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FAUSTO

Prólogo en el teatro


EL DIRECTOR, EL POETA dramático y EL GRACIOSO

EL DIRECTOR.- Ustedes, que tantas veces me han favorecido en la miseria y las tribulaciones, díganme con franqueza lo que esperan de mi empresa en Alemania. Deseo tanto más agradar a la multitud, cuanto que no hay más que ella para vivir y hacer vivir. Los bastidores levantados, las tablas dispuestas, todos se prometen una función; los espectadores en sus asientos, inmóviles, sólo tienen impaciente la mirada, porque sólo desean admirar. Conozco el modo de atraer al público y, sin embargo, nunca había experimentado semejante intranquilidad; si bien es cierto que acerca de las obras maestras, no está mal acostumbrado, no lo es menos que ha leído espantosamente. ¿Cómo hacer, pues, para que todo encuentre nuevo y le agrade e interese? Porque en verdad, me gusta ver a la multitud cuando a torrentes se arroja sobre los tablados y entre golpes y empujones, arremete por la pequeña puerta. En pleno día, antes de las cuatro, están ya cercadas todas las taquillas de localidades, y así como en tiempo de carestía se apalean por Un pan en la puerta de la panadería, se rompen ahora el alma por una entrada. Sólo el poeta es capaz de obrar tal milagro sobre multitud tan diversa. Querido mío, hazlo hoy por compasión.

EL POETA.- No me hables de ese público tumultuoso cuyo aspecto alarma a la inspiración; ocúltame la multitud turbulenta que a pesar nuestro nos empuja hacia el abismo. No, guíame o acompáñame al confín del cielo en que sólo para el poeta brilla un placer puro; donde el amor y la amistad, bendición del alma, crean y ejecutan con el auxilio de los dioses. ¡Ah! Lo que surge entonces del fondo del alma, lo que tartamudean nuestros trémulos labios, bueno o malo, desaparece sepultado en el transporte brioso del momento, y en muchas ocasiones, después de pasados muchos siglos, se levanta de nuevo en total plenitud de su forma. Lo que brilla es obra de un instante: lo que en realidad es bello nunca se pierde para la posteridad.

EL GRACIOSO.- ¡Siempre el mismo empeño en hablar de la posteridad! Supón que yo también me propusiera complacer a la posteridad, ¿quién se encargaría de divertir a mis contemporáneos? A más de que quieren divertirse y es necesario que lo logren. La presencia de un arrogante joven es, desde mi punto de vista, siempre algo; el que sabe expresar sus ideas con dignidad, nada debe temer de las veleidades del público; cuanto más complicado es el conjunto, más convencido puede estar de conmoverle. Así pues, buen ánimo, y preséntate con la cabeza erguida. Procura que la imaginación obre con todo su conjunto de razón, ingenio, sentimiento y pasión, sin esforzarse por olvidar la locura.

EL DIRECTOR.- Haz, sin embargo, que la parte de la acción sea grande, puesto que se viene para ver y se quiere ver a toda costa. Si el argumento es complicado hasta el punto de hacer quedar a la multitud absorta y con los ojoS abiertos, puedes estar seguro de haber logrado tu objetivo y eres un hombre admirable. Tan sólo acumulando una multitud de hechos, lograrás interesar a la gente; porque es innegable que busca cada uno lo que más le conviene; donde hay mucho hay para todos, y sale todo el mundo satisfecho de la función. Si das una pieza, dala en varios trozos, y verás lo apetecible que será tu guisado, si puede servirse con la misma facilidad con la que se prepara. ¿De qué sirve producir un conjunto armónico si no ha de tardar el público en digerirle?

EL POETA.- Pero, ¿no ves cuán triste es tal oficio y cuánto repugna al verdadero poeta? A lo que veo, también estás por el galimatías que tanto halaga a esos señores.

EL DIRECTOR.- No me alcanza el reproche. El que quiera sobresalir en su trabajo ha de elegir el instrumento más conveniente; piensa que haz de hender leña floja y no olvides para quien escribes. Si la ociosidad nos da un espectador, otro saldrá de un abundante banquete ylo que es peor aún, no faltarán algunos que acabarán de leer el periódico. Se viene aquí, como a un baile de máscaras, en alas de la curiosidad, las damas se ofrecen en espectáculo con sus más bellos adornos y actúan gratis su papel. ¿Por qué soñar con las cimas poéticas de lo alto? ¿Qué gloria puede haber más grande que la de tener un lleno completo? Mira de cerca a tus seguidores y verás que la mitad de ellos son indiferentes y los demás, groseros; unos piensan en el juego al que irán al terminar la función y otros en la orgía en que pasarán la noche. ¿Por qué, pobres insensatos, se proponen por tan poco cansar a las dulces musas? Se los repito, sean pródigos, muy pródigos, si quieren lograr su objetivo; procuren interesar a los hombres ya que es difícil contentarlos. Pero, ¿qué tienen? ¿Es arrobamiento o pena?

EL POETA.- ¡Apártate de mí y busca otro esclavo! Veo que para complacerte, debe el poeta con toda la alegría de su corazón renunciar locamente a su primer derecho, al derecho de ser hombre que recibió de Dios. ¿Por qué poder conmueve todos los corazones, por qué poder somete a los elementos? Por la armonía que inunda su ser y que le hace reconstruir el mundo en su alma. Mientras la naturaleza indiferente va envolviendo el hilo eterno en torno de su huso, mientras la multitud discordante de seres se confunde entre sí, ¿quién separa la hilera siempre uniforme para vivificarla, para dar el movimiento y el número? ¿Quién llama al individuo a la consagración general, a la vida potente, armoniosa? ¿Quién hace sonar la tempestad de la pasión? ¿Quién hace brillar el crepúsculo con toda su inmensa majestuosidad? ¿Quién siembra todas las bellas flores de la primavera en la senda que ha de pasar el ángel de nuestro amor? ¿Quién teje las hojas verdes, las insignificantes hojas, en coronas de gloria para recompensar el mérito? ¿Quién sostiene el Olimpo y reúne a los dioses? La fuerza del hombre, de la cual el poeta es muestra.

EL GRACIOSO.- Pues bien, usa todas esas bellas facultades y sigue en tu trabajo poético como se actúa en una aventura amorosa. Se acerca uno por casualidad, se entusiasma, permanece en su lugar y cae rendido al fin; la dicha crece y el ataque da inicio; se siente extasiado, llega el dolor en busca de su arrobamiento y su felicidad; he aquí, sin verlo, toda una novela. Dame un drama de esta clase; toma la vida humana como modelo, la vida que lleva todo el mundo, aunque pocos la conozcan, y ten la seguridad de que no carecerá de interés tu tarea. Con gran lujo de imágenes diversas, poca claridad, muchas faltas y una imperceptible chispa de ingenio, se logrará componer la obra más grande que haya seducido y edificado a un auditorio. Toda la flor de la juventud irá entonces a la representación de tu producción, pendiente de cada novedad; no habrá sentimiento delicado que no encuentre en tu obra idea melancólica, siendo la emoción general por ver en ella todos los espectadores expresados los sentimiento de que están poseídos. Ya sabes que hay hombres dispuestos a la risa y otros al llanto, y por eso todos honran el esmero del poeta; cada cual sonríe a su propia ilusión. Para el hombre que conoce el mundo, nada hay de bueno; pero se puede contar siempre con la admiración del neófito.

EL POETA.- Haz entonces de manera que vuelvan para mí los tiempos en que también vivía en lo futuro, en que nacían del fondo de mis espíritu cantos sin interrupción, en que nubes nacaradas cubrían la baja tierra, en que todos los cálices me daban aún maravillas y se me daba a tomar las mil flores que embellecían los más fértiles valles; nada tenía y sin embargo, tenía bastante: el deseo de la verdad y la sed de ilusión. Devuélveme esas irresistibles tendencias, la profunda y embriagadora dicha del momento, la fuerza en el odio, aquel poder en el amor. ¡Ah! ¡Regrésame la juventud!

EL GRACIOSO.- ¡Mi buen amigo! Podrías invocar la juventud si los enemigos te atacaran en la pelea, si jóvenes alegres y bellas vinieran a tomarte del cuello con los brazos, si vieras desde lejos columpiarse la corona olímpica hacia el objeto difícil de asir, o si debieras al salir de la danza furiosa pasar tus noches en la orgía; pero modular con gracia y firmeza en la acostumbrada lira, aspirar a través de gratos desvaríos a un objeto propuesto con deliberación, es lo que, señores ancianos, deben hacer, si aspiran a nuestro aprecio. La vejez no nos hace caer en la infancia, como se dice, sino que nos encuentra todavía siendo niños.

EL DIRECTOR.- Basta de charlatanería; preséntame ya obras; mientras estás discutiendo en cumplimientos, podrías hacer algo de utilidad. ¿Para qué hablar tanto sobre la disposición en que uno debe estar? ¿Crees que la incertidumbre podrá proporcionártela? Ya que te consideras poeta, domina la poesía. Sabes lo que nos conviene; queremos licores espirituosos; danos un poco ahora mismo. Lo que no se haga hoy no se hará mañana; así que no perdamos ni un solo día en la vacilación. Tómese la resolución con fuerza por los cabellos en lo posible y no sueltes la presa; trabaja, ya que es indispensable. Bien lo sabes; en nuestras comedias alemanas hace cada quien lo que le es posible, no me escasees entonces ni las decoraciones ni la maquinaria. Apela a la grande y pequeña luz de los cielos; puedes sembrar las estrellas a manos llenas; así que amontona decoraciones sobre decoraciones en este pequeño edificio, sin cesar hasta tener el círculo completo de la creación; y en tu raudo y preciso vuelo, vete desde el cielo por el mundo al infierno.

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