Indice de Fantomas de Pierre Souvestre y Marcel Allain CAPITULO TRIGÉSIMO. En el camerino del actor CAPÍTULO TRIGËSIMO SEGUNDO. La horrible traiciónBiblioteca Virtual Antorcha

Fantomas

Pierre Souvestre y Marcel Allain

CAPÍTULO TRIGÉSIMO PRIMERO

¡Cita de amor!



- ¡Diantre! -exclamó Valgrand, estirándose, un instante después y lanzando una ojeada hacia donde estaba su criado, que le preparaba el vestido de calle-. ¡Diantre! Aunque se esté completamente extenuado, la vista de joyas tan exquisitas como esas deliciosas mujeres despiertan a un muerto.

Alzando los hombros, Charlot gruñó:

- Monsieur Valgrand, ¿no va usted a ser nunca serio? ...

- ¡Ah, caramba, no! -exclamó el artista-. ¡Espero que no seré nunca serio! Mira, amigo mío, si hay aquí abajo una cosa de la que no se cansa uno nunca, es de las mujeres, esos incomparables arco iris que vienen a iluminar nuestro valle de lágrimas ...

- Está usted muy poético csta noche, monsieur Valgrand.

El artista continuó:

- Yo estoy enamorado, ¿ves tú?, enamorado de ninguna y de todas, enamorado del amor. ¡Ah!, ¡el amor!

El popular actor esbozó un gesto grandilocuente que significaba a sus ojos muchas cosas; pero, de repente, ordenó:

- ¡Desnúdame! ...

Charlot, acercándose a su amo, preguntó, llevándole un paquete de cartas:

- ¿Leerá el correo?

- Distribúyemelo como siempre -dijo.

Después miró los sobres unos tras otros, notando, divertido:

- Tinta violeta, cifras, coronas ...

Tomó una carta y se dispuso a abrirla.

- Mira, Charlot -propuso el artista, decididamente de buen humor-, ¿apuestas a que es una declaración?

- ¡Pardiez! -refunfuñó el criado con tono brusco-. No recibe más que de esta clase y facturas ...

- Bueno -insistió Valgrand-; ¿apuestas?

Charlot consintió:

- Si usted quiere, apuesto que es una factura ..., para que gane usted ...

- Entonces, hecho -exclamó Valgrand-. Escucha.

El trágico se puso a leer:

- Artista admirable, flor apenas abierta ... ¿Tú oyes, Charlot?

Admirado, Charlot reconoció:

- Esa no será la primera ...

- Ni la última -añadió Valgrand, que continuó examinando el correo-. ¿Y esta? -prosiguió-. Adjunta fotografía ..., ruega que se la devuelva si la persona no gusta ... ¡Ah!

Valgrand se tumbó para reírse a sus anchas.

- Dame el cuello postizo, Charlot.

Después, viendo otra carta:

- ¿Apuestas que este sobre malva contiene la confesión de una víctima de mi fatal belleza?

- ¡Sí, monsieur Valgrand!

- He ganado otra vez ... ¡Oh! ¡Oh! ¡Qué exigente! -y declamó el texto-: Si usted promete ser discreto ..., fiel ..., no lo sentirá ... ¿Se siente nunca? -prosiguió el actor con un matiz de amargura-. Aun cuando no se cumplan esas promesas.

- ¡Juramento de amor! -exclamó Charlot.

- ¡Juramento de borracho! -concluyó, rotundo, Valgrand-. Por cierto, dame de beber, me muero de sed ...

- ¿Un buen whisky con soda? -propuso el criado.

El artista, levantándose de la butaca, se acercó al velador sobre el cual Charlot, de la manera más natural, había dispuesto dos vasos, que llenó con equidad.

- Muy bien -exclamó el artista-. Vas a trincar conmigo, mi compañero, mi fiel, mi inseparable ...

- ¡Ah!, monsieur Valgrand -exclamó el criado, todo emocionado-. Es usted una buena persona.

Y, levantando su vaso con un gesto teatral, dijo:

- ¡Por sus triunfos!

- ¡Oye! -prosiguió Valgrand después de una pausa-. ¿Crees que he estado bien esta noche?

- Sí, lo creo.

- ¿Francamente?

- Se lo dije -insistió Charlot- durante el segundo entreacto a la camarera de mademoiselle Bienvenu ... No hay un artista que le llegue a la suela del zapato a monsieur Valgrand ...

- ¡Sé sincero, Charlot! ... ¡Sé sincero! ...

Charlot, levantando la mano con gesto de juramento, dijo:

- Lo juro sobre la cabeza de mi pobre madre muerta, monsieur Valgrand, y usted sabe cuánto me acuerdo de ella.

Los dos hombres dejaron, de repente, de hablar ... Un golpe discreto acababa de sonar en la puerta.

El rostro del artista se oscureció. ¿Iba a ser molestado por algún inoportuno?

La curiosidad, no obstante, le hizo ordenar a Charlot:

- ¡Ve a ver!

El criado, en el umbral de la puerta apenas entreabierta, reprendió con dureza al indiscreto que venía a molestarles.

- ¡Siempre lo mismo! -gruñó-. Insistir de esta manera por una carta. ¿Cómo? ¿Que le han dicho que es urgente? ... ¡Oh! Siempre es urgente ...

Charlot cerró la puerta con humor y, volviéndose hacia Valgrand, le tendió un sobre.

- Una señora ha venido a traer esta carta ...

- ¡Hum! -dijo Valgrand-. De luto.

Después, siempre infantil, continuó:

- Dime, Charlot, ¿apuestas? ...

Charlot reflexionó:

- De luto -hizo notar él también-. Entonces apuesto que es una declaración. Cuento con hacerle ganar todavía, pues preveo que es más bien una petición de socorro.

Descuidadamente en primer lugar, atentamente a continuación, Valgrand leía la carta. Había mirado la firma; después, volviendo al principio, continuaba, cortando el texto con sus exclamaciones:

- ¡Oh! ... ¡Ah! ... ¡Caramba! ... ¡Mañana! ... Escucha esto, viejo: Sé que para interpretar el papel del criminal, esta noche, en la Huella sangrienta, ha llegado usted a tomar el aspecto y la fisonomía de Gurn, el asesino de lord Beltham ... Le espero, vestido así, esta noche. a las dos en punto de la mañana, en el número veintidós de la calle Messier ... Ocúltese y venga. Le amo, le quiero ... ¡Diantre! -prosiguió Valgrand.

- ¿Y está firmada? -interrogó el criado.

- Está firmada ...

Valgrand, de repente, se interrumpió.

- Eso, amigo, no lo sabrás -y el actor añadió-;

- Hay una posdata. Guarde el mayor secreto, quémela en cuanto la haya leído ...

- ¡Eso se comprende! -murmuró Charlot.

- Esto es cosa hecha -concluyó Valgrand con una sonrisa irónica, mientras que en lugar de romper la carta la metía cuidadosamente en la cartera-. ¡Bueno! -preguntó el actor a Charlot-. ¿Qué piensas tú de esto?

- ¿Yo? -replicó el criado-. Yo voy a continuar quitándole el vestido ...

- ¡Gran estúpido! -exclamó, riendo, Valgrand-. ¿No has comprendido. entonces? ... Dame en seguida el vestido infame, la corbata oscura ...

- ¿Qué es lo que pretende? -interrogó Charlot, inquieto-. No irá ..., creo yo.

- ¿Cómo que no? -respondió Valgrand-. ¿Podría, acaso. vacilar? ¿Sabes tú que en toda mi carrera amorosa no he tenido jamás una ocasión tan extraordinaria?

El artista prosiguió:

- Charlot, cree en mi experiencia. Esas cosas no se inventan; además, conozco a la ..., la persona ..., la he visto con frecuencia ..., sí, cuando asistía al proceso ..., y, caramba, es una mujer ...

- ¡Pchs! -murmuró el criado.

Pero, entusiasmado, Valgrand continuó:

- Piensa que es la mujer más deseable que existe en el mundo ..., su extraña belleza ..., su extraña distinción ..., el encanto que se desprende de todo su ser ...

- ¡Una chiflada! -interrumpió Charlot.

- ¡Una enamorada! -corrigió el artista.

- Se embala usted como un colegial ...

- Tanto mejor para mí ... Mira, estaba muerto de cansancio y ahora estoy resucitado. Vamos, rápido, animal ..., mi sombrero ..., la hora pasa. Dime: ¿dónde es? ...

- ¿Qué? -preguntó Charlot, pasmado.

- ¿Qué? -repitió, impaciente, Valgrand-. Esa calle ... Messier. Busca en el plano ... El vaporizador ... Valgrand, cada vez más agitado, iba y venía por la habitación, mientras Charlot, precipitadamente, daba vueltas a las páginas del Boletín Mundial ..., pronunciando las sílabas a medida que seguía el orden alfabético.

- J ... K ... L ... M ... Ma ... Me ... ¡Ah! ¡Monsieur Valgrand! -exclamó, emocionado, sorprendido.

- ¿Qué? -interrogó el actor.

- Monsieur Valgrand -balbució el criado-. Es la calle ..., la calle ... de la ... cárcel.

- ¿Quieres burlarte de mí? ¿Una prisión?

Pero Charlot, cada vez más turbado, prosiguió:

- De la prisión de la Santé ..., de la cárcel de los condenados a muerte ..., de la cárcel de Gurn ...

Gallardamente, inclinando el sombrero sobre la oreja, Valgrand interrogó:

- ¿Tengo una cita en la cárcel?

- No precisamente allí ..., pero no lejos ..., enfrente.

- ¿Enfrente de la cárcel? -exclamó Valgrand completamente alegre-. Mira, viejo camarada, tengo el presentimiento de que vaya pasar una noche inolvidable ...

- ¡Yo, no! -observó el criado.

- Es igual -prosiguió el artista-. ¿Crees tu que son viciosas las mujeres de hoy? ...

Y como el buen Charlot interrogase con la mirada a su patrón, este continuó explicando:

- Muchacho, la elección misma del lugar de la cita, el deseo de verme con los vestidos de Gurn ..., es la prueba de un refinamiento ...; yo diría casi de un sadismo inaudito ... Piensa en ello, ¿eh? ... ¿No ves tú? Ella y yo, el sosias de Gurn ..., de Gurn, el asesino ...; mientras que el verdadero Gurn, en su calabozo, muy cerca de nosotros ... Aprisa, la capa ..., el bastón ...

Charlot vacilaba en obedecer.

- Monsieur Valgrand -suspiró, intentando un supremo esfuerzo-. Es absurdo ... Un hombre como usted ...

- ¡Un hombre como yo! -gritó Valgrand en el colmo del entusiasmo-. Un hombre como yo pierde la cabeza, si es preciso, ante semejante cita.

Y mientras que Charlot, aturdido por la rápida partida de su patrón, se esforzaba aún por detenerle, reprochándole a media voz su falta de seriedad, Valgrand, alejándose, exclamó:

- Espero que no seré nunca serio ... ¡Hasta la vista!

Cuando quedó solo en el camerino, Charlot, acostumbrado, sin embargo, a esta clase de calaveradas, pues Valgrand era seguramente el calavera más encarnizado, el más audaz que se podía imaginar, refunfuñó:

- ¡Qué lástima! ¡Tan gran artista! ¡Las mujeres le volverán tonto! Pensar que no ha cogido los guantes ni el pañuelo del cuello ...

Un golpe dado en la puerta interrumpió a Charlot.

Maquinalmente, el criado respondió:

- ¡Entre! ...

El conserje del teatro apareció.

- ¡Ah!, ¿es usted, monsieur Jean? ...

- ¿Se puede apagar? -interrogó el recién llegado- ¿Se ha marchado monsieur Valgrand?

- Sí -dijo distraídamente el criado-. Se ha marchado.

- ¡Buena velada, eh! -comenzó el conserje.

El criado, preocupado, respondió:

- ¡Buena veladal Pero monsieur Jean insistió:

- ¿Ha leído usted la última edición del Capitale? ... ¿La de las once? Se habla de nosotros ...

- ¿Ya?

- ¡Ah! -dijo Jean-. Los periódicos no pierden tiempo. Está hecho a la americana ... Un gran éxito, dice el redactor.

- Enséñemelo -pidió el criado, quien, recorriendo el diario, aprobó-: Sí, es verdad ... Esta creación es el más hermoso triunfo de monsieur Valgrand ...

Después, feliz de informar al conserje, Charlot le dijo:

- ¿Sabe usted que el ministro de Instrucción Pública le ha felicitado hace unos momentos?

Monsieur Jean interrumpió, vejado:

- ¡Claro que lo sé! ... Sería desesperante si el conserje del teatro ignorase lo que pasa en su casa ...

Charlot continuó leyendo.

- Muy justo este pasaje. Escuche: Monsieur Valgrand ha realizado el gran esfuerzo de hacer simpático a un monstruo ...

Pero, muy emocionado de repente, el criado se interrumpió:

- ¡Ah! ¡Dios mío! ¡Esto no es posible! ...

Con la voz temblorosa, Charlot señaló una columna del periódico.

- ¡Lea, monsieur Jean! ¡Lea! ...

El conserje, por encima del hombro del criado, recorrió el pasaje indicado.

- ¿Y qué? ... ¿No es algo del caso Gurn?

- Sí, lo ejecutan el dieciocho por la mañana ... y es hoy ya -observó Charlot, estremeciéndose-. Ya estamos a dieciocho ... Dentro de un rato, pues ...

Con indiferencia, monsieur Jean asintió:

- Puede ser ..., en efecto ...

El conserje prosiguió, mirando al criado, que se había puesto completamente pálido:

- ¿Está usted enfermo, monsieur Charlot?

Este, dominándose, haciendo un esfuerzo de voluntad, explicó:

- ¡No! ... ¡Nada! El cansancio. Puede usted ir a apagar, monsieur Jean. Dentro de cinco minutos me habré marchado del teatro ...

Monsieur Jean se fue. Recomendó:

- Entonces, cierre la puerta al marcharse, por si yo estuviese ya acostado.

- Comprendido ... Comprendido -dijo el criado.

Cuando se quedó solo, Charlot se sentó en el brazo de una butaca.

- ¡Qué aventura! -murmurá-. Decididamente, monsieur Valgrand no es serio ... Le traerá un día disgustos ... ¡Ah!, no me gusta el asunto de esta noche ... ¿Qué necesidad tenía de ir? ... ¿Que le quiere esa mujer? ... Yo no soy más que un viejo estúpido; pero sé lo que sé ... Se han contado ya tantas cosas sobre este asunto misterioso, extraño, oscuro ...

Charlot se calló algunos instantes. De repente, musitó entre dientes:

- Si yo me atreviese, iría a merodear por allí ... ¡Ah! Caramba, se pondría furioso ... Sin embargo, si fuese un golpe preparado ..., una falsa carta, una asechanza ...

El viejo criado iba y venia por la habitación, al azar, a grandes pasos desordenados.

- ¡Ah! ¡Dios mío! ¡Dios mío! -repetía, oprimiéndose la cabeza-. ¡Vamos, calma! ..., ¡es idiota! ...; pero esa cita ..., esa calle ..., ese vis a vis ..., y Gurn, a quien van a guillotinar dentro de un instante ...

Charlot esta vez había tomado su decisión.

De prisa, se puso la chaqueta, se cubrió con el sombrero y apagó una a una las lámparas eléctricas que iluminaban el elegante camerino de su patrón.

Tanto peor -se dijo-. Yo voy allí. Si veo cualquier cosa sospechosa, si al cabo de media hora no he visto a monsieur Valgrand salir de esa casa, ¡pues bien! ...

Y dando la última vuelta de llave a la puerta del camerino, Charlot confirmó:

Decididamente, voy allí ... ¡Estaré más tranquilo!
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