el hombre que volvio de la chingada, de Agustin Cortes, Captura y diseño, Chantal Lopez y Omar Cortes, Antorcha
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El hombre que volvió de la chingada

La primera vez que se atrevió a preguntar que donde quedaba aquello su padre le cruzó la cara con una bofetada. Le intrigaba qué clase de lugar podía ser aquél a donde tanta gente se afanaba en enviar a sus semejantes. Durante una época de su vida se dedicó a vigilar a todos aquellos a quienes mandaban para allá, pero nunca los veía irse a ninguna parte. Se propuso ahorrar lo suficiente para poder pagarse el viaje a tan misterioso lugar. Cada que alguien le sugería que hiciera el viaje preguntaba amablemente la dirección que tenía que seguir y lo único que conseguía era que el otro se irritara más.

Indagó en todas las líneas aéreas, de autobuses, de ferrocarriles y hasta en las navieras sobre la manera de realizar el viaje y ninguna pudo darle la información requerida, aquella extraña tierra no figuraba en el itinerario de ninguna empresa de transportes.

Por fin un día, ante lo estéril de sus pesquisas, decidió buscar por él mismo y así fue que lo vieron partir llevando una sonrisa por todo equipaje. Durante muchos años nadie volvió a saber de él.

Pero un día regresó, había cambiado mucho y no sólo por los años. Cuando caminaba parecía que únicamente se dejara arrastrar por el viento, cuando hablaba era como si las palabras se le hicieran remolino en la boca, y la mirada continuamente se le escapaba de los ojos. Se ganaba la vida contando la historia de su viaje por unas cuantas monedas en cantinas y burdeles, pero su verdadera historia la llevaba rebotando entre sus huesos.

Tal parecía que hubiese visto todo, que se le hubieran hartado los ojos de palabras y que ya sólo rebotara entre las cosas sin poder pertenecer a nada.

Así, cuando alguien se burlaba de su historia y lo volvía a mandar para allá, nada más exhibía su oxidada sonrisa y su triste mirada de contemplar milenios para explicar, con una voz extraída de quién sabe cuantos caminos recorridos, que él ya había estado ahí y no valía la pena regresar.


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