Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de SolísAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

LIBRO SEGUNDO.


CAPÍTULO OCTAVO.

Marchan los españoles, y parte la armada la vuelta de Quiabislán. Entran de paso en Zempoala, donde les hace buena acogida el Cacique, y se toma nueva noticia de las tiranías de Motezuma.


Luego que se executaron estas prisiones salió Pedro de Alvarado con cien hombres a reconocer la tierra, y traher algunas vituallas: porque ya se hacia sentir la falta de los Indios que proveían el exército. Ordenósele que no hiciese hostilidad, ni llegáse a las armas sin necesidad, en que le pusiesen la defensa o la provocacion: y tuvo suerte de executarlo asi con poca diligencia, porque a breve distancia se halló en unos pueblos o caserías, cuyos moradores le dexaron libre la entrada, huyendo a los bosques. Reconocieronse las casas que estaban desiertas de gente; pero bien proveídas de maiz, gallinas y otros bastimentos; y sin hacer daño en los edificios ni en las alhajas, tomaron los soldados lo que habian menester, como adquirido con el derecho de la necesidad, y volvieron al quartel cargados y contentos.

Dispuso luego su marcha Hernan Cortés como lo tenia resuelto, y partieron los baxeles a la ensenada de Quiabislán; y él siguió por tierra el camino de Zempoala, dando el costado derecho a la costa, y echó sus batidores delante que reconociesen la campaña: previniendo advertidamente los accidentes que se podian ofrecer en tierra donde fuera descuido la seguridad.

Hallaronse a pocas horas sobre el rio de Zempoala, en cuya vecindad se situó despues la villa de la Vera Cruz; y porque iba profundo, fue necesario recoger algunas canoas y embarcaciones de pescadores que hallaron en la orilla, donde pasó, la gente, dexando nadar a los caballos. Vencida esta dificultad, llegaron a unos pueblos del distrito de Zempoala, segun se averiguó despues, y no se tuvo a buena señal el hallarlos desamparados, no solo de los Indios, sino de sus alhajas y mantenimientos, con indicios de fuga prevenida y cuidadosa: solo dexaron en sus adoratorios diferentes ídolos, varios instrumentos o cuchillos de pedernal, y arrojados por el suelo algunos despojos miserables de víctímas humanas, que hicieron a un tiempo lástima y horror.

Aqui fue donde se vieron la primera vez, no sin admiracion, los libros mexicanos, de que dexamos hecha mencion. Habia tres o quatro en los adoratoríos que debían de contener los ritos de su religion, y eran de una membrana largá o lienzo barnizado, que plegaban en iguales dobleces, de modo que cada doblez formaba una hoja, y todos juntos componían el volúmen: parecidos a los nuestros por la vista exterior, y por el texto escritos ó dibujados con aquel género de imágenes y cifras que dieron a conocer los pintores de Teutile.

Alojóse luego el exército en las mejores casas, y se pasó la noche no sin alguna incomodidad, prevenidas las armas, y con centinelas a lo largo, en cuyo desvelo sosegasen los demás.

El dia siguiente se volvió a la marcha en la misma ordenanza por el camino mas hollado, que declinaba la vuelta del poniente, con algun desvio de la costa: y en toda la mañana no se halló persona de quien tomar lengua, ni mas que una soledad sospechosa, cuyo silencio les hacia ruido en la imaginacion y en el cuidado: hasta que entrando en unos prados de grande amenidad, se descubrieron doce Indios, que venian en busca de Hernan Cortés con un regalo de gallinas y pan de maiz, que le enviaba el Cacique de Zempoala, pidiendole con encarecimiento que no dexáse de llegar a su pueblo, donde tenia prevenido alojamiento para su gente, y sería regalado con mayor liberalidad. Supose de estos Indios que el lugar donde residia su Cacique distaba un sol de aquel parage, que en su lengua era lo mismo que un dia de marcha; porque no conocian la division de las leguas, y medían la distancia con los soles, contando el tiempo, y no los pasos del camino. Despachó Cortés a los seis Indios con grande estimacion del regalo y de la oferta, quedandose con los otros seis para que le guiasen, y para hacerles algunas preguntas; porque no acababa de reducirse a la sinceridad de este agasajo, que de no esperado parecia poco seguro.

Aquella noche se hizo alto en un pueblo de corta vecindad, cuyos moradores anduvieron solícitos en el hospedage de los Españoles, y al parecer poco recelosos: de cuya quietud se conjeturaba que estarian de paz los de su nacion; y no se engañó la esperanza, aunque suele consolarse con facilidad. A la mañana se movió el exército con la frente a Zempoala, dexandose llevar de las guias con la cautela y prevencion conveniente. Y al declinar el dia, estando ya cerca del Pueblo vinieron veinte Indios al recibimiento de Cortés, galanes a su modo: y hechas sus ceremonias, dixeron: Que no salia con ellos su Cacique por estar impedido; y asi los enviaba para que cumpliesen por él con aquella demostracion, quedando con mucho deseo de conocer a tan valerosos huespedes, y recibir con su amistad a los que ya tenia en su inclinacion.

Era el lugar de grande poblacion y de hermosa vista, sItuado entre dos rios que fertilizaban la campaña, baxando de lo alto de unas sierras poco distantes, de frondosa y apacible aspereza. Los edificios eran de piedra, cubiertos o adornados con un género de cal muy blanca y resplandeciente, de agradables y suntuosos lejos: tanto, que uno de los batidores que iban delante, volvió aceleradamente diciendo a voces, que las paredes eran de plata: de cuyo engaño se hizo grande fiesta en el exército; y pudo ser que lo creyesen entonces los que despues se burlaban de su credulidad.

Estaban las plazas y las calles ocupadas de innumerable pueblo que concurrió a ver la entrada, sin armas que pudiesen dar cuidado, ni otro rumor que el de la muchedumbre. Salió el Cacique a la puerta de su palacio: y era su impedimento una gordura monstruosa que le oprimia y le desfiguraba. Fuése acercando con dificultad, apoyado en los brazos de algunos Indios nobles, que, al parecer, le daban todo el movimiento. Su trage, sobre cuerpo desnudo una manta de fino algodon, enriquecida con várias joyas y pendientes, de que trahia tambien empedradas las orejas y los labios, Príncipe de rara hechura, en quien hacian notable consonancia el peso y la gravedad. Fue necesario que Cortés detuviese la risa de los soldados; y porque tenia que reprimir en sí, dió la orden con forzada severidad; pero luego que empezó el Cacique su razonamiento, recibiendo con los brazos a Cortés, y agasajando a los demás Capitanes, dió a conocer su buena razon, y ganó por el oído la estimacion de los ojos. Habló concertadamente, y cortó la plática de los cumplimientos con despejo y discrecion, diciendo a Cortés que se retiráse a descansar del camino, y alojar su gente: que despues le visitaria en su quartel, para que hablasen mas de espacio en los intereses comunes.

Tenian prevenido el alojamiento en unos patios de grandes aposentos, donde pudieron acomodarse todos con bastante desahogo, y fueron asistidos con abundancia de quanto hubieron menester. Envió despues el Cacique a prevenir su visita con un regalo de alhajas de oro, y otras curiosidades que valdrian hasta dos mil pesos: y vino a poco rato con lucido acompañamiento en unas andas, que trahian sobre sus hombros los mas principales de su familia; y tendrian entonces esta dignidad los mas robusros. Salió Cortés a recibirle, asistido de sus Capitanes; y dandole la puerta y el lugar, se retiró con él y con sus intérpretes, porque le pareció conveniente hablarle sin testigos. Y despues de hacerle aquella oracion acostumbrada sobre el intento de su venida, la grandeza de su Rey, y los errores de la idolatría, pasó a decirle: Que uno de los fines de aquel exército valeroso era deshacer agravios, castigar violencias y ponerse de parte de la justicia y de la razon. Tocando este punto advertidamente, porque deseaba introducirle poco a poco en la queja de Motezuma, y ver, segun las premisas que trahia, lo que podia fiar de su indignacion. Conocióse luego en la variacion del semblante que se le habia tocado en la herida: y antes de resolverse a la respuesta, empezó a suspirar como quien sentía la dificultad de quejarse; pero despues venció la pasion, y prorumpiendo en lamentos de su infelicidad, le dixo: Que todos los Caciques de aquella comarca se hallaban en miserable y vergonzosa esclavitud, gimiendo entre las violencias y tiranías de Motezuma, sin fuerzas para volver por sí, ni espíritu para discurrir en el remedio: que se hacia servir y adorar de sus vasallos como uno de sus dioses, y queria que se venerasen sus violencias y sinrazones como decretos celestiales; pero que no era su ánimo proponerle que se aventuráse a favorecerlos: porque Motezuma tenia mucho poder y muchas fuerzas para que se resolviese con tan poca obligacion a declararse por su enemigo; ni sería en él buena urbanidad pretender su benevolencia, vendiendo a tan costoso precio tan corto servicio.

Procuró Hernan Cortés consolarle, dandole a entender: Que temeria poco las fuerzas de Motezuma, porque las suyas tenian al cielo de su parte, y natural predominio contra los tiranos; pero que necesitaba de pasar luego á Quiabislán, donde le hallarian los oprimidos y menesterosos, que teniendo la razon de su parte, necesitasen de sus armas: cuya noticia podria comunicar a sus amigos y confederados, asegurando a todos que Motezuma dexaria de ofenderlos, o no lo podria conseguir mientras él asistiese a su defensa. Con esto se despidieron los dos, y Hernan Cortés trató luego de su marcha, dexando ganada la voluntad de este Cacique, y celebrando para consigo la mejoria de sus intentos, que por aquellos lejos, o espacios de la imaginacion iban pareciendo posibles.

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