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Instant replay
Sólo se escucha como la gota cae - la gota, sí, porque siempre has pensado que es la misma -; la habitación está oscura y desde la ventana observas al viejo que todos los días ocupa el mismo sitio de la misma banca. Su rostro te preocupa, en alguna parte le has visto ¿pero dónde?
Instant replay ...
Abre la puerta y se queda un momento indeciso, sin saber qué hacer. ¿Quién es?, pregunta la voz desde el interior; no responde y vuelve a cerrar la puerta sin atreverse a entrar.
Fue ahí? Tal vez. ¿Pero quién era?
La gota eterna sigue cayendo, suponer que algún día terminará por perforar el recipiente ¿y por qué tiene que ser algún recipiente? Ahora que lo piensas jamás se te ha ocurrido averiguar en dónde cae la gota.
La habitación sigue oscura, mientras afuera cae a plomo el sol del mediodía y el viento levanta un fino polvo que a rachas barre el parque de los bancos de piedra.
Instant replay ...
Baja del camión y camina hasta una calle paralela a aquella en que abandonó el transporte. Llega hasta una esquina y se detiene; mira hacia un edificio de cinco pisos que ahora tiene enfrente, busca el tercer piso y ahí se encuentra con una ventana tras la cual alumbra un candil de tres luces. No puede distinguir más; enciende un cigarro, cruza la calle, penetra en el inmueble, sube la escalera hasta el tercer piso, abre la puerta y escucha la voz en el interior preguntando que quién ha entrado y cierra la puerta sin atreverse a entrar.
¿Cuándo llegaste a esa habitación? ¿Por qué estás ahí? No lo puedes discernir, sólo aciertas a mirar al viejo que ya has visto en alguna ocasión, sin poder saber dónde ni cuándo. Y la gota que sigue cayendo, allá quién sabe dónde ...
Instant replay ...
El sol cae a plomo y fuertes rachas de viento levantan un fino polvo en el parque de las bancas de piedra. El hombre, sentado en una de las bancas, la misma de todos los días, mira la avenida allá a lo lejos y recuerda que tiene que ir a un lugar - no sabe a qué pero sabe que tiene que ir -, donde su presencia será de gran importancia. Se levanta entonces y camina lentamente hacia la avenida, se detiene en una esquina y aguarda pacientemente la llegada del camión.
Slow motion ...
Piensa en la gota, en el recipiente que la recibe y, por algún extraño principio, de alguna manera reintegra a su antigua posición para que vuelva a caer, y así hasta el infinito. El sol sigue abrasando el parque de las bancas de piedra y el viento sigue levantando un fino polvo que no molesta al viejo que como todos los días, se encuentra instalado en su misma banca.
Abres la puerta y entras en la habitación oscura, una gota de agua cae en alguna parte; desde la ventana puede verse un parque barrido por el viento. Alguien abre la puerta, preguntas que quién es y la puerta vuelve a cerrarse sin que te hayas atrevido a entrar.
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