Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de SolísAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

LIBRO PRIMERO.


CAPÍTULO OCTAVO.

Prosigue Juan de Grijalva su descubrimiento hasta costear la Provincia de Panuco. Sucesos del río de Canoas, y resolucion de volverse a la Isla de Cuba.


Apenas tomó Pedro de Alvarado la vuelta de Cuba, quando partieron los demás navios de San Juan de Ulúa en seguimiento de su derrota: y dexandose guiar de la tierra, fueron volviendo con ella ácia la parte del septentrion, llevando en la vista las dos sierras de Tuspa y de Tusta, que corren largo trecho entre el mar y la Provincia de Trascála: despues de cuya travesía entraron en la ribera de Panuco, última region de Nueva España por la parte que mira al Golfo Mexicano, y surgieron en el rio de Canoas, que tomó entonces este nombre, porque a poco rato que se detuvieron en reconocerle, fueron asaltados de diez y seis canoas armadas, y guarnecidas de Indios guerreros, que ayudados de la corriente, embistieron al navio que gobernaba Alonso Dávila; y disparando sobre él la lluvia impetuosa de sus flechas, intentaron llevarsele, y tuvieron cortada una de las amarras. Bárbara resolucion, que si la hubiera favorecido el suceso, pudiera merecer el nombre de hazaña. Pero acudieron luego al socorro los otros dos navios, y la gente se arrojó apresuradamente en los batéles, cargando sobre las canoas con tanto ardor, que sin que se conociese el tiempo que hubo entre el embestir y el vencer, quedaron algunas de ellas echadas a pique, muertos muchos Indios, y puestos en fuga los que fueron mas avisados en conocer el peligro, o mas diligentes en apartarse de él.

No pareció conveniente seguir esta victoria, por el poco fruto que se podia esperar de gente fugitiva, y escarmentada; y asi levantaron las áncoras, y prosiguieron su viage, hasta que llegaron a un Promontorio ó punta de tierra introducida en la jurisdiccion del mar, que al parecer se enfurecia con ella sobre cobrar lo usurpado, y estaba en contínua inquietud porfiando con la resistencia de los peñascos. Grandes diligencias se hicieron para doblar este Cabo; pero siempre retrocedian las naves al arbitrio del agua, no sin peligro de zozobrar o embestir con la tierra: cuyo accidente dió ocasion a los Pilotos para que hiciesen sus protestas, y a la gente para que las prosiguiese con repetidos clamores, melancólica ya de tan prolixa navegacion, y mas discursiva en la aprehension de los riesgos. Pero Juan de Grijalva, hombre en quien se daban las manos la prudencia y el valor, convocó a los Pilotos y a los Capitanes para que se discurriese en lo que se debia obrar, segun el estado en que se hallaban. Consideróse en esta junta la dificultad de pasar adelante, y la incertidumbre de la vuelta: que una de las naves venía maltratada, y necesitaba de repararse: que los bastimentos empezaban a padecer corrupcion: que la gente venía desabrida y fatigada: y que el intento de poblar tenia contra sí la instruccion de Diego Velazquez, y la poca seguridad de poderlo conseguir sin el socorro que habían pedido: y ultimamente se resolvió, sin controversia, que se tomáse la vuelta de Cuba, para rehacerse de los medios con que se debia emprehender tercera vez aquella grande faccion que dexaban imperfecta. Executóse luego esta resolucion, y volviendo las naves a desandar los rumbos que habian trahido, y a reconocer otros parages de la misma costa con poca detencion y alguna utilidad en los rescates, arribaron ultimamente al Puerto de Santiago de Cuba en quince de Noviembre de mil y quinientos y diez y ocho.

Habia llegado pocos dias antes al mismo Puerto Pedro de Alvarado, y fue muy bien recibido del Gobernador Diego Velazquez, que celebró con increible alborozo la noticia de aquellas grandes tierras que se habian descubierto; y sobre todo los quince mil pesos de oro, que apoyaban su relacion, sin necesitar de su encarecimiento.

Miraba el Gobernador aquellas riquezas, y no acertando a creer a sus ojos, volvia a socorrerse de los oídos, preguntando segunda y tercera vez a Pedro de Alvarado lo que le habia referido, y hallando novedad en lo mismo que acababa de oir, como el músico que se deleyta en las cláusulas repetidas. No tardó mucho este alborozo en descubrir sus quilates, mezclandose con el desabrimiento; porque luego empezó a sentir con impaciencia que Juan de Grijalva no hubiese fundido alguna poblacion en aquellas tierras donde le hicieron buena acogida: y aunque Pedro de Alvarado intentaba disculparle, fue de los que sintieron que se debia poblar en el rio de Banderas; y siempre se dice floxamente lo que se procura esforzar contra el propio dictámen. Acusabale Diego Velazquez de poco resuelto, y enojandose con su eleccion, confesaba la culpa de haberle enviado, proponiendo encargar aquella faccion a persona de mayor actividad; sin reparar en el desayre de su pariente, a quien debia aquella misma felicidad que ponderaba; pero lo primero que hace la fortuna en los ambiciosos es cautivar la razon para que no se ponga de parte del agradecimiento. Ya nada le hacia fuerza sinó el conseguir aprisa y a qualquiera costa toda la prosperidad que se prometía de aquel descubrimiento, elevando a grandes cosas la imaginacion, y llegando con las esperanzas a donde antes no llegaba con los deseos.

Trató luego de prevenir los medios para la nueva conquista, acreditandola con el nombre de Nueva España, que daba grande recomendacion y sonido a la empresa. Comunicó su resolucion a los Religiosos de San Gerónimo, que residian en la Isla de Santo Domingo, con palabras que se inclinaban mas a pedir aprobacion que licencia; y envió persona a la Corte con larga relacion y encarecidas señas de lo descubierto, y un memorial en que no iban obscurecidos de mal ponderados sus servicios: por cuya recompensa pedia algunas mercedes, y el título de Adelantado de las tierras que conquistáse.

Ya tenia comprados algunos baxeles, y empezado el apresto de nueva armada, quando llegó Juan de Grijalva , y le halló tan irritado, como pudiera esperarle agradecido. Reprehendióle con aspereza y publicidad; y él desayudaba con su modestia sus disculpas, aunque le puso delante de los ojos su misma instruccion, en que le ordenaba que no se detuviese a poblar; pero estaba ya tan fuera de los términos razonables con la novedad de sus pensamientos, que confesaba la orden, y trataba como delito la obediencia.

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