Indice de Las tinajas de Ulúa de Teodoro Hernández Elfego Lugo y Juan José Ríos en los calabozos de Ulúa Santanón en el movimiento de AcayucanBiblioteca Virtual Antorcha

Teodoro Hernández

LAS TINAJAS DE ULÚA

Los revolucionarios de Viesca y de Las Vacas


Los procedimientbs de terror y de corrupción por una parte, y las prerrogativas y concesiones leoninas por la otra, otorgadas a elementos extranjeros con menoscabo de los derechos de los hijos del país y de la dignidad nacional, fueron sembrando los gérmenes de rebelión en el espíritu del pueblo, hasta que, la repetición constante de hechos de esa naturaleza, determinó la explosión popular que dio al traste con la Dictadura.

Antes de que el pueblo se levantara en masa contra el régimen dictatorial, se registraron brotes revolucionarios en distintas regiones del país, principalmente en los Estados de Veracruz y Coahuila, que fueron los precursores del movimiento general. Los primeros disparos contra la Dictadura se hicieron en Acayucan, Ver., y en Jiménez, Coah., a fines de septiembre de 1906.

Habiendo sido descubiertos los planes en la frontera del movimiento que se preparaba, hubo que apresurarlo, alcanzando sólo a levantarse los dos grupos mencionados de Veracruz y Coahuila, pues el Gobierno ya había dictado las órdenes consiguientes para que los jefes políticos, por todos los medios posibles, aprehendieran a los comprometidos conforme a la lista que había caído en poder del mismo Gobierno. Quien esto escribe fue perseguido por el jefe político de Veracruz y tuvo que trasladarse a esta capital, reuniéndose con Eugenio Méndez, estudiante de jurisprudencia, y quien había colaborado con él en el semanario La Voz de Lerdo, que se editaba en la ciudad de Veracruz.

El licenciado Eugenio Méndez falleció en esta capital hace unos tres años. Desde muy joven, siendo estudiante en la Preparatoria de Veracruz, se reveló enemigo del régimen dictatorial. En una festividad cívica lo nombró el Ayuntamiento orador oficial, y aprovechó la oportunidad para censurar enérgicamente los procedimientos políticos del gobierno del general Díaz. Desde entonces Méndez se concitó las iras de la autoridad política de Veracruz, tanto más cuanto que se sabía que era conmigo uno de los colaboradores de La Voz de Lerdo que enderazaba duros ataques a las autoridades veracruzanas. Méndez no estaba en la lista de los comprometidos en el movimiento liberal que se venía organizando; pero sí estaba catalogado como enemigo del régimen por las razones ya expresadas; de aquí resulta que al ser exhortado yo a esta capital para que la policía me aprehendiera y bien custodiado se me condujera a Veracruz para ser confinado en Ulúa, se incluyó también en el exhorto a Méndez por el juez de Distrito.

En una casa de la antigua calle del Padre Lecuona, se nos fue a aprehender personalmente por el jefe de la policía reservada. Francisco Chávez, acompañado de los agentes Manuel Barajas, Pedro Reyes, el jorobado Juan Viveros y alguno otro que no recordamos. Méndez fue capturado desde luego, pues a causa de ser reportero de EI Diario a la vez que se dedicaba a sus estudios de jurisprudencia, era conocido por Chávez. Nosotros pudimos escapar esa vez de las garras de la policía, debido a que Méndez al ocurrir varios reporteros de diarios a cerciorarse de nuestra aprehensión, logró decirle a uno de ellos, al hoy licenciado Adolfo Mendez, sin que se percataran los agentes, que me llamara con el nombre supuesto que yo había ya dado a Francisco Chávez. Con aplomo lo hizo así Adolfo, lo cual desconcertó á Chávez, y esto unido a que los vecinos de la casa dijeron no conocerme, no obstante de que a diario me veían con Eugenio Méndez y sabían mi nombre, pues parece que se habían puesto de acuerdo para salvarme, hizo que Chávez me pusiera en libertad dándome excusas, después de tenerme en su poder por espacio de doce horas. Por supuesto, a la hora de haberme soltado, el polizonte supo por los mismos reporteros que lo habían burlado, y no fue poco el coraje que lo acometió. Y fue célebre que cuando después de muchos meses caí en sus garras para ser encerrado en la Penitenciaría del D. F., trató de reprocharme el engaño de que lo había hecho víctima anteriormente, acabando por convenir conmigo, que en mi deber estaba el haber procurado mi fuga.

Algún día he de publicar los incidentes, algunos de ellos chuscos, que mediaron en el fracaso del jefe de la reservada Francisco Chávez, al tratar de aprehenderme.

Después del fracaso de los movimientos de Acayucan y Jiménez, encabezados respectivamente por Hilario C. Salas y Juan Arredondo, y que dieron origen a persecuciones y confinamientos en Ulúa de numerosas personas, los liberales, lejos de arredrarse, continuaron organizando nuevos movimientos. La huelga de Rio Blanco en enero de 1907 fue promovida y dirigida por elementos también del Partido Liberal Mexicano como José Neira y Juan Olivares, trabajadores de las fábricas de hilados y tejidos. Después de haber sido ahogada la huelga en sangre, Neira y otros huelguistas fueron aprehendidos y llevados a las mazmorras de Ulúa.

El periodista Paulino Martínez que en su periódico La voz de Juárez había impulsado desde esta capital la huelga, estuvo a punto de ser llevado también a Ulúa, después de haber permanecido algunos meses en la cárcel de Orizaba; pero fue amparado y se le devolvió a esta capital.

Para junio de 1908 ya estaba organizado otro movimiento; la fecha fijada para hacerlo fue el 25 de ese mes; pero una nueva traición o diversas traiciones, hicieron que el gobierno conociera los hilos de la nueva insurrección, y el 24 de junio sa llevaron a cabo en todo el país centenares de aprehensiones; hubo asesinatos y se hizo en esa forma fracasar el levantamiento general del que numerosos grupos no tuvieron noticias de la fecha en que había de hacerse, por haber sido interceptadas las correspondencias. Pudo levantarse el grupo de Las Vacas compuesto de unos cuarenta rebeldes, al frente del cual estaban Jesús M. Rangel, Benjamín Canales y Encarnación Díaz, sorprendiendo a mucho mayor número de soldados federales y tomando la plaza, después de nutrido tiroteo; pero a los atacantes les faltó el parque y tuvieron que retirarse, dejando muertos a algunos de los suyos, entre ellos a Benjamín Canales, y siendo herido de gravedad Rangel.

También en la noche del 24 al 25 del mismo junio. se levantó el grupo de Viesca, derrotó a la policía, abrió la cárcel, proclamó el programa del Partido Liberal y la abolición de la dictadura.

Las tropas del gobierno no tardaron en presentarse en gran número y los rebeldes tuvieron que abandonar el pueblo y huir a las montañas.

Después, el 1° de julio, un grupo de once liberales se levantó en la población fronteriza de Palomas; la toma de esa localidad se consideraba necesaria para seguir adelante y operar de acuerdo a un plan más amplio. Gran resistencia se ofreció a los rebeldes que por disponer de poquísimas municiones no pudieron tomar el punto. En el combate desigual fue muerto Francisco Manrique y Praxedis G. Guerrero; Ennque Flores Magón y otros, pudieron pasar de nuevo la frontera.

Del grupo de Viesca fueron aprehendidos varios y condenados a sufrir largas sentencias en el Castillo de Ulúa. Lorenzo Robledo fue condenado a veinte años; Lucio Chaires, a quince años; Juan B. Hernández, a quince años; Alejandro Rosales, a quince años; José Hernández, a quince años; Andrés Vallejo. a quince años; Juan Montelongo, a tres años; Julián Cardona, a quince años.

Todos fueron enviados a Ulúa, José Lugo, del mismo grupo, fue condenado a muerte y fusilado el 3 de agosto. La furia represiva alcanzó a tres revolucionarios de Yucatán: Ramírez Bonilla, Kankun y Albertos que hicieron el levantamiento por él mismo tiempo en Valladolid de aquel Estado; fueron fusilados por sentencia de un consejo de guerra.

No obstante todos estos fracasos los liberales preparaban otro movimiento para 1910 al mismo tiempo que don Frabcisco I. Madero. En diciembre de ese año Praxedis G. Guerero al frente de un grupo tomó Casas Grandes y Janos, Chih., siendo muerto en este último lugar el 30 de dicho mes en un combate con tropas porfiristas.

La existencia de Ulúa como presidio y del Valle Nacional como relegación, basta para justificar la revolución.

Todo aquel que visitaba Ulúa salía verdaderamente horrorizado, experimentaba aguda sensación de angustia. A Ulúa se énviaban los reos políticos para que murieran lentamente cuando no se les podía causar la muerte violenta por determinadas circunstancias.

Nadie negará que como dice en su libro Méritos y Traiciones el licenciado Armando Z. Ostos, en los tiempos del largo gobierno del general Díaz se hizo uso del presidio de Ulúa, como regla general, para los militares sentenciados a largas condenas; y como remedio cruel para aquellos que osaren atentar contra el régimen.

Por fin llegó un día glorioso para la piedad social, ya que, entre el estruendo de las metrallas que mataban hermanos durante ia pelea de la época, surgió el 2 de julio de 1915 con un Decreto firmado por Carranza en el Edificio de Faros, convirtiendo las galeras y los calabozos de Ulúa en talleres de maestranza y en higiénicos salones que pudieran servir de residencia eventual del Poder Ejecutivo de la Nación. Ulúa convertido en Palacio.

Dice bien el licenciado Ostos.
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