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LOS JUGLARES

Ramón Menendez Pidal

¿Qué era un juglar?



Difícil es formarse una idea precisa del tipo que designa la palabra juglar. Es uno de esos términos de significación muy ancha, que ha sido sentido de muy varios modos, según las circunstancias y las épocas. Aun dentro del mismo siglo XIII en las Cortes designaba más especialmente una clase de personas, y entre el pueblo designaba otra: un moralista podía hallar juglares condenables al lado de otros totalmente dignos, mientras un legislador los cree siempre infames.

Viniendo a las definiciones que han dado los autores modernos, Menéndez Pelayo nos dice que:

La juglaría era el modo de mendicidad más alegre y socorrido, y a ella se refugiaban lo mismo infelices lisiados que truhanes y chocarreros, estudiantes noctámbulos, clérigos vagabundos y tabernarios (de los llamados en otras partes goliardos) ... y, en general, todos los desheredados de la naturaleza y de la fortuna que poseían alguna aptitud artística y que gustaban de la vida al aire libre o tenían que confórmarse con ella por dura necesidad.

Pero esta definición se descamina tomando la mendicidad como esencia de la juglaría. El juglar no era un mendigo, ni siquiera era un hombre pobre en todos los casos; muy lejos de eso, hallaremos juglares de posición social aventajada.

Otro punto de vista toma fray Liciniano Sáez, después de citar definiciones de juglar dadas por el padre Berganza, por la Academia y por T. A. Sánchez:

Lo que yo tengo por cierto es que la voz joglar no sólo corresponde a truhán bufón, cantor de coplas por las calles y comediantes, sino que también comprende a los poetas, a los que cantaban en las iglesias y palacios de los reyes y de otros grandes señores, a los compositores de danzas, juegos y de toda especie de diversiones y alegrías, a los organistas, tamborileros, trompeteros y demás tañedores de instrumentos; en una palabra, a todos los que causaban alegría.

Con nuestro viejo autor coincide E. Faral en ensayar una definición enumeratoria, a la cual agrega, además, las habilidades del charlatán, del acróbata, del saltimbanqui, del escamoteador u otras parecidas, y concluyendo de un modo también semejante al padre Sáez, llama, por fin, juglares a todos los que hacían profesión de divertir a los hombres.

Esta fórmula final, intentada por ambos autores, necesita ser precisada, añadiendo el concepto. de espectáculo público, pues el literato que escribe una obra para alegrar o divertir a los hombres no es un juglar si él no la recita ante un grupo de oyentes. Así arreglaremos la definición diciendo que juglares eran todos los que se ganaban la vida actuando ante un público, para recrearle con la música, o con la literatura, o con charlatanería, o con juegos de manos, de acrobatismo, de mímica, etc.

Los juglares tienen por oficio alegrar a la gente: Ilorum officium tribuit laetitiam, dice en sus Leges Palatinae el Rey Jaime II de Mallorca.

Los vocablos que veremos más usados, cuando se trata del recreo juglaresco, son solaz y solazar. E igualmente fuera de España; del buen juglar se dice en antiguo francés: Il set trop bien genz solacier, y el moralista inglés del siglo XIII, que luego citaremos, alaba la utilidad de los juglares dignos ut faciant solacia hominibus.

Los solaces principales del juglar son el canto y la música. El canto juglaresco es lo más deleitoso que el Arcipreste de Hita podía evocar para ponderar la estulticia del cuervo de la fábula: Bien se coidó el cuervo que con el gorgear ... alegrava las gentes más que otro juglar.

Todo lo alegre o lo burlón podía llamarse juglar, tomando esta palabra en sentido adjetivo: sermón juglar, lengua juglara, y esta calificación tiene un valor despectivo, sobre todo cuando se aplica a personas. De igual modo juglaría significa primeramente el oficio o mester propio del juglar, la diversión o espectáculo que proporciona el juglar, y luego pasa a significar burla, chanza.

Tomaban a veces los juglares un nombre de oficio distinto del de pila y procuraban que fuese sonoro y significativo. Frecuentemente aludían en él al solaz juglaresco: uno de los más antiguos juglares provenzales de que hay noticia se llamaba Alegret, y este nombre, así como el de Alegre, fueron después muy usados en España; aquí otro se llamaba Saborejo; otro, del tiempo de san Fernando, se decía Pedro Agudo; otro, Corazón; el nombre extranjero de Bonamís estuvo en uso desde el siglo XII al XVII en la Península; una soldadera se llamaba María Sotil, quizá emulando con la Doncella Teodor; la danzadera Graciosa o Graciosa Alegre, admirada primero en la Corte de España y después en la de Francia, a principios del siglo XV, nos muestra un precedente de la tradición seguida por la gitana de Cervantes, que pone el nombre de Preciosa a la más única bailadora de todo el gitanismo. Otras veces el juglar toma el nombre del instrumento que toca: Cítola era juglar de Alfonso el Sabio; Ramón Martí, apodado Cornamusa, fue juglar del municipio de Lérida, en los años 1357 y 1368. Además, según advierte Boncompagno en Italia, los juglares mismos se ponían nombres burlescos: ystriones sibi nomina jocosa imponunt, y así encontramos a Malanotte, a Maldicorpo y tantos otros; en España tenemos a Saco, y al juglar navarro Sancho de Echalecu, que se llamaba más comúnmente Ancho; un loco del condestable Miguel Lucas, en 1463, se titulaba Maestre de Santiago, en burla de las pretensiones al Maestrazgo que alimentaban varios grandes por entonces.

Los juglares y los tipos afines a ellos, ministriles y músicos en general, solían llevar trajes vistosos, hechos con paños de tintes vivos y abigarrados; por esto Antón de Montoro, viendo a un portugués vestido fantasiosamente de muchos colores le pregunta:

Decid, amigo, ¿sois flor ...
gayo o martin pescador ...
o tamboril, o trompeta,
o menestril, o faraute,
o bancal, poyal o arqueta,
o tañedor de la flaute?

En las Cortes dominaba un gusto más exquisito. A los juglares del Rey Sancho IV (1284 - 1295) se les da una sola clase de paño a cada uno para su vestir: paño tinto, blanqueta, blao, sanguina, santomer, valencina, estanfort. Los diez ministriles que servían en la Corte de Juan I de Aragón (1387 -1395) vestían librea de paño blanco y encarnado con un distintivo de plata. Los cinco juglares de Carlos el Noble de Navarra (1387 -1425) llevaban también como distintivo una placa de plata esmaltada, más rica para el principal de ellos, y vestian de paño verde de Brístol. En fin, los ministriles dulzaineros que en Jaén alegraron las bodas del condestable Miguel Lucas (1461) vestían jubones de terciopelo azul, sobre los cuales llevaban ropas de florentín verde y collares de plata.

Se encuentran muchas miniaturas españolas representativas de juglares en los códices de las Cántigas de Alfonso el Sabio, o en el Cancionero gallego portugués de la Biblioteca de Ajuda. También abundan esculturas de juglares a las que no se ha concedido atención.
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