FAUSTO

Dedicatoria

De nuevo se presentan, sombras aéreas, flotando a mi vista entre luz y oro. ¿Intentaré ahora como en aquel momento detenerte? ¿Podrá mi corazón, helado por la edad y las penas, sentir las ilusiones de otros tiempos? ¡An! Vengan, acérquense, lleguen a mí, dulces imágenes, porque cuando del seño de las nubes húmedas las vea venir hacia mí, ¡es extraño!, siento mi corazón que conmovido se estremece de juventud ante la influencia del fresco ambiente que impulsa hacia mí su falange.

Veo en ustedes la imagen de placenteros días y entre ellos más de una sombra amada, con animada por voz antigua y casi exánime y recupero los dos sentimientos primeros de la primavera de la vida: el amor y la amistad.

También el dolor se reaviva,la queja lamenta el laberinto humano y su camino tortuoso, y nombra a todos los buenos que, deslumbrados por el brillo ficticio de la dicha, se esfumaron de mi vista en la flor de sus años.

Imposible les será, nobles almas, oír los cantos que he sido el primero en dirigir, ya que el eco de los días originales se ha ido enteramente por dejar de existir la cohorte amiga. Mis lamentos sólo lastiman los oídos de multitud desconocida, cuyos aplausos ayudan a oprimirme el pecho; todos los que olvidaban su dolor con los cantos que exhalaba, los que en otros tiempos quedaban fascinados por mi palabra, si viven en el mundo, ¡ay!, están ausentes.

Siento revivir en mi corazón los vivos deseos que antes me animaban por ese vago imperio, por ese mundo de los espíritus tan bello y sosiego; fluye mi canto, como arpa eólica, en sonidos enigmáticos, y me causa el sereno vapor que contemplo un estremecimiento de dicha. Surgen mis lágrimas; tibio y suave ambiente aleja lo aterido de mi corazón y veo a lo lejos cuanto tengo y no tardaré en poseer una vez más todo lo que huyó de mí.