que me ofreciste; ni tu amor permitiría menos.

REY LEAR
Muy noble Borgoña: tan alto la tasaba mi cariño; pero ha desmerecido mucho. Mírala aquí. Si algo de su poca aparente persona o su persona toda, con mi aborrecimiento por todo ajuar, puede contentar a tu nobleza, ahí la tienes, tómala.

DUQUE DE BORGOÑA
No acierto a responderte.

REY LEAR
Con los males, que son todo su patrimonio; recién adoptada por mi odio; con mi maldición por dote, y extrañada por mi juramento, ¿la aceptarás o renuncias a ella?

DUQUE DE BORGOÑA
Perdóname, señor; mas de ese modo nadie la aceptaría.

REY LEAR
Déjala, entonces, pues, por la omnipotencia que me dio vida, te dije ya todo su valor. (Al Rey de Francia). En cuanto a ti, Rey poderoso, no quisiera malograr el amor que te tengo con unirte a lo que odio. Por tanto, yo te suplico que busques a tu amor más digno empleo que esta malvada, de quien la misma naturaleza se avergüenza al tenerla por suya.

REY DE FRANCIA
¡Mucho me espanta! La que era hasta hoy tu mejor presea, asunto de tus alabanzas, bálsamo de consuelo en tu ancianidad, la predilecta, la mejor, la más amada, ¿ha podido en tan breve tiempo cometer acción tan monstruosa, para deslucir así todas sus gracias? Preciso es que la culpa sea monstruosidad fuera de la naturaleza, o tu manifiesta adoración de antes era sólo aparente, pues hallar en ella acción culpable, es creencia que mi razón no admite si algún prodigio no viene a convencerme.

CORDELIA
Yo suplico a su Majestad, ya que desconozco el untuoso estilo artificioso de prometer lo que no he de cumplir, cuando, muy al contrario, lo que bien me propongo sé cumplir sin decirlo, hagas saber que no ha sido viciosa inclinación, ni homicidio, ni liviandad, ni acción deshonesta, ni paso deshonroso, lo que me priva de tu gracia y de tus mercedes, sino el carecer sólo, carencia que me enriquece, de un mirar persuasivo y de un lenguaje que más quiero ignorar aunque por ignorarlo haya perdido tu cariño.

REY LEAR
¡Nunca nacieras si no habías de quererme mejor!

REY DE FRANCIA
¿Y es eso todo? Cortedad natural que tantas veces suspende en el mejor punto nuestro mejor propósito. Señor de Borgoña: ¿qué dirás a esta dama? No es el amor amor, cuando atiende a lo que no es su esencia. ¿La quieres por esposa? Ella es su dote.

DUQUE DE BORGOÑA
Rey Lear: dale lo que tenías prometido, y será, por mi mano, Duquesa de Borgoña.

REY LEAR
Nada tendrá. Lo he jurado. Firme es el juramento.

DUQUE DE BORGOÑA
Deploro, entonces, que, como perdiste padre, pierdas un esposo.

CORDELIA
¡Vaya en paz el de Borgoña si es amor de ganancia el suyo! No seré yo su esposa.

REY DE FRANCIA
Hermosa Cordelia, más enriquecida cuando te empobrecen, más ensalzada cuando te deprimen y más amada cuando te odian: mía serás con tus virtüdes. Por ley me pertenece lo que todos abandonaron. ¡Oh, dioses! ¿No es extraño que lo que juzgas frialdad y despego encienda el más ardiente amor? Tu hija desheredada, la que echaste al azar de mi suerte, será mi Reina y de todos los míos y de mi hermosa Francia. Todos los duques de la pantanosa Borgoña no podrían comprar esta inapreciable virtud tan despreciada. Diles adiós, Cordelia, aunque fueron crueles contigo. Sí algo has perdido aquí, más has ganado.

REY LEAR
¿Así la quieres, Rey de Francia? Tuya sea. Yo no tengo tal hija, ni mis ojos han de volver a verla. Así, pues, partan sin mi despedida, sin mi cariño, sin mi bendición. Ven, noble Borgoña. (Trompetas. Salen todos menos el Rey de Francia, Gonerila, Regania y Cordelia).

REY DE FRANCIA
Despídete de tus hermanas.

CORDELIA
Tesoro de mi padre, con lágrimas en los ojos me despido de ustedes. Bien las conozco; pero soy su hermana y no seré yo quien dé su verdadero nombre a sus defectos. Compórtense bien con nuestro padre. A su acrisolado corazón le confío. Pero ¡ay!, si en su gracia estuviera, mejor lugar le desearía. Adiós, hermanas.

REGANIA
No pretendas mostrarnos nuestras obligaciones.

GONERILA
Aprende antes cómo agradar al esposo que te acogió como al pordiosero a quien se da una limosna. Faltaste a la obediencia; bien has ganado lo que has perdido.

CORDELIA
Con el tiempo se descubre lo que sabe ocultar la embozada astucia. El que encubre defectos un día al fin los ve descubiertos para vergonzoso escarnio. Sea próspera su suerte.

REY DE FRANCIA
Vamos, Cordelia hermosa. (Se van el Rey de Francia Y Cordelia).

GONERILA
Hermana: mucho tenemos en qué entender que a las dos interesa. Según creo, nuestro padre partirá esta noche.

REGANIA
De seguro. Irá con ustedes; con nosotros vendrá al mes siguiente.

GONERILA
Ya has visto a que intemperancias de humor le han traído los años. Bien hemos podido advertido. Nuestra hermana era su preferida y es evidente que no hubo mayor razón para aborrecerla ahora.

REGANIA
¡Chocheces de viejo! Bien que nunca se ha conducido de otra suerte.

GONERILA
Aun en lo mejor de su vida fue siempre violento. Dispongámonos a sufrir ahora de su vejez, con los defectos de antiguo arraigados, las destemplanzas caprichosas que la edad caduca trae consigo.

REGANIA
Estaremos sujetas a la inconstancia de sus afectos, como en el destierro de Kent hemos visto.

GONERILA
La ceremoniosa despedida al Rey de Francia se prolonga. Te ruego que nos pongamos en todo de acuerdo. Si nuestro padre continúa usando de su autoridad tan mal dispuesto, su donación habrá sido en nuestro daño.

REGANIA
Es preciso pensar en ello más despacio.

GONERILA
Y resolver sin dilación. (Se van).


SEGUNDA ESCENA
En el castillo del Conde de Glóster.

Entra Edmundo con una carta.

EDMUNDO
Tú eres mi diosa, Naturaleza; a tus leyes subordino mis acciones; no he de atenerme a la perniciosa costumbre y leyes de los Estados que pretenden desheredarme porque nací doce o catorce lunas después de mi hermano. ¿Por qué bastardo, por qué menos, si mis miembros están tan bien trabados, mi espíritu es tan generoso y mi aspecto tan noble como en el vástago de la esposa honrada? ¿Por qué afrentarnos así con los dicterios de espúreos, de bastardos? ¿Por qué espúreos? ¿Por qué bastardos, si el lascivo calor de la Naturaleza puso en nosotros más vida y más vigorosa calidad que suele en el triste, acostumbrado y tedioso tálamo, donde se procrea la dilatada raza de los tontos entre un dormir y un despertar? Por lo tanto, legítimo Edgardo, necesito tu herencia. Nuestro padre no quiere menos a su bastardo Edmundo que al legítimo. ¡Linda palabra! ¡Legítimo! Ya lo veremos, señor legítimo. Si esta carta prende y mis planes se logran, Edmundo, el bastardo, prevalecerá sobre el legítimo. Subiré, triunfaré. ¡Oh dioses, protejan a los bastardos! (Entra el Conde de Glóster).

CONDE DE GLÓSTER
¡Kent desterrado! Y el Rey de Francia se aleja ofendido y el Rey parte esta noche, abdicado el poder, reducido a un hospedaje. ¡Y todo a la ventura! ¿Qué nuevas hay?

EDMUNDO
Ninguna, señor, para servirte.

CONDE DE GLÓSTER
¿Por qué escondes esa carta tan precipitado?

EDMUNDO
No sé de nueva alguna, señor.

CONDE DE GLÓSTER
Pues ¿qué era tu lectura?

EDMUNDO
De nada, señor.

CONDE DE GLÓSTER
¿Nada? ¿Por qué, entonces, esa precipitación en esconderla de mi vista? Si nada es, nada hay que ocultar. Veamos; si nada es, en efecto, no necesitaré de mis antiparras.

EDMUNDO
Perdona, señor, te lo ruego. Es una carta de mi hermano. No había terminado de leerla; pero, a lo que pude colegir, no es conveniente que la veas siquiera.

CONDE DE GLÓSTER
Dame esa carta.

EDMUNDO
Ofensa hallarás si te la oculto como si te la entrego. Su contenido, a lo que pude inferir, es vituperable.

CONDE DE GLÓSTER
Veamos, veamos.

EDMUNDO
Yo pienso y quiero justificar así a mi hermano, que sólo la escribió como un tanteo para probar mi virtud.

CONDE DE GLÓSTER
(Leyendo)Las máximas que nos enseñan el respeto a la ancianidad nos amargan la vida en lo mejor de ella, privándonos de sus goces hasta una edad en que nos hallan sin gusto. Comienza a pesarme la ociosidad inútil en que nos tiene la sujeción a una vejez tiránica, que nos oprime, no por ser ella fuerte, sino por ser nosotros sufridos. Procura verme, que algo más quisiera decirte sobre esto. Si nuestro padre pudiera dormir hasta que yo lo despertara tuya sería la mitad de mi herencia y serías siempre el bien amado de tu hermano, Edgardo. (Hablando). ¡Oh, conjuración! ¡Dormir hasta que yo lo despertara! ¡Tuya sería la mitad de mi herencia! ¡Mi hijo Edgardo! ¡Con su mano ha podido escribirlo y en su corazón y en su pensamiento engendrado! ¿Cómo llegó a ti esta carta? ¿Quién la trajo?

EDMUNDO
Nadie la trajo, señor; tiene su malicia. La hallé caída bajo la ventana de mi aposento.

CONDE DE GLÓSTER
¿Conoces por suya la letra?

EDMUNDO
Si lo que dice fuera bueno, me atrevería a jurarlo; siendo de otro modo celebraré que no lo sea.

CONDE DE GLÓSTER
¡Es suya!

EDMUNDO
De su mano es, señor; mas yo confío en que no sea de su corazón.

CONDE DE GLÓSTER
¿Se declaró alguna vez contigo a este propósito?

EDMUNDO
Nunca, señor. Pero le oí sostener con frecuencia que los hijos ya crecidos y los padres ya encorvados, el padre debiera estar bajo la tutela del hijo, y el hijo disponer de su patrimonio.

CONDE DE GLÓSTER
¡El villano, el villano! Lo mismo que dice en su carta. ¡Execrable villano! ¡Desnaturalizado, aborrecible, feroz más que fiera! Corre a buscarlo, lo haré encerrar. ¡Execrable villano! ¿Dónde encontrarlo?

EDMUNDO
No sé, señor. Pero mejor harías en reprimir tu indignación contra mi hermano hasta que halles en él más claro testimonio de sus intenciones. Es preciso llegar a la certidumbre; de otro modo, si procedes contra él sólo por indicios dudosos, abrirás en tu propio honor honda brecha y destrozarás el corazón de un hijo respetuoso. Apostaría mi vida, seguro de que sólo escribió esta carta por cerciorarse de mi fidelidad a tu persona, sin otro maligno propósito.

CONDE DE GLÓSTER
¿Lo crees así?

EDMUNDO
Si te parece bien, puedo ocultarte en lugar desde donde nos oigas sobre esto. Por tus propios oídos puedes convencerte. Esta misma noche, sin más tardanza.

CONDE DE GLÓSTER
¡No es posible que sea tan desnaturalizado!

EDMUNDO
No lo es, seguramente.

CONDE DE GLÓSTER
¡Con un padre que con tanta ternura lo amó siempre! ¡Cielos y tierra! Edmundo: corre en su busca, te lo ruego. ¡Por el aire quisiera mi impaciencia que lo trajeras! A tu discreción encomiendo este asunto. Yo necesitaría olvidarme de mí mismo para resolver con serenidad.

EDMUNDO
Lo buscaré sin dilación. Discurriré el mejor medio de aclararlo todo y te tendré al corriente de mis investigaciones.

CONDE DE GLÓSTER
Los pasados eclipses del sol y de la luna no presagiaban nada bueno. Aunque la razón los explique dentro del orden de la Naturaleza, la Naturaleza padece los consiguientes efectos. ¡Frialdad en el amor, amistades perdidas, disensiones entre hermanos, revueltas en las ciudades, discordias entre los Estados, traiciones en los Palacios! ¡Y quebrantados los vínculos entre los hijos y los padres! La predicción se cumple en la villanía de este hijo mío. En este caso el hijo contra el padre. El Rey se extravía de sus sentimientos naturales ... Aquí es el padre contra el hijo. De nuestros tiempos hemos visto ya pasar lo mejor. Intrigas, perjurios, traiciones, cataclismos asoladores nos perseguirán sin tregua hasta el sepulcro. Descubre a ese infame, Edmundo, nada perderás en ello. Procede con cautela. ¡Y el noble, el abnegado Kent, desterrado! ¿Su delito? Honradez. ¡Inexplicable todo! (Se va).

EDMUNDO
¡Admirable necedad de las personas! Afligen nuestra vida dolencias causadas casi siempre por un hartazgo de nuestra intemperancia, y culpamos de nuestros males al sol, a la luna y a las estrellas como si fuéramos malvados por necesidad; insensatos, por conjunciones celestiales; pícaros, ladrones y traidores por el predominio de las esferas; beodos, mentirosos y adúlteros, por inevitable sujeción al influjo planetario, y todo lo que hay de malo en nosotros, por disposición divina. ¡Excelente escapatoria para un maestro putañero, poner su cabría condición a cargo de alguna estrella! Mi padre y mi madre se conjuntaron bajo la influencia de la Cola del Dragón, y cuando yo nací presidía la Osa Mayor ... Por lo tanto, yo he de ser taimado y lujurioso ... ¡Bah! Sería lo que soy, aunque la más virginal estrella hubiera pestañeado en el firmamento al bastardearme ... Edgardo; a punto llega, como la catástrofe en la tragedia antigua. Mi parte es simular tristeza como loco de Bedlam ... Aquellos eclipses presagiaban estas disensiones ... Fa, sol, la, mi ... (Entra Edgardo).

EDGARDO
¿Qué hay, hermano?, ¿qué hondas cavilaciones son ésas?

EDMUNDO
Pensaba en una predicción que oí en estos días, y ha de cumplirse después de estos eclipses.

EDGARDO
¿En eso te empleas?

EDMUNDO
Te aseguro que esas predicciones se ven cumplidas para desdicha nuestra; así vemos desnaturados los hijos de los padres, muertes, carestías, rupturas de amistades antiguas, disensiones en los Estados, amenazas y maldiciones contra el Rey y los señores, inmotivadas sospechas, destierro de amigos, deserciones de tropas, infidelidades entre esposos y aun más que todo esto.

EDGARDO
¿Desde cuándo te diste a la astrología?

EDMUNDO
Dime: ¿Cuándo has visto a nuestro padre por última vez?

EDGARDO
Anoche. ¿Por qué lo preguntas?

EDMUNDO
¿Hablaste con él?

EDGARDO
Por espacio de dos horas.

EDMUNDO
¿Te habló con agrado? ¿No advertiste desabrimiento alguno en sus palabras o en su gesto?

EDGARDO
No, ciertamente.

EDMUNDO
Recuerda si puedes haberlo ofendido en algo. Mientras, te aconsejo un prudente alejamiento, hasta ver aplacarse la violencia de su enojo, con tal rabia encendido todavía, que no sé si algún grave daño en tu persona bastaría a contenerlo.

EDGARDO
¡Algún villano me ha calumniado!

EDMUNDO
Ése es mi temor. Por eso te aconsejo que permanezcas oculto hasta que su furor se calme. Retírate a mi aposento; desde allí, en ocasión oportuna, oirás a nuestro padre. Esta es la llave; si acaso salieras, no dejes las armas.

EDGARDO
¿Con armas, dices?

EDMUNDO
Hermano: es un buen consejo; no dejes tus armas. Tan cierto como soy un hombre honrado, que nada bueno se trama contra ti. Ya te dije lo que he visto y lo que he oído; pero aun no llega a la terrible verdad. Ocúltate, sigue mi consejo.

EDGARDO
¿Me avisarás pronto?

EDMUNDO
Estoy interesado en servirte, descuida. (Se va Edgardo). ¡Un padre crédulo, un noble hermano, tan incapaz de una mala acción que no puede sospecharla en nadie! Sobre su honrada simplicidad cabalga mi ingenio prestamente. Bien lo veo; todo me favorece, y de todo sabré aprovecharme. (Se va).


TERCERA ESCENA
En el palado del Duque de Albania

Entran Gonerila y Usvaldo, su mayordomo.

GONERILA
¿De suerte que mi padre ha golpeado a uno de mis pajes porque reprendió a su bufón?

USVALDO
Sí, señora.

GONERILA
¡Día y noche ha de mortificarme! A toda hora, porque creyó ver ofensa en esto o en lo otro, truena desaforado, alborotándonos a todos. No he de sufrirlo. Sus caballeros suscitan pendencias y él nos increpa por cualquier bobada. No he de hablar con él cuando venga de caza. Le dirás que estoy enferma. Puedes excusar toda solicitud en atenderle como hasta aquí. Si se queja, yo me haré responsable. (Trompas de caza dentro).

USVALDO
¿No escuchas, señora? Él llega.

GONERILA
Descuídense cuanto les plazca en atenderle, tú y los demás. Quisiera que lo advirtiera, y si le desagrada, puede irse con mi hermana, en todo de acuerdo conmigo para no ser avasalladas. ¡Cansados viejos, que siempre quieren mandar aunque dicen haber renunciado a ello! ¡Por mi vida, que de tan viejos vuelven a ser niños y hay que castigarlos en vez de halagarlos cuando son enfadosos! Ten presente lo que te dije.

USVALDO
Bien está, señora.

GONERILA
Y trata a su gente con despego. Lo que pueda ocurrir no te importe. Advierte a todos lo mismo. Busco y hallaré pronto ocasión de hablar claro. Escribiré a mi hermana, que ha de seguirme en todo. Dispongan la comida.


CUARTA ESCENA
Un patio en el mismo palacio

Entra Kent, disfrazado.

CONDE DE KENT
Si tan fácilmente pudiera trocar mi voz que no me conociera por ella, no hay duda que saldría adelante con mi propósito al desfigurarme de este modo. ¡Ojalá el desterrado Kent pueda servir a quien lo ha castigado y sepa mi amado Rey algún día cuánta fue mi lealtad en servirle! (Entran el Rer Lear, caballeros y criados).

REY LEAR
Que no se tarde la comida, dense prisa. ¡Hola, eh! ¿Quién eres tú?

CONDE DE KENT
Un hombre, señor.

REY LEAR
¿Y qué profesión es la tuya? ¿Qué buscas aquí?

CONDE DE KENT
Yo hice mi profesión de ser lo que parezco: servir lealmente a quien confía en mi lealtad, amar al que es honrado, conversar con el que sabe mucho y dice poco, temer los juicios de los hombres, pelear cuando no es posible otra cosa y no comer de pescado (Lo de no comer pescado es una referencia específica a un dicho de la época isabelina cuando estaba en su apogeo el agarrón con el papado romano, diferenciándose claramente los ingleses pro isabelinos de lo ingleses pro papistas. Así, esta referencia al no comer pescado implicaba el no ser pro papista. Nota de Chantal López y Omar Cortés).

REY LEAR
Pero ¿qué eres tú?

CONDE DE KENT
Un muy leal corazón y tan pobre como el Rey.

REY LEAR
Si eres tan pobre para súbdito como él lo es para rey, muy pobre eres, en verdad. ¿Qué deseas?

CONDE DE KENT
Servir.

REY LEAR
¿A quién quieres servir?

CONDE DE KENT
A ti.

REY LEAR
¿Sabes tú quién soy yo?

CONDE DE KENT
No, señor, pero hay algo en toda tu persona que me persuade a obedecerte.

REY LEAR
¿Y es?

CONDE DE KENT
Majestad.

REY LEAR
¿En qué puedes servirme?

CONDE DE KENT
Sé dar un buen consejo. Soy buen jinete y corredor, sé desgraciar el mejor cuento al referirlo y exponer el peor mensaje con toda su rudeza. Lo que pueda hacer cualquier hombre puedo yo hacerlo; lo mejor de mi condición es ser diligente.

REY LEAR
¿Qué años cuentas?

CONDE DE KENT
Ni soy tan mozo que pueda prendarme de una mujer por la sola gracia de sus canciones, ni tan viejo que pueda enamorarme de la que no tiene gracia alguna. Cuarenta y ocho son los años que llevo a las espaldas.

REY LEAR
Quédate, te tomo a mi servicio. Si no me pareces peor después de haber comido no te despediré. ¡Eh, la comida! ¿Dónde está mi truhán, mi bufón? Vayan y traigan a mi bufón. (Se va un criado y entra Usvaldo). ¡Tú, eh, aquí, bergante! ¿Dónde está mi hija?

USVALDO
Espere. (Se va).

REY LEAR
¿Qué dijo el mal nacido? Traíganme a ese zoquete. ¿Dónde está mi bufón? ¿Duermen todos? ¿Qué hay, qué dijo el bellaco?

CABALLERO
Dice que su hija no está bien.

REY LEAR
¿Y por qué no acudió el esclavo cuando yo lo llamaba?

CABALLERO
Dijo en redondo que no le acomodaba.

REY LEAR
¿Que no le acomodaba?

CABALLERO
Señor: no sé a qué puede atribuirse; pero, a mi juicio, su Alteza no es atendido con la respetuosa consideración que se le debe. Mucho va descuidándose el afecto, no sólo en los servidores, sino en el Duque mismo y en su propia hija.

REY LEAR
¿Tal crees?

CABALLERO
Perdone si me engaño, pero mi deber me impide ocultarle lo que juzgo una ofensa a su Alteza.

REY LEAR
No haces más que decirme lo que yo pensaba. Días ha que advierto esos descuidos; pero antes quise creerlos aprensiones de mi suspicacia que deliberado propósito de ofenderme. Observaré todavía. ¿Dónde está mi bufón? Dos días ha que no lo veo.

CABALLERO
Desde que su hija menor partió a Francia el bufón anda melancólico.

REY LEAR
No hablemos de esto. Bien lo he visto. Di a mi hija que he de hablar con ella y tú tráeme acá mi bufón. (Entra Usvaldo). ¡Eh, amigo; ven acá, amigo! ¿No sabes quién soy yo, amigo?

USVALDO
El padre de mi señora.

REY LEAR
¿El padre de mi señora? ¡El ladrón tú de tu amo! ¡Perro, hijo de puta, esclavo, can sarnoso!

USVALDO
Yo no soy nada de eso, perdone.

REY LEAR
Aun te atreves a levantar los ojos hasta mí, villano. (Le pega).

USVALDO
No hay que golpearme, señor.

CONDE DE KENT
Pero sí que botarte como pelota. (Lo tira al suelo y lo patea). Para que aprendas a jugarla.

REY LEAR
Gracias, amigo; veo que me sirves, y he de quererte.

CONDE DE KENT
Alza ya y vete, y aprende a guardar distancias si no quieres que vuelva a medir el largo de tu bellaquería. ¿No te irás? ¡Pronto! ¿No quieres entenderlo? Ahora verás. (Lo echa a empellones).

REY LEAR
Bien hombre bien. Te lo agradezco. Quiero recompensarte. (Le da dinero). (Entra el Bufón).

BUFÓN
También yo quiero regalarte. Ponte mi caperuza.

CONDE DE KENT
¿Por qué?

BUFÓN
Por tomar el partido de quien no tiene ninguno. Si no sabes sonreír al viento que sopla, no tardarás en resfriarte. Toma mi caperuza. Este amigo ha desterrado a dos de sus hijas y ha dado su bendición a la tercera contra su voluntad. Si das en seguirle, ponte mi caperuza. ¿Cómo va, tíO?2 Quisiera tener dos caperuzas y dos hijas.

REY LEAR
¿Para qué, niño mío?

BUFÓN
Así, aunque les entregara toda mi hacienda, siempre me quedarían mis dos caperuzas. Te doy una, pide la otra a tus hijas.

REY LEAR
¡Truhán: guarda al látigo!

BUFÓN
La verdad es el perro que a patadas echamos a la perrera, mientras la perra favorita, tumbada al amor de la lumbre se cisca.

REY LEAR
Para mí son esas hieles.

BUFÓN
Quiero enseñarte unas máximas.

REY LEAR
Veamos.

BUFÓN
Pon atención, tío. Ten más de lo que aparentas, di menos de lo que sepas, presta menos de lo que debas, aprende más de lo que puedas entender, juega menos de lo que ganes, deja el jarro y la manceba, estáte en tu casa y te saldrán las cuentas.

CONDE DE KENT
No valen nada, bufón.

BUFÓN
Como alegato de letrado que no cobra. Nada te han costado tampoco. Pero tú ¿no podrías hacer mucho con nada, tío?

REY LEAR
No, niño mío; con nada, nada puede hacerse.

BUFÓN
(A Kent) Dile tú que a eso ha venido a quedar reducida su hacienda; al loco no quiere creerle.

REY LEAR
¡Loco amargo!

BUFÓN
¿Sabes tú la diferencia que hay entre un loco amargo y un loco dulzón?

REY LEAR
No, bufón, dime.

BUFÓN
Al que te encargó regalado todo, lo pondría a mi lado; haz tú sus veces, y entonces te mostraría al loco amargo y al loco dulzón; el uno con su gaya librea, el otro ... como puedes verlo.

REY LEAR
¿Te atreves a llamarme loco, bufón?

BUFÓN
¿No has cedido los demás títulos que te pertenecían? Sólo te quedó éste, que es tuyo desde tu nacimiento.

CONDE DE KENT
No es tanta su locura, señor.

BUFÓN
Por de contado; los príncipes y los grandes señores no lo consentirían. Si yo tuviera el privilegio de la locura todos querrían llamarse a la parte y las damas andarían a la rebatiña. Dame un huevo, tío, te daré dos coronas.

REY LEAR
¿Dar dos coronas, puede ser?

BUFÓN
Cuando haya partido el huevo para comermelo, las dos coronas del cascarón. Cuando partiste en dos tu corona, te echaste tu burro a cuestas para pasar el vado. No había mucho seso debajo de tu corona calva cuando te quitaste de encima la corona de oro. Si te vienen a decir que estás loco, manda a azotar al que te lo diga. Los locos han perdido su gracia este año, porque los cuerdos han caído en tan amanerada afectación, que, no sabiendo ya qué hacer de su ingenio, han dado en hacer locuras.

REY LEAR
¿Desde cuándo has aprendido tanto?

BUFÓN
Desde el día, tío, en que tus hijas pasaron a ser tu madre. Pusiste en su mano las disciplinas y te bajaste los calzones. Lloraron ellas de alegría y yo canté de pena, al ver a un rey jugar al escondite y andar entre los locos. Busca un maestro que me enseñe a mentir; tu bufón quiere aprender a mentir.

REY LEAR
Te haré azotar si mientes.

BUFÓN
Me maravilla el parecido que tienes con tus hijas; ellas me mandan azotar por decir verdades, y tú me mandas azotar si miento; cuando no me mandas azotar por estar callado. Quisiera ser cualquier cosa menos bufón; cualquier cosa ... menos lo que tú eres. Tanto afilaste el entendimiento por los dos cabos, que no dejaste nada en medio. Aquí llega uno de los dos filos. (Entra Gonerila).

REY LEAR
¿Qué es esto, hija? ¿Por qué frunces el ceño? De algún tiempo a esta parte prodigas el fruncimiento.

BUFÓN
Mejor se andaba en tu compañía cuando no tenías por qué preocuparte de su ceño. Ahora eres un cero a la izquierda; más valgo yo que tú. (A Gonerila). Sí, por cierto no diré más palabra, tu cara me lo ordena, aunque no dices nada. El que no guarda ni la corteza ni la miga, como nada tiene, de todo carece. (Señalando al Rey). ¡He aquí un cascarón vacío!

GONERILA
No es sólo este desvergonzado bufón, muchos otros de tu insolente comitiva, diariamente promueven disputas y pendencias, faltando a todo comedimiento con intolerable desorden. Creí que bastaría con advertirte para que pusieras eficaz remedio; pero ya creo, por lo que ahora poco has dicho y hecho, que apruebas su conducta al permitirla. Si así fuera, no dejaríamos de censurar tu falta ni tardaríamos en enmendarla, de modo que, si estuvieras en tu cabal juicio, debiera ofenderte y a nosotros avergonzarnos; pero fuerza es suplir con nuestra discreción la que te falta.

BUFÓN
Ya lo oyes, tío. El gorrión alimentó a los cuclillos tanto tiempo, que, por fin, le sacaron los ojos entre todos ... Y se apagó la luz y nos quedamos a oscuras.

REY LEAR
¿Eres tú, hija mía?

GONERILA
Basta, señor; quisiera verte razonable como solías; y que desecharas esos desvaríos que desde algún tiempo te muestran tan distinto de como eres en efecto.

BUFÓN
Hasta el burro sabe cuándo es el carro el que tira del caballo. ¡Arrea, arrea! Porque te quiero te pego.

REY LEAR
¿Sabrá alguno decirme quién soy yo? ¿No soy Lear? ¿Son sus pasos éstos? ¿Es ésta su voz? ¿Son éstos sus ojos? O su razón flaquea o sus sentidos están embotados. Ea, despierta. ¿Nadie sabrá decirme quién soy yo?

BUFÓN
La sombra de Lear.

REY LEAR
Quiero saberlo, pues desconfío de mi propia razón, obstinada en decirme que yo he tenido hijas.

BUFÓN
¡Buenas hijas! Quieren que su padre sea obediente.

REY LEAR
Sepa yo tu nombre, bella señora.

GONERILA
Todas esas exclamaciones tienen el mismo sabor de las demás locuras en que has dado últimamente. Escúchame en calma, te lo ruego. Comprenderás que la razón está de mi parte. Tu ancianidad y tu respeto te obligan a ser más prudente. Entre caballeros y escuderos juntas aquí cien hombres, gente insubordinada, tan licenciosa y atrevida, que nuestra Corte, infestada con sus desórdenes, más parece albergue de gente maleante. Con francachelas y obscenidades, convierten la morada de un rey en burdel o en taberna. Por tu propio decoro debes poner pronto remedio ... Te lo ruega quien se basta para mandar lo que demanda. Disminuye en algo tu comitiva, y los que permanezcan sean como corresponde a tu edad, hombres graves que sepan respetarse a sí mismos y respetarte.

REY LEAR
¡Tinieblas del Averno! ¡Apresten mis caballos! ¡Llamen aquí a los míos! Ruin bastarda: no te inquietaré más; aún tengo una hija.

GONERILA
Golpeas a mis servidores, y tu insolente turba se permite mandar como a criados suyos a quien vale más que ellos.

REY LEAR
¡Ay del que se arrepiente demasiado tarde! (Entra el Duque de Albania). ¿Eres tú, señor? ¿Es también tu voluntad?, dime. Pronto, aquí los caballos. ¡Ingratitud, engendro de corazón de piedra, más horrible al mostrarte en un hijo que los monstruos del mar!

DUQUE DE ALBANIA
Cálmate, señor, te lo ruego.

REY LEAR
¡Mientes, mientes, aborrecible arpía! Mis servidores son todos hombres probados y de buen linaje, incapaces de deslucir su nobleza con indignas acciones. ¡Oh,leve culpa, tan afeada en mi Cordelia, que pudo, como instrumento de tortura, descoyuntar los sentimientos de la naturaleza y arrancar de mi corazón todo amor y colmarle de hiel! ¡Oh, Lear, Lear, Lear; golpea esta puerta que dejó entrar a la locura y escapar tu razón! ¡Pronto, mi gente aquí!

DUQUE DE ALBANIA
Señor: yo en nada te he ofendido, y aún desconozco las razones de tu enojo.

REY LEAR
Así sea. Óyeme, naturaleza, diosa de mi veneración; óyeme, ataja tus designios; si intentabas fecundación en esta criatura, sea estéril su vientre; seca sus entrañas, y de su cuerpo degenerado nunca pueda nacer un hijo para honrarla; y si llegara a concebir alguno, sea engendro de sangre ponzoñosa y venga al mundo como monstruo de inaudita perversidad para tormento de la que le dio el ser; haga que surquen prematuras arrugas su terso rostro, que lágrimas candentes ahonden canales en sus mejillas; que al dolor como a las caricias de su madre, sólo corresponda con burlas y escarnios ... ¡Sentirás entonces cómo no hay mordedura de venenosa serpiente que pueda herir como la ingratitud de un hijo! ¡Vamos, vamos! (Se va).

DUQUE DE ALBANIA
¡Por mis dioses venerados!, ¿qué ha sucedido?

GONERILA
No te preocupes por conocer la causa; deja que desahogue sus destemplados humores de viejo. (Vuelve a entrar el Rey Lear).

REY LEAR
¡Despedir a cincuenta de los míos en tan breve tiempo!

DUQUE DE ALBANIA
Pero ¿no me dirás qué ha sucedido?

REY LEAR
Sí; lo sabrás. ¡Por mi vida y mi muerte! Me avergüenzo de que puedas así quebrantar mi fortaleza de hombre, y que estas lágrimas de fuego, que vierto a pesar mío, puedan decir que vales una sola. ¡El rayo te confunda y el horror de las tinieblas te trague! ¡Clávese en ti la maldición de un padre como incurable lepra, y corroa todos tus sentidos! ¡Oh tristes ojos míos; si se obstinan en llorar por ella los arrancaré de cuajo, y los pisotearé hasta convertirlos en lodo con su propio llanto! Que esto hayan podido ver...! ¡Sea! Aun tengo otra hija, y estoy seguro de su bondad y de su cariño. Cuando sepa lo que hiciste, con sus propias uñas desgarrará tu cara de loba ... ¡Yo te prometo que volverás a verme, recobrada mi soberanía, que tú juzgas perdida para siempre! ¡Volverás a verme, yo te lo prometo! (Se van el Rey Lear, Kent y acompañamiento).

GONERILA
¿Qué decías, señor?

DUQUE DE ALBANIA
El amor que te tengo no puede llevarme a ser parcial en este caso.

GONERILA
Calla, entonces. (Llamando). ¡Usvaldo! (Al Bufón). Y tú, que tienes más de pícaro que de loco, ve con tu amo.

BUFÓN
¡Tío Lear, tío Lear: aguarda y lleva al loco contigo! Si yo atrapara una raposa o una hija semejante, y por mi caperuza me dieran una soga, no escaparían de ahorcadas; y, esto dicho, el loco escapa. (Se va corriendo).

GONERILA
¡El viejo es precavido! Mantener aquí cien hombres, como en pie de guerra, a riesgo de que un día, porque soñó o le murmuraron o creyó ver en su demencia que le ofendimos en algo, quisiera ampararse, en su chochez, de esa fuerza, y viéramos a su arbitrio nuestras vidas.

DUQUE DE ALBANIA
Es peligroso extremar los recelos.

GONERILA
Más peligroso es extremar la confianza. Preferible es evitar de una vez el daño que se teme a temerle siempre. Lo conozco bien; de cuanto aquí dijo tendrá aviso mi hermana; y si, advertida de todo, lo admitiera con sus cien caballeros ... (Entra Usvaldo). ¡Qué hay, Usvaldo!, ¿escribiste a mi hermana?

USVALDO
Sí, señora.

GONERILA
Dispón los que han de acompañarte, y a caballo pronto. Dirás a mi hermana cuanto ha ocurrido y cuáles son mis temores, y añade por tu parte cuanto creas oportuno para reforzar mis razones. Di lo que quieras, esposo mío; no seré yo quien desestime la apacible dulzura de tu condición; pero has de perdonarme si te digo que eres más censurado por tu poca energía que alabado por su dañosa bondad.

DUQUE DE ALBANIA
Tal vez será que tus ojos penetran adonde los míos no alcanzan; pero cuántas veces por buscar mejoría malogramos el bien presente.

GONERILA
Entonces, ¿tú crees...?

DUQUE DE ALBANIA
Bien está. Al tiempo. (Se van).


QUINTA ESCENA
Un patio en el mismo palacio.

Entran el Rey Lear, el Cconde de Kent y el Bufón.

REY LEAR
(Al Conde de Kent) Ve tú delante con mis cartas; si algo más te pregunta mi hija, responde que nada más sabes. Si no te apresuras llegaré antes que tú.

CONDE DE KENT
Señor, no descansaré hasta que haya entregado tu carta. (Se va).

BUFÓN
Si un hombre llevara los sesos en los zancajos, ¿no padecería desolladuras?

REY LEAR
Sí, niño mío.

BUFÓN
Pues, alégrate; tu juicio no irá nunca en chancletas.

REY LEAR
¡Ay de mí!

BUFÓN
Ya verás como en tu otra hija hallas el amor de la familia; pues aun cuando se parece a ésta como una manzana silvestre a otra manzana, yo sé lo que me digo y por eso lo digo.

REY LEAR
¿Qué dices tú, niño mío?

BUFÓN
Que el sabor de una y otra es tan semejante como el de una manzana a otra manzana. ¿Sabes tú por qué nos pusieron las narices en medio de la cara?

REY LEAR
No.

BUFÓN
Para que los ojos se mantengan uno a cada lado de las narices y así pueda atisbarse lo que no puede olerse.

REY LEAR
¡Que yo la he ofendido!

BUFÓN
¿Sabes tú cómo fabrica su concha la ostra?

REY LEAR
No.

BUFÓN
Yo tampoco; pero sé para qué tiene el caracol su casa.

REY LEAR
¿Para qué?

BUFÓN
Para tener donde meter la cabeza, no para dársela a sus hijas y dejar sin abrigos sus cuernos.

REY LEAR
Quiero olvidarme de mí mismo. ¡Un padre cariñoso! ¿Aún no traen los caballos?

BUFÓN
Tus asnos los traerán. La razón de que las siete cabrillas no sean más que siete es una razón poderosa.

REY LEAR
¿Porque no sean ocho?

BUFÓN
Lo acertaste. Harías un excelente bufón.

REY LEAR
¡Yo sabré recobrarlo todo por la fuerza! ¡Monstruo de ingratitud!

BUFÓN
Si fueras mi bufón te haría azotar por ser viejo antes de tiempo.

REY LEAR
¿Qué quieres decir?

BUFÓN
Que no debieras haber sido viejo hasta que hubieras tenido juicio.

REY LEAR
¡No quiero volverme loco, no quiero! ¡Dioses de bondad, denme calma! (Entra un criado). ¿Qué hay? ¿Están prestos los caballos?

CRIADO
Están prestos, señor. (Se va).

REY LEAR
Vamos, niño mío. (Se va).

BUFÓN
La que es virgen todavía y se ríe al verme partir no será virgen mucho tiempo, si no es que hay en los usos gran mudanza. (Se va).

Índice de El rey Lear de William ShakespearePersonajesSEGUNDO ACTOBiblioteca Virtual Antorcha