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ACTO TRECENO

ARGUMENTO

Despertado Calisto de dormir, está hablando consigo mismo: dende a un poco llama a Tristán ya otros criados suyos. Torna a dormir Calisto. Pónese Tristán a la puerta; viene Sosia llorando: preguntado de Tristán, Sosia cuéntale la muerte de Sempronio y Pármeno. Van a decir las nuevas a Calisto, el cual, sabiendo la verdad, hace gran lamentación.

CALISTO, TRISTÁN, SOSIA

CALISTO
¡Oh cómo he dormido tan a mi placer, después de aquel azucarado rato, después de aquel angélico razonamiento! Gran reposo he tenido; el sosiego y descanso ¿proceden de mi alegría, o lo causó el trabajo corporal, mi mucho dormir, o la gloria y placer del ánimo? Y no me maravillo que lo uno y lo otro se juntasen a cerrar los candados de mis ojos, pues trabajé con el cuerpo y pesona, y holgué con el espíritu y sentido la pasada noche. Muy cierto es que la tristeza acarrea pensamientos y el mucho pensar impide el sueño, como a mí estos días es acaescido con la desconfianza que tenía de la mayor gloria que ya poseo. ¡Oh señora y amor mío, Melibea! ¿Qué piensas agora? ¿Si duermes o estás despierta? ¿Si piensas en mí, o en otro? ¿Si estás levantada, o acostada? ¡Oh dichoso y bien andante Calisto, si es verdad que no ha sido sueño lo pasado! ¿Soñélo, o no? ¿Fue fantaseado, o pasó en verdad? Pues no estuve solo; mis criados me acompañaron, dos eran; si ellos dicen que pasó en verdad, creerIo he según derecho. Quiero mandarIos llamar para más confirmar mi gozo. ¡Tristanico! ¡Mozos! ¡Tristanico, levanta de ahí!

TRISTÁN
Señor, levantado estoy.

CALISTO
Corre, llama a Sempronio y a Pármeno.

TRISTÁN
Ya voy, señor.

CALISTO

Duerme y descansa, penado, desde agora;
Pues te ama tu señora, de su grado;
Venza placer al cuidado y no le vea,
Pues te ha hecho su privado Melibea.

TRISTÁN
Señor, no hay ningún mozo en casa.

CALISTO
Pues abre tú esas ventanas, y verás qué hora es.

TRISTÁN
Señor mío, bien de día.

CALISTO
Pues tórnalas a cerra, y déjame dormir hasta que sea hora de comer.

TRISTÁN
Quiero bajarme a la puerta, porque duerma mi amo sin que ninguno le impida, y a cuantos le buscaren se le negaré. ¡Oh qué grita suena en el mercado! ¿Qué es esto? Alguna justicia se hace, o madrugaron o correr toros; no sé qué me diga de tan grandes voces como suenan. De allá viene Sosia, el mozo de espuelas; él me dirá qué es esto. Desgreñado viene el bellaco, en alguna taberna se debe haber revolcado; y si mi amo le cae en el rastro, mandarle ha dar dos mil palos; que aunque es algo loco, la pena le hará cuerdo. Paresce que viene llorando: ¿qué es esto, Sosia? ¿Por qué lloras? ¿De dó vienes?

SOSIA
¡Oh malaventurado yo! ¡Oh qué pérdida tan grande! ¡Oh deshonra de la casa de mi amo! ¡Oh qué mal día amanesció éste! ¡Oh desdichados mancebos!

TRISTÁN
¿Qué es? ¿Qué has? ¿Por qué te matas? ¿Qué mal es este?

SOSIA
¡Sempronio y Pármeno ...!

TRISTÁN
¿Qué dices de Sempronio y Pármeno? ¿Qué es eso, loco? Aclárate más, que me turbas.

SOSIA
¡Nuestros compañeros, nuestros hermanos ...!

TRISTÁN
O tú estás borracho, o has perdido el seso, o traes alguna mala nueva. ¿No me dices qué es eso? ¿Qué dices desos mozos?

SOSIA
Que quedan degollados en la plaza.

TRISTÁN
¡Oh mala fortuna la nuestra, si es verdad! ¿Vístelos cierto, habláronte?

SOSIA
Ya sin sentido iban; pero el uno con harta dificultad, como me sintió que con lloro le miraba, hincó los sus ojos en mí, alzando las sus manos al cielo, casi dando gracias a Dios, y como preguntando si me sentía de su morir; y en señal de triste despedida abajó su cabeza con lágrimas en los ojos, dando bien a entender que no me había de ver más hasta el día del gran juicio.

TRISTÁN
No sentiste bien; que sería preguntarte si estaba presente Calisto. Y pues tan claras señas traes deste cruel dolor, vamos presto con las tristes nuevas a nuestro amo.

SOSIA
¡Señor, señor!

CALISTO
¿Qué es eso, locos? ¿No os mandé que no me recordásedes?

SOSIA
Recuerda y levanta, que si tú no vuelves por los tuyos, de caída vamos. Sempronio y Pármeno quedan descabezados en la plaza, como públicos malhechores, con pregones que manifiestan su delito.

CALISTO
¡Oh válasme, Dios! ¿y qué es esto que me dices? No sé si te crea tan acelerada y triste nueva. ¿Vístelos tú?

SOSIA
Yo los ví.

CALISTO
Cata, mira qué dices, que esta noche han estado conmigo.

SOSIA
Pues madrugaron a morir.

CALISTO
¡Oh mis leales criados! ¡Oh mis grandes servidores! ¡Oh mis fieles secretarios y consejeros! ¿Puede ser tal caso verdad? ¡Oh menguado Calisto! Deshonrado quedas para toda tu vida. ¿Qué será de tí, muertos tal par de criados? Dime, por Dios, Sosia, ¿qué fue la causa? ¿Qué decía el pregón? ¿Dónde los mataron? ¿Qué justicia lo hizo?

SOSIA
Señor, la causa de su muerte publicaba el cruel verdugo a voces, diciendo: manda la justicia que mueran los violentos matadores.

CALISTO
¿A quién mataron tan presto? ¿Qué puede ser esto? No ha cuatro horas que de mí se despidieron. ¿Cómo se llamaba el muerto?

SOSIA
Señor, una mujer que se llamaba Celestina.

CALISTO
¿Qué me dices?

SOSIA
Esto que oyes.

CALISTO
Pues si esto es verdad, mátame tú a mí, yo te perdono; que más mal hay que viste ni puedes pensar, si Celestina, la de la cuchillada, es la muerta.

SOSIA
Ella misma es: de más de treinta estocadas la ví llagada, tendida en su casa, llorándola una su criada.

CALISTO
¡Oh tristes mozos! ¿Cómo iban? ¿Viéronte? ¿Habláronte?

SOSIA
¡Oh, señor! que si los vieras, quebraras el corazón de dolor. El uno llevaba todos los sesos de la cabeza de fuera sin ningún sentido; el otro quebrados entramos brazos y la cara magullada; todos llenos de sangre; que saltaron de unas ventanas muy altas por huir del alguacil, y así casi muertos les cortaron las cabezas, que creo que ya no sintieron nada.

CALISTO
Pues yo bien siento mi honra. Pluguiera a Dios que fuera yo ellos, y perdiera la vida, y no la honra, y no la esperanza de conseguir mi comenzado propósito, que es lo que más en este caso desastrado siento. ¡Oh mi triste nombre y fama, cómo andas al tablero de boca en boca! ¡Oh mis secretos más secretos, cuán públicos andaréis por las plazas y mercados! ¿Qué será de mí? ¿Adónde iré? ¿Que salga allá? A los muertos no puedo ya remediar. ¿Qué me esté aquí? Parescerá cobardía. ¿Qué consejo tomaré? Dime, Sosia, ¿qué era la causa por que la mataron?

SOSIA
Señor, aquella su criada, dando voces, llorando su muerte, la publicaba a cuantos la querían oír, diciendo: que porque no quiso partir con ellos una cadena de oro que tú le diste.

CALISTO
¡Oh día de congoja! ¡Oh fuerte tribulación! ¡y en que anda mi hacienda de mano en mano, y mi nombre de lengua en lengua! Todo será público cuanto con ella y con ellos hablaba; cuanto de mí sabían; el negocio en que andaban; no osaré salir entre gentes. ¡Oh pecadores de mancebos, padescer por tan súbito desastre! ¡Oh mi gozo, cómo te vas disminuyendo! Proverbio es antiguo, que de muy alto grandes caídas se dan. Mucho había anoche alcanzado: mucho tengo hoy perdido. Rara es la bonanza en el piélago. Yo estaba en título de alegre, si mi ventura quisiera tener quedos los hondosos vientos de mi perdición. ¡Oh fortuna, cuánto y por cuántas partes me has combatido! Pues, por más que sigas mi morada, y seas contraria a mi persona, las adversidades con igual ánimo se han de sufrir, y en ellas se prueba el corazón recio o flaco. No hay mejor toque para conoscer qué quilates de virtud o esfuerzo tiene el hombre; pues por más mal y daño que me venga, no dejaré de cumplir el mandato de aquella por quien todo esto se ha causado; que más me va en conseguir la ganancia de la gloria que espero, que en la pérdida de morir los que murieron. Ellos eran sobrados y esforzados; agora o en otro tiempo de pagar habían. La vieja era mala y falsa, según paresce que hacía trato con ellos: así que, riñeron sobre la capa del justo. Permisión fue divina que así acabase, en pago de muchos adulterios que por su intercesión o causa son cometidos. Quiero hacer aderezar a Sosia y a Tristanico, irán conmigo este tan esperado camino: llevarán escalas, que son altas las paredes. Mañana haré que vengo de fuera; si pudiere vengaré estas muertes; si no, purgaré mi inocencia con mi fingida ausencia o me fingiré loco, por mejor gozas deste sabroso deleite de mis amores, como hizo aquel gran capitán Ulises por evitar la batalla troyana, y holgar con Penélope, su mujer.

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