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Primera parte

CAPÍTULO XX

CARGOS INJUSTIFICADOS A LOS HERMANOS VÁZQUEZ GÓMEZ.


El 22 de mayo, en el edificio de la Aduana, tuve una última conferencia con el señor Francisco I. Madero, sobre asuntos de poca importancia. Al despedirme de él me dijo:

- Aunque ya se le comunicó a Calero que la indemnización es de seiscientos mil pesos, le encargo que al llegar a México ratifique esa cantidad (1).

Ya en México y en el mes de julio, si mal no recuerdo, mi hermano Emilio me entregó el recibo de lo que se cobraba, para que lo entregara yo al señor Ernesto Madero, secretario de Hacienda, como lo hice. Entonces vi que la cuenta había subido a seiscientos cuarenta y dos mil ciento noventa y cinco pesos ($642,195.00), según consta en el recibo y en el informe rendido ante el Congreso el 16 de septiembre de 1911 por el Presidente De la Barra.

Con este motivo, creo justo recordar que ni mi hermano ni yo cobramos indemnización o reembolso de ninguna especie; pues, con excepción de seiscientos cincuenta dólares que recibí en Washington y dos mil pesos mexicanos que el señor Alberto Fuentes D. me dió de los productos de la Aduana, para podernos venir mi hermano y yo con nuestras familias, jamás cobramos ni recibimos un solo centavo.

Creo oportuno citar aquí lo que consta en un libro escrito por uno de tantos extranjeros que vienen a México dizque a buscar datos fidedignos para escribir nuestra historia, la cual, casi siempre resulta favorable a la persona o grupo que se ha interesado en que se escriba esa historia, y que, por lo mismo, es la o el que paga: Al efecto, Mr. Greening, en su libro Mexico and its Heritage dice en la página 94, hablando de los Vázquez Gómez:

Se convino en que Francisco León de la Barra, secretario de Relaciones Exteriores, fuera Presidente interino con un gabinete de coalición en el cual la familia Madero y los hermanos Vázquez Gómez figuraron de una manera conspicua. Los últimos gastaron el dinero a manos llenas para su ventaja personal y la de sus amigos.

Y en la página 95 continúa:

Las fuerzas contra las cuales Madero tenía que contender, eran varias. Había, en primer lugar, la oposición del elemento Vázquez Gómez, incorrectamente llamado, dentro de su propio campo. Este elemento revolucionario fue típico de la ayuda que, por razones mercenarias, se había unido a Madero. Dicho elemento nunca había estado verdaderamente identificado con los propósitos democráticos e ideales de Madero.

En cuanto a los propósitos democráticos e ideales del señor Madero, de que habla Mr. Greening, se verán en el curso de estas Memorias.

Al igual que Mr. Greening, uno de los maderistas recalcitrantes, el señor Mauel Bonilla, jr., en su libro El Régimen Maderista, página 120, dice:

El derroche de fondos se efectuó durante ese interinato (el de De la Barra), y no fue precisamente el ministro de Hacienda el que lo hizo, ni el que lo disimuló, ni el que estuvo de acuerdo con él. El autor de ese derroche, en gran parte, fué el licenciado Emilio Vázquez Gómez, ministro de Gobernación, y el que autorizó, disimuló y estuvo de acuerdo con él fue el Presidente De la Barra. Ya en otro lugar de este libro creo que he dicho cómo el Presidente interino, ante la formidable presión del ministro de Hacienda, de la opinión pÚblica y de los revolucionarios maderistas, exigió al ministro de Gobernación que pidiera el visto bueno al de Hacienda antes de autorizar los regalitos que hacía a sus amigos, y cómo el señor licenciado Vázquez Gómez, ladinamente, pidió al ministro de Hacienda varias gruesas de esqueletos, previamente firmados, para dar sus órdenes. Esos esqueletos le fueron entregados en blanco firmados por don Ernesto Madero, porque el Presidente De la Barra así lo acordó para no disgustar a un ministro revolucionario.

¿Quién pagó los millones que derrochó el señor licenciado Vázquez en esa forma? ¿El gobierno interino? No. El dinero para pagar las órdenes de don Emilio se tomó de los ingresos normales, desatendiendo otrso gastos que quedaron pendientes y que tuvo que pagar el gobierno maderista.

¿Quién pagó los gastos extraordinarios de las liquidaciones de fuerzas maderistas? ¿Acaso había partida en el presupuesto para ello? No. Quien pagó esos gastos que correspondían al interinato fue el gobierno maderista.

Un ligero examen de lo que acabo de transcribir demostrará hasta la evidencia que el señor Bonilla, jr., no ha hecho sino acumular una multitud de falsedades que reprobaría aun el más rudimentario criterio. En efecto, para pretender demostrar que el licenciado Vázquez fue el autor del derroche de que lo acusa, comienza diciendo:

Ya en otro lugar de este libro creo que he dicho cómo el Presidente interino, etc.

El autor cree que lo ha dicho (y no ha dicho nada), lo cual quiere decir que no está seguro; y un autor que no sabe lo que ha dicho antes en el mismo libro que escribe, no merece ser tomado en consideración; pero como los cargos son tan graves, aunque no los apoya ninguna prueba, considero necesario continuar el examen.

No hubo ninguna presión formidable ni no formidable ejercida sobre el Presidente por el ministro de Hacienda, ni por la opinión pública, ni mucho menos por los revolucionarios, ni podía haberla, porque en esos tiempos, todos los maderistas (precisa la distinción) necesitaban del Presidente para utilizarlo como instrumento, con el fin de eliminar del gabinete al licenciado Vázquez, según se verá en documentos copiados en estas Memorias. En cuanto a la opinión pública, tampoco hubo tal presión: ésta la ejercían los del partido caído, según consta por la proposición que presentó el diputado Alvaradejo y de la que se habla en otro lugar; sobre todo, en el discurso que pronunció en la Cámara para fundar su proposición.

Continúa el señor Bonilla, jr., diciendo que el licenciado Vázquez pidió al ministro de Hacienda varias gruesas de esqueletos previamente firmados; que esos esqueletos le fueron entregados en blanco, firmados por don Ernesto Madero.

Esto demuestra hasta la evidencia que el señor Bonilla, jr., no tiene la más embrionaria idea de cómo se manejan las oficinas de responsabilidad grande o pequeña, y la verdad es que en este caso, no sé a quién le resulte más grave el cargo, que yo designo con el nombre de calumnia, si al licenciado Vázquez, que, según afirma el autor, pidió las órdenes firmadas en blanco, o al señor Ernesto Madero, que las entregó, teniendo a su cargo y bajo sn responsabilidad el cuidado y honrada administración de los fondos públicos: pues hay que tener presente que no fue una orden o esqueleto, sino, como dice el señor Bonilla, jr., fueron varias gruesas.

Para hacer un cargo de esta naturaleza, el autor debió transcribir, así la petición del licenciado Vázquez como el recibo extendido a don Ernesto Madero para cubrir su enorme responsabilidad; pero el autor no se preocupó de allegar pruebas en apoyo de su aserción tan monstruosa. Y lo que demuestra la inconsciencia del señor Bonilla, jr., en este caso, es cuando dice que el señor Ernesto Madero entregó las gruesas de esqueletos porque el señor De la Barra así lo acordó, para no disgustar a un ministro revolucionario, Esta última frase entre comillas, como la pone el autor, indica que la tomó de algún documento o que alguien, De la Barra, o el señor Ernesto Madero se la dijeron. Si lo primero, debió citar y copiar el documento; pero si lo segundo, debió decir quién de los dos señores le había proporcionado esa información. Como escritor honrado, este era su deber, pero ni siquiera intentó cumplirlo.

Se pregunta el señor Bonilla quién pagó los millones que, según él, derrochó el licenciado Vázquez; y después de decir que no fue el gobierno interino, continúa:

El dinero para pagar las órdenes de don Emilio se tomó de los ingresos normales, desatendiendo otros gastos que quedaron pendientes, y que tuvo que pagar el gobierno maderista.

Para desmentir al señor Bonilla me bastará recordar que don Ernesto Madero, para contestar a las proposiciones del diputado Alvaradejo, mandó a la Cámara por escrito, el 13 de octubre de 1911, un informe en el cual decía que en uso de las facultades concedidas al Ejecutivo, en el decreto de 31 de mayo de 1911, se habían hecho todos los gastos, y que la Cámara al expedirlo, los había aprobado. Hay que fijarse en que los gastos ya se habían hecho y no de los ingresos normales, como con toda ignorancia o mala intención lo dice el señor Bonilla, sino de las reservas del tesoro, conforme al decreto antes referido. En consecuencia, no debió ni pudo pagarlos el gobierno maderista.

Se pregunta también el señor Bonilla quien pagó los gastos extraordinarios de las liquidaciones de fuerzas maderistas, supuesto que no había partida en el presupuesto para ello; y se contesta en seguida que tuvo que pagarlas el gobierno maderista. Esto no es verdad, desde el momento en que dichos gastos fueron cubiertos de las reservas del tesoro, conforme al decreto de 31 de mayo de 1911.

Pero lo más curioso, por no decir que lo más ridículo, es que el señor De la Barra haya acordado la entrega de los esqueletos en blanco para no disgustar a un ministro revolucionario, siendo así que el Presidente interino estaba muy empeñado entonces en eliminar del gabinete al licenciado Vázquez, según se verá en estas Memorias por documentos firmados por el mismo señor Francisco I. Madero.

Veamos ahora lo que informó personalmente ante la Cámara el entonces ministro de Gobernación, señor Alberto García Granados, en la sesión del 13 de octubre de 1911.

Al terminar la última revolución, dice, se presentaron exigencias del momento que era indispensable satisfacer, en previsión de trastornos mayores, y entre ellas, las de ayudar a una gran cantidad de oficiales y soldados insurgentes, que se encontraban en esta capital, tanto para su subsistencia, como para que pudieran regresar a sus hogares y la de encargar a personas de influencia y amplio conocimiento en varios lugares de la República, que trabajaran para establecer en ellos la paz definitiva.

Para atender en forma conveniente a esta necesidad, se creó en la Secretaría de Gobernación una sección especial, de carácter provisional, con el nombre de Sección del Ejército Libertador, y con autorización del secretario de esa época (licenciado Emilio Vázquez) se hicieron pagos que se resumen en los términos siguientes:

Gratificaciones a insurgentes licenciados y gastos de viaje para el regreso de los mismos a sus hogares ... $ 42,493.82
Gastos hechos en comisiones de paz ... 26,696.08
Suma: ... $ 69,189.90.

Ya ve, pues, el señor Bonilla a lo que se redujeron, según documentos oficiales, los millones que dice haber derrochado el licenciado Vázquez.

Ahora bien; refiriéndome en general a la cita de Mr. Greening, diré: que por mi parte y a nombre también de la memoria de mi hermano Emilio, invito al autor del libro antes referido a que, si no quiere quedar en la categoría de calumniador, pruebe con documentos fehacientes o hechos concretos que los Vázquez Gómez hicieron de la revolución un negocio, que fueron a ella por razones mercenarias o que siquiera cobraron lo que gastaron, como hicieron algunos cuantos, y digo algunos cuantos porque la inmensa mayoría fuimos a la revolución en persecución de un ideal. Solamente don Gustavo Madero, con aprobación de su hermano, el jefe de la revolución, y sin que fueran obstáculo sus ideales y propósitos democráticos, dió el ejemplo, único en nuestra turbulenta historia (si no estoy mal informado) de cobrar más de medio millón de pesos como indemnización o reembolso de las erogaciones hechas durante la revolución. Esto, a pesar de lo que dice Mr. Greening, sí tiene las apariencias de un buen negocio.

Copio en seguida la cuenta de lo que cobró el señor Gustavo Madero, según consta en el recibo y en el informe que rindió ante la Cámara el señor Ernesto Madero, ministro de Hacienda, el 13 de octubre de 1911. El señor ministro hizo presente que todos los gastos se habían hecho conforme a las facultades concedidas al Ejecutivo en el decreto de 31 de mayo de 1911. Este informe, así como el del señor Alberto García Granados, ministro de Gobernación, fueron presentados por virtud de una proposición que al efecto hizo en la Cámara el diputado Arturo Alvaradejo.

Compra de armas, municiones y equipos ... Dls. 154,000.00
Honorarios de abogados en las ciudades de Nueva York, Washington, San, Antonio, Tex., y El Paso, Tex., segun recibos ... 53 000.00
Agencia Confidencial en la ciudad de Nueva York ... 6 000.00
Agencia en Washington ... 5 000.00
Agencia en San Antonio, Texas ... 18 000.00
Agencia en El Paso, Texas ... 15 000.00
Campaña en la prensa ... 12 500.00
Expediciones, enviados, viajes y gastos menores ... 56 000.00
Suma: ... Dls. 319,500.00
$642,195.00 (pesos mexicanos).

Como se ve, a la agencia en Washington, de la que yo estaba encargado, se le cargó menos que a las otras agencias; y si a esto se agrega que no fueron cinco mil, sino solamente seiscientos cincuenta dólares, se puede pensar que las otras partidas también fueron exageradas.

No me explico la partida de Campaña en la prensa porque propiamente ninguna se hizo, supuesto que sólo se publicaron noticias y declaraciones, respecto de las cuales siempre andaban en pos, así los reporteros como los corresponsales de los periódicos. Yo nunca pagué un centavo a los periódicos y ninguno me hizo la más ligera indicación de pagar.

A este respecto me parece oportuno recordar que, cuando en 1911 se publicó en la prensa el documento antes inserto, hice la aclaración públicamente, que nadie rectificó, diciendo que yo no había recibido sino quinientos dólares, de los cuales había dado ciento treinta y cinco al señor Sánchez Azcona, y después ciento cincuenta para hacer yo el viaje de Washington a El Paso. Con los trescientos sesenta y cinco dólares restantes de los quinientos, tuve que pagar la renta de la oficina y de los muebles indispensables; esto sin contar la multitud de telegramas que tenía que poner diariamente, los cuales, lo mismo que mis gastos personales y los de mi familia, fueron hechos de mi peculio particular.

En El Gráfico de 13 de diciembre de 1930, el señor Sánchez Azcona publicó una información anónima que dizque recibió el embajador Wilson, quien la transmitió al Presidente Madero. En ese documento, el informante anónimo pone en boca de mi hermano Emilio lo siguiente:

Entre esas expresiones hay una que señala que la cuenta presentada por Gustavo Madero, por valor de algo más de seiscientos mil pesos, fue indudablemente inflada, declarando Gómez que gran número de las erogaciones que en ella figuran nunca fueron hechas y que el dinero pagado por ellas fue a dar a los bolsillos personales de Gustavo Madero.

Y el señor Sánchez Azcona comenta:

No podía hacerse imputación más infame, pues la cuenta presentada por Gustavo estaba minuciosamente documentada y comprobada ...

Dudo mucho que mi hermano haya dicho lo que le atribuye el informante anónimo que, como tal, sólo puede merecer crédito a quien lo comenta; pues mi hermano, aun tratándose de personas que lo explotaron en diversas formas, jamás hizo reproches o cargos de esta naturaleza. En cuanto a que la cuenta estaba minuciosamente documentada y comprobada, me consta que no es verdad. Y digo que me consta, porque la tuve en mis manos y no había comprobante alguno, lo cual dió motivo a que mucho se critícara, aun en la prensa periódica. Si esos documentos o comprobantes se presentaron después, estoy seguro de que no existe un recibo firmado por mí en que conste haber recibido los cinco mil dólares que cargaron a la agencia en Washington, a no ser que dicha suma haya sido gastada por don Gustavo en los pocos días que estuvo al cuidado de la agencia confidencial.

A propósito de estas cosas, no creo por demás transcribir una solicitud que mi hermano Emilio presentó al Ministerio de Hacienda el 2 de agosto de 1911, según consta en el número 13 del periódico Alma Nacional, así como en El Demócrata e Imparcial de esa fecha. Dice así:

C. secretario de Estado y del Despacho de Hacienda y Crédito Público.

Emilio Vázquez, domiciliado en esta capital en la tercera calle de Bucareli número 46, como mejor proceda, a usted expongo respetuosamente: Que El Imparcial de ayer da la noticia de que se me entregaron cien mil pesos como indemnización y reembolso de gastos hechos en la revolución, y pregunta al Diario Oficial quién ha hecho la justipreciación de esa indemnización de gastos.

Cualquiera que haya sido el gasto o indemnización de que se habla, nunca he pensado en cobrar ni pedir un solo centavo; y para que esta mi decisión, mantenida siempre, surta sus efectos consiguientes, ocurro a declarar que esta ha sido y es mi decisión, pues cualesquiera que hayan sido los gastos hechos y daños sufridos por mí, no tuvieron más causa que mi deseo de servir a la patria, sin pensar en indemnizaciones ni en reembolsos de ninguna especie.

Esto dicho, a usted suplico se sirva pasar este escrito a la Junta Consultiva del Ramo para que, previo dictamen suyo, se haga por la Secretaría del muy digno cargo de usted, la declaración consiguiente.

México, 2 de agosto de 1911.

Emilio Vazquez.

Ya ve el señor Sánchez Azcona la manera decente y caballerosa con que procedió el licenciado Vázquez tratándose de la gran imputación que le hizo el órgano del partido o grupo científico; y eso que no se trataba de un anónimo como en el caso que refiere el autor del artículo antes citado, quien no quiso dejar pasar la oportunidad para insultar la memoria del licenciado Vázquez, que estuvo siempre muy por encima de todos sus enemigos.

Por lo que a mí toca, no me parece inoportuno recordar que en el mes de octubre de 1912, siendo Presidente el señor Madero, el entonces diputado licenciado Natividad Macías dijo en la Cámara que, durante mi gestión en el Ministerio de Instrucción Pública, había habido algunas irregularidades, de las cuales podía desprenderse que yo había derrochado el dinero. Esto me hizo publicar en El Imparcial, de 16 de octubre de 1912, las siguientes declaraciones:

Dice el diputado Macías que el ex Presidente De la Barra dispuso de dinero perteneciente a la nación, contra todo derecho, con intentos revolucionarios, de acuerdo con los señores licenciado Emilio Vázquez Gómez y su hermano, el doctor don Francisco.

Como disponer indebidamente del dinero perteneciente a la nación constituye un delito penado por las leyes, y yo soy un partidario intransigente de la honradez administrativa, considero muy atinada la idea del diputado Macías. Ojalá y con todos los funcionarios públicos se haga efectiva la ley de responsabilidades, porque eso garantizará en lo futuro una buena administración de justicia y una honrada administración de los fondos públicos.

Creo conveniente recordar al diputado Macías que el día 26 del corriente mes, es decir, dentro de once días, cesa, según la ley, mi responsabilidad como funcionario que fuí; y por lo mismo, es necesario que no deje pasar el tiempo, sino que presente su acusación deede luego, pues esto me brindará la oportunidad de que la nación conozca muchas cosas que ignora, aun el mismo señor Macías.

Debo decir a usted (al repórter) que a raíz de mi separación del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, supe que la Secretaría de Hacienda había mandado revisar todos los acuerdos de los pagos autorizados por mí. Entonces supliqué a un amigo, que era el jefe de la Sección Administrativa, creada por mí, que mostrara todos los acuerdos y documentos, aun los relativos a los gastos más insignificantes; pues siempre he creído y creo que un funcionario público tiene el deber de rendir cuentas justificadas hasta de un centavo.

Espero, pues, con gusto, la acusación del señor Macías, y aun me pertmito suplicarle, por medio de esta entrevista, que no deje pasar los once días que faltan para que cese mi responsabilidad como funcionario.

Al día siguiente y en la misma Cámara, el señor Macías rectificó o explicó que no había sido su intención hacerme cargos de esa naturaleza.

Para financiar a México Nuevo, firmé un contrato con el señor Sánchez Azcona en virtud del cual me comprometí a proporcionar una cantidad hasta de veinte mil pesos, como lo hice; pero en esto no estaba yo solo, sino que contribuyeron otras personas, entre las cuales estuvieron el señor Madero, que contribuyó con tres mil pesos; el licenciado don Luis Cabrera, con mil; Carranza, con doscientos cincuenta; José Barros, con una cantidad que no recuerdo, y otras personas con varias cantidades hasta reunir un poco más de nueve mil pesos. De aquí resultó que yo pusiera cerca de once mil pesos que nunca se me pagaron; pues creo que, a lo sumo, debí contribuir con una cantidad igual a la del señor Madero, además de las molestias, porque la fábrica de papel no entregaba éste al periódico, si no es que yo lo pagaba previamente o daba un vale, como lo puede atestiguar el señor José María Sánchez, quien era el administrador de la mencionada publicación.

Durante el gobierno del general Huerta, el doctor Luis Lara Pardo publicó un artículo en El País, diciendo que yo había entrado a saco en el Ministerio de Instrucción Pública. Con este motivo, mandé una carta desde Washington al mismo periódico, diciendo que, aunque ya habían pasado cerca de dos años desde mi separación del Ministerio, y conforme a la ley nada se me podía exigir, renunciaba a este derecho y me sometía a los resultados de una averiguación honrada; pero nada se hizo, no obstante la influencia que Lara Pardo tenía en el gobierno de Huerta.




Notas

(1) Calero así lo comunicó a la Cámara de Diputados el 29 de mayo de 1911.

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