Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de SolísAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

LIBRO TERCERO.


CAPÍTULO OCTAVO.

Parten los Españoles de Cholúla: ofreceseles nueva dificultad en la montaña de Chalco; y Motezuma procura detenerlos por medios de sus nigrománticos.


Ibase acercando el plazo de la jornada, y algunos Zempoales de los que militaban en el exército (temiesen el empeño de pasar a la corte de Motezuma, o pudiese mas que su reputacion el amor de la patria) pidieron licencia para retirarse a sus casas. Concediósela Cortés sin dificultad, agradeciendoles mucho lo bien que le habian asistido; y con esta ocasion envió algunas alhajas de presente al Cacique de Zempoala, encargandole de nuevo los Españoles que dexó en su distrito sobre la fé de su amistad y confederacion.

Escribió tambien a Juan de Escalante, ordenandole con particular instancia, que procurase remitlrle alguna cantidad de harina para las hostias, y vino para las Misas, cuya provision se iba estrechando, y cuya falta sería de gran desconsuelo suyo y de toda su gente. Dióle noticia por menor de los progresos de su jornada, para que estuviese de buen ánimo, y asistiese con mayor cuidado a la fortaleza de la Vera Cruz, tratando de ponerla en defensa, no menos por su propia seguridad, que por lo que se debia rezelar de Diego Velazquez: cuya natural inquietud y desconfianza no dexaba de hacer algun ruido entre los demás cuidados.

Llegaron a esta sazon nuevos Embajadores de Motezuma, que con noticia ya de todo el suceso de Cholúla, trató de sincerarse con los Españoles, dando las gracias a Cortés de que hubiese castigado aquella sedicion. Ponderaron frívolamente la indignacion y el sentimiento de su Rey: cuyo artificio se reduxo a infamar con el nombre de traidores a los mismos que le habian obedecido en la traicion. Vino dorada esta noticia con otro presente de igual riqueza y ostentacion; y segun lo que sucedió despues, no dexó de tener mayor designio la embajada: porque miró tambien al intento de poner en nueva seguridad a Cortés, para que marcháse menos rezeloso, y se dexáse llevar a otra zelada que le tenian prevenida en el camino.

Executóse finalmente la marcha, despues de catorce dias que ocuparon los accidentes referidos: y la primera noche se aquarteló el exército en un village de la jurisdiccion de Guajozingo, donde acudieron luego los principales de aquel gobierno, y de otras poblaciones vecinas con bastante provision de bastimentos, y algunos presentes de poco valor; bastantes para conocer el afecto con que aguardaban a los Españoles. Halló Cortés entre aquella gente las mismas quejas de Motezuma que se oyeron en las provincias mas distantes; y no le pesó de que durasen aquellos humores tan cerca del corazon, pareciendole que no podia ser muy poderoso un Príncipe con tantas señas de tirano, a quien faltaba en el amor de sus vasallos el mayor presidio de los Reyes.

El dia siguiente se prosiguió la marcha por una sierra muy aspera, que se comunica mas o menos eminente, con la montaña del volcan. Iba cuidadoso Cortés; porque uno de los Caciques de Guajozingo le dixo, al partir, que no se fiáse de los Mexicanos, porque tenian emboscada mucha gente de la otra parte de la cumbre, y a habian cegado con grandes piedras y árboles cortados el camino real que baxa desde lo alto a la provincia de Chalco, abriendo el paso, y facilitando el principio de la cuesta por el parage menos penetrable, donde habian aumentado los precipicios naturales con algunas cortaduras hechas a la mano, para dexar que se fuese poco a poco empeñando su exército en la dificultad, y cargarle de improviso quando no se pudiesen revolver los caballos, ni afirmar el pie los soldados. Fuése venciendo la cumbre, no sin alguna fatiga de la gente, porque nevaba con viento destemplado; y en lo mas alto se hallaron poco distantes los dos caminos con las mismas señas que se trahian, el uno encubierto y embarazado, y el otro facil a la vista, y recien aderezado. Reconociólos Hernan Cortés; y aunque se irritó de hallar verificada la noticia de aquella traicion, estuvo tan en sí, que sin hacer ruido, ni mostrar sentimiento, preguntó a los Embajadores de Motezuma, que marchaban cerca de su persona: Por qué razon estaban asi aquellos dos caminos. Respondieron: que habian hecho allanar el mejor para que pasáse su exército, cegando el otro, por ser el mas aspero y dificultoso; y él con la misma igualdad en la voz y el semblante: Mal conoceis (dixo) a los de mi Nacion. Ese camino que habeis embarazado se ha de seguir, sin otra razon que su misma dificultad: porque los Españoles, siempre que tenemos eleccion, nos inclinamos a lo mas dificultoso. Y sin detenerse mandó a los Indios amigos que pasasen a desembarazar el camino, desviando a un lado y otro aquellos estorvos mal disimulados que procuraban esconderle. Lo qual se executó prontamente con grande asombro de los Embajadores, que sin discurrir en que se habia descubierto el ardid de su Príncipe, tuvieron a especie de adivinacion aquel acierto casual, hallando que admirar y que temer en la misma bizarria de la resolucion. Sirvióse Cortés primorosamente de la noticia que llevaba; y consiguió el apartarse del peligro sin perder reputacion cuidando tambien de no desconfiar a Motezuma, diestro ya en el arte de quebrantar insidias, con no quererlas entender.

Los Indios emboscados, luego que reconocieron desde sus puestos que los Españoles se apartaban de la zelada, y seguian el camino real, se dieron por descubiertos, y trataron de retirarse, tan amedrentados y en tanto desorden como si volvieran vencidos: con que pudo baxar el exército a lo llano sin oposicion, y aquella noche se alojó en unas caserias de bastante capacidad que se hallaron en la misma falda de la sierra, fundadas alli para hospedage de los mercaderes Mexicanos que freqüentaban las ferias de Cholúla, donde se dispuso el quartel con todos los resguardos y prevenciones que aconsejaba la poca seguridad con que se iba pisando aquella tierra.

Motezuma entretanto duraba en su irresolucion, desanimado con el malogro de sus ardides, y sin aliento para usar de sus fuerzas. Hizose devocion esta falta de espíritu: estrechóse con sus dioses: freqüentaba los templos y los sacrificios: manchó de sangre humana todos sus altares: mas cruel quando mas afligido; y siempre crecia su confusion, y se hallaba en mayor desconsuelo: porque andaban encontradas las respuestas de sus ídolos, y discordes en el dictamen los espíritus inmundos que le hablaban en ellos. Unos le decian que franqueáse las puertas de la ciudad a los Españoles, y asi conseguiría el sacrificarlos, sin que se pudiesen escapar ni defender: otros, que los apartase de sí, y tratáse de acabar con ellos sin dexarse ver: y él se inclinaba mas a esta opinion, haciendole disonancia el atrevimiento de querer entrar en su Corte contra su voluntad, y teniendo a desayre de su poder aquella porfia contra sus órdenes, o sirviendose de la autoridad para mejorar el nombre a la soberbia. Pero quando supo que se hallaban ya en la provincia de Chalco, frustrado el ultimo estratagema de la montaña, fue mayor su inquietud y su impaciencia: andaba como fuera de si, no sabía que partido tomar: sus consejeros le dexaban en la misma incertidumbre que sus oráculos. Convocó finalmente una junta de sus magos y agoreros; profesion muy estimada en aquella tierra, donde habia muchos que se entendian con el demonio, y la falta de las ciencias daba opinion de sabios a los mas engañados. Propusoles que necesitaba de su habilidad para detener aquellos estrangeros, de cuyos designios estaba rezeloso. Mandóles que saliesen al camino y los ahuyentasen o entorpeciesen con sus encantos, a manera que solían obrar otros efectos extraordinarios en ocasiones de menor importancia. Ofrecióles grandes premios si lo consiguiesen, y los amenazó con pena de la vida si volviesen a su presencia sin haberlo conseguido.

Esta orden se puso en execucion, y con tantas veras, que se juntaron brevemente numerosas quadrillas de nigrománticos, y salieron contra los Españoles, fiados en la eficacia de sus conjuros, y en el imperio que, a su parecer, tenian sobre la naturaleza. Refieren el Padre Josef de Acosta, y otros autores fidedignos, que quando llegaron al camino de Chalco, por donde venía marchando el exército, y al empezar sus invocaciones y sus círculos, se les apareció el demonio en figura de uno de sus ídolos, a quien llamaban Tezcatlepuca, dios infausto y formidable, por cuya mano pasaban, a su entender, las pestes, las esterilidades y otros castigos del cielo. Venia como despechado y enfurecido, afeando con el ceño de la ira la misma fiereza del ídolo inclemente: y trahia sobre sus adornos ceñida una soga de esparto, que le apretaba con diferentes vueltas el pecho, para mayor significacion de su congoja, o para dar a entender que le arrastraba mano invisible. Postraronse todos para darle adoracion: y él sin dexarse obligar de su rendimiento, y fingiendo la voz con la misma ilusion que imitó la figura, los habló en esta substancia: Ya, Mexicanos infelíces, perdieron la fuerza vuestros conjuros, ya se desató enteramente la trabazon de nuestros pactos. Decid a Motezuma, que por sus crueldades y tiranías tiene decretada el cielo su ruina: y para que le representeis mas vivamente la desolacion de su imperio, volved a mirar esa ciudad miserable desamparada ya de vuestros dioses. Dicho esto, desapareció; y ellos vieron arder la ciudad en horribles llamas, que desvanecieron poco a poco, desocupando el ayre, y dexando sin alguna lesion los en edificios. Volvieron a Motezuma con esta noticia, temerosos de su rigor, librando en ella su disculpa; pero le hicieron tanto asombro las amenazas de aquel dios infortunado y calamitoso, que se detuvo un rato sin responder, como quien recogia las fuerzas interiores, o se acordaba de sí para no descaecer; y depuesta desde aquel instante su natural ferocidad, dixo, volviendo a mirar a los magos y a los demás que le asistían: ¿Qué podemos hacer si nos desamparan nuestros dioses? Vengan los estrangeros, y cayga sobre nosotros el cielo; que no nos hemos de esconder, ni es razon que nos halle fugitivos la calamidad. Y prosiguió poco despues: Solo me lastíman los viejos, niños y mugeres, a quien faltan las manos para cuidar de su defensa. En cuya consideracion se hizo alguna fuerza para detener las lagrimas. No se puede negar que tuvo algo de Príncipe la primera proposicion: pues ofreció el pecho descubierto a la calamidad que tenia por inevitable; y no desdixo de la magestad la ternura con que llegó a considerar la opresion de sus vasallos. Afectos ambos de ánimo real, entre cuyas virtudes o propiedades no es menos heróica la piedad que la constancia.

Empezóse luego a tratar del hospedage que se habia de hacer a los Españoles, de la solemnidad y aparatos del recibimiento: y con esta ocasion se volvió a discurrir en sus hazañas, en los prodigios con que habia prevenido el cielo su venida, en las señas que trahian de aquellos hombres orientales prometidos a sus mayores, y en la turbacion y desaliento de sus dioses, que a su parecer, se daban por vencidos, y cedian el dominio de aquella tierra, como deidades de inferior gerarquía: y todo fue menester para que se llegáse a poner en términos posibles aquella gran dificultad de penetrar, sobre tan porfiada resistencia, y con tan poca gente, hasta la misma corte de un Príncipe tan poderoso, absoluto en sus determinaciones, obedecido con adoracion, y enseñado al temor de sus vasallos.

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