Cuarto actoPersonajesBiblioteca Virtual Antorcha

EL ENEMIGO DEL PUEBLO

Enrique Ibsen




ACTO QUINTO



Despacho del doctor, con estanteras y vitrinas abarrotadas de libros y de instrumentos médicos. Al foro, puerta que comunica con el vestíbulo. En la lateral izquierda, en primer término, la puerta del salón. En la lateral derecha, un par de ventanas con los cristales rotos; en el centro de la habitación, el escritorio del doctor, lleno de libros y papeles. Todo parece en desorden.

DOCTOR STOCKMANN
(Habla por la puerta abierta del salón.) ¡Encontré otra, Catalina!

SEÑORA STOCKMANN
(Desde el salón.) ¡Bien! ¡Y todavía vas a encontrar varias más!

DOCTOR STOCKMANN
(Coloca la piedra junto a otras en un montón que se encuentran sobre la mesa.) Guardaré estas como una reliquia. Ejlif y Morten podrán siempre admirarlas. Cuando sean mayores, las heredarán. Oye: ¿no ha ido ...? ¿Cómo se llama esa ... muchacha? .... ¿No ha ido a buscar al vidriero?

SEÑORA STOCKMANN
(Entra.) Sí, ya fue; pero ha contestado que no aseguraba si podía venir hoy.

DOCTOR STOCKMANN
No vendrá, ya lo verás.

SEÑORA STOCKMANN
No; eso mismo piensa Randine. Por los vecinos, ¿sabes? (Habla hacia el salón.) ¿Qué quieres, Randine? ... ¡Ah! Está bien. (Sale al salón y vuelve a los pocos momentos.) Aquí hay una carta para ti, Tomás.

DOCTOR STOCKMANN
Vamos a ver. (La abre y lee.) ¡Ah!

SEÑORA STOCKMANN
¿Quién te escribió?

DOCTOR STOCKMANN
¡Ja ja ja! ¿Quién crees? Pues el casero. Me indica que desalojemos la casa.

SEÑORA STOCKMANN
Pero ... ¿eso es posible? Y tan decentito que se veía ...

DOCTOR STOCKMANN
(Mientras mira la carta.) Nos pide disculpas pero dice que de plano no se atreve a obrar de otro modo. Argumenta que lo hace muy a pesar suyo; pero no se atreve a tenernos de inquilinos. Tiene miedo a los vecinos, a la opinión pública. Está esclavizado; no se atreve a ir contra los poderosos ...

SEÑORA STOCKMANN
¿Ya ves, Tomás?

DOCTOR STOCKMANN
Sí, sí; ya lo veo. En esta ciudad todos son cobardes; nadie se atreve a nada por consideración al qué dirán. (Arroja la carta sobre la mesa.) Total ... ¡da lo mismo! Mira, Catalina, emigraremos al Nuevo Mundo, y entonces ...

SEÑORA STOCKMANN
¿Realmente consideras prudente ese viaje, Tomás?

DOCTOR STOCKMANN
Y ¿qué quieres que hagamos? Después de haberme injuriado con el nombre de enemigo del pueblo; después de haberme puesto en la picota; después de haber hecho añicos los vidrios de mi casa, ¿crees tú que debemos quedarnos, Catalina? ¡Hasta me han roto mi pantalón negro!

SEÑORA STOCKMANN
Si, es verdad, y era el mejor que tenías.

DOCTOR STOCKMANN
Uno nunca debería ponerse su mejor ropa cuando se lucha por la libertad y la verdad. Pero lo del pantalón es lo de menos, porque luego lo zurcirás tú. Lo más insufrible para mí es ver cómo el populacho, la plebe, ha sido capaz de acorralarme, tratándome de igual a igual.

SEÑORA STOCKMANN
Si, es cierto. ¡Nos han insultado! Han sido más que groseros, Tomás. Pero eso no es razón para que abandonemos la ciudad.

DOCTOR STOCKMANN
Ya me figuro que la masa debe de ser tan insolente allá como acá. En todas partes es lo mismo. En fin, no me importa que los perros me enseñen sus colmillos. Yo me río de ellos. Pero eso no es lo peor; lo peor es que de una punta a la otra del país todos los hombres son esclavos de los partidos. Claro que el mismo mal también habrá en otros lados. Es posible que en América los asuntos públicos no se lleven mejor; también allí hay mayorías aplastantes, uniones liberales y todas esas patrañas. Matan, pero no queman a fuego lento; no encadenan un alma libre como aquí, y en todo caso el individuo puede apartarse, mantenerse lejos. (Pasea por la estancia.) ¡Ah! ¡Si supiese de un bosque virgen o de alguna isla solitaria en los mares del Sur donde pudiera vivir solo!

SEÑORA STOCKMANN
Pero ¿cómo que solo? ¿Y qué con nosotros? ¿Y los niños? Oye, pienso que estás exagerando.

DOCTOR STOCKMANN
(Deteniéndose.) ¿Qué dices, Catalina? ¿Es que prefieres verlos vivir en una atmósfera como ésta? La otra noche, tú misma has podido comprobar que la mitad de la población está loca de atar, y que si la otra mitad no ha perdido también la cabeza es porque los imbéciles no la tienen.

SEÑORA STOCKMANN
Sí, sí, sí Tomás; tienes razón. Pero también debes admitir que te fuiste de lengua ...

DOCTOR STOCKMANN
¿Qué quieres decir? ¿Que no es verdad lo que dije, lo que digo? ¿Que esas ideas no hacen perder el juicio? ¿Acaso no son una mezcla de justicia e injustjcia? ¿Acaso no han llamado mentira a lo que yo sé que es verdad? En fin, la mayor locura de esos hombres de edad madura, de todos esos liberales, de toda esa masa infecta, es que se creen y se hacen pasar por espíritus libres. ¿Dónde se habrá visto semejante cosa, Catalina?

SEÑORA STOCKMANN
Es verdad, es absurdo, es muy lamentable; pero ... (Entra Petra por el salón.) ¿Ya has vuelto de la escuela?

PETRA
Sí. Acaban de correrme.

SEÑORA STOCKMANN
¿Que te han despedido?

DOCTOR STOCKMANN
¿A ti también?

PETRA
Así me lo dijo la señora Busk, y a mí me ha parecido que lo mejor que podía hacer era marcharme en seguida.

DOCTOR STOCKMANN
¡Bien hecho!

SEÑORA STOCKMANN
Me cuesta creer que la señora Busk haya sido capaz de hacer eso contigo.

PETRA
La señora Busk, en el fondo, no es mala. Se veía muy bien que sufría al obrar de esta manera. Ella misma me lo dijo; pero es que no se atreve a hacer otra cosa. En fin, el caso es que me han puesto de patitas en la calle ...

DOCTOR STOCKMANN
(Se ríe y dice, frotándose las manos:) ¡Tampoco se ha atrevido ella! ¡Magnífico!

SEÑORA STOCKMANN
Es comprensible. Después del tumulto de ayer ...

PETRA
Aún no he acabado, papá.

DOCTOR STOCKMANN
¿Tienes algo más que agregar? ¡Vamos, dilo!

PETRA
La señora Busk me enseñó unas cartas que había recibido hoy por la mañana.

DOCTOR STOCKMANN
Anónimas, por supuesto ...

PETRA
Exactamente.

DOCTOR STOCKMANN
¿Lo estás viendo, Catalina? Ni siquiera se atreven a dar su nombre.

PETRA
Dos de ellas decían que ayer, por la noche, en el círculo, uno de nuestros amigos había dicho que yo tenía ideas demasiado liberales sobre ciertos asuntos.

DOCTOR STOCKMANN
Supongo que no lo habrás negado, ¿verdad?

PETRA
¡Claro que no! Me consta que también la señora Busk tiene ideas librales en la intimidad. Pero como las mías son conocidas, no se ha atrevido a mantenerme junto a ella.

SEÑORA STOCKMANN
¿Lo ves? Nada menos que un amigo nuestro. Así nos agradecen, Tomás, nuestra hospitalidad ...

DOCTOR STOCKMANN
¡No soporto un momento más entre tanta porquería! ¡Anda , prepara las maletas pronto y vámonos de aquí! Y cuanto antes, mejor.

SEÑORA STOCKMANN
¡Chist! Alguien viene por el comedor. Petra, ve a ver quién es.

PETRA
(Abre la puerta del vestibulo.) ¡Ah! ¿Usted aquí, capitán? Pase, por favor.

HORSTER
(Entra.) Quería saber cómo seguían ustedes.

DOCTOR STOCKMANN
(Estrecha cordialmente su mano.) ¡Gracias, capitán! ¡Es usted muy amable!

SEÑORA STOCKMANN
Le agradecemos de verdad, el habernos ayudado anoche a llegar a casa, capitán.

PETRA
¿Cómo pudo entrar usted luego en la suya?

HORSTER
¡Oh! Muy fácil. Tengo buenos puños, y esa gente lo único que tiene fuerte son las gargantas.

DOCTOR STOCKMANN
Es cierto, son una bola de cobardes. Tan cobardes, que hacen reír. Venga usted. Le voy a enseñar una cosa. ¿Ve usted? ¡Nos han apedreado! ¡Le costará a usted trabajo encontrar entre ellas piedras de combate! Pero, sin embargo, hablaban de hacerme pasar un mal rato, y cuando se ha tratado de llegar a los hechos ..., en esta ciudad miserable no hay ni siquiera un hombre de acción.

HORSTER
Mejor que así sea, doctor; al menos, por esta vez.

DOCTOR STOCKMANN
Sí, naturalmente. Pero es una vergüenza. Si un día hubiese que librar una batalla importante para el país, ya vería usted cómo la opinión pública, esa mayoría aplastante, huiría como una manada de borregos. ¡Es triste pensarlo! Pero no; en el fondo, su estupidez me hace reír. Dicen que soy un enemigo del pueblo. Pues bien; en adelante seré de veras un enemigo del pueblo.

SEÑORA STOCKMANN
No, Tomás; nunca lo has sido, ni nunca lo serás.

DOCTOR STOCKMANN
Yo que tú, no estaría tan seguro de ello, Catalina. Una palabra envenenada puede hacer tanto daño como una punzada en los pulmones, y esa palabra maldita la tengo clavada en mi corazón. ¡Nadie podrá arrancármela ya!

PETRA
Más vale tomar la cosa con buen humor, papá. ¡Ríete de ellos!

HORSTER
Con el tiempo la gente cambia de ideas, señor doctor.

SEÑORA STOCKMANN
Sí, capitán; ha dicho usted una gran verdad.

DOCTOR STOCKMANN
Entonces será demasiado tarde, y tendrán que arreglárselas como puedan. Que parezcan de una vez entre sus abominaciones con el remordimiento de haber desterrado a un buen patriota. Peor para ellos. ¿Cuándo saldremos, capitán Horster?

HORSTER
Precisamente he venido para hablar también de eso.

DOCTOR STOCKMANN
¿Es que le ha sucedido algo al barco?

HOSTER
No; pero yo ya no puedo salir con él.

PETRA
¡Me figuro que no le habrán despedido!

HORSTER
(Sonriente.) Sí; me han despedido.

PETRA
¿Cómo es posible? ¿A usted también?

SEÑORA STOCKMANN
¿Lo estás viendo, Tomás?

DOCTOR STOCKMANN
Esto le pasa por su lealtad. Si lo hubiera sabido antes ...

HORSTER
No se preocupe usted. No me será difícil conseguir colocación con cualquier armador de otra ciudad.

DOCTOR STOCKMANN
¡Ese Vik es un miserable! ¡Hacer semejante cosa, siendo rico y supuestamente libre!

HORSTER
Pero yo creo que, en el fondo, es un hombre justo. Me dijo que me habría mantenido en mi puesto si no fuese porque no se atrevía ...

DOCTOR STOCKMANN
¡Claro! Pero ¡no se ha atrevido! ¡Era de esperarse!

HORSTER
Me dijo que cuando se pertenece a un partido no es tan fácil oponerse ...

DOCTOR STOCKMANN
¡Y ésas son las palabras de un hombre honrado! ¡Bah! ¿Sabe usted lo que es un partido? Un partido es un instrumento para hacer picadillo de carne, de carne humana.

SEÑORA STOCKMANN
Pero ¡Tomás!

PETRA
(A Horster.) Estoy segura de que no le hubiera ocurrido esto si no nos hubiese acompañado usted a casa.

HORSTER
No me arrepiento.

PETRA
(Estrechándole la mano.) Muchas gracias.

HORSTER
(Al doctor Stockmann.) He venido a decirle que si está usted decidido a marcharse, tengo un medio.

DOCTOR STOCKMANN
Con tal de salir de aquí, bienvenido sea.

SEÑORA STOCKMANN
¡Chist! Han llamado.

PETRA
Debe de ser el tío Pedro.

DOCTOR STOCKMANN
(Con voz fuerte.) ¡Adelante!







ALCALDE
(Asoma por la puerta.) Si estás ocupado, vuelvo más tarde.

DOCTOR STOCKMANN
No, no; adelante, puedes pasar.

ALCALDE
Bueno, es que ... es que tenía que decirte algo ... pero ... de manera confidencial.

SEÑORA STOCKMANN
Muy bien, entiendo la indirecta. Esperaremos en el salón.

HORSTER
Bueno, doctor, mejor es que vuelva después.

DOCTOR STOCKMANN
No, no, no, por favor, capitán; quédese usted también. Aún tengo que decirle algunas cosillas. Hágame el favor de esperarme en el salón, se lo suplico.

HORSTER
Bien, bien. Esperaré. (Pasa tras la señora Stockmann y Petra al salón. El alcalde, sin decir palabra, mira disimuladamente los vidrios rotos.)

DOCTOR STOCKMANN
Por cierto, Pedro, si te molesta la corriente, puedes abrigarte.

ALCALDE
Gracias. Con tu permiso. (Se coloca la gorra.) Ayer tomé frío.

DOCTOR STOCKMANN
Pues en mi opinión hacía bastante calor en la sala.

ALCALDE
No tienes idea cuánto siento el no haber podido eVitar lo de anoche.

DOCTOR STOCKMANN
¿Era eso lo que tenías que decirme tan confidencialmente?

ALCALDE
(Saca una carta del bolsillo.) Aquí te traigo una carta de la Dirección del Balneario.

DOCTOR STOCKMANN
Me corren, ¿no es eso?

ALCALDE
Sí, desde hoy. Lo sentimos mucho; pero no nos atrevemos a obrar de otro modo ante el ambiente que se ha creado entre la opinión pública.

DOCTOR STOCKMANN
(Con una sonrisa.) ¡Ah! ¿No se atreven? Vaya, vaya, vaya. ¿Sabes? No es la primera vez que oigo ese comentario.

ALCALDE
Tomás, te pido que te des cuenta de la situación en que te encuentras. De aquí en adelante no vas a tener clientela en la ciudad.

DOCTOR STOCKMANN
¡Ah, si! ¿No me digas? Pero ... mira como tiemblo ... ¿Sabes? ¡Me vale maiz! ... Y, por cierto, ¿cómo estás tan seguro de eso?

ALCALDE
La Sociedad de Propietarios está haciendo circular de casa en casa un documento según el cual los ciudadanos dignos deben comprometerse a no acudir a tu consulta. Nadie se atreverá a negar su firma. Sencillamente, no se atreverán.

DOCTOR STOCKMANN
No lo dudo. ¿Y qué más?

ALCALDE
Pues ... estando las cosas como están, me permitiría sugerirte que te marchases por un tiempecito de la ciudad. Sería lo mejor para ti.

DOCTOR STOCKMANN
¡Mira que curioso! ¿Qué comes que adivinas? ¡Precisamente esos son mis planes!

ALCALDE
Pues ... qué bien que pienses así. Realmente es un alivio oirte decir eso. Y si, después de que refexiones durante ... no sé ... quizá durante unos meses o a lo mejor ... un año ... tomas la decisión de escribir unas líneas de arrepentimiento y firmemente te retractas de tus errores ...

DOCTOR STOCKMANN
¿Aseguras que volvería a obtener mi puesto? ¿No es así?

ALCALDE
Bueno, tanto como asegurar, asegurar ... Mas bien, existiría una alta probabilidad de que eso ocurriese. O sea que no sería del todo imposible.

DOCTOR STOCKMANN
¡Cómo! ¡No puede ser! ¿Y la opinión pública? ¿Es que no estás tomando en cuenta a la bendita opinión pública?

ALCALDE
¡Déjate de bromas! La opinión pública es muy voluble. Además, la verdad, lo que importa es que entonces tu declaración de culpabilidad ...

DOCTOR STOCKMANN
Lo creo. Pero tú ya sabes muy bien lo que pienso de esos rollos.

ALCALDE
Sí; ya lo sé. Pero cuando decías eso, tu situación era muy buena y estabas convencido de contar con la máyoría aplastante.

DOCTOR STOCKMANN
Y ahora, en cambio, está contra mí. Bueno; pues ... la neta ... no. ¡Nunca haré eso! ¡Jamás!

ALCALDE
Pero, Tomás, recapacita. Un padre de familia no puede arriesgarse a hacer eso.

DOCTOR STOCKMANN
¿Crees que no me atreveré? Sólo hay una cosa en el mundo a la que un hombre libre no debe atreverse. ¿Sabes cuál es?

ALCALDE
No.

DOCTOR STOCKMANN
Lo suponía. Bueno; voy a decírtela: un hombre libre no debe jamás atreverse a obrar vilmente de modo que él mismo tenga que escupirse a su propia cara, que se sienta indigno ante sí mismo.

ALCALDE
Me parece muy bien; y si no hubiese otra razón que tu empeño en defender una causa perdida ... ; pero es que, precisamente, hay una.

DOCTOR STOCKMANN
¿A qué te refieres?

ALCALDE
¡Vaya, por fin parece que me entiendes! Te estoy dando un consejo de hermano y de hombre razonable: no te entregues a esperanzas inútiles, que, probablemente, nunca se realizarán.

DOCTOR STOCKMANN
Vuelvo a preguntarte, ¿a qué te refieres?

ALCALDE
¿No me digas que no conoces el testamento de Kül, del viejo Kül?

DOCTOR STOCKMANN
Lo único que sé es que lo poco que tiene lo lega al asilo de ancianos. Pero, bueno, ¿y a mí qué mas me viene todo eso?

ALCALDE
¿Lo poco que tiene? Ja, ja, ja. Debes de saber que el viejo Kül es rico, y muy rico.

DOCTOR STOCKMANN
¿No me digas? Pues mira, definitivamente a diario se aprende algo. No, no lo sabía. ¿Y qué con eso?

ALCALDE
¿Y tampoco sabías que una gran parte de su fortuna iba a ser para tus hijos, y que tú y tu mujer compartirían el usufructo? ¿Nunca te lo ha dicho el viejo Kül?

DOCTOR STOCKMANN
No; nunca. Al contrario, siempre estaba fingiéndose pobre; no hacía más que protestar contra los impuestos ... ¿Estás seguro, Pedro, de no equivocarte?

ALCALDE
Pues créeme: mis informes son de muy buena fuente.

DOCTOR STOCKMANN
¿De manera que Catalina y los niños estarán libres de toda necesidad? Tengo que darles esa gran noticia. (A voces.) ¡Catalina! ¡Catalina!

ALCALDE
¡Chist! ¡Cállate! No digas nada aún.

SEÑORA STOCKMANN
(Aparece por la puerta.) ¿Me llamabas? ¿Que querías?

DOCTOR STOCKMANN
Nada, nada. Olvídalo. (La señora Stockmann cierra de nuevo la puerta. El doctor Stockmann pasea nerviosamente de un lado a otro.) ¡Libres de toda necesidad! ¡Libres, a pesar de todo! ¡Qué alegría! ¡Esa noticia me ha hecho sentir realmente feliz!

ALCALDE
Espera, espera ... no te aceleres ... Todavía no es seguro. Piensa que el viejo Kül puede anular el testamento el día que se le pegue la gana.

DOCTOR STOCKMANN
No, Pedro; no lo hará. El viejo estaba muy contento viendo cómo luchaba yo contra ti y tus inteligentes amigos.

ALCALDE
(Asombrado.) ¡Ah! ¡Claro! ¡Ahora me explico perfectamente que ...!

DOCTOR STOCKMANN
¿Qué ...?

ALCALDE
No; nada. Tenías esto preparado hace mucho tiempo. Todos los ataques que has hecho a las autoridades en nombre de la verdad formaban parte de un plan premeditado, ¿no es así?

DOCTOR STOCKMANN
¿Cómo?

ALCALDE
Pretendías heredar a ese viejo huraño.

DOCTOR STOCKMANN
(Perdiendo la voz.) Pedro, eres el ser más vil y más asqueroso que he conocido en mi vida.

ALCALDE
Ahora, todo ha acabado entre nosotros. Estás destituido definitivamente. Disponemos de armas poderosas contra ti, después de lo que acabo de saber. (Se marcha.)

DOCTOR STOCKMANN
(Al alcalde.) ¡Vete! ¡Sí! ¡Vete mucho para la tiznada! ¡Lárgate de una vez! ¡Eres una alimaña repugnante! (A voces.) ¡Catalina! Que laven el suelo que acaba de pisar ese hombre. Que vengan con un cubo de agua. Llama a esa muchacha, a la criada ...

SEÑORA STOCKMANN
(Desde él salón.) ¡Por Dios, Tomás, cálmate!

PETRA
(Asoma a la puerta.) Papá, él abuelo está aquí y dice que quiere hablarte un momento a solas.

DOCTOR STOCKMANN
¿Eh? ¿Cómo? (Se dirige hacia la puerta.) Pase (Morten Kül entra y Stockmann cierra la puerta tras él.) Siéntese por favor. ¿De qué se trata?

MORTEN KÜL
Nada; no vale la pena. (Mira en torno suyo.) Tiene usted la casa muy ventilada, ¿verdad, Stockmann?

DOCTOR STOCKMANN
¡Ah! ¿Le parece?

MORTEN KÜL
Sí; la verdad, no le falta a usted aire fresco. Estará usted furioso, ¿no? Pero, por lo menos, tendrá la conciencia tranquila.

DOCTOR STOCKMANN
Sí; tiene usted mucha razón.

MORTEN KÜL
Estoy convencido. (Señala su pecho.) ¿Sabe usted lo que tengo aquí?

DOCTOR STOCKMANN
¿Una conciencia tranquila también?

MORTEN KÜL
No; algo mucho mejor. (Saca una cartera y enseña varios pápeles.)

DOCTOR STOCKMANN
(Mirándole extrañado.) ¿Acciones de la Sociedad del Balneario?

MORTEN KÜL
Hoy están muy baratas.

DOCTOR STOCKMANN
¿Y usted las ha comprado?

MORTEN KüL
Todas las que he podido.

DOCTOR STOCKMANN
Pero ¿ha olvidado usted él miserable estado en que se encuentra el establecimiento?

MORTEN KÜL
Si es usted inteligente y razonable, todo puede arreglarse.

DOCTOR STOCKMANN
Bien sabe usted que yo hago lo que puedo. Pero en esta ciudad todos están locos.

MORTEN KÜL
Ayer me dijo usted que era mi molino el que principalmente producía la infección. Si eso fuera verdad, resultaría que mi abuelo, mi padre y yo seríamos desde hace años la plaga de la ciudad. ¿Cree usted que yo puedo tolerar semejante deshonra sobre mi nombre?

DOCTOR STOCKMANN
Lo que creo es que, desgraciadamente, no tendrá usted más remedio que admitirlo.

MORTEN KÜL
Pues no. Estoy muy preocupado por la limpieza de mi nombre. Por lo que sé, hasta me han puesto por mote el de un animal puerco. Pero ya les demostraré yo que no merezco ese nombre y que viviré como he vivido, en la más absoluta limpieza.

DOCTOR STOCKMANN
¿Cómo hará para conseguirlo?

MORTEN KÜL
Eso ya es cuestión suya.

DOCTOR STOCKMANN
¿Mía?

MORTEN KÜL
¿Sabe usted con qué dinero he comprado esas acciones? Pues con el dinero qué su mujer y sus hijos iban a heredar de mí.

DOCTOR STOCKMANN
(Con creciente nerviosismo.) ¿Cómo? ¿El dinero que destinaba usted a Catalina ha sido capaz de tirarlo en eso?

MORTEN KÜL
Sí. Todo, el dinero está colocado desde hoy en el establecimiento. Ahora vamos a ver si está usted verdaderamente loco. Si continúa usted diciendo que las inmundicias de mi molino infectan las aguas del Balneario, perjudicando así los intereses de su mujer y de sus hijos ...

DOCTOR STOCKMANN
(Enojado) ¡Pues naturalmente que lo haré! Lo que digo es verdad. No se trata de ninguna locura.

MORTEN KÜL
Usted no tiene el derecho de hacer semejante cosa, por su mujer, por sus hijos.

DOCTOR STOCKMANN
(Se para ante él.) Antes de comprar todos esos papeluchos debería usted haberme consultado.

MORTEN KÜL
Lo mejor es hacer las cosas lo más rápidamente posible, sin esperar.

DOCTOR STOCKMANN
(Pasea nerviosamente de un lado a otro.) Si no fuese porque estoy convencido de que lo que digo es verdad ... Pero es que estoy completamente convencido de que tengo razón.

MORTEN KÜL
(Enseña la cartera.) Si sigue usted insistiendo en su locura, todo esto se convertirá en papeles sin ningún valor.

DOCTOR STOCKMANN
Tiene que haber un médico científico ...

MORTEN KÜL
¿Para acabar con los microbios?

DOCTOR STOCKMANN
Para hacerlos inofensivos, por lo menos.

MORTEN KÜL
¡Arsénico, hombre! ¿Por qué no emplea usted el arsénico?

DOCTOR STOCKMANN
¡Qué tontería! Bueno, quizá me equivoque; como todo el mundo dice que no soy más que un soñador ... ¡Bah! ¡No vale la pena molestarse! ¡Peor para ellos! ¿No han dicho que soy un enemigo del pueblo, los muy ignorantes? ¿No han hecho todo lo posible por desgarrarme el traje, y no han apedreado mi casa? En fin, debo decírselo a Catalina, de todas maneras.

MORTEN KÜL
Sí; hable usted con su mujer. Es bastante razonable.

DOCTOR STOCKMANN
(Abalanzándose repentinamente sobre Kül.) ¡Dígame! ¿Cómo se le ha podido ocurrir a usted semejante treta? ¿Cómo ha sido capaz de causarme este dolor, arriesgando el dinero de Catalina? Cuando le miro, me parece ver al mismísimo demonio.

MORTEN KÜL
Será mejor que me vaya. Solamente quiero saber antes de dos horas su decisión; sí o no. Y si es negativa, depositaré ínmediatamente las acciones en el asilo de ancianos.

DOCTOR STOCKMANN
¿Qué piensa usted dejar a Catalina, entonces?

MORTEN KÜL
Ni un céntimo. (Aslaksen y Hovstad aparecen por la puerta del vestíbulo.)

DOCTOR STOCKMANN
(Observa a los recién venidos.) ¿Se atreven ustedes? ¡Venir a mi casa después de todo lo que ha pasado!

MORTEN KÜL
¿Ellos aquí?

HOVSTAD
Queríamos hablarle.

MORTEN KÜL
(Aparte, al doctor Stockmann.) Ya lo sabe usted: antes de dos horas, sí o no. (Se va.)

DOCTOR STOCKMANN
¿Y ahora qué pretenden ustedes? ¡Pronto! ¡Hablen!

HOVSTAD
¿Está usted incomodado con nosotros por nuestra actitud de anoche? Lo comprendemos perfectamente.

DOCTOR STOCKMANN
¿A eso llaman ustedes actitud? ¡Valiente actitud! ¿No sienten ustedes la menor vergüenza de haber obrado así?

HOVSTAD
Era imposible obrar de otra manera.

DOCTOR STOCKMANN
No se atrevían, querrán decir.

HOVSTAD
Bueno, efectivamente, así es.

ASLAKSEN
Pero ¿por qué no nos previno usted? Hubiera bastado una palabra a Hovstad o a mí, una pequeña advertencia ...

DOCTOR STOCKMANN
¿Qué quiere usted decir?

ASLAKSEN
Debía usted habernos notificado el asunto de que iba a tratar.

DOCTOR STOCKMANN
Les repito que no sé lo que quieren ustedes decir.

ASLAKSEN
(Hace un gesto de inteligencia.) Lo sabe usted muy bien, señor doctor.

HOVSTAD
Ahora ya no hace falta mentir.

DOCTOR STOCKMANN
(Mirándolos alternativamente.) Bueno, ¿qué es lo que quieren ustedes decir con todo esto?

ASLAKSEN
¿Es verdad que el viejo Kül anda por toda la ciudad comprando las acciones del Balneario?

DOCTOR STOCKMANN
Sí; hoy ha estado comprando acciones, pero ...

ASLAKSEN
¿No hubiera sido preferible encargar el asunto a otra persona menos allegada a usted, señor doctor?

HOVSTAD
Además, usted pudo muy bien no meter manos en el asunto. No hacían ninguna falta sus ataques al Balneario. ¿Por qué no nos consultó, señor doctor?

DOCTOR STOCKMANN
(Comprende, y, después de un silencio, exclama exaltado:) ¡Cómo es posible que ...! ¡Dios mío!

ASLAKSEN
(Sonríe.) ¡Debería haber sido usted más listo, señor doctor!

HOVSTAD
Lo mejor hubiera sido que interviniesen en el asunto muchas personas; así disminuirían las responsabilidades personales.

DOCTOR STOCKMANN
(Sereno.) Bueno, ¿y qué quieren ustedes?

ASLAKSEN
Hovstad se lo dirá.

HOVSTAD
No, no; será mejor que hable usted, Aslaksen.

ASLAKSEN
Está bien. Puesto que ya sabemos en qué consiste el asunto, estamos dispuestos a ofrecerle el apoyo de La Voz del Pueblo.

DOCTOR STOCKMANN
Bueno; pero ¿y la opinión pública? ¿No tienen ustedes miedo de que se levante contra ustedes la opinión pública?

HOVSTAD
¡Oh! Descuide. Ya procuraremos calmar la tormenta.

ASLAKSEN
Además, el señor doctor tendrá que evolucionar lentamente, ¿me comprende usted? Como su ataque ha producido ya el efecto que usted quería ...

DOCTOR STOCKMANN
Vamos, lo que usted quiere decir es que, como Morten Kül y yo ya hemos adquirido a buen precio las acciones del Balneario ...

HOVSTAD
Serán motivos puramente científicos los que le obliguen a tomar de nuevo su dirección ...

DOCTOR STOCKMANN
Claro, y por motivos semejantes es por lo que he decidido al viejo Kül a meterse en el negocio. Reforzaremos ligeramente las tuberías y excavaremos un poco el lecho del río, sin que el Ayuntamiento tenga que hacer el menor desembolso. ¿No les parece que así irá todo como a pedir de boca?

HOVSTAD
Me parece que sí; sobre todo, contando con el apoyo de La Voz del Pueblo.

ASLAKSEN
En toda sociedad libre, la Prensa es un arma poderosa, señor doctor.

DOCTOR STOCKMANN
No lo dudo. Y la opinión pública también. ¿Usted, señor Aslaksen, se encargará de atraerse a la Sociedad de Propietarios, verdad?

ASLAKSEN
Claro. Y a la de la Moderación. En eso esté usted tranquilo.

DOCTOR STOCKMANN
Con su permiso, señores; casi no me atrevo a preguntarlo; ¿podrían ustedes decirme cuáles serán sus honorarios en este negocio?

HOVSTAD
¡Oh! Excusado es decir que nosotros hubiéramos preferido apoyarle gratuitamente; pero es que La Voz del Pueblo está pasando por un momento crítico, y francamente, sería una pena verla sucumbir; sobre todo, ahora que tiene tantas batallas políticas que librar y tantos asuntos importantes que aclarar.

DOCTOR STOCKMANN
Entendido. Eso afectaría bastante a los amigos del pueblo, como ustedes ... (Estalla.) Pero ¡yo soy un enemigo del pueblo! ¿No lo sabían ustedes? ¿Dónde está mi bastón? ¿Dónde diablos he metido mi bastón? (Átraviesa rápidamente la escena.) ¡A ver! ¿Dónde está mi bastón?

HOVSTAD
¿Cómo? ¿Qué quiere usted decir?

ASLAKSEN
¿No irá usted a ...?

DOCTOR STOCKMAN
(Se detiene.) ¿Qué sucedería si yo no quisiera darles ni una sola de las acciones? Acuérdense ustedes de que los ricos no ceden tan fácilmente su bolsa.

HOVSTAD
Bueno; pero recuerde usted que esa historia de las acciones puede explicarse de ... dos formas.

DOCTOR STOCKMANN
¿Se atreve usted a ...? ¡Y si no subvenciono a La Voz del Pueblo, presentarán ustedes el asunto al público bajo la forma más indigna! Son ustedes capaces de lanzarse sobre mí para acosarme y acabar de una vez conmigo.

HOVSTAD
Es una ley natural, doctor: la lucha por la existencia.

ASLAKSEN
El pan hay que buscarlo donde se encuentre ...

DOCTOR STOCKMANN
Pues, entonces, vayan ustedes a buscarlo a la cloaca. (Pasea por la habitación ) Ahora vamos a ver cuál de los tres es el animal más fuerte. Les voy a enseñar a ustedes cómo la gente honrada como yo trata a los canallas ..., ¡a palos! (Toma su paraguas y les amenaza con él.)

HOVSTAD
Me figuro que no atentará usted contra nuestra integridad física ...

DOCTOR STOCKMANN
¡Fuera! ¡Largo de aquí!

ASLAKSEN
Pero ¿por dónde?

DOCTOR STOCKMANN
¡Por la ventana!

HOVSTAD
(Desde la puerta de entrada.) ¿Es que se ha vuelto usted loco, doctor?

DOCTOR STOCKMANN
¡Por la ventana! ¡Pronto! ¡Por la ventana, he dicho!

ASLAKSEN
(Aturdido, da la vuelta al escritorio.) Tenga usted moderación, señor doctor; soy un hombre débil, indefenso ... (Da grandes voces.) ¡Socorro! ¡Socorro! (La señora Stockmann, Petra y Horster se precipitan en la habitación.)

SEÑORA STOCKMANN
¡Por Dios, Tomás! ¿Qué sucede aquí?

DOCTOR STOCKMANN
(Paraguas en ristre.) ¡Salten ustedes a la calle! ¡Pronto! ¿Me han oído?

HOVSTAD
El capitán Horster es testigo de que usted está atacando a un hombre inocente. (Desaparece por el vestíbulo como alma que lleva el diablo.)

ASLAKSEN
(Sin saber qué hacer.) Si conociera la distribución de las habitaciones ... (Se desliza cautelosamente hacia el salón.)

SEÑORA STOCKMANN
(Contiene a su marido.) ¡Cálmate, Tomás! ¡Por Dios! ¡Tranquilízate!

DOCTOR STOKMANN
(Tira el paraguas.) ¡Han huido, los muy cobardes!

SEÑORA STOCKMANN
Pero ¿qué es lo que querían?

DOCTOR STOCKMANN
Ya te lo explicaré después. Ahora tengo otra cosa que hacer. (Se acerca a su escritorio y escribe una tarjeta de visita.) Lee, Catalina, ¿qué dice ahí?

SEÑORA STOCKMANN
(Lee.) No , no, y mil veces no. (Se dirige a él.) Tres veces en letra grande, ¿qué es esto?

DOCTOR STOCKMANN
Ya lo sabrás. (Entrega la tarjeta a su hija.) Petra, dile a ..., a ésa ..., a la criada, como se llame... , que lleve esta tarjeta al curtidor Kül. ¡Y de inmediato! (Petra sale.) ¿De manera que hoy tenían que venir a verme todos esos malditos mensajeros? Ahora afilaré bien mi ... pluma y la mojaré en hiel y vinagre ...

SEÑORA STOCKMANN
¡Por Dios, Tomás! ¿Olvidas de que pronto nos marcharemos? (Vuelve Petra.)

DOCTOR STOCKMANN
¿Qué hay?

PETRA
Ya está hecho.

DOCTOR STOCKMANN
¿Marcharnos decías? No, Catalina, no; nos quedaremos donde estamos.

PETRA
¿Nos quedamos?

SEÑORA STOCKMANN
¿Aquí? ¿En la ciudad? ...

DOCTOR STOCKMANN
Sí; la batalla ha empezado, y aquí tengo que conseguir la victoria. En cuanto hayas arreglado mi pantalón, saldré a buscar casa; tenemos que conseguir un techo para pasar el invierno.

HORSTER
Puede disponer de la mía, si gusta.

DOCTOR STOCKMANN
¿Será posible? ...

HORSTER
No hay inconveniente. Me sobra sitio, y rara vez estoy en casa.

SEÑORA STOCKMANN
¡Qué amable es usted!

PETRA
Gracias, muchísimas gracias, Horster.

DOCTOR STOCKMANN
(Estrecha la mano de Horster) ¡Muchas gracias! Ya se han acabado todas mis preocupaciones. Ahora voy a empezar a trabajar en serio: cuanto antes, mejor. Catalina, aün me quedan muchos descubrimientos por hacer. Ahora, al fin, podré disponer de todo el tiempo que quiera, porque has de saber, Catalina, que me han despedido de mi cargo en el Balneario.

SEÑORA STOCKMANN
(Suspira.) Era de suponerse.

DOCTOR STOCKMANN
Y, además, quieren también quitarme la clientela. ¡Bah! ¡Que hagan lo que quieran! ¡Siempre me quedarán los pobres, los que no pagan! Son los pobres, principalmente, los que me necesitan, y, como no tendrán más remedio que escucharme, les predicaré díá y noche, quieran o no.

SEÑORA STOCKMANN
Pero, querido Tomás, ya sabes a lo que te conduce ... predicar.

DOCTOR STOCKMANN
¿Y qué quieres qüe haga, Catalina? O ¿es que prefieres que me arrastre por el fango, dependiendo de la opinión pública; de la mayoría y de todas esas simplezas? No ; lo qUe pretendo es bien fácil: quiero meterles en la cabeza a esos estúpidos que llaman aquí liberales, que son los peores enemigos de los hombres libres; que los programas de los partidos ahogan toda verdad capaz de vivir; que la manera como interpretan ciertas conveniencias está fuera de toda moral y de toda justicia, y que acabarán por hacer la vida completamente insoportable. ¿Verdad, capitán, que conseguiré hacer comprender eso al pueblo?

HORSTER
¡Puede ser! Yo no entiendo nada de esas cosas.

DOCTOR STOCKMANN
Usted mismo va a comprenderlo en seguida. Es preciso que desaparezcan los cabecillas de partido. Todo cabecilla es un lobo, un lobo hambriento, que necesita para vivir cierto número de gallinas y de corderos. Y si no, que lo digan Aslaksen y Hovstad. ¿Cuántos corderos devoran? Y los que no devoran los mutilan, convirtiéndolos en propietarios de casas y suscriptores de La Voz del Pueblo. (Se sienta en el borde de la mesa.) Ven aquí, Catalina. ¿Ves cómo él sol nos manda sus rayos generosamente, y cómo nos refresca la brisa primaveral que corre por esa ventana?

SEÑORA STOCKMANN
Sí; pero no podemos vivir solamente de rayos de sol ni de brisas de primavera.

DOCTOR STOCKMANN
Con que economices un poco más, ya verás como todo se arregla. Eso es lo que menos me preocupa. Lo único malo es que no sé de ningún hombre lo bastante libre, lo bastante leal, que sea capaz de continuar mi misión cuando yo muera.

PETRA
No pienses ahora en eso, papá. Todavía tienes mucho tiempo por delante para cumplir tu misión. Mira, ya están aquí los niños, (Ejlif y Morten entran.)

SEÑORA STOCKMANN
¿Ya han acabado las clases?

MORTEN
Es que hemos reñido con otros chicos en el recreo y ...

EJLIF
Empezaron a meterse con nosotros.

MORTEN
Sí; entonces, el director ha dicho que lo mejor sería que no fuésemos a la escuela por unos días.

DOCTOR STOCKMANN
(Chasquea los dedos.) ¡Tanto mejor! Me alegro. No volveran a pisar la escuela.

LOS NIÑOS
¿No? ¿De veras?

SEÑORA STOCKMANN
Pero ¡Tomás! ...

DOCTOR STOCKMANN
Nunca más. Les enseñaré yo mismo; o sea que no tendrán nada que estudiar, nada de nada; pero, eso sí, haré de ustedes hombres libres y superiores. Para eso, Petra, necesitaré tu ayuda, ¿me oyes?

PETRA
Sí, papá, de mil amores.

DOCTOR STOCKMANN
Instalaremos la escuela en la sala en que me insultaron, llamándome enemigo del pueblo. Pero será necesario que vengan más alumnos aún; necesito, por lo menos, una docena de muchachos para empezar.

SEÑORA STOCKMANN
No los encontrarás en toda la ciudad.

DOCTOR STOCKMANN
¡Eso ya lo veremos! (A Morten y Ejlif.) ¿No conocen ustedes algunos?

MORTEN
Sí papá; yo conozco algunos.

DOCTOR STOCKMANN
¡Magnifico! Entonces, a ver si consigues traérmelos. Quiero probar con ellos. A veces se encuentran cabezas admirables entre esa gente.

MORTEN
¿Y qué vamos a hacer cuando seamos hombres libres y superiores?

DOCTOR STOCKMANN
Entonces, hijos míos, se irán a cazar lobos, pues por aquí abundan mucho.

SEÑORA STOCKMANN
¡Con tal que no sean los lobos los que te cacen a ti, Tomás! ...

DOCTOR STOCKMANN
¿Qué locuras estás diciendo, Catalina? ¿Cazarme a mí? ¿A mí, que ahora soy el hombre más poderoso de la ciudad?

SEÑORA STOCKMANN
¿Poderoso...? ¿Tú?

DOCTOR STOCKMANN
¡Sí! Y hasta me atrevo a decir que soy uno de los hombres más poderosos del mundo.

MORTEN
¿De veras, papá?

DOCTOR STOCKMANN
(En voz baja.) ¡Chist! ¡Silencio! Todavía es un secreto; pero acabo de hacer un gran descubrimiento ...

SEÑORA STOCKMANN
(Extrañada.) ¿Otro descubrimiento más?

DOCTOR STOCKMANN
Sí, otro. (Congregándolos a todos en torno suyo.) Es éste: el hombre más poderoso del mundo es el que está más solo.

SEÑORA STOCKMANN
(Sonríe y mueve la cabeza.) ¡Ay, Tomás! ¡Tomás!

PETRA
(Le toma cariñosamente las manos.) ¡Oh, papá!

Cuarto actoPersonajesBiblioteca Virtual Antorcha